martes, 17 de enero de 2023

La invención de América Latina

 



 Como siempre, son las guerras y su reacción en cadena que repercute en todas partes las que nos empujan a tratar de comprender la esencia de un país, de un pueblo, de un continente.

 

¿Quiénes son esos tan distintos y tan parecidos a nosotros, que nos atacan o se matan entre si? Es la primera pregunta que nos hacemos ante el advenimiento de la fatalidad encarnada en una legión de guerreros dispuestos a borrarnos de la faz de la tierra.

 

Aunque, a menudo, nos corresponde el papel de ser la fatalidad de otros que se hacen la misma pregunta.

 

En el intento de responder a esa pregunta, nos acostumbramos a hablar del “alma” europea, china, alemana, japonesa o norteamericana.

 

Rara vez hay acuerdos. Unos ubican el alma nacional en la organización política. Otros en el modelo económico, unos cuantos en la música y la religión y todos en la cultura.

 

El continente del que hacemos parte, nombrado así en honor a Américo Vespucio, no es ajeno a esa condición. La pregunta surge una y otra vez desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego. ¿Quiénes somos? ¿Qué nos une? ¿Qué nos diferencia? En suma: ¿ Existe algo que, con fundamento, pueda llamarse América Latina?.

 

Aventurarse a responder implica establecer líneas comunes entre un guatemalteco y un argentino; un brasileño y un chileno; un nativo de Martinica y un boliviano. Eso para no hablar de la pregunta por lo que significa ser mexicano o colombiano.



 

 

A lo largo de nuestra historia hemos intentado hallar la respuesta. Por supuesto, cuando creemos haber dado con ella, no puede más que conducirnos a otras preguntas. En esa búsqueda, se han escrito y publicado cientos de libros: excelentes, buenos, regulares, malos y absurdos. Por eso resulta tan grato encontrarse con la obra Mariposas amarillas y los señores dictadores, América Latina narra su historia, de la investigadora alemana Michi Strausfeld (1945), publicada en 2021 por el sello Debate.

 

Filóloga de profesión, Michi Strausfeld sabe que los orígenes de todas las literaturas son inciertos. Eso es lo que hace tan fascinante el oficio de seguir su estela hasta encontrarse con una madeja de mitos y leyendas que siempre remiten más atrás en el tiempo.

 

De entrada, la autora fija el umbral de su obra en los confines del mito. La mariposas amarillas que anuncian la presencia de Mauricio Babilonia en Cien Años de Soledad hace tiempo trascendieron los límites del libro: pertenecen a esa dimensión de misterio que identifica a la gran poesía, desde los aborígenes hasta nuestros días, cruzando las literaturas de los cinco continentes.  Si el lector quiere, puede toparse con esas mariposas en Las Mil y una noches, en el Marte de Ray Bradbury, en el Antiguo Testamento, en El Quijote o en Alicia en el país de las maravillas. Después de todo, su reino no es de este mundo y sus únicas leyes son las de la imaginación.

 

Piedra del sol



 

Con esa certeza, la investigadora se plantea un gran desafío: descifrar y ayudarnos a descifrar algunas claves de la existencia en este lado de la tierra, tan exuberante y disparatado que, según la ensayista venezolana Susana Rotker, obligó a los escribas de los primeros conquistadores a inventar  un género literario que al menos se acercara   a su desmesura: la crónica.  Por el momento, esas claves no las buscará en los tratados de historia, tan útiles en otras circunstancias. Michi Strausfeld se propone escuchar la voz de los escritores de estas tierras, desde los tiempos precolombinos hasta los más recientes autores, abrumados por violencias y corruptelas de toda laya que descomponen y desangran a sus países.

 

Así que se remonta a las cosmogonías consignadas en la Piedra del Sol, ese monolito que no cesa de alentar nuevas interpretaciones. Poetas, narradores, sacerdotes y cantores han creido encontrar allí el destino cifrado del continente, oscilando siempre entre el anhelo de hacerse uno con el sol y el llamado de la parte más sólida de la tierra: la piedra.

 

A partir de ese punto asistimos a un viaje que nos llevará por la Selva Lacandona- la de los mayas y la del Subcomandante Marcos, la Centroamérica de los hombres de maíz y de los pandilleros de la Mara Salvatrucha y Barrio 18, hasta alcanzar la tierra de Simón Bolívar y José de San Martín, la del Gaucho Martín Fierro, de Carlos Gardel y Diego Maradona, los últimos mitos que le dan algún sentido a la eterna desazón de los argentinos y, en buena medida, la del continente entero.

 

¿Y dónde dejamos al Caribe? Dirán los lectores, en sintonía con las preocupaciones de Michi Strausfeld. ¿Qué tan latinoamericanos son esos pueblos, resultado de la convergencia de indígenas como los taínos, negros esclavizados en África, piratas ingleses, franceces y neeerlandeses, exiliados de oriente medio, misioneros y aventureros españoles, aparte de otras tantas sangres mezcladas y vueltas a mezclar?

 

Bueno, esa es la cuestión: hallar la conexión entre un nativo de las Bahamas y un  vaquero de los llanos orientales de Colombia. Eso es lo que nos plantea la autora alemana en su libro. Por lo pronto, ya lo advirtió de entrada en la presentación, no por casualidad subtitulada Novelas que escriben la historia. Así que no se trata sólo de autores que escriben una historia. Lo suyo es la reescritura de la historia en clave de ficción. Ese recurso, ya lo sabemos, les permite a los escritores volver de revés los archivos de los expertos para adentrarse en un mundo lleno de riesgos , sin más instrumentos que una sarta de metáforas.



 

Las mariposas amarillas entre ellas, claro. La otra es la figura del poder y su manifestación terrenal más mortífera y deleznable a la vez: el dictador. A caballo entre el profeta, el místico y el criminal a secas, los dictadores han dejado su impronta de miedo y dolor en todos los caminos de este continente. Basta fijarse en la cantidad de monumentos levantados en las plazas a la memoria de hombres cuya marca distintiva es la sinrazón. Desde la aldea más pequeña hasta metrópolis como Ciudad de México, Buenos Aires o Sao Paulo, la figura en bronce de patriarcas armados con sables y pistolones es omnipresente. El mexicano Santa Anna y el nicaragüense Somoza; el dominicano Trujillo o el argentino Perón; el paraguayo Stroessner o el venezolano Pérez Jiménez.

 

Es como si un continente a la deriva clamara por la presencia de un guía que lo ayude a superar sus turbulencias: las de la política y las de su propia alma. Para García Márquez, autor de novelas de dictadores y amigo de dictadores él mismo, este es nuestro único gran mito latinoamericano. Y le asiste toda la razón, a juzgar por el número de grandes escritores que se han ocupado de recrearlo en toda la dimensión de sus miserias. El guatemalteco Miguel Ángel Asturias en El señor Presidente; el peruano Vargas Llosa en La fiesta del Chivo; el argentino Tomás Eloy Martínez en La novela de Perón; el paraguayo  Augusto Roa Bastos en Yo el supremo y el propio García Márquez en El otoño del Patriarca para mencionar sólo a cinco.




 

Claro que entre nosotros el dictador es mucho más que una metáfora: ha sido y es la punta de lanza de los imperialismos que se han propuesto hacer de las riquezas del continente su más preciado botín. Los escritores chilenos que se han encargado de convertir la pesadilla de Pinochet en ficciones tienen bastante que decirnos al respecto.

 

 

Entre la fábula y el horror



 

Al igual que el Caribe, la historia de Brasil y sus literaturas merecen un capítulo aparte en el libro. Si la pregunta   por una improbable identidad latinoamericana ya resulta  problemática, la de Brasil lo es por partida doble. El dominio portugués, la oleada de sucesivas inmigraciones motivadas por el tráfico de esclavos, la minería y la inagotable fuente de recursos que supone la selva amazónica, desembocaron en una mixtura de etnias, lenguas y creencias religiosas que a veces hacen de Brasil un país más próximo a Nigeria o a una isla de las Antillas que a su vecina Perú, por ejemplo.

 

Una vez más, y según la mirada de Michi Strausfeld, sólo la los escritores pueden  aproximarnos a ese turbulento caleidoscopio. Machado de Assis, Jorge Amado, Guimaraes Rosa o el músico y novelista Chico Buarque consiguen en sus relatos dar cuenta de esa síntesis de fábula y horror en la que los dictadores impartían clases de tortura a sus iguales latinoamericanos mientras O rey Pelé obraba auténticos prodigios con la pelota en una cancha de fútbol.

 

Porque la gran literatura, al tiempo que alcanza las cotas más altas de poesía, se nos revela también en toda su dimensión política.

 

Para Strausfeld la literatura no es un asunto de solistas. Las novelas, cuentos, aforismos, canciones y poemas, conforman un gran coro universal en el que el todo no es la suma de las partes: es el resultado de la relación y el diálogo entre las partes. Por eso se dedicó, con la paciencia de esas tejedoras que urdían en el trenzado de las mantas la historia de sus pueblos, a recoger y estudiar en cada viaje los libros que amigos y estudiosos ponían en sus manos, desde las publicaciones más humildes hasta los grandes éxitos editoriales. El resultado es este viaje apasionante por nuestras literaturas, en un recorrido que va de la poesía precolombina y los Cronistas de Indias, pasando por el célebre boom de los años sesenta, hasta nuestra realidad de hoy, en la que el resurgir de la llamada Novela negra se explica por el trasfondo de unas sociedades en las que la corrupción de los políticos, el narcotráfico y los asesinatos sistemáticos de mujeres  constituyen un nuevo capítulo de nuestras pesadillas.

 

Poco importa si, al final, nos quedamos sin saber en qué consiste ser latinoamericano. Razón de sobra para   continuar la búsqueda.

 PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=AHbQkJ2g4Bo

 

 

 

2 comentarios:

  1. Saludos Gustavo.
    Como siempre, es un placer leerle.
    El tema da para mucho corte de tela. La política traspasa la literatura, pero esta nos entrega una identidad de ciudadanos nefelibatos, sin desconectarnos de los problemas de la tierra, por supuesto.

    Diego F.

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    Respuestas
    1. ... y la literatura cruza la política, apreciado Diego.¿O qué son, si no, La Ilíada y La Odisea con su entramado de intrigas y ambiciones?.
      Mil gracias por el diálogo.
      Gustavo

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