La esencia del
pensamiento liberal, concebido en términos de hombres como John Locke, reside
en una idea: el esfuerzo de los individuos en la búsqueda y defensa de sus intereses particulares
acaba por beneficiar a todo el cuerpo de la
sociedad. De esa manera un científico motivado por su espíritu inquieto
y sus expectativas de prestigio personal tarde o temprano descubre un producto, un medicamento o una vacuna
destinados a mejorar las condiciones de vida del conjunto de los seres humanos.
El mismo concepto valdría para las fuerzas que mueven a comerciantes,
industriales, académicos, políticos, clérigos, artistas y toda suerte de
trabajadores. Es en ese contexto donde
el liberalismo defiende los derechos del individuo como algo inalienable. Allí
caben por igual la libertad de opinión, de empresa, de culto religioso, de libre desarrollo de la personalidad y
todas las demás.
En
principio el argumento luce bien. Es más, parece adecuarse con
facilidad al sentido de lo que suele llamarse la condición humana. Sin
embargo, como sucede a menudo con los grandes ideales, el sueño de los filósofos liberales no tardó en distorsionarse, al punto de derivar en aberraciones como aquella del
darwinismo social: en la jauría humana solo sobreviven los más aptos y la única
consigna es el sálvese quien pueda. Este
último precepto subyace en los postulados de lo que se dio en denominar neoliberalismo, aunque se trate en realidad de la vieja doctrina llevada a
extremos que trascienden todo posible código ético.
No es difícil
concluir que algo muy sutil y definitivo se rompió en el camino, como sucedió
por lo demás con todo el proyecto de la ilustración, dirigido en principio a liberar a los hombres de las
ataduras de la necesidad y la superstición. El resultado de todo eso- pensaban
los artífices de La enciclopedia- sería
una sociedad conformada por sujetos
autónomos, capaces de regularse a sí
mismos y en esa medida respetuosos del
contrato social. En ese objetivo
coincidieron durante mucho tiempo liberales, socialistas, anarquistas y un amplio sector del pensamiento cristiano.
Pensé en todo
eso después de escuchar las declaraciones de
una funcionaria del gobierno colombiano, responsable del programa de
vivienda gratuita, considerado por
muchos un simple gancho para garantizar votos en el propósito
reeleccionista del presidente Santos. La
operación aritmética es
elemental: cada familia agradecida puede desatar una cadena de electores capaz
de pesar en los resultados finales. O eso al menos pensamos las malas
conciencias. Pues bien, al escuchar este
cuestionamiento la funcionaria se limitó a responder: “ No veo dónde esté el problema.
Al fin y al cabo, cada quien trabaja
por sus intereses”. Como ustedes ya lo
advirtieron, es ahí donde reside el
problema: en esa amañada visión del mundo, los intereses individuales priman sobre los demás, incluso si se trata de echar mano
de los recursos públicos en beneficio personal. Nadie pone en duda
la necesidad de vivienda digna para varios millones de colombianos. Lo
discutible es la inversión del viejo principio
liberal: en este caso los
intereses colectivos son apenas el
pretexto para alimentar los apetitos personales. Es decir,
asistimos al punto y al momento en que el individualismo se convierte en
egoísmo puro. Y bien sabemos que son dos conceptos muy distintos.
La misma lógica
perversa opera en sectores tan fundamentales como la salud. Como todos queremos
vivir y hacerlo en las mejores condiciones posibles, esa necesidad devino terreno abonado para el
florecimiento de mercachifles de toda laya. Laboratorios consagrados a inventar
enfermedades para vender el remedio. Sistemas
de servicios donde el organismo de la persona es apenas parte de una cadena
productiva que no cesa de facturar desde el nacimiento hasta la muerte. Buena parte del gremio médico alejada de sus
viejos principios y entregada en cuerpo y alma a la operación costo beneficio
configuran un panorama donde la buena
salud de la gente resulta un mal negocio. En realidad es al revés: se necesitan
enfermos para alimentar el sistema.
Por ese camino
torcido, los siempre admirables esfuerzos de los individuos por superarse a sí
mismos desembocaron en la justificación
del todo vale. Y ya lo sabemos: La consigna
en cuestión es la responsable de
esa forma tan nuestra de postular una ética al revés en la que el cinismo es el
valor supremo.
Excelente reflexión, amigo Gustavo. En eso de violentar el contrato social, los bolivianos sí que somos campeones. Nos gobierna un régimen aparentemente socialista que propugna el capitalismo comunitario (una retórica que pretende revivir las practicas económicas de la época del incario), sin embargo, en la realidad, el gobierno alienta actividades reñidas con la ley como el contrabando, la toma de minas y el narcotráfico, que es la forma más vil del capitalismo, negocios controlados por mafias que se hacen llamar movimientos sociales, soporte electoral del régimen. El contrabando de automotores es el caso más notorio y millonario de esta lógica perversa de mercado: resulta que en pocos años se han introducido por vía ilegal más de un millón de autos usados -y en muchos casos robados- comercializados en ciertos pueblos de la frontera a vista y paciencia de la policía. Pues bien, el gobierno lejos de hacer cumplir la Ley de Aduanas, procedió a emitir un decreto de Regularización, previo pago de una multa. En un santiamén, miles fueron regularizados y hoy inundan las ciudades. Como el ejemplo cundió, hoy siguen internándose más vehículos, porque para los contrabandistas sigue resultando más ventajoso pagar una multa que tramitar en aduana, como lo hacen en países normales. Aquí no, si hasta tenemos algún diputado que representa a estos sectores de delincuentes organizados.
ResponderBorrarMuy pero muy interesante y filoso tu post, Gustavo. Toca uno de los puntos más delicados en la piel acorazada de los políticos y vivillos que viven del sistema, o mejor dicho de la comunidad a la que dicen pertenecer. De la perspectiva liberal de Locke (que era una figura del siglo XVII y tuvo una influencia positiva en las relaciones económicas y sociales) descendemos al egoísmo racional de personajes como Ayn Rand, la novelista y “pensadora” que tanto ha influido en Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de Estados Unidos, para quien el altruismo social es un defecto moral, no una virtud, porque “condena” a satisfacer las necesidades de los demás, en vez de las propias, cuya protección es para ella (y para sujetos como Ryan y Romney) la verdadera virtud. Sobre la profesión médica te cuento que fui durante algún tiempo visitador médico y aprendí mucho sobre lo que en mi país se llama “ana-ana”, el sistema de “tú me rascas y yo te hago masajes” entre laboratorios y médicos, que denunció el famoso Dr. Favaloro en su carta de suicidio. En el ambiente esto se conocía desde mucho antes. Aclaro que mi experiencia también me sirvió para admirar la labor abnegada y la integridad de muchísimos médicos, pero tratándose de un oficio de personas como todas las demás, no nos hagamos ilusiones sobre la condición intachable de todas.
ResponderBorrarApreciado José: aquí nada más, en mi ciudad, tenemos un ex congresista conocido como "El santo patrono de los contrabandistas". Buena parte de su carrera política la hizo con el respaldo financiero de esos sectores ilegales. Ya instalado en el poder, tramitaba leyes en beneficio de sus patrocinadores. He ahí un buen ejemplo de la manera como los instrumentos públicos son desviados en beneficio privado. En el caso de Bolivia, nada más rentable que invocar utopías de corte socialista para disfrazar los más rastreros intereses individuales y de grupos de poder.
ResponderBorrarQué bueno tenerlo de nuevo por aquí, mi querido don Lalo. Esa sutil pero definitiva frontera entre el bienestar del individuo y sus propias tendencias egoístas es el terreno donde medran las expresiones más atroces del denominado "Darwinismo social y todas sus derivaciones. A ellas se refirió el premio Nobel Paul Samuelson en un bello libro titulado, de manera bastante elocuente, " Economía desde el corazón ".
ResponderBorrarInteresante!
ResponderBorrar