Para Gustavo Orozco Restrepo
“Ray Lomas era el último de
los viejos roqueros”, escribió hace casi
medio siglo Ian Anderson, el líder de la banda de rock sinfónico inglesa Jethro
Tull. A
juzgar por el ritual que he visto repetirse en las sucesivas ediciones de Convivencia
Rock, el festival que convoca cada año desde Pereira a los amantes del género,
el último de los viejos roqueros
renace siempre con la obstinación
del Ave Fénix.
El poeta Joan Manuel Serrat
declaró hace mucho tiempo que llevar a
sus hijos al circo era en realidad un
pretexto para llevarse a sí mismo a ese rincón perdido de su infancia
encantada. Algo parecido me sucede cada vez que acompaño a mi hija adolescente a ese ritual en el que durante tres días varias generaciones se sumergen en una
especie de mar de lava, para salir de allí más livianas y despojadas de la capa
de mugre que dejan en el alma y la piel las experiencias cotidianas.
El sábado 15 de noviembre recién caía la noche cuando
la banda pereirana Mephisto saltó al escenario del parque Olaya Herrera. Le
dedicaron su intervención al poeta Héctor Escobar Gutiérrez, fallecido unas
semanas atrás. Cuando reprodujeron la grabación en que el escritor lee sus
propios versos reafirmé mi convicción de que, a su manera, el buen rock es
también un género literario. De allí en adelante se sucedieron
agrupaciones exponentes de las
distintas corrientes de una música que no para de reinventarse, como una forma de responder a quienes llevan varias décadas
anunciando su muerte. Desde el metal más
extremo hasta el blues de Carlos Elliot Jr, todas las corrientes
encontraron un público entusiasta y
respetuoso: si a alguien no le gustaba la banda o el tipo de música, se
limitaba a esperar la siguiente.
Hace un año, cuando después del
festival 2013 escribí una breve crónica
del evento titulada Es solo rock and roll, durante un mes
seguido recibí a través del correo electrónico notas admonitorias
de varias personas que parecían en realidad una sola, a juzgar por el tono y el estilo de sus textos. Tras
una breve introducción adjuntaban archivos
con artículos de varios “expertos” en los que se mostraban los supuestos
argumentos para probar que detrás de las
distintas manifestaciones del rock se esconde en realidad una conspiración
luciferina. Nunca deja de sorprenderme
la solemnidad y falta de sentido del
humor de esas personas incapaces de leer y asumir
las expresiones artísticas en su contexto simbólico. En
realidad lo que me parece
diabólico es la facilidad con que muchos adultos son capaces de llegar
a su casa a destruir los discos de sus
hijos y arrancar de las paredes de sus cuartos los carteles con la
imagen de sus grupos favoritos. Como no quiero redundar sobre el asunto,
reproduzco aquí la conversación escuchada
a la entrada del parque Olaya Herrera entre una joven madre y su hijo de
unos cinco años que pasaban por el sector:
- Quedémonos , mamá. Quiero
escuchar la música.
- ¡No, no y no! Esa es la música del Diablo.
- Por eso mamá: ¡ a mi me gusta
la música del Diablo!
Anécdotas aparte, si algo ha conseguido este festival en muy poco tiempo
es recuperar el respeto por los gustos y
el sentir de los otros en una sociedad
proclive a la descalificación, cuando no
a la agresión física ante las
inclinaciones ajenas. Eso para no hablar de la calidad de unas agrupaciones
integradas en muchos casos por músicos
mayores de cincuenta años que llevan más de
una treintena dedicados a la
creación y a la actuación, lo que los ha llevado a un perfeccionamiento de su
arte digno de admiración. Debe ser por
eso que cada año peregrinos de distintas
regiones de Colombia desempolvan sus morrales y se hacen al camino
cuando a través de las redes sociales alguien les anuncia que en Pereira es tiempo
de rock.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=H8uUh1xsL14
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=H8uUh1xsL14
El músico y el poeta son hermanos en el arte desde tiempos inmemoriales, amigo Gustavo. El que reniega de ellos, incluso de los malos músicos y poetas, no ha tenido juventud. La anécdota que cuentas de la madre que repudia la música del diablo (supongo que se expresaba así porque la banda se llamaba Mephisto) es deliciosa. Ese chico será un buen abogado...
ResponderBorrarJa. De modo que en ese niño tenemos una expresión visible de la predestinación, mi querido don Lalo. Supongo que Lutero, Calvino y sus amigos estarían felices.
ResponderBorrarQue pesar de la muchacha, tener que ir a cuidar al papá en un concierto de esos de música del Diablo...
ResponderBorrarCami.
Eso de que se viene anunciando la muerte del rock como la del mismo capitalismo ya suena a letanía que de tanto escucharla parece chiste. Habrá cierto estancamiento o crisis de creatividad en los nuevos grupos pero en cualquier caso el rock siempre está vivo, solo hay que asomarse a algunos discos y comprobar que no han perdido nada de frescura, como las óperas de Beethoven, de quien alguien dijo o escribió que si el genio alemán viviera en nuestros tiempos, cultivaría con toda seguridad esa bendita “música del diablo”. Ah, afortunado usted que pudo canalizar de alguna manera los gustos musicales de su hija. Yo he perdido la batalla con mi hermano pos adolescente, no hay manera de convencerle que pruebe con otros géneros, bloqueada su mente con la música electrónica de discoteca y la mierdosa influencia del reggaetón y similares.
ResponderBorrarJa,ja. Si, apreciado Camilo : debe ser todo un lastre para una muchacha del siglo XXI eso de ir a cuidar el papá a un concierto de cualquier cosa.
ResponderBorrarApreciado José : la verdad es que yo no la canalicé : ella se arrojó solita a esas aguas turbulentas, como para probar el sentido de los versos de aquella vieja canción de Simon and Garfunkel : " Like a bridge/ over trouble waters/ I ill lay me down".
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