“ Al´ improvviso con lo
sguardo/ cerchiamo un modo di raccontare/che cosa abbiamo fatto delle nostre
vite”.
Ya lo han dicho tantos: “Traducir
es traicionar”. Quien intenta trasplantar una imagen, una idea, un concepto
de un idioma a otro, corre el riesgo de extraviarse en insondables meandros. A lo mejor en ese tránsito se pierde la esencia del original, nos dicen. Eso ,
suponiendo que exista una “ esencia”, que un texto no sea todo esencia.
Pues bien, el poeta italiano Emilio Coco se dio a la tarea de verter a ese idioma un grupo de poemas escogidos del
colombiano Giovanny Gómez publicado bajo el sello Raffaelli Editore. Son ciento
veintisiete páginas en las que se condensa un arte poética dirigida a bucear , con palabras distintas,
en los viejos tópicos de la poesía : el tiempo, el amor, el silencio, la noche,
la muerte, el insomnio, el olvido.
¿ Qué clase de palabras pueden
servirnos para nombrar- es decir, para recordar- un mundo que se disuelve
apenas visto? Si la dicha de un beso ya es olvido antes del último estremecimiento, la tarea del verbo- hacerse
carne- se resume en el oficio de
Sísifo. Empujamos nuestra experiencia
del mundo ladera arriba, donde el tiempo, impasible como todas las divinidades de su estirpe, nos
la devuelve hecha guijarros que
debemos recomponer para reiniciar la tarea.
Como buen poeta, Emilio Coco sabe
que la belleza de este oficio reside en su inutilidad esencial. Por eso emprende la tarea con la
paciencia de los viejos
tejedores. Si el poema es la casa donde alienta el misterio de un solo
verso, el trabajo del traductor exige un
esfuerzo por partida doble. Deberá ahondar en las claves de la lengua donde fue gestado para buscar,
no un sinónimo, sino una manera de decir
que se aproxime a esa semilla. De a ahí lo estéril de las traducciones
literales. En poesía no se trata de
trascribir sino de aproximarse en un sobrevuelo que debe evitar las colisiones. Amor o muerte no
quieren decir lo mismo para los
herederos de Dante o Shakespeare que
para los hijos del Caribe habituados a otras turbulencias de la sangre. Los buenos
traductores lo saben y por eso se
acercan con cautela al objeto de su exploración : un paso en falso y la
vasija donde alienta el misterio de las palabras puede romperse en mil pedazos.
“Queste porte aperte/ alla
notte del corpo. “Estas puertas
abiertas/ a la noche del cuerpo”. He ahí un buen punto de partida para empezar el largo,
tortuoso y gozoso camino que conduce a
una buena traducción. Por supuesto, no nos hablan aquí del cuerpo clasificado por los anatomistas o convertido en fetiche por los autores de manuales eróticos. La presencia de la
puerta nos remite al cuerpo- puente- abismo tendido entre la vida y la muerte.
Si la puerta es umbral, la muerte deviene
imagen de la vida ... o al revés, si
nos atenemos al viejo juego de los espejos enfrentados.
Lector devoto de los versos de José Manuel Arango, Giovanny Gómez conoce el valor de la pausa, del silencio. En esos resquicios se adentra Emilio Coco para devolvernos desde otra lengua, la de Petrarca, la nuez de este libro de poemas titulado, no por casualidad : Palabras que saben morder en los sueños. El traductor escudriña en esas pausas para morder, ya no los sueños, sino las palabras que los roen, como roen a todo el que se enfrenta a un buen texto. Y entonces “ De repente con la mirada/ buscamos una manera de contar / qué hicimos con nuestras vidas”
Al "traduttore traditore" que mencionas, cabría agregar dos o tres, tomadas de Brainy Quote:
ResponderBorrar-Traducción es el arte del fracaso --Umberto Eco
-El original es infiel a la traducción --J.L.Borges
-Poesía es lo que se pierde en la traducción --Robert Frost
-La traducción es como una mujer. Si es bella, no será fiel; si es fiel, seguramente no será bella --Y. Yevtushenko.
¿Cuál te gusta más?
Eco le da la razón a Frost. Borges se refugia en una paradoja... y tal vez tenga razón.
Yo he traducido muchos textos de diversa índole, pero cuando intenté traducir literatura me di por vencido a las pocas páginas.
Es que estaba enfrentado a lo imposible, mi querido don Lalo : cuando uno lee primero la traducción y luego se enfrenta al original, la palabra traición, en todos sus matices, se queda corta. Así las cosas, el traductor no tiene otra opción que escribir un libro distinto del original y es en ese momento cuando se vuelve creador.
ResponderBorrarAh...me encanta la de Borges. Es completamente... borgesiana.