Sin mediar palabra, el tipo se aproximó a la mesa de la
universidad donde disfrutaba un café y me espetó a la cara: “ Somos una
multinacional y tenemos algo importante
para usted”. Acto seguido abrió un maletín con un logo en el que se
adivinaba un pájaro volando de revés y se
sentó sin pedir permiso. Supongo que las agresivas políticas de ventas
de su empresa autorizan esa suerte de
intrusiones en la vida del prójimo. Ya lo sabemos: “El fin justifica
los medios”.
Sobra advertir que su abordaje
resultó un fracaso: estoy vacunado contra los efectos de la
publicidad, el mercadeo, las fuerzas de ventas y otros organismos peores. De modo que el sujeto decidió emigrar a la mesa contigua,
donde cuatro muchachas de piernas bronceadas y pechos operados escribían mensajes de texto en las pantallas
de sus teléfonos.
A salvo de la invasión alienígena
y proclive como soy al ocio pensativo,
le dediqué los minutos restantes a reflexionar sobre algunos aspectos
curiosos del suceso. El primero ya es habitual : muchas personas omiten
esa parte tan refrescante de la
convivencia que es el saludo : lo consideran una antigualla, así como una pérdida de tiempo y van al
grano. Es más: si uno los saluda no le responden.
El segundo aspecto conduce a
meandros más inquietantes. Sí se fijaron bien, el fulano prescindió de su
nombre, lo que no es un asunto menor “
Somos una multinacional”, dijo, en el mismo tono lapidario con que- según
los cronistas- los demonios del Antiguo y Nuevo Testamento dicen “ Somos
legión”.
Entonces empecé a comprenderlo : la antigua voluntad de disolverse en una masa,
en un cuerpo compacto que
brinde seguridad, como el ejército o la iglesia, se desplazó en estos
tiempos hacia la figura de las grandes
corporaciones. Si su alcance es planetario, mayor será la sensación de invulnerabilidad. De ahí el
fervor supersticioso que inspira el concepto de globalización ¿ Se han
fijado en el sentido último de
expresiones tan cotidianas como “ Tomar el control del televisor”'? Bueno, por ahí va el asunto: quien pasa los canales del cable y en
cuestión de minutos va de China a
Madagascar y de California a Manchuria sucumbe con facilidad a la ilusión de
tener el mundo entero en las manos.
Pero aferrarse a ese tipo de
certezas conlleva riesgos mortales. Durante un minuto imaginé la escena : el tipo que renunció a su nombre y se
define a sí mismo como el fragmento
infinitesimal de una empresa de talante
global es llamado un viernes a las
cinco de la tarde a la oficina de su jefe inmediato ( Boss, le dicen
los anglohablantes). “Señor X, después de un análisis a sus habilidades y
competencias hemos concluido que su perfil no se ajusta a los nuevos desafíos
corporativos. Así que hemos decidido contratar en su remplazo al joven Y. Puede
pasar a partir del lunes por sus prestaciones.”. Ni siquiera la compasiva
palmadita en la espalda( otra antigualla) y entonces “todo lo sólido se
desvanece en el aire”- para copiar una
afortunada frase de Karl Marx- o , como decimos por estas tierras : todo se fue
al carajo. La sensación de seguridad se ha hecho trizas. Un sudor frío recorre
la espina dorsal del ahora ex exitoso.
“¿ Qué les diré a mi madre, a mi mujer, a mis hijos, a mi
amante- moza le decimos en Colombia a
esa figura entrañable-, a mis amigos, a mis vecinos ?" En su curiosa jerga,
los expertos en desarreglos de la
conducta dirán que nuestro hombre ha perdido la autoestima.
Pero los dioses no abandonan a
sus criaturas. A modo de recompensa por
la repentina pérdida,
mientras examina en el espejo del
ascensor - que ahora es en realidad
descensor- su rostro desencajado,
acontece el milagro : el tipo del maletín y los malos modales recuerda de
súbito que tiene un nombre: podría ser
James Cristiano, para rendirle tributo a la divinidad bifronte que reina en el
cielo de los televisores por estos días. Y detrás de todo nombre hay una
historia. Alegre a veces, casi siempre
amarga. Y detrás de cada historia se esconde
ese anacronismo resumido en el verbo ser. Lo cual no es poco cuando un
hombre se enfrenta a la tarea de reinventar el propio destino.
Viejo, si detrás de cada nombre hay un ser, detrás de cada uno de nosotros hay una o docenas de multinacionales: nos atosigan con voces deshumanizadas por teléfono, o con palabras asépticas por correo o, simplemente, a la usanza antigua: se sientan frente a nosotros en forma de arcángeles que nos prometen una nueva Anunciación. Vos tuviste una experiencia angélica. Así que no seas desagradecido. Un abrazo.
ResponderBorrarViejo, si detrás de cada nombre hay un ser, detrás de cada uno de nosotros hay una o docenas de multinacionales: nos atosigan con voces deshumanizadas por teléfono, o con palabras asépticas por correo o, simplemente, a la usanza antigua: se sientan frente a nosotros en forma de arcángeles que nos prometen una nueva Anunciación. Vos tuviste una experiencia angélica. Así que no seas desagradecido. Un abrazo.
ResponderBorrarGracias por iluminar mi camino, viejo: hasta este instante transitaba en tienieblas, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
ResponderBorrarBastante surrealista el encontronazo que tuvo, el mundo está tan deshumanizado que circunstancias como la narrada me hacen recordar pasajes de la película Brazil de Terry Gilliam, el individuo pasa a ser una mera parte del sistema y si manifiesta que tiene vida propia es una amenaza para la convivencia, como un forúnculo peligroso que hay que extirpar del cuerpo social. No estamos muy lejos. Las multinacionales siguen esa lógica de ofrecer productos globales para necesidades “globales”, como si todos tuviéramos las mismas prioridades y expectativas. Ya no me sorprende ver a gente desnutrida en mi país portando el mismo celular que podría tener un ejecutivo estadounidense. Hasta me da cierta vergüenza sacar el mío que es un tanto antiguo y nada táctil. La homogenización se ha impuesto (eso sí, valorando retorcidamente lo fútil, lo frívolo) y lo demás pasa a ser irrelevante. Todos los muchachos del planeta quieren los botines, el champú, el gel y el corte de pelo de Messi o Cristiano, aunque apenas tengan algo que llevarse a la boca. Como sugiere el titulo, parece que estamos viejos o fuera del sistema, o sea del paraíso, estimado Gustavo.
ResponderBorrar" Los desterrados hijos de Eva" del capitalismo, apreciado José. Eso somos: ni más ni menos. Las más osadas profecías sobre el hombre masa se han cumplido y ahora solo nos queda ladrar, como bien lo plantea usted en la invitación a leer su blog. Amén
ResponderBorrarEl hombre que se sienta a tu mesa y te habla sin saludarte, dándote un mensaje y pasando tus atributos por el rodillo de su agresividad es, en términos simbólicos, tu juez. Eso lo saben muy bien los "expertos" en este tipo de asaltos. Yo propongo una respuesta: fuck off, jodete, ve a tomar por culo, vai fanculo... Por favor agregar vuestras favoritas...
ResponderBorrarJa, yo propongo otra medida un tanto disparatada, inspirada en los cartelitos que rezan "en esta casa somos católicos, no insista" ante el asedio de los evangelistas. Habrá que colgarse del cuello uno diciendo: "soy autosuficiente, no joda" para espantar a los vendedores, y si no funciona, hagan como yo: pongo cara de perro si veo alguien merodeando con sus ofertas. Efectividad comprobada, jeje.
ResponderBorrarMi querido don Lalo: siempre me encantó ese " Vete a tomar por culo" pronunciado con curtida indolencia por los detectives de la novela negra. Sobre todo si, llevados al cine, eran encarnados por sujetos tan lúcidos y cínicos como Humphrey Bogart.
ResponderBorrarExiste otro mucho más antiguo y certero, apreciado José: " Vade retro".
ResponderBorrarGustavo, diré que hay tiene una historia de ciencia ficción para escribir, una distopía (perdón maestro, estoy en un taller de Ciencia Ficción y trato de atrapar posibilidades, como esta) que inicie que usted en la cafetería y el vendedor, su compromiso, casi sanguíneo, con la multinacional y termine en el ascensor, o descensor, recuperando el nombre, recuperando la posibilidad de caminar por Pereira y tomar un café sentado en el Lago.
ResponderBorrarAbrazos.
Atenderé la sugerencia , apreciado Eskimal. A la vuelta de unos dos millones de años le contaré los resultados.
ResponderBorrarUn abrazo,
Gustavo