Lo he mencionado en artículos anteriores: Un periodista no es un promotor turístico ni un amanuense del poder. O al menos no debería serlo. Su único partido- si es imprescindible tomar alguno- debería ser el de la vida, con su impredecible carga de dichas y horrores. Al fin y al cabo, la esencia de su oficio consiste en contar historias, buenas historias. Y cuando se trata de contar, las cosas no siempre resultan ser amables, dada la condición general de la existencia. Pero eso ya es otra cosa. No es asunto del periodista si al correr las persianas del cuarto donde duerme el soberano se levanta un olor a podrido.
El domingo 5 de febrero, durante una jornada del fútbol profesional colombiano en su versión 2012 sucedieron en dos estadios del país algunas cosas que pusieron a prueba esa condición. En la ciudad de Ibagué las barras bravas de los equipos en contienda se enfrascaron en una batalla por el robo de la insignia de una de ellas, que para los fanáticos equivale al santo sudario de los católicos. A su vez en Pereira un grupo de aficionados invadió el campo de juego al parecer como respuesta a la provocación de algunos policías que, según algunos testigos, habrían golpeado al primer hincha que saltó a la cancha. Hasta allí no hay nada nuevo en realidad. Las trifulcas entre las barras de fútbol han pasado a formar parte del paisaje urbano en las tardes de domingo de muchos países, incluido Colombia.
Ese mismo domingo, los noticieros de televisión registraron en detalle lo acontecido en las dos ciudades. No dejaron de lado las expresiones retóricas de los funcionarios que anunciaron investigaciones exhaustivas y castigos ejemplares. En medio del escándalo empezaron a circular amenazas anónimas contra los periodistas del Canal 81 de Telmex, que registraron lo sucedido y lo compartieron con algunos colegas. Aunque suene absurdo, eso tampoco es novedad: las amenazas a los periodistas son moneda corriente en los países del tercer mundo, o en vías de desarrollo, como prefieren llamarlos las modas al uso.
Tan preocupante como lo anterior, resultó la reacción de un sector de la dirigencia deportiva, de algunos voceros del gobierno local y, peor todavía, de unos cuantos periodistas que se dedicaron a cuestionarle a unos profesionales y al medio para el que trabajan el simple hecho de cumplir con su deber : informar sobre los hechos. “La ropa sucia se lava en casa” sentenció un dirigente, apelando a la simplicidad bobalicona de los refranes para dejar en el aire la idea de que el problema no es la violencia en los estadios si no las personas que informan sobre ella y sus protagonistas. “ No podemos hacerle ese daño a la ciudad saliendo a contarle lo que pasó a todo el país”, dijo otro más allá, preocupado porque lo invertido en vender el cuento de que somos algo así como la sucursal del paraíso terrenal podía venirse abajo con la controversia desatada. “Tenemos que solidarizarnos con el equipo”, clamó un comentarista radial, incurriendo de paso en una grave confusión ética: solidaridad no es sinónimo de complicidad.Eso para no hablar de lo que significa esa visión de las cosas en términos prácticos: no es eludiendo la naturaleza de los problemas como se empieza a resolverlos. Todo lo contrario, el punto de partida para superar una dificultad reside en el reconocimiento de su existencia.
Existen varias explicaciones para esa actitud. La primera de ellas, que el poder en sus distintas manifestaciones se acostumbró a ver en los medios y en los periodistas meros apéndices de sus oficinas de comunicaciones, dedicados a magnificar sus logros y a minimizar sus yerros. En la contraparte, los primeros optaron por el fácil y muchas veces lucrativo recurso de aplaudir, menear la cola y apelar a la ley del silencio como una fórmula fácil para no meterse en problemas. Justo en la mitad quedan las audiencias consumidoras de información, confiadas en lo que los medios les dicen para tratar de formarse algún criterio sobre lo que pasa en el mundo. El gran problema empieza cuando constatamos que todos a una: empresas informativas, periodistas y dirigencia nos acostumbramos a vivir, como en el comercial de marras, en el lugar equivocado
Discusión aparte, me aterra esa capacidad estúpida de los hinchas de futbol de matarse unos a otros con un fanatismo sin fundamento (como si otros fanatismos pudieran tenerlo). Tomemos por ejemplo, el caso de Millonarios - Santafé, dos equipos que reclaman para sí representar al público capitalino. Estuve en el concierto de Manuchao en Bogotá y a la mitad de la función 100 imbéciles seguidores de los mentados equipos se agarraron a puñaladas entre la multitud aguando la fiesta. ¡¡¡Si fueran, al menos, buenos clubes, pero pareciesen dirigidos por el profesor Yarumo, que no sabe más que de troncos y malezas!!!
ResponderBorrarEso me hace pensar que el fanatismo es inherente al ser humano, no necesita de partidos políticos, religiones o dogmas, basta despertar las pasiones más animales de cada cuál con el pretexto más insulso o insignificante.
Cami.
Gustavo, esto ya es regular: los medios en alabanza al poder, cualquiera que sea. Sabe maestro a mi qué me preocupa, que como se dice en alguna parte del Zahir, parafraseando y retomando en este post: al comentarlo tantas veces el tema ya no tenga sentido. A Borges no le funcionó, siguió reiterado con la moneda aquella. Pero necesitamos encontrar un ángulo sobre esta cuestión del periodismo para comentarla de nuevo, para que haya un eco más profundo en el pensamiento pues ya unos dirán que son las mismas palabras gastadas y no ven lo que hay detrás de la pared.
ResponderBorrarSaludos Maestro! desde el mas allá!...
ResponderBorrarLamentable la situación del fútbol nacional... tanto por parte de sus protagonistas ( que ya no son los héroes deportivos, dignos de imitar, sino mas bien un grupito de "de buenas" que muy poco recomendables personajes públicos son. Lamentable también esta forma de ver este entretenimiento deporte por parte de los mal llamados "barras Bravas"... conformado por un "parranda de drogadictos" que son "verracos" cuando andan en manada... pero cuando se les llama a prestar "servicio" o enfrentar "problemas" reales hay si se acobardan. Y obviamente lo mas lamentable: LOS "DIRIGENTES": HACIENDO UN SONDEO POR ENCIMA muy superficial... ¿ha visto usted la primera impresión de un dirigente de fútbol?... pues yo si: y mi impresión es que son descendientes directos de la mediocridad de la cultura del narcotrafico... así que no hay que esperar NADA de un deporte dirigido por una parranda de mediocres. Por eso tampoco esperar nada de sus protagonistas en las canchas y los "inchas" ... que ya no son eso sino pandilleros cobardes.
El fútbol es una gran deporte y si hubiera un mejor manejo: dirigencia y diligencia también seria un gran negocio y generaría una gran cultura... :(
Por otro lado hay algo que si hay que señalar o preguntarse: ¿como sera el periodismo del siglo XX1?¿qque puede hacer el periodista ético y romántico ante este nuevo Mundo?... queda en la conciencia del ser Humano rendirse ante los poderosos o mostrarse con dignidad y denunciar la mediocridad.
En Bolivia, el fenómeno tiene otra faceta. Afortunadamente, salvo algunos hechos aislados de provocación entre barras, que no pasan de los insultos y a veces golpes, todavía se puede ir en familia al estadio; eso es lo bonito del futbol, colorido, alegría, porque buen juego hace rato que no tenemos. De ahí que el periodismo se centra más en la problemática de la dirigencia, inmersa frecuentemente en denuncias de corrupción y malos manejos administrativos. Ante tal panorama, el periodismo adopta distintas posiciones al respecto. Por un lado están los analistas simpáticos o “neutrales” que no se arriesgan a polemizar o criticar los problemas institucionales, como si todo fuera una taza de leche. Los hay otros que pecan de hinchas que reparten látigo con otros equipos pero guardan silencio cómplice con otros. Pero también hay algunos, pocos lamentablemente, que arriesgan el programa y el pellejo por denunciar casos con nombre y apellido, y lógicamente reciben un sinfín de amenazas anónimas y algunos actualmente tienen pleitos judiciales entablados por los dirigentes aludidos. En fin, la sospecha es que el periodismo deportivo también se mueve según los patrocinadores, y cómo no, algunos caciques del futbol tienen mucha influencia en la empresa privada.
ResponderBorrarA propósito de la cultura de la violencia en el futbol, hay un artículo interesante del New York Times realizado en el fútbol argentino, donde revela que ser barra brava es una “profesión”, o una forma de vida, fomentada por los directivos.
http://arogeraldes.blogspot.com/2011/11/new-york-times.html
Estoy convencido, apreciado Camilo, de que el fanatismo y el fundamentalismo son en realidad estructuras de la mente . Es como si la gente precisara algo sobre lo cual sostenerse, independiente de su naturaleza. Por eso al fanático le resulta tan fácil cambiar de credo : Al fin y al cabo lo que necesita es una idea fija- que bien puede ser un equipo de fútbol- que le dé algún sentido a la vida.
ResponderBorrarPor gastadas que estén las palabras, mi estimado Eskimal, hasta ahora no hemos inventado nada mejor para expresar las ideas. De modo que debemos insistir, porque, como canta el poeta Leonard Cohen :" Estamos solos, hasta que cambien los tiempos y todos aquellos que han sido traicionados regresen como peregrinos hasta este momento en que nos negamos a darnos por vencidos, y a llamar poesía a la oscuridad".
ResponderBorrarBueno, Gustavo, no decía que cambiar las palabras en sí, digo el mensaje, tampoco el contenido. Tener otra manera que llegue, por medio de las palabras, aunque no sé cuál será maestro, es difícil. Habrá alguien que encuentre otra forma, el estilo, la estética, no sé. Abrazos. Desconocía esas palabras de Cohen, en realidad sólo conocía el nombre; ahora habrá un interés por escucharlo y leerlo.
BorrarDonde quiera que haya una fuente de poder, surgirá un cartel dispuesto a controlarlo a sangre y fuego, amigo Trejos. Pasa en la política, en las finanzas, en la academia, en la religión y- cómo no-en el deporte. En esa medida las llamadas "barras bravas" vienen a ser algo así como el subproducto violento y lumpen de las prácticas mafiosas de los más poderosos.
ResponderBorrarLos poderes que controlan el mundo han creado un tejido tan complejo, que resulta imposible pulsar alguna cuerda, sin que repercuta en otro lado, apreciado José. Por eso el fenómeno de la violencia en las tribunas muchas veces es acallado: porque perjudica los intereses de quienes invierten en transmisiones de radio y televisión. En esa medida los intereses de los anunciantes y de los dueños de los equipos terminan primando sobre cualquier intento de modificar esas prácticas.
ResponderBorrarLamento no haber llegado antes a este post, amigo Gustavo, porque es de lo más sabroso. Una de las cuerdas más interesantes es la parcialidad del gremio periodístico, que a veces alienta a los violentos. Yo conozco más o menos superficialmente tres casos, el inglés, el español y el italiano. Los ingleses no tienen grandes medios nacionales dedicados básicamente al deporte, de modo que la cobertura periodística se hace en secciones especializadas de cada medio, local o nacional. La regla general consiste en tratar de mantener un tono de imparcialidad, por la sencilla razón de que el público lector/oyente/ televidente lo espera así: si un periodista muestra demasiado la hilacha se cava la fosa en un medio con pretensiones de alcance nacional. En España, en cambio, proliferan los medios deportivos parciales, tanto locales como otros de alcance nacional. Los de Barcelona no reconocen ningún mérito del Real Madrid, mientras que los de Madrid también son muy parciales y dan duro al Barcelona, pero dan cabida a muchas voces disidentes, hay mas diversidad. Esto se debe, según creo, a que Madrid, como capital, aspira a captar la buena voluntad del resto del país, mientras que en Barcelona la tendencia predominante es la del repudio al centro político. En Italia también hay grandes medios deportivos nacionales, pero la parcialidad no es tan evidente como en España, la cobertura tiene pretensiones de imparcialidad, lo cual indica diferencias políticas y sociales que convendría estudiar con más detenimiento. Si algún entendido tiene algún aporte sobre esto, lo agradeceré mucho.
ResponderBorrarHace unos años- antes de que creara su blog- leí en una columna suya que : " El gran problema del Barcelona es que no solo es un club de fútbol sino- ante todo- un partido político". Creo que, en otro contexto, lo que subyace en la forma como los medios abordan la violencia en el deporte es un asunto de carácter político : es imposible desligar el juego de sus repercusiones sociales, políticas y culturales. Y como siempre tendremos grandes poderes incidiendo, la posición de medios y periodistas gravitará siempre entre el servilismo y la ambiguedad.
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