En los diccionarios de edición más reciente se nos aclara que un polígrafo no es solo un tipo versado en escribir sobre diversas materias. También es un aparato que, según los manuales, detecta los más leves cambios fisiológicos experimentados por un individuo conciente de estar diciendo mentiras. Mejor dicho: el infierno de Pinocho y toda su parentela. En resumen, la máquina detecta perturbaciones sutiles en aspectos como la respiración, la sudoración y la presión sanguínea, de modo que por más habilidades que posea el sujeto acaba, como quien dice, delatado por su propio organismo.
Durante los últimos días he pensado mucho en el polígrafo y en sus muchos beneficios leyendo las propuestas de campaña- o, mejor dicho, la ausencia de ellas- de los políticos con aspiraciones de ser alcaldes, gobernadores, concejales o diputados al final del proceso electoral adelantado en Colombia y que finalizará el domingo 30 de octubre.
Ustedes conocen de sobra los discursos, así que no voy a fatigarlos mucho. Tomaré al azar tres ejemplos encontrados en los folletos repartidos en las reuniones o reproducidos de los comunicados de prensa que los medios replican con cómplice automatismo.
“Trabajaré con todo mi amor y todas mis fuerzas por hacer del nuestro el mejor departamento de Colombia. Generaré empleo para las mujeres cabeza de hogar y haré feliz la infancia de nuestros niños que son el futuro de la patria”. Se lee en las declaraciones de una mujer con aspiraciones de gobernar un abandonado- perdón por la redundancia- departamento de la Amazonia .Olvidemos la sarta de lugares comunes que se multiplican en el párrafo. Es más: perdonemos eso de “la infancia de nuestros niños” El detalle reside en que por parte alguna explica cómo lo va a conseguir, a resultas de lo cual no debemos esforzarnos mucho para concluir que no tiene intención de hacerlo. Ni siquiera de intentarlo.
Mejor trasladémonos al centro del país. Justo en el corazón de la que algunos mensajes publicitarios llaman “región de oportunidades”, a despecho de los indicadores de desempleo, de los cacicazgos , de los carteles de la contratación que lo controlan todo y del éxodo de buena parte de sus habitantes al exterior, uno de los aspirantes dice en su página de Internet que "convertiré a la ciudad región en uno de los motores de las locomotoras de la prosperidad anunciadas por el presidente Santos”. Para variar, no se toma la molestia de explicarnos por dónde diablos van a circular unas locomotoras en un país y una región en los que la construcción de una carretera tarda décadas y donde una mezcla de indolencia y corrupción acabó con el sistema de ferrocarriles, medio de transporte indispensable para dinamizar cualquier propuesta de desarrollo digna de ese nombre.
Por último ocupémonos de los boletines de un señor que desea- así lo dice- ocupar un escaño en la Asamblea. “En mi condición de diputado concentraré todos mis esfuerzos y mi experiencia como servidor público para que no haya un solo rincón de nuestro querido departamento sin conexión a Internet. Cada niño tendrá un computador a su disposición y de esa manera se hará realidad nuestro sueño de ser ciudadanos de la aldea global”. Confieso que tuve que hacer un gran esfuerzo para resistirme a la tentación de exclamar !Amén! Pero por respeto a la democracia cantada por el poeta Walt Whitman opté por seguir de largo. Al fin y al cabo ya estamos acostumbrados a que nuestros políticos derrochen durante la campaña todo el acervo de adjetivos, adverbios de modo y demás recursos que abundan en el diccionario greco quimbaya. En su defecto, les propongo sumarse a una campaña que, aprovechando el recurso de las columnas de opinión y de las muy efectivas redes sociales , consiga que todos aquellos ciudadanos dispuestos a no hipotecar su voto a un contrato o a un cargo público , cada vez que alguien intente asestarles un plegable promocional o un comunicado de prensa proselitista respondan con una frase que puede empezar por fin a cambiar la historia de Colombia : ¡ Todos al polígrafo !
Bien elegida, la cita de esa señora: “Trabajaré con todo mi amor y todas mis fuerzas por hacer del nuestro el mejor departamento de Colombia. Generaré empleo para las mujeres cabeza de hogar y haré feliz la infancia de nuestros niños que son el futuro de la patria”.
ResponderBorrarEl tono y la elevada aspiración me hicieron recordar proyectos tanto o más empinados que esos, pero de un poeta. Encontré la cita en Internet: “Anuncio el advenimiento de las personas elementales,/ Anuncio a la justicia triunfante,/ Anuncio intransigentes igualdades y libertades/, Anuncio la justificación de la sinceridad y la justificación/ Del orgullo./ Anuncio que la unidad de los Estados es una sola unidad./ Anuncio que la Unión será indisoluble y compacta,/ Anuncio majestades y esplendores que harán palidecer a todas las Políticas de la tierra./ Anuncio afinidades, declaro que serán firmes, ilimitadas./ Digo que encontrarás al amigo que buscas.”
Con Walt Whitman no hace falta el polígrafo, amigo Gustavo.
Mi querido don Lalo. Un crítico literario de estas tierras acuñó la expresión " grecoquimbayismo" , para referirse a un engendro nacido- según él- de un apareamiento contra natura entre la oratoria griega y la tradición heredada de los Quimbayas, pueblos indígenas que habitaban la región del centro de Colombia donde vivo.
ResponderBorrarEl resultado es un tono altisonante y ampuloso, muy apetecido por nuestros políticos para disfrazar la falta de contenidos de sus propuestas.
Comparto el fastidio ante el grecoquimbayismo, tan evidente en la señora del ejemplo. La cita de Whitman pretende invocar la transparencia, que no necesita intérpretes. El viejo también decía “Anuncio la llegada de un hombre o de una mujer… tal vez seas tú”. Supongo que los cultores del grecoquimbayismo, digan lo que digan, siempre quieren decir “seguramente soy yo”.
ResponderBorrarLalo se me adelantó, pero a mi tambien se me hace que "haré feliz la infancia de nuestros niños que es el futuro de la patria" es de lo mas burdo e infantil que se le puede ocurrir a una persona adulta. Yo recuerdo haber participado de sketches cuando empezaba la secundaria donde haciendo las veces de politicos, causabamos risa a los compañeros con este tipo de frases demagogicas casi utópicas. Lo de los niños con computador suena tan absurdo como verlos con el portatil en el morral, mientras atraviesan descalzos los caminitos de Riohacha o Macondo. Tenia usted razón, esta tierra comun latinoamericana sólo vomita criaturas espeluznantes que van de "listas y visionarias" cuando aspiran a representarnos, entonces siendo tan puramente ingenuo como Whitman, me pregunto ¿por qué siempre los elegimos, a pesar de su cinismo e ignorancia? Aunque deberia consolarme el hecho de que mi pais no es el único reservorio de ejemplares dignos del bestiario de Borges, sin embargo es avergonzante comprobar una vez mas ese vieje adagio de que "todo pueblo tiene a los gobernantes que se merece". Espere a mañana domingo, cuando se celebren las "ineditas" elecciones judiciales en Bolivia, con los resultados, seguro que habrá mucha tela para cortar y mucho ácido que tragar.Ni J.J. Rousseau ni Whitman se hubiesen atrevido a celebrar la pureza de la naturaleza humana si hubiesen vivido por estos lares.
ResponderBorrarQué familiar me suena ese grecoquimbayismo del que habla. Aqui un periodista viejito y reconocido, fino cultor del humor criollo, ha inventado un filosofo "grecocochala" al que llama Aristoteles Giorgiadis Quiroga.
Hola, José. Tengo la sospecha de que siempre los elegimos porque la desmemoria individual y colectiva es nuestra más certera forma de identidad. Y lo hacemos, a pesar de que- con alguna honrosa excepción, quienes nos gobiernan tienen asegurado un lugar en la Historia Universal de la Infamia.
ResponderBorrarpero tambien hay que tener en cuenta la vieja estrategia de jugar con el estomago de los votantes y del ofrecimiento de mercados, tejas, subsidios etc.
ResponderBorrarque opina gustavo ?