La revista Mind
and Health reseña los resultados de una discusión académica sobre los factores determinantes
del suicidio entre machos y
hembras ubicados en un rango de los
doce a los setenta años.
La primera
curiosidad reside en la motivación aparente del simposio o seminario en
cuestión: Dilucidar por qué entre
los estratos bajos de la población las
rupturas amorosas tienen alta
incidencia en la decisión de acabar con la propia vida, mientras en la clase
media alta y alta cobran más peso las razones económicas. Como la quiebra o la pérdida de un alto cargo, por ejemplo.
A primera vista
parece innecesario destinar tiempo y recursos para discutir algo que resulta obvio.La literatura rosa, ese nunca bien valorado observatorio del alma
humana, se ha ocupado con profusión del
primero de los casos. Para los pobres,
la persona amada resulta ser el más preciado, si no el único de los
bienes terrenales. Un breve recorrido
por el mundo de las telenovelas o el cancionero popular nos brinda suficiente
ilustración. “Sin ti no soy nadie”,
“Eres lo único que tengo”, “Todo lo que soy te lo debo ti” son expresiones tan socorridas
y elocuentes en su literalidad que hacen redundante cualquier ejercicio interpretativo.
En el terreno económico las cosas
corresponden aquí a otras lógicas: Al no poseer bienes materiales los pobres
están libres del temor a perderlos. Además, en el
ejercicio de la supervivencia son
duchos en el arte del rebusque o lo que técnicos y economistas conocen como
economía informal. Mal podrían temer la pérdida del empleo quienes casi nunca
lo han tenido en términos legales y dignos. Como si se necesitaran pruebas, hace poco en un barrio popular de
Pereira se ahorcó un hombre que
llevaba una década sin encontrar
trabajo estable. Pero el detonante real
de su decisión fue otro: El abandono de una muchacha, después de un romance de cinco semanas.
Como ustedes
habrán concluido, en los estratos medios altos y altos la ecuación se invierte. El poder
económico y el prestigio social tienen una relación directa con la
capacidad para encontrar pareja. Allí
funciona a la perfección una de las
dinámicas del mercado: Donde hay demanda constante no tardará en aparecer
la oferta. Así que, de no ser un caso de romanticismo mórbido,
una pérdida amorosa o sexual no constituye un asunto tan grave: Si el desairado no opta
por encerrarse en su concha los posibles reemplazos del amado remiso no tardarán en aparecer. En este caso, la chequera
y el corazón son por lo general vecinos bien avenidos.
Pero cuando se
trata de la bancarrota o la pérdida del cargo las cosas suelen adquirir un tono
distinto. En la práctica, a estos
niveles la posición social y
económica define la identidad toda de los individuos.
Soy lo que poseo o al menos lo que
detento, en este caso un empleo capaz de
garantizar prácticas de consumo
suficientes para darle la ilusión de
trascendencia a la propia vida. Cualquier amenaza en ese frente pone en entredicho el sentido y
el valor de la existencia toda. Por eso mismo, en el campo de la política los
estratos medios y altos han sido los
soportes de los totalitarismos: Estos últimos regímenes ofrecen la dosis de fuerza y seguridad suficientes para mantener
el estatus, es decir todo lo que constituye la referencia del propio valor ante
la mirada de los demás. Todo posible deterioro de esas condiciones supone el riesgo de hacer reales las intuiciones del pensador
francés Jean Paul Sastre: El infierno son los otros. Dicho con otras palabras:
La medida de nuestro tormento es el ojo encargado de juzgarnos. Lo insoportable
de esta última perspectiva hace entonces preferible el pistoletazo en la sien
a la alternativa de ser
evaluados por aquellos que alguna vez miramos por encima
del hombro.
Los tabloides
sensacionalistas son un instrumento de
primera mano para medir los niveles de
violencia de una comunidad. Infortunadamente, para efectos de investigación,
los suicidios de los más poderosos casi
nunca aparecen registrados allí.
De modo que sus páginas nos ofrecen solo una cara de lo propuesto por la
revista Mind and Health : La de los
pobres desairados por el amor que se beben una pócima de veneno o se arrojan a
las vías del tren. Nada nos dicen de los fugitivos que prefieren salir de escena con la ayuda de su pistola,
antes que someterse al desplante de sus
socios del club.
Acotando a su necesaria reflexión, estimado Gustavo, alguna vez leí que la mayor incidencia de los suicidios se daba en los varones, por una razón natural, aquello de que al hombre, los estándares socialmente aceptados le exigen que sepa estar a la altura de las expectativas, es decir: conseguir un buen trabajo y formar una familia, en esa ansiosa búsqueda de “ser alguien”(forrarse de dinero) para que los demás lo respeten. Cualquier cosa que no tenga que ver con la prosperidad material se considera fracaso. De ahí que muchos varones optan por el pistoletazo. Y en la sociedad machista de nuestra América se alecciona a las jóvenes de que se deben fijar en candidatos pudientes. La apostura, la personalidad, la inteligencia, son meras florituras que caen el romanticismo. Ya lo dijo una vez aquel brillante amargo de Ambrose Bierce, a la hora de la verdad, nuestras mujeres sólo distinguen dos tipos de hombres: buenos proveedores y malos proveedores.
ResponderBorrarComo dijo el cómico Cantinflas, estimado José, ahí está el detalle : Proveer o no proveer , esa es la cuestión. Esa premisa tiene, por múltiples razones, una relación directamente proporcional con el concepto de éxito o fracaso, nociones bastante utilizadas por estos días, con motivo de los Juegos Olímpicos. Enceguecidos por el exitismo a ultranza, muchos olvidan bastante rápido que llegar a una competencia de esas características constituye en sí mismo un logro.
ResponderBorrarMe has hecho pensar, Gustavo, en dos ideas de Cátulo Castillo, uno de los grandes letristas de tango, que reflejan la desesperación del que ha experimentado una gran pérdida y encima no tiene ni un dólar para consolarse. “Cerrame el ventanal/que arrastra el sol/su lento caracol de sueño,/¿no ves que vengo de un país/que está de olvido, siempre gris,/tras el alcohol?...” Y otra: “Por eso en tu total/fracaso de vivir,/ni el tiro del final/te va a salir.” ¿Qué es más noble, pegarse un tiro por perder el amor, por perder el honor o por perder el dinero? El honor, como el Dr Johnson decía del patriotismo, suele ser el último refugio del pícaro, y lo habitual es que se mate a otros para protegerlo, mientras que el dinero en gran abundancia es casi siempre la recompensa del tramposo. Queda el amor, pero Cátulo (el argentino, no el romano) nos quería decir que la verdadera pérdida no era la del amor, sino de la ilusión…
ResponderBorrarUn dato interesante sobre Cátulo Castillo: en realidad se llamaba Ovidio Cátulo González Castillo. Ahora bien, ¿cómo fue que le pusieron dos nombres de poetas latinos? Fue una ocurrencia de su padre, José González Castillo, un talentoso dramaturgo, director y libretista, que de paso también era anarquista, y como tal quiso ponerle a su hijo un nombre de esos que acostumbraban los ácratas, en este caso Descanso Dominical González Castillo. La idea no prosperó, claro, y don José optó por invocar a dos de sus poetas preferidos. El chico salió dotado para la música y las letras. Cabe recordar que su padre también tenía un gran talento: compuso la letra de Organito de la Tarde. La música, dicho sea de paso, fue de… Cátulo Castillo.
ResponderBorrarPor fortuna no prosperó la idea de bautizarlo Descanso Dominical, mi querido don Lalo. Me temo que el poeta hubiese acabado pegándose un tiro... por honor, supongo.
ResponderBorrarMil gracias, por sus revelaciones sobre ese fecundo territorio para las manifestaciones de la poesía que es el tango. Por lo demás , bastante certera la alusión al derrumbarse de las ilusiones : Al fin y al cabo no es la pérdida de los seres y las cosas lo que produce dolor, si no el conjunto de mitos, símbolos e ilusiones que edificamos sobre ellos.
Nos sujetamos, de una u otra forma, Gustavo, a algo, necesitamos que estamos desarrollándonos, entrando en una etapa de evolución personal, sea con el amor, sea con el dinero, otros, quizá, con el conocimiento. Habrá que ver eso Maestro, sería interesante ¿quién y por qué alguien se suicidaría por el conocimiento?
ResponderBorrarBueno, apreciado Eskimal. Por lo que se deduce de la historia del pensamiento, son muchos los que se han suicidado, o por exceso de conocimiento o en defensa de sus ideas. Si bien el caso más ilustre, por lo paradigmático, es el de Sócrates, en las sociedades totalitarias muchas veces no queda una salida distinta si se pretende ser fiel a las propias convicciones.
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