“Todo hombre es una historia”,
cantaba la banda de rock colombiana Kraken,
allá en sus albores.
Paso a paso, a medida que una
persona se abre camino por el mundo teje con sus palabras, sus gestos y sus actos
una urdimbre que, al entrelazarse con
las de los otros, da lugar a ese relato fascinante que llamamos La vida.
Célebres o anónimos, ricos o
pobres, grandes o chicos los seres
humanos se narran a sí mismos y narran a los otros en un coro que no cesa de crecer con cada nacimiento.
Con cada encuentro.
Canciones, poemas, dibujos,
pinturas, fotografías, fábulas y diálogos familiares dan cuenta de esa aventura
en la que cada quien se reinventa a la
medida de sus ilusiones y sus carencias.
Así nacen tanto la literatura
escrita como la tradición oral.
Va uno a saber quién fue en
principio ese Odiseo elevado a la categoría de héroe por la imaginación de Homero.
Entre otras cosas, es probable
que otro alguien haya inventado a éste último.
De esa sucesión de incertidumbres
y milagros está hecha la vida.
Ratón
Y de esa materia están hechos los
personajes que habitan las canciones de El blues de la parranda, la obra musical nacida de los encuentros gozosos entre Carlos Elliot, Rubiel Pinillo y Los parranderos de La Florida.
Imaginen un diálogo entre Tom
Sawyer y Cosiaca, el entrañable
personaje de nuestra picaresca campesina.
El escenario podría ser una
piedra encallada en mitad de las aguas del río Otún.
O una de esas embarcaciones que siguen surcando el río
Mississippi.
Ese es el mundo en el que se
mueven las criaturas de El blues de la
Parranda.
En una de esas, caminando por la
vereda, nos topamos con el paso
inconfundible de Ratón, uno de los
inspiradores de El blues de la parranda. Allí va, con su tumbao de guapo,
convocando a la fiesta y el delirio.
Sin él, La Florida y el mundo serían un poco más pobres.
Rubiel Pinillo
Fijémonos en Miguelito, el viejo sabio
portador de las virtudes curativas de las plantas: el paico, la yerbabuena, la
mejorana, el culantrón de sabana. Toda
una farmacia ambulante que lleva la buenaventura a los hombres acorralados por
los achaques.
En El
blues de la parranda sus recetas se vuelven canción.
Y por aquí cruza, señoras y
señores, el mismísimo Chumacera en persona. Una suerte de caballero
andante con sombrero y sin caballo.
Chuma
Igual que el personaje de
Cervantes, Chuma también es- a su
manera- desfacedor de entuertos,
defensor de damas y asaltante de alcobas.
En esta fauna no podía faltar la
mula Katrina, ese animal laborioso,
valiente y afable como pocos, nacido para cargar el mundo sobre su lomo a lo
largo de unos andurrilaes imposibles.
Caminos como los que llevan de La
Florida a La Laguna del Otún, ese
territorio donde nacen las canciones de Rubiel Pinillo, este cultor de nuestra
picaresca de arrieros, espantos y polvos
furtivos en mitad del cafetal.
Bienvenidos entonces a la fauna
recreada por Rubiel Pinillo y Carlos Elliot para El blues de la parranda, una producción de la Fundación Músicas en Albor, por la difusión de las nuevas músicas
latinoamericanas.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Gracias por hacerme conocer a Rubiel Pinillo,Carlos Elliot y sus compinches. Un gran placer. Un tipo de música sin hinchazones pretenciosas, con esa misteriosa sintonía con el alma popular que agracedemos, especialmente en esta época.
ResponderBorrarEn el alma popular nacen todas las formas posibles de belleza, mi querido don Lalo.
ResponderBorrarSucede que con el paso de los años y los siglos se sofistican y se convierten en "Clásicas".
Apenas eso.
Fantástico nombre para una banda, que en si mismo encierra un gracioso oxímoron: ‘Blues’ que personifica lo triste y lo de ‘parranda’, idea que va asociada al festejo, a la alegría en grande. No podía estar mejor.De seguro que su musica es por demás interesante asi que ya mismo me pong a la labor. Hablando de las virtudes curativas de las yerbas, me llama la atención lo del paico, (vocablo quechua, por cierto)que aquí denominamos a cierto arbusto que crece como maleza y que la medicina popular utiliza para los dolores y otros malestares estomacales, ¿será la misma planta en Colombia?
ResponderBorrarDebe ser la misma hierba, apreciado José: además de purgante, en estas tierras el paico todavía es utilizado entre los campesinos para aliviar diversas molestias del sistema digestivo.
ResponderBorrarY sí, tiene usted razón: en este caso se trata de un dolor alegre... o de una alegría triste, que al final es lo mismo.
Hace poco empezaron las lluvias en Tijuana (Uno pensaría que en esta geografía desértica no cae ni una gota). Ayer, a las seis de la mañana, vi por una ventana de un cuarto la punta de un árbol y la llovizna. Al fondo los cerros de roca parecían montañas andinas. Recordé mis viajes a La Florida, donde la montaña y la lluvia son necesarias, siempre están, y luego recordé el Blues de la parranda que de cuando en cuando lo escucho. Y ahora lo leo a usted, Gustavo, y encuentro esta ollita de barro que el bluesman y el parrandero comparten al tomar café, cantar y charlar: “Imaginen un diálogo entre Tom Sawyer y Cosiaca, el entrañable personaje de nuestra picaresca campesina.”.
ResponderBorrarUna conversación entre Tom Sawyer y Cosiaca es como para no pegar el ojo, apreciado Eskimal: ambos son un compendio de la sabiduría popular que más vale no perderse.
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