jueves, 23 de junio de 2016

Metáforas de paz



Lamento no coincidir con don Héctor Lavoe  y su célebre canción. “¿Y para qué leer un periódico de ayer?” recita con su particular cadencia esa leyenda del cancionero hispanoamericano. Todo lo contrario: pienso que la lectura del  periódico de ayer o de  hace  veinte años es más importante que la del de hoy: nos ayuda a mirar las  cosas en perspectiva.  El talante instantáneo del suceso le abre paso a la complejidad de los acontecimientos y sus protagonistas. Las causas y motivaciones ocultas, así como las consecuencias entonces incomprensibles  se hacen  así visibles.
Convencido de eso, despliego sobre la mesa ejemplares atrasados de los periódicos nacionales El Tiempo, El Espectador, La Tarde y El Colombiano.


Encuentro  que aquí muy cerca, en mi vecindario, un hombre joven asesinó a su mujer, la desmembró y sepultó sus restos en un terreno de su finca. Avanzo un poco más y descubro que uno de los fulanos Nule, condenado por haber robado miles de millones de dineros públicos, recibió el beneficio de casa por cárcel por encontrarse deprimido, según  argumento de su defensa, amparada en un sospechoso  dictamen  médico . Unas cuantas páginas más allá  me informan que  barras de hinchas pereiranos del  Real Madrid y el Barcelona – si señores, del  Real Madrid y el Barcelona, ni siquiera del Deportivo Pereira o el  Deportes Quindío- se enfrascaron en una disputa al interior de un bar, de la que resultaron varios heridos. Para completar el cuadro,   leo que el ex presidente Álvaro Úribe y sus miles de fieles devotos- ya que no simpatizantes – siguen empeñados  en sabotear a cualquier precio un proceso de paz   de por sí bastante cojo. La página judicial me cuenta que un estudiante adolescente se  quejó ante su madre de haber  recibido  agravios de un compañero de curso. En lugar  de ofrecerle una solución pacífica o de remitirse a las autoridades del  colegio, la señora lo armó de un cuchillo de cocina  y lo animó a cobrar justicia por su propia mano. Y el muchacho lo hizo.


Es apenas una pequeña muestra, pero suficiente para comprobar que, en contravía de lo sugerido por quienes trabajan en la solución de conflictos, los colombianos seguimos empecinados en producir metáforas de guerra, de confrontación.
Por esa razón, expertos como el antropólogo  Emilio Garzón, que ha trabajado en países y regiones desangrados durante años, entre ellos El Salvador de las guerras civiles,  insisten en que debemos elaborar metáforas de paz. Visiones  del mundo emprendidas desde el lenguaje y los actos cotidianos que nos ayuden a abordar la realidad de otra manera: no por casualidad en los grandes mitos es la palabra la que  funda el universo. La  que nos da elementos para comunicarnos   y comprender así la propia circunstancia  y la de los otros.  Hasta ahora en Colombia no hemos hecho el intento.


Me pregunto entonces qué empezaría a suceder si sacáramos los diálogos de paz- convertidos casi en una  entelequia por los medios de comunicación  y por los políticos  que los  reducen a simple instrumento al servicio de sus intereses- de  los recintos cerrados y los trasladáramos al terreno de la vida cotidiana. Si ese hombre  o esa mujer  que ya no soportan a su pareja por razones acaso justificables, en lugar de golpearla, mutilarla o asesinarla, optaran   por hacer lo  más fácil y sensato : divorciarse.  Si en lugar de admirar  y justificar al delincuente  asumiéramos que quien se roba los recursos públicos- los de la salud, la educación, la infancia- comete un crimen de lesa humanidad porque priva a otros de sus derechos y oportunidades. Si   esos activistas políticos animados por el  odio y la ambición  fueran capaces de ver su oficio  como una manera de gestionar lo público, lo común. Si el padre de familia entendiera por fin que   la más efectiva y antigua herramienta de educación es el ejemplo.  O si esas hordas  de nuevos  salvajes globalizados  recordaran que el fútbol es un juego y por lo tanto un medio de goce  y de  entendimiento entre los humanos.
En fin, creo que hemos acuñado a lo largo de los siglos demasiadas metáforas de guerra y de muerte. Nada perdemos y mucho  ganaríamos si  comenzamos a hurgar en la memoria  personal y colectiva en busca de las viejas y olvidadas metáforas de paz.

PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

4 comentarios:

  1. De las "metáforas de paz" también hay muestras " e incluso, de fechas recientes", por ejemplo, leí hace unos meses acerca de una mujer que rescató a un perro que estaba siendo arrastrado por la corriente (esto fue en Bogotá); ella lo hizo porque le nació hacer este gesto. Por desgracia, son mas los eventos malos y lamentables los que perduran en la memoria de los colombianos (aparte de uno que otro evento deportivo, mayoritariamente futbolístico). Interesante entrada, pero sugiero que cite los encabezados y/o incluya mas información sobre aquellos ejemplos que usted cita al inicio.
    Gracias.

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    1. Mil gracias, señor Andrés. Sus inquietudes serán atendidas.

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  2. Tiene usted razón, no es del todo ocioso releer algunos diarios, por muy pasados que sean, ya que suponen dos grandes virtudes: para no perder memoria sobre sucesos históricos (ay, qué bien le haría a nuestra juventud hoy por hoy tan desmemoriada) y porque –como bien remarca- ayudan a tener perspectiva. Además está el hecho de que numerosos acontecimientos jamás pierden frescura, más bien adquieren actualidad al compararlos con el presente. Cuántas lecciones se podrian tomar de esa “memoria personal y colectiva”, pero parece que a la Humanidad le gusta cometer los mismos errores, insensata como es por naturaleza.

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  3. Apreciado José: en Cien años de Soledad la enfermedad del insomnio tiene como consecuencia una peste peor : la del olvido. Si no hacemos memoria es imposible restañar heridas y recomponer el rumbo. De ahí que la lectura del periódico de ayer funcione como una metáfora.

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