La escena se repite con el mismo decorado y un cambio de rostro más no de rol en los actores. Un alto funcionario del gobierno colombiano que algunas veces puede ser el propio presidente de la república, viaja a los Estados Unidos alentando en sus compatriotas la esperanza de que ahora si se firmará con ese país el anhelado y mil veces aplazado acuerdo que nada tiene de tratado, menos de libre y poco de comercio, pues se trata en realidad de la revalidación de las condiciones que los imperios les han impuesto a sus súbditos a lo largo de ese camino culebrero que es la relación entre países ricos y pobres… perdón, en vía de desarrollo.
En el último episodio de esa historia de nunca acabar le correspondió el turno al vicepresidente Angelino Garzón, un viejo zorro del gamonalismo sindical, que conoce al dedillo el entresijo de intereses y poderes que se mueven en esos escenarios. Por eso, sabedor de que, tal como aconteció con sus predecesores, regresaría con el rabo entre las piernas, antes de partir pronunció un discurso enfatizando con poco creíble vehemencia que esta vez sí Colombia haría valer su autonomía para defender los intereses nacionales frente al imperio. Por supuesto que no pronunció esta última palabra , eliminada de los diccionarios por esa perniciosa corriente de la corrección política empecinada en no llamar las cosas por el nombre, hasta el punto de que incluso los viejos profesores y militantes de la izquierda que una vez agitaron las banderas de la revolución prefieren hablar de globalización a secas : claro , ese vocablo da prestigio pero sobre todo es neutro y como tal puede significar cualquier cosa, desde la fiebre de las redes sociales, hasta las religiones digitalizadas pasando, cómo no, por el reinado planetario de los MacDonald´s.
Y aquí está la clave del asunto. Los Tratados de Libre Comercio, lejos de lo que puede insinuar su nombre son menos instrumentos de intercambio comercial que estrategias para el manejo de los intereses geopolíticos de las metrópolis y así han funcionado, aunque con otros códigos, desde los tiempos de la expansión de los grandes imperios que se remontan a los días del Antiguo Testamento. Es el viejo truco del que juega de local. La premisa es simple y contundente: si usted quiere contar con mi apoyo y protección debe aceptar mis condiciones. Le compro unas cuantas cosas y en contraprestación usted deberá abrir sus puertas para el ingreso de todo lo que me sobre, empezando por productos prohibidos en mi propio territorio por el peligro que representan para la población. En el caso colombiano la importancia del país está centrada en su posición geográfica y en lo que eso significa para los movimientos del ajedrez de Estados Unidos y sus aliados. De modo que eso de “Socio comercial” es apenas una pomposa frase alimentada con las buenas intenciones de nuestros empresarios, sobre todo los pequeños y medianos que tratan de abrirse paso a fuerza de tesón y creatividad. Lo demás ya lo conocemos, aunque la última moda recomiende no hablar de esas cosas: imposición de modelos de desarrollo económico, de prácticas culturales, hábitos de consumo, esquemas políticos y maneras de ver el mundo. Es decir , aquello que en otros tiempos, acaso no mejores pero si menos hipócritas , se conocía como imperialismo puro y duro aunque ahora, en el colmo de la asepsia y el rodeo , optemos por llamarlo globalización.
Se cambian los nombres de todo ahora, emepzando Gustavo porque en Colombia ya no decimos paramilitares sino ese vocablo novedoso Bacrim. Se podrán cambiar las palabras pero no sus significados. Cuando uno ve a Angelino hablar de que esta vez sí, a uno le da risa, como si la cosa dependiera de los individuos, y no de las circusntancias y los propósitos. No trajimos nada nuevo, a cambio sirvió llegar para hablar del tema del día: las liberaciones.
ResponderBorrarY a propósito, este fin de semana, a modo de rifirrafe, Alejandro Gaviria echo mano de cifras y argumento que en la era Santos hya más seguridad y don Alfredo Molano puso una metáfora bastante diciente: Ciento setenta y tres kilómetros de cadáveres.
Seguimos jugando de local, se parece a lo del juego con España, todos decían que iba a ver goleada, de los campeones, pero al perder por la mínima diferencia, dizque somos más.
Hombre , John Harold ¿vio esa película sobre los Hells Angels, titulada "Nacidos para perder"? Bueno. Por ahí va la cosa.
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