Nada como un café céntrico para
tomarle la temperatura a una ciudad, a un país o, en estos tiempos de conexión
al instante, al planeta entero.
Por eso me siento al menos una
vez por semana a escuchar esas
conversaciones en las que, siguiendo la manida frase, un grupo de parroquianos se reúne “A arreglar el país”.
O a acabarlo de joder, depende desde
donde se mire.
Por alguna razón durante mi
última visita el ambiente patriotero andaba bastante inflamado.
Rezagos de la seguidilla de
fiestas patrias en julio y agosto, tal
vez.
Aunque se hablaba de lo divino y
lo humano, tres cosas azuzaban el nacionalismo de los discutidores: James
Rodríguez, la situación de Venezuela y la
emigración de estudiantes colombianos
hacia Argentina, en constante crecimiento
durante el último lustro.
Me tomaría un catálogo entero
relacionar la lista de insultos proferidos contra el entrenador francés de
origen argelino Zinedine Zidane, admirado en estas tierras… hasta que decidió
poner en el banco a James .
“Ese hijueputa siempre le tuvo inquina a James”, sentenció con tono
bíblico un sesentón de pelo blanco, levantando su dedo índice hacia la
concurrencia, que asintió con una copiosa salva de palabrotas.
Varios de ellos me miraron, a la espera mi aprobación, por lo que decidí
fijar mi atención en el caminado de una belleza mulata que cruzaba la calle.
Como atendiendo a un llamado,
todos volvieron la vista hacia esas
piernas de fuego.
Esa fórmula siempre funciona.
Gracias a esa visión me salvé de
un linchamiento verbal. Creo que James
es un excelente jugador.
Superlativo, si se quiere, en el contexto nacional.
Pero en una máquina de producir
dinero como el Real Madrid, que se ha dado el lujo de desechar futbolistas
mejores, el colombiano fue apenas un buen suplente.
Zidane actuó en consecuencia y
por estas tierras no se lo perdonan.
Los regionalismos y nacionalismos
son tan peligrosos por eso: enceguecen y no dejan ver las cosas en su justa
dimensión.
Y eso, cuando se traslada al
mundo de la política suele desatar fuerzas tenebrosas.
Échenle una mirada a un buen
libro de Historia Universal y verán.
Entonces le correspondió el turno
a Venezuela: todos los ocupantes del café pidieron golpe de estado contra
Maduro, pero ya.
“Nos estamos llenando de venecos”, sentenció un hombre
con pinta de abogado o algo así. Una decena de individuos se desató en aplausos.
De nuevo miré hacia la calle y mi
Ángel de la Guarda, que nunca falla, envió en mi socorro a un anciano que hacía
cabriolas con sus muletas.
Por lo visto, estos tipos
olvidaron que hace apenas tres décadas
Venezuela se llenó de colombianos que huían de la pobreza y la
violencia.
Lo mismo que ahora, pero en
dirección opuesta.
Les llegó la hora a los argentinos, por quienes profeso un
afecto muy particular, empezando por
Andrés Calamaro, Ernesto Sábato y Lionel
Messi.
“Esas gonorreas nos tienen bronca a los colombianos”, gruñó un
hombretón metido a la fuerza en una camiseta de esqueleto, o musculosa, como
las llaman en el cono sur. Además exhibía en el antebrazo el tatuaje de un
dragón en llamas.
Razones de sobra para ser
prudentes.
Si estos ultranacionalistas se
detuvieran a pensar un poco,
encontrarían que las acciones de la policía se concentran- como es su
obligación- en quienes llegan a ese
país a delinquir.
Les he preguntado a un par de
decenas de colombianos residentes en
Argentina y nadie tiene motivos de queja.
Pero vaya explíquele eso a un
especialista en mirarse el ombligo, que es,
en últimas la única gran pasión
de los regionalistas y nacionalistas.
Incapaces de ver más allá de sus
narices se refugian en la improbable perfección de lo vernáculo.
Y de paso arrojan al infierno a todo lo demás.
Por eso, he decidido emprender
mi discreta retirada de este lugar.
Mi Ángel de la Guarda ha sido más que generoso por hoy. “No hay que abusar”, dice mi mamá
Amelia.
Por una vez en la vida he decidido hacerle caso.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Regio y gracioso eso de ponerse “a arreglar el pais”. Ya decia alguien que el nacionalismo y otros sentimientos patrioteros se curan viajando, de lo contrario es inevitable caer en el vicio de la autocomplacencia. Coincidentemente, como tambien estamos en Bolivia en el mes de la patria (la cantaleta de los 192 años de libertad sonando con himnos de fondo), viera cómo nos estan bombardeando en la televisión con postales del pais que parecen sacados de una tierra de fantasia, con carreteras flamantes, fábricas a todo humo, hospitales relucientes y caritas felices al por mayor. Pareciera que estuviéramos en Suiza pero basta con salir a la calle y darse de narices con todas las evidencias del subdesarrollo. No tenemos remedio.
ResponderBorrarLo mismo hacían Stalin, Mao, Hitler y sus émulos de todos los tiempos y lugares, apreciado José.
ResponderBorrarPor lo que concluyo de sus agudas ilustraciones, el regimen boliviano relica al pie de la letra las malhadadas fórmulas del Realismo Socialista soviético, la Revolución Cultural china o , en la otra orilla, los esperpentos fascistas que tanto siguen encantando a los caudillos del Tercer Mundo.
Tocayo, pareciera que la idea de "arreglar el país" en una cafetería o bar (no sé por qué viene a mi mente la taberna El Tranvía) ha cambiado. Pareciera que ahora es buscar la manera de justificarnos pues somos la berraquera de este continente, y justificarnos afuera.
ResponderBorrarArreglar el país era un ejercicio de cotidianidad. Cuando mis tíos decían "camine nos tomamos algo y arreglamos el país", la charla se centraba en el trabajo, en la familia. De ahí se desprendía a otros temas, más públicos, claro, el fútbol era parte.
Yo lo que vi en la conversación es una cuestión migratoria, migrar nuestra imagen, centrarla en íconos mediáticos, defender nuestro derecho de vivir en cualquier lugar, así sea de manera errónea, pero al mismo tiempo defender nuestro derecho de no dejar vivir al otro en el espacio que ocupamos (Alguien una vez, en tono ofensivo, me preguntó sobre cuál arepa era mejor,la venezolana o la colombiana). Solo vemos fachadas cuando tomamos la bandera y cantamos el himno nacional y llenamos de adjetivos absolutos a Colombia.
¡Santo cielo! Pero si eso trasciende el ser o no ser de Hamlet, apreciado Eskimal. Digo, lo de cual es la mejor arepa. Ni más ni menos que la disputa entre los machos alfa por quién tiene la verga más grande.
ResponderBorrarEso me lleva a pensar que los nacionalismos y todas sus variantes no vienen a ser más que expresiones de la egolatría multiplicada por millones.