Como el inasible parpadeo de las luciérnagas en la noche
cerrada.
Como un enigma siempre a punto de revelarse para enrollarse
después sobre sí mismo, justo un segundo antes de su aprehensión.
A la manera de una
mariposa de luz que revolotea ante nuestros ojos para tornar luego a su condición de crisálida en un incesante
ir y venir.
En cualquiera de esas formas la vida sabe guardar muy bien
sus secretos.
Tan bien como lo hace un koan del budismo zen. “Conocemos el sonido producido por la palmada de dos manos… Pero
¿Cómo suena la palmada de una sola mano?” Se pregunta el viejo maestro.
Bueno, así es la vida:
como la palmada de una sola mano. Insondable e inefable.
Por esa razón solamente las metáforas pueden acercarse al
misterio.
Pero solo acercarse: si se
meten de lleno en él perecen calcinadas.
Con su ayuda la
poesía intenta arrebatarle al mundo una fracción de sus secretos. Las metáforas
operan a modo de red que el poeta arroja en la inmensidad del mundo.
Si cuenta con suerte- o con la gracia de los dioses- alguna vez regresará con un diminuto fragmento del tesoro para ofrendarlo a los
humanos.
Algunos entre éstos últimos sabrán apreciarlo y guardarán ese
regalo en lo más hondo de sí mismos.
Pero queda una infinita franja de desamparados.
Para consolarnos de esa
carencia fueron inventadas las canciones, ese puente a través del cual
la poesía se aproxima los mortales.
El oyente debe pues
estar muy atento para atrapar en los tres o cuatro minutos que dura
una melodía el instante irrepetible de
la revelación.
Hoy me propongo evocar con ustedes cuatro de esos momentos.
“Yo adivino el
parpadeo/ de las luces /que a lo lejos/ van marcando mi retorno/son las mismas
/que alumbraron/ con sus pálidos reflejos/ hondas horas de dolor”
Este Alfredo Le Pera era un frecuentador de abismos. O si
no ¿Quién puede medir la profundidad de
un dolor sino un poeta de los despeñaderos? A lo mejor un César Vallejo cuando nos dice
que “Hay golpes en la vida/ tan duros/ yo no sé/ golpes como
del odio de Dios”
Pasemos del tango a la
balada y encontramos esta joya escrita por José Luis Armenteros y Pablo
Herrero para la voz de cristal irrompible de Nino Bravo:
“ Y tendido en el suelo se quedó/ sonriendo y sin hablar/sobre su pecho/
flores carmesí/ brotaban sin cesar”.
Pocas veces podemos
acercarnos de una manera tan sutil al
drama de alguien que agoniza después de ser acribillado a tiros.
Es la belleza del dolor.
O el dolor de la belleza.
Depende desde donde uno lo mire.
Sigamos un poco más allá, hacia el Mediterráneo, donde Serrat, el poeta catalán, vuelve purificado
de las aguas saladas para cantarle al viento que:
“Yo/ que en la piel /
tengo el sabor/ amargo del llanto eterno/ que han vertido en ti/ cien pueblos/
de Algeciras a Estambul / para que pintes de azul/ tus largas noches de
invierno.”
Las aguas del mar a
modo de resumen del llanto de los
hombres que hicieron una y mil veces el
camino de regreso a su Ítaca en busca de
una metáfora llamada Penélope.
En la voz del poeta estamos de vuelta a la sagrada esencia
del misterio.
Y si nos mudamos a otra lengua las cosas no cambian mucho.
Heart of the sunrise,
de la banda británica de rock
sinfónico Yes es apenas una entre muchas ventanas de entrada.
Porque a la poesía se entra por las ventanas. Aquí va:
“Lost on a wave/ and then after/ dream on/to
the heart/ of the sunrise/ sharp distance/ how can/ the wind with so many/ around me / lost in the city”.
A mí que voy perdido en la ciudad en medio de tantos ¿cómo
puede el viento arroparme?
Ahí los dejo rumiando ese misterio.
PDT : les comparto enlace a las bandas sonoras de esta entrada:
La lista sería infinita si cada quien agrega su trozo de eso que llaman "La educación sentimental". Pero Tavo ha sabido escoger unas cuantas que dan en el corazón -pues solo desde allí es aprensible la metáfora profunda-. Buenísimo banquete para esta mañana invernal.
ResponderBorrarBueno, anímense y aporten su colección de metáforas personales.
ResponderBorrarDe paso aquí va otra : "Yo/que soñé ser ruiseñor/ y cuando empecé a volar/ se me fue haciendo de noche".
Gustavo Colorin Colorado es un digno heredero de la estirpe del cronista Luis Tejada y Fernando Garavito: apuestan todo a la búsqueda de la belleza perdurable del lenguaje, para que no sea una flor mustia en la memoria del lector;disuelven la frontera entre literatura, periodismo y ética para honrar la VIDA y los sueños que la alimentan; tienen un fino sentido para poetizar lo cotidiano y las luchas eternas por la porción de emociones y el deseo que condensa el amor, de su fragilidad que solo las canciones preservan del olvido.
ResponderBorrarQue acertada selección la de Colorado. La entrada de su columna prepara el alma y... el hígado del lector, porque esto es imposible de degustar «a palo seco»...
Edison Marulanda
Gustavo Colorin Colorado es un digno heredero de la estirpe del cronista Luis Tejada y Fernando Garavito: apuestan todo a la búsqueda de la belleza perdurable del lenguaje, para que no sea una flor mustia en la memoria del lector;disuelven la frontera entre literatura, periodismo y ética para honrar la VIDA y los sueños que la alimentan; tienen un fino sentido para poetizar lo cotidiano y las luchas eternas por la porción de emociones y el deseo que condensa el amor, de su fragilidad que solo las canciones preservan del olvido.
ResponderBorrarQue acertada selección la de Colorado. La entrada de su columna prepara el alma y... el hígado del lector, porque esto es imposible de degustar «a palo seco»...
Edison Marulanda
A propósito de " Palo seco", escribo esta respuesta al comentario del príncipe de la balada y llamo a mi amigo del alma Jack Danniel´s.
Borrar¡Salud!
A propósito de Penelope, cuya isla seguramente está en camino a Istanbul (y aquí vemos como riman poesía y realidad) bien señalas su condición de metáfora. Y yo agregaría de utopía. La mujer es al mismo tiempo metáfora y utopía. De allí su importancia poética.
ResponderBorrar¡Ay! la mujer como utopía es la fuente de todo dolor masculino, mi querido don Lalo. Y, por lo tanto, la materia misma del cancionero universal.
ResponderBorrarY aqui está mi grano de arena, mejor dicho, gota de lágrimas (que tomo prestado de un compositor local)al llanto eterno: "Por eso sigo mi bien/tunante y trasnochador/huyéndole a mi dolor/perdido el placer, perdido el amor.
ResponderBorrarAmén, apreciado José.
ResponderBorrarMaestro, ya lo dijeron muy arriba, en esta clase de pergamino digital, otros dos maestros míos, bueno, lo insinuaron, mejor, me apoyarían: usted debería abrir un bar en medio de una calle de Pereira y celebrar cada canción que suene. Un bar para escuchar música, no un bar decorado con música. Imagine no más que buena escuela del intento por ver lo qué esconde detrás de sí nuestros reflejos.
ResponderBorrarSaludos.
Que tentación lo del bar para "celebrar cada canción que suene. Sería como una fiesta de la memoria en la que cada verso nos devuelve a un momento preciso de la historia individual y colectiva.
ResponderBorrarMil gracias por la idea.