A ver si ustedes me ayudan a entender: desde que nací estoy viendo tetas, empezando
por las altamente nutritivas de mi mamá Amelia. Durante años, las vi en las
portadas de las revistas o en algunas películas en teatros a los que
conseguí entrar de manera clandestina.
Cuando entreví las de Brigitte Bardot
en la tapa de la revista Vanidades, insinuadas detrás de su blusita mojada, creí asistir a
una epifanía. Y eso que acababa de recibir mi primera comunión
De los años setenta en adelante,
ustedes y yo hemos visto tetas por millones: en
la televisión, en el cine, en los
periódicos, en las revistas y más tarde en internet. Las hemos visto de todos
los tamaños: turgentes y escuálidas, del diámetro de una manzana o en racimo completo, como en
el Cantar de los Cantares. Las hemos contemplado de todas las texturas:
lisas como pasadas por aceite de almendras
y recubiertas de pelusa como la piel del melocotón. Han desfilado de todos los colores ante
nuestra mirada: negras, blanquísimas, doradas, cobrizas, luminosas.
Hay tetas naturales y otras
hinchadas a punta de silicona. Pero todas tienen sus admiradores y, a veces,
sus clientes.
Más tarde, cuando llegaron las
primeras novias, pudimos disfrutarlas en vivo y en directo. De esa manera dimos
fe de su talante prodigioso.
En fin, que para mayor gloria de Dios
y de los hombres, nacimos, crecimos y
moriremos rodeados de tetas por todas partes.
Y ahora resulta que en Colombia
un puñado de fanáticos quiere prohibir que las mujeres les den de mamar a sus
crías en lugares públicos, con el
argumento retorcido de la defensa de la moral.
Ya se han recibido denuncias
sobre personas que increpan a mujeres en buses, trenes, taxis, parques o
restaurantes, por el humano acto de
ofrecerle la teta a su retoño.
Por lo visto, mientras ellos
tienen derecho a hartarse de viandas y vinos en los restaurantes, los recién
nacidos deben privarse del alimento,
porque atentan contra unos “principios morales” que ni siquiera han tenido tiempo de conocer.
¿De qué carajos estamos hablando?
¿Es inmoral que una madre
alimente a su hijo en el
momento preciso en que lo necesita solo
porque no cuadra con el engranaje de
unas mentes, esas sí, pecaminosas de
cabo a rabo?
Así las cosas, los niños deberán
arriesgarse a contraer una gastritis
prematura, o caer en la desnutrición para que su madre no incurra en ese pecado
recién inventado.
No sé, pero cada vez que escucho
una noticia de estas, pienso en el
Procurador Ordóñez o en uno de esos seres que orientan programas radiales,
cuyo propósito consiste en advertirnos sobre los males que nos aguardan si
seguimos fornicando como conejos- con perdón de los conejos- o si los enfermos
terminales claman por la misericordia de la eutanasia, para no hablar del escozor que les provocan el matrimonio homosexual, el aborto o la
dosis personal de droga.
Curiosamente, esos guías espirituales no se inmutan ante la
miseria del prójimo, las violencias que dejan
cada minuto su tendal de muertos, la desigualdad social, el saqueo del
erario y los fraudes de los gobernantes.
Nada de eso le resulta inmoral a su particular visión del mundo.
Pero se santiguan ante la visión
de una teta misericordiosa que le da a un recién nacido fuerzas para emprender
la lucha por la vida. No contentos con eso, piden castigos severos para la
osada madre. Unos cuantos azotes no le
vendrían mal a la impúdica. Quizá así retome el sendero de las buenas
costumbres.
Paso por un centro comercial y veo salir a cuatro damas con unos escotes que me dejan
sin aliento y con taquicardia. Pienso entonces
en los integrantes del tribunal anti nutrición de bebés en lugares
públicos y me hundo en la confusión.
A ver si ustedes me ayudan a
entender.
PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Durante el bachillerato, cuando uno suele ser un adolescente miserable y atarván, decíamos que nos encantaría poder tomar leche en totuma de cuero.
ResponderBorrarY la verdad es que aún nos encantaría.
Saludos, Cami.
Ja, ja. Eso en realidad es un aforismo, apreciado Camilo.
ResponderBorrarJa, ¿y qué me dice de los "sobretetados" como yo, que casi a diario soy azotado en el gimnasio con la vista nada agradable de unas ubres siliconadas que rebalsan de la camiseta de cierta muchacha, sin dejar nada a la imaginación?...la sobredosis también mata, oiga usted. Dejando a un lado las bromas, recuerdo haber leído acerca de una “tetatón” o convocatoria a una lactancia masiva en vía pública como acto de protesta a planes tan delirantes, que parecen salidos de mentes afiebradas o estancadas en la época victoriana. Menos mal que aquí, por influencia quechua y demás culturas indígenas, dar de mamar a las wawas es un acto perfectamente natural y tolerado prácticamente por toda la sociedad, aunque se lo practica con cierto recato en las clases media y alta. Las mujeres campesinas no se hacen problema ni se avergüenzan por ello. Con toda franqueza, no recuerdo ningún incidente público donde alguien se haya ofendido o armado escándalo por tal asunto.
ResponderBorrarPienso que hay una diferencia esencial , apreciado José: mientras los indígenes celebran los poderes nutricios de la tierra y los ven representados en la mujer, Colombia está consagrada al Corazón de Jesús y su procurador es un tipo que administra con las cuentas del rosario en la mano.
ResponderBorrarEso tiene su peso específico... tan específico como el de las "ubres siliconadas" que usted menciona.