viernes, 25 de febrero de 2011

Educación y pensamiento mágico


“ Frente al obstinado embate del pájaro/ contra el cielo falso de la vidriera/no cabe ironía”. Con esa capacidad certera que tiene la buena poesía  para llegar a la esencia de las cosas, estos versos del poeta colombiano José Manuel Arango nos  vienen al dedillo para  reflexionar sobre los resultados de las pruebas Pisa, un sistema de calificación de alcance internacional que mide las competencias   de  los jóvenes en  aquellos saberes considerados básicos para emprender un proceso de formación  tanto en el campo académico como en el personal.
Esas pruebas nos revelan lo que en realidad es una evidencia cotidiana en el aula : que  los colombianos- y no solo los jóvenes- nos rajamos en matemáticas, ciencias y lenguaje, es decir en los  campos del conocimiento que constituyen el soporte de  todo intento de comprensión racional del mundo. Dicho de otra manera, como el pájaro en el poema del  poeta Arango, quien entre otras cosas se ganaba la vida orientando clases de matemáticas en la Universidad de Antioquia, seguimos golpeándonos la cabeza  una y otra vez contra el cielo falso de una vidriera que, en medio de  nuestras limitaciones cognitivas, confundimos  con la compleja y rica realidad del vasto universo.
Revisando nuestra tradición surge una primera conjetura :  que la imposiblilidad de aprehender con claridad y precisión  instrumentos  de conocimiento  que, como el lenguaje, la ciencia y las matemáticas  encuentran su soporte en la razón, echa al menos una  parte de sus raíces en el pensamiento mágico como  la forma tradicional que hemos tenido  para acercarnos a los pliegues siempre inciertos y cambiantes de la realidad.
Recordemos que vivimos en un  país en donde creemos que los números ganadores de la lotería pueden aparecer en el lomo de los peces. No olvidemos que  durante su mandato el ex presidente César Gaviria tuvo como consultor de cabecera no a un economista ni a un experto en educación si no a un astrólogo. Tengamos en cuenta que varios antecesores suyos no tuvieron  reparos en gastarse parte del presupuesto público pagando viajes  en  helicóptero hasta el pueblo de Fredonia en Antioquia, donde consultaban con la  bruja Amanda asuntos de  Estado mezclados con tribulaciones de  su vida  privada. consideremos, además, que muchos de  los colombianos, y no  solo de los sectores menos ilustrados de la población, piensan  que  el  pastor de una iglesia milenarista o una legión de espíritus  pueden practicar complejísimas  intervenciones quirúrgicas con mayor nivel de competencia que- digamos- un cirujano especializado que se ha pasado la vida estudiando los códigos que el cuerpo humano va creando en sus relaciones con el mundo.
Con esos antecedentes no resulta extraño  que nuestros jóvenes  fracasen en asignaturas que exigen de entrada aceptar   que el universo no solo es susceptible de ser comprendido desde la razón, si no que estamos por principio obligados a ello, si no queremos ser cómplices de las múltiples formas   de oscurantismo que viven siempre al asecho de las conciencias y que   van de lo político a lo religioso, pasando por las numerosas combinaciones de ambas y de todas  las supercherías intermedias.
Emprender entonces una revisión de los resultados de las pruebas Pisa implica  poner en cuestión no solo los factores sociales y económicos que  influyen en ellos. Debemos generar también el debate sobre  nuestra manera habitual de asomarnos al mundo, que entre otras cosas explica  los métodos  que  hemos utilizado para resolver los conflictos privados y públicos ,   donde se priorizan la violencia y el exterminio verbal o físico sobre el diálogo y la concertación.
A lo mejor echando mano de una buena dosis de poesía- de la gran poesía quiero decir- encontremos el camino, certero como  el haiku de José Manuel Arango, para acerarnos por fin a esas formas de belleza  y lucidez implícitas en la ciencia , las matemáticas y el lenguaje,  que nuestros perversos métodos  de enseñanza convirtieron en un territorio de imposibles.

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