De la aldea al planeta
Precisar en detalle los acontecimientos locales para
establecer su relación con hechos universales es el propósito de muchos
historiadores.
Solo de esa manera es posible identificar los elementos
comunes y las diferencias que, cada uno a su manera, marcan el devenir de una
sociedad.
Por distintas razones, la década del sesenta del siglo
anterior ha sido abordada por muchos investigadores como un punto de quiebre en
la política, la sociedad y la cultura al menos en lo que corresponde al mundo
occidental.
Pero no siempre los estudios se ocupan de indagar en las
raíces recientes y remotas de una sucesión de eventos que tuvieron en el
célebre mayo francés del 68 su punto más
alto, al menos a nivel simbólico.
En el caso de Colombia esa década transcurrió sobre tres grandes líneas: los
gobiernos del Frente Nacional, el
surgimiento de las guerrillas de corte comunista influenciadas por la
Revolución cubana y la irrupción de grandes transformaciones culturales
que, en muchos sentidos, crearon las
bases para una protesta estudiantil que alcanzó su máxima intensidad en 1971,
durante el gobierno del conservador
Misael Pastrana Borrero.
Y decimos protesta estudiantil, porque no resulta claro si el
estudiantado colombiano alcanzó de veras a forjar un movimiento organizado, con
unos propósitos y un enfoque definido acerca de cuáles eran sus propios
intereses y cuál su papel en una sociedad
que vivía su tránsito de lo rural a lo urbano de una manera caótica y
violenta.
Es en ese terreno donde el historiador Álvaro Acevedo
Tarazona se plantea sus preguntas sobre lo que significó esa época para la
Historia de Colombia, interrogantes que trata de resolver a lo largo de las
casi setecientas páginas de su libro 1968
Historia de un acontecimiento.
Una obra de tan vasto alcance precisa de una estructura que le permita transitar
todo el tiempo un camino de ida y vuelta sin perderse en el intento.
Por eso el profesor Tarazona plantea su trabajo como un debate
entre distintos momentos de la historia nacional y universal, de modo que al
tirar de un determinado hilo pueda
identificar sus repercusiones cercanas o
remotas para situarse en el devenir de unos hechos que a veces se antojan
simple consecuencia de lo acontecido en otros lados, y a veces parecen ser de
veras el germen de grandes transformaciones en
el ámbito nacional.
Si de lo que se trata
es de situar las protestas de los estudiantes colombianos en un contexto más
amplio, resulta indispensable remitirse a los grandes movimientos
desencadenados en países como Argentina,
México y Brasil.
Las luchas de los estudiantes en Córdoba durante la segunda década del siglo XX, la matanza perpetrada en la llamada Noche
de Tlatelolco en 1968 y el
papel jugado por los universitarios brasileros en las grandes reformas sociales
y la posterior reacción de las dictadores, nos ubican en un territorio que
ayuda a entender la temprana presencia del estudiantado colombiano en momentos
tan significativos como la masacre de las bananeras, la dictadura de Rojas
Pinillla y las reformas al sistema educativo implantadas en consonancia con los
intereses norteamericanos durante el Frente Nacional.
La revolución que no fue
Corrían los tiempos de la Guerra
Fría. Los satélites de Estados Unidos y la Unión Soviética se alineaban en
dos bandos solo en apariencia monolíticos. Habían transcurrido veinte años
desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Los hijos de quienes habían muerto o habían padecido los horrores de esa confrontación
tenían razones de sobra para desconfiar
de sus mayores. De paso, habían leído a Marx, a Freud y a Sartre. Por lo tanto,
tenían una mirada distinta acerca de la
política, el sexo y la sociedad.
Entre
la ansiedad y el hastío se incubaba un
profundo malestar. Y fue en el país de la
Revolución Francesa, con sus promesas siempre aplazadas de libertad,
igualdad y fraternidad donde estalló una
revuelta que parecía capaz de ponerlo
todo cabeza abajo.
Pero al final fue solo eso: un parecer.
Los resultados de ese intento han sido documentados hasta el
mito. Y el libro de Álvaro Acevedo Tarazona se encarga de explorar sus incidencias en un país en el que
gobernaba Carlos Lleras Restrepo, un liberal ortodoxo que intentaba emprender
medidas capaces de brindarles opciones a
unos habitantes recién instalados en las ciudades, que demandaban, entre otras
cosas, más y mejores servicios de educación.
Fue en ese punto donde un sector del estudiantado colombiano-
por reflexión o por inercia- se inspiró en algunas de las prácticas del mayo
francés del 68 y de movimientos similares en Italia y Alemania.
Solo que el modelo estaba soportado en una revolución que no
fue.
El todopoderoso mercado y el papel de los intelectuales
Justo cuando los ecos del 68 languidecían en todas partes,
las protestas estudiantiles se hicieron fuertes en Colombia.
¿Las razones? Los gobiernos de Lleras Restrepo y Pastrana
Borrero intentaban implantar un modelo educativo que priorizara las demandas de
un mercado que exigía profesionales y técnicos para un sector industrial que intentaba
consolidarse en medio de grandes cambios a nivel internacional.
Estudiantes y profesores se plantaron contra esas reformas
en instituciones públicas como la
Universidad Nacional, La Universidad de
Antioquia, La Universidad del Valle, La Universidad Pedagógica Nacional y la
Universidad Industrial de Santander.
A tono con los tiempos,
varias universidades privadas también se alzaron frente a las reformas
oficiales.
En el camino, algunos líderes estudiantiles se planteaban la
necesidad de tejer vínculos con los
movimientos sociales de obreros y campesinos.
Mientras eso sucedía, los jóvenes confrontaban el mundo de
los mayores y lograban de paso grandes cambios en aspectos tan esenciales como
el sexo, el aborto, el rol de las
mujeres y la estructura familiar.
A estas alturas, el libro del profesor Tarazona desliza otra
pregunta: ¿Existía en realidad un movimiento estudiantil con visos de
coherencia, o se trataba apenas de
respuestas coyunturales a una situación de emergencia?
El curso de los acontecimientos no contribuyó a aclarar las
cosas: tras alcanzar su cota máxima en 1971 y 1972 las protestas empezaron a
declinar. Los intelectuales, llamados a arrojar luz sobre los hechos, andaban
más ocupados en ajustar sus discursos
a las ortodoxias ideológicas globales
que en pensar su propio país.
Entre libros y revistas
En busca de algunas
claves para entender esa parte de nuestra historia, el profesor
Acevedo Tarazona se sumerge en los archivos de instituciones públicas,
universidades y medios de comunicación.
Allí encuentra que los sectores políticos de izquierda han alimentado un
permanente y muchas veces disperso debate sobre lo que, de manera un tanto
vaga, se ha dado en llamar realidad
nacional. Una realidad hecha más de sospechas que de certezas y más anclada
en el prejuicio y el dogma que en el análisis.
Por eso mismo en un alto número de esas publicaciones el
investigador encuentra más ideología que pensamiento, lo que no contribuye a
esclarecer los factores que, en gran medida, definirían el rumbo de la
educación y de la sociedad colombiana en las décadas siguientes.
Basado en un amplio catálogo de fuentes nacionales y
extranjeras, así como en una rigurosa pesquisa en bibliotecas y fuentes
documentales, el libro 1968, Historia de
un acontecimiento nos ofrece una mirada en detalle y a la vez una
perspectiva global de lo que significó la década del sesenta como punto de
llegada y de partida para grandes
cambios en occidente, al tiempo que ubica las protestas de los
estudiantes y profesores colombianos en relación con esos fenómenos y con las
crisis experimentadas por un país
anclado entre el feudalismo y la modernidad.
PDT . Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=lKcwkDUGZg8
https://www.youtube.com/watch?v=lKcwkDUGZg8
Acertada etiqueta para esos procesos que cada vez parecen más obsoletos, realmente solo quedan cenizas de aquellas manifestaciones conducidas por ideales. Hoy el término se ha pervertido tanto que solo equivale a verso barato para ocultar el latrocinio de los dirigentes, como bien vemos con los autonombrados "gobiernos revolucionarios" de nuestro continente, sin ir muy lejos. Cuando alguien me habla de revolución recuerdo el cuento de cierto polaco y me pongo a reir. Le comparto el link, por si las moscas.
ResponderBorrarhttp://ciudadseva.com/texto/revolucion/
Ja. Qué bueno ese enlace, apreciado José. Aclaro que el título de esta entrada lo robé ("Lo tomé prestado", dirían otros) de unos versos de nuestro querido Joaquín Sabina. Concretamente de una canción titulada Más de cien mentiras.
ResponderBorrarDe paso, aquí va enlace a nuestra primera publicación de sus textos en La cebra que habla. Cuando usted abre la página ( no el artículo) aparecen todos los créditos en el banner central.
De nuevo mil gracias por su generosidad. Aquí va:
https://lacebraquehabla.com/un-plato-como-para-graduarse/