jueves, 8 de diciembre de 2016

Todos estábamos a la espera


 
Bueno. Igual que  Harold Pinter en 2005 y Doris Lessing en  2007,  Bob Dylan tampoco acudirá el 10 de diciembre a recoger su premio Nobel de Literatura.
Hasta donde ha declarado, compromisos adquiridos con anterioridad le   impiden hacer presencia allí.
Por su lado, los voceros de la academia sueca han publicado un comentario diplomático: “Esperamos con ilusión la Conferencia Nobel de Dylan, que debe ofrecer- es  el único requisito- en las seis semanas  a  partir del 10 de diciembre de 2016”.
Así que seguimos a la espera.
Desde hace muchos años vengo  fastidiando a mis amigos con la  misma cantilena: el buen rock es en realidad un género literario. Cuando cumplí   once años y apenas cursaba primero de bachillerato  (así se llamaba entonces) lo elegí  como la banda sonora de mi vida. Los responsables fueron tres divinidades: Iron Butterfly, Led Zeppelin y, desde luego,  The  Beatles.  El profeta de su llegada  fue mi primo Pacho, a quien le agradezco todos los días el haberme  puesto en contacto con esa forma de la poesía animada con bajos, baterías, guitarras eléctricas y, a veces, sintetizadores.
 
 
Al viejo y querido Bob Dylan  lo encontré tiempo después tocando a las puertas del cielo. Knocking on  heaven´s doors, es el título de la canción.  Y resulta  que de tanto llamar a esas puertas a golpe de canciones,  al fin se las abrieron. Por encima de los puritanismos y ortodoxias literarias, los integrantes del comité decidieron que  Bob Dylan, bautizado Robert Zimmerman, se merecía el Premio Nobel.
 Y  lo expresaron  con toda claridad:   Se le otorga el premio "por aportar nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”.
De modo que resultan fuera de lugar las protestas de quienes, como el peruano Vargas Llosa, aseguran que el Nobel es un premio para escritores,  no para cantantes.
El reconocimiento – que a esta altura del juego Bob ya no necesitaba- es pues, por buen poeta, no por ser un regular cantante, con esa voz nasal que, sin embargo, sabe  cantar y contar cosas hermosas.
 
 
Con esa explicación me sobra y basta. Y eso que soy lector de la gran tradición literaria norteamericana, de Poe, Melville y Hawthorne a  Thomas Pynchon y John Barth, pasando por  Saul Bellow  y John Updike, para mencionar solo a siete, número mágico según algunos.
Desde el  trece de octubre he leído toda clase de  artículos celebrando o deplorando la decisión del jurado. En algunos, fieles devotos de Dylan como yo festejan hasta el delirio. En otros sus autores destilan una amargura infinita, al punto de afirmar que, a ese paso, el próximo Premio  Nobel se lo darán al cantante Justin Bieber.
A cada quien le asistirán sus razones. Por ahora, no paro de escuchar  The times they are a changin´ con el mismo fervor de la primera vez.
PDT : les comparto enlaces a las bandas sonoras de esta entrada

4 comentarios:

  1. Más allá del reconocimiento, que considero muy merecido para el bardo estadounidense (y eso que no soy muy fan de su música) me parece descortés que no acuda a recibir la premiación, como si incurriese en veleidades de estrella de rock, la excusa de otros compromisos suena poco creíble. Ya tuvimos más que suficiente con su extraña ausencia o desaparición cuando anunciaron que había obtenido el premio. No es muy elegante ocultarse justo cuando todo el mundo te anda buscando. Pensé que Dylan estaba hecho de otra madera y hasta lo consideraba como uno de los ejemplos de humildad artística. Al final, son impresiones mías, no conozco sus razones ni motivaciones que lo impulsan a comportarse de tal manera.Quedémonos con sus versos,en todo caso.

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    1. Suscribo su última idea, apreciado José. Mejor quedémonos con sus versos... y con su mala voz.

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  2. Qué diría Vargas Llosa si le dan un Grammy?

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  3. Ja. Como dirían sus paisanos de Les Luthiers : " No me austa el acertijo", mi querido don Lalo.

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