Pertenezco a la generación de
colombianos que, a lo largo de la educación secundaria, recibió clases de inglés durante seis años de manos de hombres y mujeres hermanados por una particularidad:
lo ignoraban todo de esa lengua, pero transpiraban buena voluntad y basaban sus
enseñanzas en unas cartillas lánguidas llamadas
Let´s learn english y
English this way. Cruzamos
el bachillerato recitando una
colección de frases hechas pensadas para sobrevivir en casos de emergencia: “¿What day is today ?” ,“¿What is
your name? “My mother is a nurse”. Eso sí: todos aprendimos a gritar
you are a son of a bitch, con
grave acento del profundo sur norteamericano. Hoy, corridos tres lustros del
siglo XXI, países como el nuestro pagan
las consecuencias: cada año se pierden miles de becas y ofertas de empleo por la ignorancia del idioma
inglés. A resultas de todo esto, el
Estado colombiano recién empieza a
ocuparse del asunto, estableciendo unos niveles de conocimiento de esa lengua
como requisito para ingresar a la universidad.
Por fortuna, para John Fredy
Ballesteros Trejos y sus jóvenes estudiantes de inglés en el municipio de Belén
de Umbría las cosas empiezan a cambiar. El hombre nació en esa población del
occidente de Risaralda hace treinta y tres años. Como sucede todos los días, el padre muy pronto hizo
mutis por el foro. Sara, la madre, se encargó de la crianza de los hijos trabajando medio tiempo en el matadero municipal y
dedicando el resto de la jornada a la recolección de café en tiempos de cosecha.
Por su lado, el muchacho se rebuscaba los ingresos para completar el presupuesto familiar recogiendo chatarra y
huesos, vendiendo empanadas, haciendo mandados y, claro, acompañando a la madre
en la recolección de café.
Luego de terminar el bachillerato trabajó un tiempo en supermercados, hasta que un
día de 2001 empacó maletas y se embarcó
en la última diáspora emprendida por miles de risaraldenses hacia España, poco antes de que el gobierno de ese
país empezara a exigirles visa a los colombianos.
Llegó Marbella, donde trabajó en la construcción.
Dormía en un sótano, disputándose
un rincón con los ratones que reinaban en el vecindario. Poco tiempo
después dio el salto a Inglaterra, donde perfeccionó el inglés, al punto de que muy pronto sus
empleadores lo promovieron a la
condición de intérprete y traductor,
encargado de mediar entre ellos y los
trabajadores de habla hispana.
Regresó a Belén en 2007. Un día
se quedó pasmado ante la pobreza del inglés que enseñaban en escuelas y
colegios. Decidió entonces ofrecer
sus servicios como profesor
privado, aplicando los más puros
principios socialistas: los de mejores ingresos pagaban más, a los de
menos les cobraba la mitad y
quienes nada tenían nada pagaban.
Valeria, su más
aventajada estudiante, habla inglés a la perfección luego de
recibir clases dos veces a la semana
durante dos años. Tanto, que durante un paseo
familiar al Ecuador dejó
sorprendidos a los turistas extranjeros, quienes no acababan de creerle que aprendió esas destrezas sin moverse de su pueblo natal,
orientada por un joven que sí lo había hecho.
“Solo quería devolverle a Dios,
a la vida y a mi pueblo lo que me han dado: un padrastro que me salvó
del abismo, una madre valiente y la
disposición para aprender muchas cosas”,
me dijo sentado a una mesa en la biblioteca pública del municipio la tarde del 18 de febrero, durante el
lanzamiento del programa 14 Estaciones, un viaje a la memoria, impulsado por Comfamliar Risaralda.
Ese día recibieron el diploma
treinta de sus jóvenes estudiantes, algunos casi niños, acompañados de sus
madres. Todos a una coincidieron en
reconocer la capacidad y la voluntad de servicio de ese hombre de piel
morena a quien le corría
alegría por la piel al ver los logros de sus pupilos. Al finalizar la jornada
se despidió dejándoles esta pregunta a los gobernantes de su municipio y del
departamento: “Do you understand?”
PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
Vea hombre, sólo por tener la delicia de ver a Uribe en una conferencia internacional ensanchando el léxico anglosajón con la palabra "asesineichons", gran contribución de nuestro querido expresidente a la lengua de Shakespeare, sólo por eso, vale la pena que la enseñanza del inglés en Colombia sea una mierdeichons.
ResponderBorrarSe lo digo pues con ánimo de montanier, es decir, de patirrajado. You understand, obvio.
Cami,
Yes, I do, joven resabiado.
ResponderBorrarUn abrazo y gracias por el humor,
Gustavo
La historia de John Fredy y su itinerario de vida me afirma en una creencia que debería parecernos obvia: que el buen maestro no es tanto el que sabe muchas cosas sino el que inspira, el que facilita la transmisión de conocimientos. Tu profesor, formado en el camino, vale por una generación entera de egresados con diploma de Cambridge English Language Assessment.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMi querido don Lalo: un amigo tiene la definición más bella que conozco de la palabra compartir. El hombre dice que significa " Partir con el compa". Y eso es lo que hace grandes a personas como John Fredy. Cuanto más anónimo, más valioso resulta su trabajo.
ResponderBorrarLoable la tarea de su compatriota, estimado Gustavo, y su método de enseñanza suena efectivo, falta saber si puede ser extensible a nivel general para tener un éxito similar. Sobre su lamento de sus experiencias con el inglés déjeme decirle que tampoco estuve tan lejos: en la secundaria igual nos preparaban con esas baterías de preguntas para turistas. Tuve incluso un viejo profesor que el muy atrasado nos hacia dibujar con imágenes para cada frase o situación: nuestros cuadernos estaban llenos de ilustraciones de objetos, como si estuviéramos en primer curso de primaria, y a todo color para mayor gracia. Así avanzábamos a paso de tortuga. Igual, en nuestro país, la enseñanza del inglés está muy mal enfocada, y ahora con esto de la reforma educativa se pretende desplazarla por los idiomas nativos. Vamos a contracorriente del resto del mundo.
ResponderBorrarP.s. muy buena iniciativa esa de acompañar sus artículos con bandas sonoras, le voy a copiar la idea más adelante. No sabía nada de los Toreros Muertos, todo un descubrimiento y yo que creía que sabía algo sobre la Movida madrileña.
Muy romántico eso de los idiomas nativos, apreciado José. Pero mucho me temo que servirán bien poco a la hora de viajar a Indonesia o Crimea. Ese frenesí populachero y purista suele confundir la conservación del patrimonio con el aislamiento, con las consecuencias que todos conocemos.
ResponderBorrarSobre lo segundo, no olvide que toda vida tiene una banda sonora. Por eso el cine copió la idea.