Para Juan Carlos Pérez
451 grados Fahrenheit. Ni mas ni menos: Esa es la temperatura a la que arde el papel de los
libros. Así de simple y atroz : A todo aquél que quiera borrar esa forma
suprema de la memoria de los actos humanos que es la palabra escrita , le basta con alcanzar ese grado de ignición
real o simbólica. Real como lo hizo el
Santo Oficio , o como lo hicieron
Hitler y sus congéneres siglos después con miles de poemas, ensayos, novelas y
tratados de Historia. O como lo
replicaron tantos imitadores suyos en la estela de dictaduras de izquierda o de derecha que intentaron suprimir el pensamiento
autónomo como clave de la libertad, y
por lo tanto de la dignidad humana. Simbólica en las múltiples formas de
censura acuñadas dentro de la misma democracia para neutralizar las expresiones críticas que se
atreven a poner en duda el orden del mundo. La norma.
No sé si el
viejo Ray Bradbury pensaba en todas esas cosas cuando escribió Fahrenheit 451,
la novela que no tardó en convertirse
en una sobrecogedora parábola sobre los
peligros que acechan a la cultura como
construcción colectiva de la humanidad , consignada en los libros en particular
y en las obras de arte en general. Ni falta que le hacía: Los grandes creadores suelen no ser conscientes de lo que
plasman en sus obras, porque en su caso los símbolos más poderosos y las
intuiciones más certeras fluyen a través de una corriente subterránea que los
conecta con lo esencial de la especie,
desde las conquistas más sublimes hasta las pulsiones más tenebrosas.
Sucede
igual con obras como Crónicas marcianas,
llevada también al cine con distintos grados de fortuna.
Leída como una obra etiquetada en el paquete de la ciencia ficción puede ser
solo otro divertimento para disfrutar en la
playa. Pero a poco que uno se adelante
tendrá que vérselas con unas cuantas
sorpresas. Entre ellas la de comprobar que las invasiones de marcianos urdidas
por los forjadores de leyendas y temidas por tantas generaciones
son apenas un truco para eludir una
verdad ingrata : Que en realidad los alienígenas somos nosotros,
esta especie decidida a arrasar todo
cuanto encuentra a su paso, si de ello
depende la satisfacción de su codicia.
Cansado de vivir
y de inventar novelas y cuentos que siempre escondían verdades ominosas detrás
de sus anécdotas Ray Bradbury decidió morirse el martes 5 de junio de 2012, dejando un
legado que supera los treinta títulos y
varios centenares de cuentos. Dueño de una prosa limpia y fulgurante, se
movió siempre en esa frontera incierta
que separa los sueños de la realidad...
si es posible establecer esa división. Pero lo suyo no era la ficción como
un fin en si mismo. Bradbury lanzaba advertencias en cada frase . “ Los hombres lo estropean todo, lo ensucian todo. No han
plantado puestos de venta de salchichas
y Coca- Cola en el templo egipcio de
Karnak porque estaba a trasmano y no resultaba buen negocio” declaró en una entrevista hace muchos
años. Hay algo que no funciona en
nuestra manera de estar en el universo.
Algo que , a falta de un nombre mejor, podríamos llamar el mal. Aunque sospecho
que es algo peor que eso, parecen
decirnos los personajes que nos hablan desde libros tan perturbadores como El
árbol de las brujas , El vino del estío o Remedio para melancólicos.
En “ La Pradera ”, un cuento de terror incluido en el
libro El
hombre ilustrado, el protagonista se asoma a lo que después sería conocido como realidad virtual
: Un reino sin lugar, sin tiempo y sin dueño en el que lo mejor puede
convertirse en lo peor con un simple
parpadeo. En “ La máquina de la
Felicidad ” el héroe consagra todos sus esfuerzos a crear un artefacto que está a
punto de destruir su propia felicidad.
Como todo gran poeta, el escritor norteamericano siempre veía un poco más allá
de donde alcanzaba la mirada de sus contemporáneos. Eso sí, nunca pensó , como
otros espíritus parecidos, que su época
fuera mejor o peor que otras.
Simplemente era su época y la asumió con lo que tenía a mano : Una imaginación
que viajaba siempre adelante de los
acontecimientos, un arsenal de metáforas para nombrar un mundo siempre
incomprensible, y una dosis de poesía que hoy lo tiene habitando al otro lado
del espejo, allí donde se maduran Las
doradas manzanas del sol.
“Las Crónicas marcianas” fue para mí una de las revelaciones más gratas de no sé que año, hace mucho pero mucho tiempo. Me gustó más que Farenheit 451; me parece que la novela tiene menos magia y más pretensiones. Lo más notable de Bradbury, por lo menos a mi gusto, es que hacía “ciencia ficción” sin atosigar al lector con la diferencia entre anhídridos y ácidos, cohetes y sistemas de propulsión atómicos. Nada de eso, a Bradbury le interesaba lo que sentían y hacían los hombres y mujeres que iban a Marte, no cómo llegar allí. Para eso había que ser un buen escritor, con más recursos literarios que la mayoría de los creadores del género. Hace poco se me dio por curiosear en un libro del comienzo de la carrera de Larry Niven (Historias del espacio reconocido) y casi me muero del tedio; después mejoró como escritor, pero en esas “historias” era un desastre. Bradbury, en cambio, que era un autodidacta, tenía una sensibilidad artística y una madurez como escritor (era un lector voraz) que se ve desde el principio. “Crónicas marcianas” es de 1950, cuando él tenía 30 años, y ya era una delicia como relato.
ResponderBorrarEse es el punto, mi querido don Lalo : Uno disfruta su depurado estilo y la increíble verosimilitud de sus relatos... hasta que se da de narices con sus parábolas terribles.
ResponderBorrarConfieso que no degustado ni un solo libro de este escritor, estimado Gustavo, aunque había oído hablar de él. Me gusta mucho la ciencia ficción, especialmente en el cine, de ahí que he leído a H.G. Wells, Carl Sagan, Asimov, Arthur Clarke y alguno más, lógicamente como curiosidad colateral y complementaria. Que yo sepa, solo se adaptó Farenheit 451 al cine, por Truffaut -si mal no recuerdo- y claro, aun no he tenido la suerte de ver esta película que según dicen es magnífica. Pero debo agradecerle a su conocimiento extenso sobre su obra y además como lo pinta, donde según parece brilla más por su calidad literaria que por su conocimiento científico (al igual que Lalo, deploro el excesivo tecnicismo en la literatura), entonces ya va siendo hora de ponerme a la tarea de subsanar el asunto, de hecho ya tengo en Pdf sus dos obras más conocidas. Coincidiendo con su muerte, he leído por ahí en la Web, que no obstante escribir sobre ciencia ficción, Bradbury, prefería las viejas bibliotecas y desconfiaba de Internet porque era “algo que estaba en el aire”, por lo tanto impersonal, confuso y efímero, según pude extraer. Personaje de gran calado, sin duda, aunque menos publicitado que los colegas que he nombrado.
ResponderBorrarPues me alegra mucho contribuir a ese descubrimiento, apreciado José. Nunca es tarde, dice el viejo refrán. Y menos ahora , cuando el viejo forjador de fábulas alcanzó por fin la atemporalidad.
ResponderBorrarTavo: Cuando escuché de la muerte de Bradbury de inmediato me acordé de vos, de hace 25 años, cuando leí(mos) las Crónicas Marcianas en una hermosa traducción de Borges (como el querido Lalo, la prefiero por mucho sobre Farenheit 451) y luego devoramos el País de Octubre, el Vino del Estío, La Feria de las Tinieblas... Los mismo nos ocurrió con H.P. Lovecraft y con Saul Bellow. Se me ocurre que incluso más hermoso que el descubrimiento solitario de un escritor, es la emoción de compartirlo. Bello texto. Un abrazo. Juan Carlos.
ResponderBorrarCreo, mi querido Juanito, que un buen libro es como el pan : No tiene el mismo sabor si el goce de la lectura no es compartido.
ResponderBorrarUn abrazo,
Gustavo
Gustavo, es simplemente emocional este comentario. Me gustó un buen el artículo, está lindo, y lo sé porque cuando influye a leer llega a su objetivo. Tengo un libro de Ray Bradbury que me regaló Luis Aldana, muy agradecido, lo leeré por dos regalos: el mismo libro y este texto. Lástima que esperemos una fecha crucial para interesarnos en un autor. POr otra parte, espero que lo de Wilmar se aclare como debe ser. Tiene razón usted en lo que dice en Tras la Cola de la Rata, los medios juzgan antes de analizar.
ResponderBorrarGracias por el artículo Gustavo.
Estoy seguro de que Bradbury no lo decepcionará, apreciado Eskimal.
ResponderBorrarLo de Wilmar... Ojalá la Justicia llegue, aunque cojee.