La
llamada Industria Ché Guevara es
uno de los ejemplos más invocados cuando se intenta probar que el capital es
capaz de convertir en negocio hasta a
sus peores enemigos. De figura diabólica acribillada a tiros en Bolivia por los gringos buenos y sus aliados locales, la efigie del
célebre guerrillero argentino pasó a convertirse en sofisticada
mercancía reproducida en camisetas,
gorras, banderines, toallas, maletines, discos, películas y tatuajes. Despojada
así de todo sentido, luce igual en escenarios tan dispares como la camisa de
Brad Pitt o el brazo de Maradona,
pasando por el trasero de Lady Gaga, da lo mismo.
La imagen me
vuelve a la memoria después de leer el libro El monstruo amable, del académico
y ensayista italiano Raffaele
Simone. A lo largo de sus páginas el
escritor se pregunta por las razones de
una paradoja común a la escena política
mundial: Excepto los casos ya conocidos de Cuba o Corea del Norte, en el
resto del planeta- en mayor o menor
medida, eso sí- mientras la derecha
ostenta la figura de una joven rozagante
siempre dispuesta a adaptarse a los
cambios del mundo, la izquierda se presenta como un viejo fósil
anclado en nostalgias y consignas que poco o nada tienen que ver con el entorno real.
¿Qué sucedió?
Nos preguntamos a la par con el profesor
italiano ¿Se produjo realmente el fin de la Historia, como lo profetizara
Francis Fukuyama poco después de la
caída de El muro de Berlín? ¿El pensamiento de hombres como Karl Marx está de
veras muerto y enterrado, como quisieran algunos que descalifican con el
adjetivo de mamerto a cualquier forma de
disidencia, por distante que esté de las ideas comunistas? Por lo visto,
nada de eso, como lo demuestran los movimientos sociales que se multiplican en
todos los rincones del planeta, aunque por causas distintas a las de medio
siglo atrás: Ahora ya los líderes no
pretenden acabar con los ricos,
sino con los pobres a través de la
redistribución de la riqueza. Claro que para algunos conspicuos representantes
de la caverna colombiana, hasta este último concepto, caro a la esencia de la
democracia, tiene un tufo a cruzada leninista digno de ser exterminado.
Para Simone el asunto va por otro lado. Siguiendo
el viejo consejo del New Deal puesto en marcha por Franklin
Delano Roosvelt en la primera mitad del siglo XX, los más brillantes defensores del capitalismo
se adelantaron a hacer suyo el propósito
de acercar la justicia a la tierra que
movía por igual a comunistas, anarquistas y socialistas. De esa manera, la
frase “ And Justice for all” que cruza toda la constitución política de los
Estados Unidos obró a modo de contrapunto de aquella “ Proletarios de todos los
países : Uníos” consignada en el Manifiesto Comunista. En la práctica fue el
mismo truco utilizado por los patrones
ante la amenaza del radicalismo
de un sector de los obreros: A modo de antídoto se consagraron a crear
sindicatos patronales que pudieran
controlar. Fue así como se inició el
desmonte de derechos que desde finales
de la centuria anterior se conoce con el eufemismo de “ Flexibilización
laboral”.
De modo que el trabajo estaba hecho : Lejos de presentarse como la bestia
insaciable que se alimentaba con la sangre de niños, mujeres y viejos, tan bien descrita por Dickens en sus novelas y por Marx en sus ensayos, el capital y sus lógicas
resumen hoy la fórmula del consumo sin
lugar, sin tiempo y sin límites que
constituye el único sentido de la
vida para millones de habitantes del planeta, empezando- cómo no- por
los excluidos que hoy recorren las calles de las ciudades bajo el nombre de
indignados reclamando, no una revolución, sino su derecho a un pedazo del pastel. Después de todo, la compulsión por el consumo se las vendieron
como conquista, no como imposición.
Es en ese punto
donde cobra peso la tesis de Raffaele
Simone. Sin que sus voceros se dieran
cuenta, la izquierda se volvió derecha, al tiempo que esta última supo enfundarse
en el vestido de lo nuevo, que en
este caso equivale a lo chic, a lo sofisticado implícito en el paraíso del
consumo de bienes, ideas y tendencias. Es decir, todo aquello que puede
comprarse con tarjeta de crédito. El monstruo se volvió amable y ya no amenaza:
seduce. Quizás las más lúcidas mentes de la izquierda todavía estén a tiempo de
aprender la lección.
Qué bien viene su texto para el caso de Bolivia, estimado Gustavo, donde actualmente estamos viviendo una ola de protestas, que el gobierno "izquierdista" de Morales trata con puño de hierro al mas puro estilo de los gobiernos de derecha, rondando el fascismo en algunos casos como la negacion de asistencia humanitaria (a ellos ni agua) a indigenas orientales o como el Gobernador del departamento de La Paz, dijo frente a una muchedumbre que habia que colgar a todos los opositores del gobierno.
ResponderBorrarEl discurso político está amancebado con la conveniencia y otros amantes más o menos repugnantes. Hace unos días, Ed Milliband, el nuevo líder del Partido Laborista Británico, se disculpó públicamente en nombre de su partido por la tradicional política de inmigración de su partido. Hasta hace poco, los conservadores eran los que se oponían al ingreso de los inmigrantes y los laboristas los que alentaban la llegada de nuevos inmigrantes y sus dependientes. Y el laborismo hacía esto a pesar de que su base natural, la clase obrera, estaba (y sigue estando) más opuesta a la inmigración que los mismísimos tories. El asunto es complicado, pero los dirigentes laboristas, ahora, dicen que debieron oponerse a la inmigración sin trabas: han detectado que el tema es “piantavotos”, como decía Perón. ¿A quién hacer caso? ¿A los jóvenes activistas, casi siempre egresados de clase media, que quieren inmigración, o a los trabajadores, los “descamisados”, que no la quieren?
ResponderBorrarApreciado José : Siempre he alentado la sospecha de que los fundamentalismos- de cualquier índole- corresponden mas a una estructura de la mente que a una postura ideológica o religiosa.De ese modo, el fanático necesita siempre de una verdad revelada o de una ideología en apariencia incontrovertible , para sentirse seguro en el mundo. Es por eso que con tanta frecuencia se producen deslizamientos de una orilla a la otra, sin aparentes consecuencias para la mente del individuo.
ResponderBorrarEn nombre de una causa tan noble como la libertad han sido exterminados millones de seres humanos a lo largo de la historia, mi querido don Lalo. Y poco importa si el pretexto es instaurar el reino de la justicia en la tierra o acallar a los herejes.
ResponderBorrarEs mas : A los políticos de carrera les encanta hablar de " dinamismo" y " movilidad" para justificar sus frecuentes cambios de bando cada vez que las circunstancias lo ameritan. Pragmatismo, creo que llaman a eso.