La pregunta me
la soltó a quemarropa un joven de veinte
años, vocero a su vez de un grupo de estudiantes de artes visuales : ¿ Por qué
una película como El último tango en
París suscitó tanto alboroto hace cuatro
décadas, en plena revolución sexual, si la más audaz de sus escenas eróticas
podría servir hoy para amenizar la
fiesta de fin de curso de un jardín
infantil?
-El
problema es ese, le respondí, intentando
un argumento frente a la inquietud que yo mismo me formulé
hace mucho tiempo: Una vez más, el establecimiento se las arregló
para cambiarnos los códigos. Quiero
decir: El film de Bernardo Bertolucci no
fue atacado en realidad por escenas como
aquella de Marlon Brando consagrado a
lubricar con margarina de mesa el trasero de María Scheneider. La indignación
de los poderes civiles,políticos y religiosos
venía por otro lado : La película fue- y sigue siendo- uno de los más
feroces alegatos contra los valores
de la institución familiar planteados en
la historia del cine. La paternidad, la monogamia, la fidelidad, los patrones
económicos y la doble moral son sometidos
a un juicio cuyas resonancias se
sienten todavía hoy, cuando una cruzada neo conservadora se apodera del mundo.
-Aún así, no entiendo
del todo, replicó una
chica pelirroja con pinta retro punk. La mitad de los presentes somos
hijos de padres separados o de
madres solteras y aquí estamos: vivos.
-Vamos por
partes, contesté : Una cosa es sobrevivir
y otra muy distinta vivir, en el más amplio sentido de la expresión.
De hecho, el mundo está lleno de
sobrevivientes de múltiples holocaustos, con el corazón y la cabeza
desbaratados por tanto perdigonazo. Pero
ese no es el punto. Volvamos mejor a El último tango:
La obra del
director de Novescento asustó a muchas conciencias por su propósito manifiesto de socavar los cimientos de una
institución postulada como la esencia misma de la sociedad. Basta con hacer un breve recuento histórico para entender por qué el mismísimo
Vaticano se pronunció sobre el asunto.
Para empezar, en el reino animal la familia es la manada, organizada para
reproducirse, buscar alimento y protegerse de los depredadores. Es decir, una
cuestión de pura supervivencia.
Acto seguido
viene el primer componente cultural : La tribu. A los móviles mencionados esta
última añade las pugnas por la conquista o la conservación del poder, ligadas a
la ocupación de nuevos territorios. Y no
hablamos de poca cosa en una especie afecta a multiplicarse a un ritmo
de locos.
Un poco más adelante aparece el simbolismo religioso
como agente de cohesión : Es la Sagrada Familia instaurada por la divinidad a
modo de barrera contra la amenaza de
disolución manifiesta en los instintos y apetitos de la bestia mencionada dos párrafos atrás. La familia es aquí la
antítesis de la manada.
Y lo último pero
no menos importante : La familia es también, y sobre todo, una institución de
carácter cultural y económico. Cultural,
en su papel de transmisión de valores y anti valores. Parámetros éticos, prejuicios, clasismos y racismos se reparten en dosis desiguales ,
dependiendo de los intereses y el grado de formación de quienes detentan el
poder al interior del grupo. Y económico, porque hasta ahora no se ha inventado
un mecanismo más confiable para conservar, transferir y multiplicar los bienes
materiales¿O no han pensado ustedes en el terror sagrado que les inspiran a los padres millonarios las
andanzas sexuales de sus hijos
disolutos? Pura cuestión de herencias.
De modo que el escándalo
tampoco tenía relación con lo planteado por algunas feministas de la época, indignadas por la desnudez completa de la protagonista
femenina, mientras en algunas escenas el maniático de Brando tenía sexo sin
desabrocharse un botón . En el fondo,películas
del talante de El último Tango en París, así como La naranja mecánica o
Sunset Bulevar despiertan en muchos el temor de que un día el arte sacará fuerzas
de no se sabe donde para derribar al
menos unos cuantos de los muchos
fetiches que nos asfixian. Si lo dudan, vuelvan a ver la obra de Bertolucci. No
importa si han pasado cuarenta años.