“ Frente al obstinado embate del pájaro/ contra el cielo falso de la vidriera/no cabe ironía”. Con esa capacidad certera que tiene la buena poesía para llegar a la esencia de las cosas, estos versos del poeta colombiano José Manuel Arango nos vienen al dedillo para reflexionar sobre los resultados de las pruebas Pisa, un sistema de calificación de alcance internacional que mide las competencias de los jóvenes en aquellos saberes considerados básicos para emprender un proceso de formación tanto en el campo académico como en el personal.
Esas pruebas nos revelan lo que en realidad es una evidencia cotidiana en el aula : que los colombianos- y no solo los jóvenes- nos rajamos en matemáticas, ciencias y lenguaje, es decir en los campos del conocimiento que constituyen el soporte de todo intento de comprensión racional del mundo. Dicho de otra manera, como el pájaro en el poema del poeta Arango, quien entre otras cosas se ganaba la vida orientando clases de matemáticas en la Universidad de Antioquia, seguimos golpeándonos la cabeza una y otra vez contra el cielo falso de una vidriera que, en medio de nuestras limitaciones cognitivas, confundimos con la compleja y rica realidad del vasto universo.
Revisando nuestra tradición surge una primera conjetura : que la imposiblilidad de aprehender con claridad y precisión instrumentos de conocimiento que, como el lenguaje, la ciencia y las matemáticas encuentran su soporte en la razón, echa al menos una parte de sus raíces en el pensamiento mágico como la forma tradicional que hemos tenido para acercarnos a los pliegues siempre inciertos y cambiantes de la realidad.
Recordemos que vivimos en un país en donde creemos que los números ganadores de la lotería pueden aparecer en el lomo de los peces. No olvidemos que durante su mandato el ex presidente César Gaviria tuvo como consultor de cabecera no a un economista ni a un experto en educación si no a un astrólogo. Tengamos en cuenta que varios antecesores suyos no tuvieron reparos en gastarse parte del presupuesto público pagando viajes en helicóptero hasta el pueblo de Fredonia en Antioquia, donde consultaban con la bruja Amanda asuntos de Estado mezclados con tribulaciones de su vida privada. consideremos, además, que muchos de los colombianos, y no solo de los sectores menos ilustrados de la población, piensan que el pastor de una iglesia milenarista o una legión de espíritus pueden practicar complejísimas intervenciones quirúrgicas con mayor nivel de competencia que- digamos- un cirujano especializado que se ha pasado la vida estudiando los códigos que el cuerpo humano va creando en sus relaciones con el mundo.
Con esos antecedentes no resulta extraño que nuestros jóvenes fracasen en asignaturas que exigen de entrada aceptar que el universo no solo es susceptible de ser comprendido desde la razón, si no que estamos por principio obligados a ello, si no queremos ser cómplices de las múltiples formas de oscurantismo que viven siempre al asecho de las conciencias y que van de lo político a lo religioso, pasando por las numerosas combinaciones de ambas y de todas las supercherías intermedias.
Emprender entonces una revisión de los resultados de las pruebas Pisa implica poner en cuestión no solo los factores sociales y económicos que influyen en ellos. Debemos generar también el debate sobre nuestra manera habitual de asomarnos al mundo, que entre otras cosas explica los métodos que hemos utilizado para resolver los conflictos privados y públicos , donde se priorizan la violencia y el exterminio verbal o físico sobre el diálogo y la concertación.
A lo mejor echando mano de una buena dosis de poesía- de la gran poesía quiero decir- encontremos el camino, certero como el haiku de José Manuel Arango, para acerarnos por fin a esas formas de belleza y lucidez implícitas en la ciencia , las matemáticas y el lenguaje, que nuestros perversos métodos de enseñanza convirtieron en un territorio de imposibles.
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