lunes, 25 de abril de 2022

La Historia como Dèjà vu



Salvadas las  diferencias tecnológicas, un rastreo comparativo  a los medios de comunicación impresos, televisivos, radiales o digitales, pongamos de  1968 y 2O22 producen en el lector no la sensación sino la certeza  de lo ya visto. Como para darles la razón a quienes piensan que  la Historia no hace nada distinto a dar vueltas, así cambien la envoltura de los hechos y las motivaciones de sus protagonistas.

Cuando uno  lee las noticias de hace cincuenta años sobre la presencia de quinientos mil soldados norteamericanos matando y haciéndose  matar en los arrozales   de Vietnam, no puede  evitar la analogía con  la actual agresión rusa a Ucrania. Cambian las armas, cambian los nombres de los poderosos y cambian los pretextos, pero en el fondo se trata del eterno despojo con sus estelas de sangre , devastación y dolor perpetrado en un caso  bajo la justificación de la “defensa de la democracia y las libertades” y la  “amenaza a la soberanía del pueblo ruso”   en el otro.

                                           Jimi Hendrix


En el caso de Vietnam una reseña del libro Despachos de guerra, del escritor y corresponsal  Michael Herr lo sintetizó  en esta  frase : “Vietnam, una generación enviada a un viaje sin regreso a los infiernos, sin otro escudo que un casete con música de Jimi Hendrix en la mochila”.

En otras palabras: el mapa del mundo como teatro de las guerras urdidas por todos los imperialismos, independiente de su orientación ideológica.

Idéntica  certeza experimenta el lector , a medida que avanza en la  lectura del libro  Una crónica noticiosa de 1968 en Colombia, escrito por los investigadores y académicos Álvaro Acevedo Tarazona ( historiador) Angie Daniela Ortega Rey ( filósofa) y Andrés Correa Lagos ( historiador), los tres vinculados  a la Universidad Industrial de Santander, a cuyo sello editorial pertenece esta publicación. En varios sentidos, la obra amplía y complementa el panorama abierto en el libro  1968, historia de un acontecimiento ( utopía y revolución en la universidad colombiana) del mismo Álvaro Acevedo Tarazona.


Entre otros episodios registrados por  periódicos como  El Tiempo, El Espectador,  El Espacio, El Colombiano, El Heraldo y Vanguardia Liberal que contribuyen a reforzar la  percepción de lo ya visto, encontramos los siguientes:


La insistencia en la lucha contra las drogas.


La reiterada violencia contra las mujeres.


El tráfico de esmeraldas.


El asesinato de dieciocho indígenas cuibas, explotado por la prensa sensacionalista.


Las  disputas internas de los partidos políticos.


El aumento de la delincuencia común en las grandes ciudades.


Y a nivel internacional se insiste en el crecimiento de la insurgencia en América Latina, la propagación de una epidemia de gripe asiática iniciada, al parecer, en Hong Kong, los trasplantes de órganos y el aprovechamiento de la energía nuclear en la lucha contra el cáncer, la unidad planetaria de la moda a partir de diseños concebidos en París, Milán y Nueva York, todo ello enmarcado en la irrupción de los jóvenes como protagonistas de los cambios políticos, económicos y culturales. La atención que se les  prodiga a los ídolos de rock o a visitantes  como el poeta ruso Yevgueni  Yevtushenko son una prueba de ello.


Alguien podrá decir  que sobre ese año rodeado de un aura mítica ya se ha escrito todo. En realidad, en el campo de la  historia nunca se habrá dicho todo: lejos de ser un cuerpo fosilizado, se trata de un organismo vivo que se transforma a medida que surgen nuevos descubrimientos e interpretaciones. Cada nuevo historiador tiene su propia mirada y es animado por propósitos distintos a los de quienes los precedieron.

Eso es lo que hacen los autores del libro. En su caso- y el título   así lo advierte- se adentran en los relatos y registros  de los medios  de comunicación colombianos, en especial de la prensa escrita a nivel  local, regional y nacional, sin perder de vista el  entorno planetario que, al modo de una fuerza centrífuga,  ejercía su influencia en todas direcciones, preludiando lo que después sería bautizado con el nombre de globalización.

El concepto de crónica  implica un viaje en el tiempo, y por eso la obra está estructurada sobre un registro y análisis de las noticias divulgadas entre los meses de enero y diciembre de 1968 , y eso plantea de entrada un primer desafío. Como todos sabemos, ningún medio de comunicación grande o pequeño es inocente o neutral en sus propósitos. Todos obedecen a intereses individuales o de grupo, surcados por una amplia gama de coordenadas:  el dinero, las ideas políticas  o religiosas, las dinámicas gremiales, las ideologías o los prejuicios.


En esa medida el investigador está obligado  a discernir, en medio de una cantidad de información  que no cesa de crecer y multiplicarse, los elementos que le permitan identificar el grado de veracidad y de calidad del material que  tiene ante sus ojos. Además, tendrá que darse a la tarea de indagar en las motivaciones veladas o manifiestas de los generadores de información , tanto de las fuentes como de los periodistas y sus patronos.

                                     Paulo VI


Así, en  el primer párrafo del capítulo correspondiente a enero de 1968, tomando como base la edición de El Tiempo del segundo día de ese mes, leemos lo siguiente:

“Enero de 1968 empieza con el deseo de alcanzar la paz mundial. Desde el primer día, que es declarado Día de la Paz, el papa Pablo VI levanta sus plegarias ante miles de creyentes congregados en la basílica de San Pedro para clamar por negociaciones justas  que conduzcan al fin de la guerra en Vietnam. El mensaje pronunciado por el pontífice exhorta a la prolongación de la tregua de año nuevo y pide combatir  el egoísmo, el orgullo, los sueños de poder y la ideología de opresión  para asegurar la convivencia”.


¿ Alguna diferencia con las homilías del papa Francisco  a propósito de la situación actual en Ucrania? En ambos casos  el discurso se agota en  la retórica propia de las diplomacias. Al fin y al cabo, no debe olvidarse que El Vaticano es un Estado  diminuto y poderoso a la vez .  Por lo tanto, las palabras y decisiones de su gobernante deben obedecer a esas lógicas.


Uno de los valiosos aportes del libro Una crónica noticiosa de 1968 en Colombia consiste en ubicarnos en ese tiempo y lugar  precisos. De esa manera, nos ayuda  a entender la situación presente. Por esa vía nos resulta claro que, a pesar de haber transcurrido más de medio siglo, las estructuras de poder en el mundo no han cambiado mucho desde los días de la Guerra Fría… salvo el creciente protagonismo de China en la geopolítica del planeta.


Lo mismo puede decirse de los hechos que se despliegan a lo largo de las 383 páginas del libro, registrados entre enero y diciembre de 1968. Tomemos por caso el más impactante de todos: el movimiento estudiantil que, sólo en  el papel, surgió en Francia en mayo de ese  año.  En realidad, la revuelta en Francia tuvo más impacto mediático, entre otras cosas porque contó con el auspicio simbólico o efectivo de pensadores tan influyentes como  Jean Paul Sartre y Guy Debord. Pero, por poco que se descorra el velo, el lector encontrará que movimientos similares se desencadenaron, incluso con anterioridad o de manera simultánea, en Japón,  Roma, Barcelona, Santo Domingo, México ( con los Juegos Olímpicos como elemento aglutinante), Argentina, Brasil y Estados Unidos de América, aupados  en este último caso por la generación de la psicodelia anclada en la estética Jipi, el rock y en las ideas de los poetas Beat,  que tanto influyeron  en los Nadaístas en Colombia, de cuyas  puestas en escena, escandalosas para la época, se ocuparon en detalle los medios de comunicación.

Y aquí llegamos a la médula de lo propuesto por los autores del libro : la forma como todas esas dinámicas  planetarias  tuvieron su  expresión en nuestro país: un rincón más bien ignoto de la tierra que hacía  su tránsito del campo a la ciudad, controlado por la Iglesia Católica y el Partido Conservador, a pesar de los significativos logros de los liberales y sumido en sangrientas confrontaciones como resultado de esas pugnas.

Si en las antípodas los imperialismos se cobraban sus cuotas de poder en la sangre de los vietnamitas y de los soldados norteamericanos, Colombia vivía la irrupción de grupos armados surgidos de  injusticias seculares, bajo el influjo de la Unión Soviética, China y sobre todo de la Revolución Cubana, todo ello glorificado por  la muerte sacrificial del Che Guevara en las selvas bolivianas.

A su  vez,  la Iglesia Católica confesional vio como sus estructuras se agrietaban,  a partir de un movimiento renovador  bautizado como Teología de la Liberación,  cuya expresión local fue el Grupo Golconda, fortalecido  tras la Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en Medellín. Una de las manifestaciones políticas más ilustrativas de esa tendencia en Colombia fue el  movimiento Frente Unido  liderado por el sacerdote Camilo Torres  Restrepo, quien muy pronto derivó  hacia las guerrillas, donde murió en su primer combate el 15 de febrero de 1966 en un lugar llamado Patio Cemento, ubicado entre los municipios de San Vicente de Chucurí y El Carmen de Chucurí, Santander.

                                  El padre Camilo Torres en la guerrilla


Pero lejos está el libro de seguir una sola línea de  espacio tiempo: eso sería simplificar las cosas.  Sabedores de que sin el concepto de cultura es  imposible comprender la Historia en sus múltiples dimensiones, los autores proponen un caleidoscopio en el que convergen las ideas políticas, los credos religiosos, las leyendas urbanas, los modelos económicos y los pensadores locales, así como los desarrollos científicos junto a las  corrientes artísticas y culturales.

De esa manera, nos hacemos partícipes de los fenómenos y fuerzas que movían la sociedad en ese momento. Desde los propósitos de modernización del gobierno liberal de Carlos Lleras Restrepo hasta los aportes de la píldora anticonceptiva y el uso de la minifalda a la afirmación de las mujeres como actores sociales y dueñas de su cuerpo en tanto  fuente de disfrute sexual. De los aportes del rock y las drogas a la expansión de la conciencia a los influjos de los pensadores marxistas en el campus universitario. De la carrera espacial   a manifestaciones  colaterales   tan prosaicas como  los avistamientos de Ovnis. De  la  migración masiva de los campesinos hacia las capitales  y su contacto con  el consumo y los fenómenos de masas al incremento de los cupos para la educación media y superior, con su consiguiente impacto en la movilidad social.


Si el mayo  de 1968   cambió el mundo para siempre, como afirman  algunos  estudiosos de la cultura,   no lo sabremos con certeza. Lo que nadie discute es que lo estremeció hasta los cimientos haciendo que sus efectos se sintieran en todo el planeta, así fuera en forma de crónicas, fotografías, caricaturas, archivos audiovisuales, canciones y columnas  de opinión. “Pronto viviremos /un mundo mucho mejor”, cantaban  Los Flippers, de Arturo Astudillo, considerada después de Los Speakers como la más representativa banda  de rock colombiana en ese momento. La condición humana impidió, una vez más, que esos sueños se alcanzaran, pero  la lectura de este libro les servirá a muchos para descubrir o comprobar que una generación, ya muerta o envejecida, lo intentó.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=1GVcV20iChY



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