jueves, 13 de febrero de 2020

Un PLANETA con mucha PRISA






Durante décadas el periodismo radial y escrito producido en Colombia gozó de un bien ganado prestigio en el ámbito hispanoamericano. Las razones  eran contundentes: la calidad de las plumas y las voces, la pertinencia de los comentarios,  la buena documentación y lo oportuno de los formatos.



Pero ante todo existió un elemento reconocido en todas  partes: la capacidad  de nuestra  prensa  para potenciar lo que para muchos constituye  la clave  del patrimonio cultural colombiano : las diferencias regionales  que durante todo el tiempo enriquecen y transforman un acervo que pasa por la música,  la  gastronomía  , la religiosidad y la tradición oral como   ejes de las prácticas cotidianas.



En esa medida, la radio que se  hacía en Pasto era distinta   a la producida  en la costa Caribe  y la emitida en la zona de la colonización antioqueña mostraba una reconocible diferencia con  la realizada en los Llanos orientales aunque, por supuesto, todas contaban con el agente unificador de la lengua castellana.



Esas diferencias cobraban sentido en los nombres de las emisoras: La voz del Café en Pereira, Ondas del Nevado en Manizales, Ondas   de la Montaña en Medellín.



Lo mismo   podía decirse de los periódicos, cuyos altos niveles de forma y fondo giraban alrededor de  grandes escritores de artículos, crónicas y reportajes  fundamentados en un profundo conocimiento del oficio literario.





Creadores de ideas y virtuosos del lenguaje como Juan Gossaín, Germán Castro Caicedo, Alberto Lleras, Alegre Levy, Henry Holguín  y por supuesto Gabriel García Márquez, para citar solo a media docena de ellos, dejaron su impronta en las páginas de los periódicos nacionales.



¿Qué sucedió entonces para que nuestros medios hayan llegado a adquirir el rostro tan escuálido que  hoy le muestran al mundo?



Pues que, entre otras cosas, han tenido que ajustarse a troche y moche al ritmo de un planeta que hoy transita con mucha prisa.



Los iniciales despidos  masivos en Caracol Radio por ejemplo, aparte de lo que sumaron en detrimento de la dignidad del oficio , expresan la esencia  de la filosofía sobre la que trabaja el grupo multinacional Prisa: racionalidad de costos y gastos en perjuicio de la calidad de la información por un lado, y del otro  despersonalización de   un servicio cuyo enfoque ya no está dirigido a las singularidades, sino al carácter homogéneo de un mercado que  exige productos  pasteurizados, descafeinados y desprovistos  de sentido crítico, enfocados al  consumo del público de habla hispana extendido por la aldea global.



Hablamos del momento en el que el sistema de emisoras de Caracol Radio pasó a ser propiedad del conocido conglomerado español.






 El resultado es el aséptico formato  que hoy se multiplica  a través de  las frecuencias AM y FM, para el que no existe mayor diferencia entre un ecuatoriano  que trabaja en las Islas Baleares  y un financista argentino que especula en la bolsa de su país.



En cuanto a la prensa escrita, bastaría con preguntarle  al periódico El Tiempo, el más influyente  de los grandes medios que  aún sobreviven, qué pasó con  los excelsos cronistas  y columnistas que una vez tuvieron su sede allí. Aunque no es posible esperar respuesta porque la inquietud sería trasladada a la casa Editorial Planeta, donde se perdería en la retórica   que sustenta las sutiles  formas de censura del Opus Dei, en contubernio con los grandes poderes disfrazados bajo el pomposo nombre de Alianzas estratégicas.



El  resultado de esa manera de ver  las cosas se hace visible y audible, entre otros factores, en  la vacuidad del estilo y sobre todo en la negativa  a reconocer  en la diversidad el principal capital que tenemos para intentar otra vez  el desafío siempre fallido de  construir un destino colectivo.

PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

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