Es bien conocido el talante
prolífico del novelista francés del
siglo XIX Honoré de Balzac, quien a lo largo de su vida escribió
miles de páginas, entre ellas la serie
de obras conocidas con el título de La
comedia humana. Lo que muchos no saben
es que, aparte de su enorme talento, el narrador produjo muchas de sus novelas
para cumplir obligaciones con los editores, que le adelantaban el dinero
necesario para saldar sus deudas y mantener
el tren de vida propio de un arribista de su época.
Balzac fue uno de los escritores favoritos de Karl Marx. En
sus personajes y situaciones el filósofo
encontraba material de sobra para reflexionar sobre los valores de las clases
dominantes- las únicas visibles en el conjunto del cuerpo social- y sus efectos sobre las dominadas.
Más de un siglo después, en su intento por
comprender las variables económicas y su expresión en la vida cotidiana, el
economista francés Thomas Piketty, autor
del libro El capital en el siglo XXI, vuelve
a la obra del creador de Papá Goriot para mostrarnos el
impacto de las rentas ociosas y sus relaciones con la ecuación capital-
trabajo- ingreso en sociedades marcadas por la desigualdad extrema.
El mundo descrito por Balzac es,
si que quiere, una radiografía de las raíces de un mundo en el que, según
Piketty los viejos rentistas, en lugar de haber desaparecido, como creen
algunos, encarnan hoy en los capitanes de la industria, el sector inmobiliario
o la especulación financiera.
Agudo lector de Marx, el pensador francés retoma sus aspectos sustantivos y elude de paso la tentación de caer en el error del filósofo nacido en Tréveris : convertir sus hallazgos
en doctrina, facilitando de paso la
conversión de su pensamiento en profecía, con las consecuencias de sobra documentadas.
Por eso puede tomar distancia y
mostrarnos una mirada comparativa de
las transformaciones experimentadas por
distintas sociedades opulentas a lo largo de los últimos dos siglos. A través de una cuidadosa muestra
respaldada por gráficas, cifras y análisis de las mismas, el
autor nos lleva de vuelta a la paradoja de un planeta
cuyos desarrollos tecnológicos le permitirían alimentar a varios miles de
millones de personas más de las que lo habitan y , sin embargo condena al hambre
a un porcentaje inmoral de ellas.
Las razones de ese desajuste solo
pueden ser políticas y Piketty se encarga de enfatizarlo a lo largo del libro.
Y como no se trata aquí de volver pobres
a los ricos, como pretendieron en su momento algunas ideologías, el camino
hacia la redistribución del ingreso pasa entonces por el incremento progresivo
de los impuestos. Solo por esa ruta los ubicados en la base de la pirámide, es
decir, la mayoría, podrán acceder al
bienestar.
Thomas Piketty
Thomas Piketty
Pero ningún político se atreve a dar ese paso, por miedo a perder
parte de su caudal electoral. Entre
tanto, las desigualdades siguen creciendo, como bien lo muestran los indicadores
creados en su momento por el estadístico Corrado Gini. De paso, el autor de El
capital en el siglo XXI desmonta viejos
mitos, como aquél que define a los Estados Unidos de América como el país de la
igualdad y las oportunidades. Para ello
le basta un ejemplo: al contrario de la
percepción general, el acceso a la educación superior de calidad en el país de Thomas
Jefferson está limitado a una élite
capaz de pagar tarifas altísimas, lo que
de entrada ubica a sus miembros en una
posición ventajosa en el partidor. A ese grupo pertenecen los super ejecutivos
magnificados por el cine y por las
revistas de finanzas, responsables ,
entre otras cosas, de la última crisis
financiera analizada en detalle por
Piketty en su libro con el propósito de
identificar similitudes y diferencias con la
“ Gran depresión” padecida por la economía mundial a partir de 1929.
Con todo y las dificultadas que
implica la lectura de una obra con tan altos propósitos, como
lector gozoso de buena
literatura, el economista francés
tiene tiempo incluso para burlarse de nosotros: luego de una sucesión de páginas ilustradas
con gráficas densas dirigidas a explicarnos los efectos perversos de las rentas ociosas, renuncia de
pronto a los recursos de la estadística
y decide aclararnos las cosas
remitiéndose a la vieja y conocida
historieta de Los Aristogatos.
Por supuesto que Picketty tiene razón en destacar la creciente desigualdad en Estados Unidos, que tal vez siga siendo el país de las oportunidades pero sobre la igualdad... Ni siquiera hace falta ir a las estadísticas, que están allí de todos modos. Basta con observar las plataformas y planteos políticos de los dos partidos dominantes: los republicanos se han entregado por completo al integrismo religioso, a los prejuicios contra los inmigrantes, al repudio de los postulados científicos más obvios y al dinero, a los super-ricos (hasta los simplemente ricos están dejando de tener influencia en el partido, porque no tienen suficiente). Los demócratas conservan sus tradicionales impulsos distributivos, pero han conseguido muy poco en los últimos tiempos, salvo una mayor cobertura de los seguros de salud, que los republicanos han jurado derogar; ambos partidos son cada vez más diferentes y sus propuestas difieren más y más, aunque intelectuales izquierdistas (volvió a decirlo Galeano poco antes de morir) sigan sosteniendo que los republicanos y los demócratas son "el mismo partido". Ya no. Por obra y gracia del gerrymandering (manipulación de los límites y representación de las circunscripciones según conveniencias políticas) los republicanos controlan la gran mayoría de las legislaturas estaduales, además de, ahora, las dos cámaras del congreso federal, con la consigna de reducir impuestos (a los ricos) y también gastos (en los programas sociales). Un presidente demócrata muy poco puede hacer en una situación así.
ResponderBorrarDoctrinas, maestro; es extraño que nos ufanemos de nuestro desarrollo como civilización; el gran avance hacia lo inmejorable, y las doctrinas, las creencias radicales, absolutas, sin diálogo, se apoderen de cada manifestación en contra de algún tema. Esto lleva a la violencia, sea verbal, física, digital o legal, o sea, manipulando las leyes y lo que está afuera de ellas para obtener poder. En medio de ello la religión desde un punto ultraconservador.
ResponderBorrarMe quedo con ello. Había leído una reseña acá en México sobre El Capital en el Siglo XXI y hace referencia a lo que usted dice sobre no llevar el planteamiento de Marx, o analizarlo, o criticarlo, sin caer en la doctrina.
Me quito el sombrero ante su lúcido análisis del American dream, mi querido don Lalo. Sin democracia económica el concepto no pasa de ser un mero instrumento electoral y de equilibrio de poderes... controlados por la todopoderosa elite económica. Cuando uno se asoma a las tablas de análisis presentadas por Piketty en su libro entiende al fin el concepto de abismo.
ResponderBorrarAoreciado Eskimal : en su libro El Hambre, el escritor argentino Martín Caparrós nos ilustra desde el periodismo sobre el tamaño del drama de los seres de carne y hueso que en los libros de economía se nos antojan cifras abstractas.
ResponderBorrarUna de esas desigualdades extremas por demás ilustrativa y que desmonta muy bien el mito del sueño americano, nos la muestra Martin Caparrós en una crónica sobre la ciudad de Chicago, de la cual afirma que reúne la mejor arquitectura que el dinero puede comprar: cuarenta o cincuenta edificios corporativos que, uno por uno, serían el mejor de cualquier otra ciudad emblemática del mundo. Tal es la opulencia de su construcción que sin el asomo de duda busca mostrar quiénes son sus dueños. Pero unas calles más allá, aun en pleno centro con escaparates luminosos y aceras impecables, abundan los mendigos que se instalan cada treinta metros con carteles donde dicen que no tienen para comer. Terrible paradoja esta de Chicago, cuya Bolsa es la referencia mundial de las cotizaciones de maíz, trigo, soja y otros alimentos básicos. Tal vez no viene muy al tema de Balzac, pero la explicación suya sobre el libro de Piketty me trajo automáticamente a la memoria este ejemplo de aberración capitalista.
ResponderBorrarClaro que viene a cuento, apreciado José: el mismo Caparrós cuenta cómo individuos que en su vida han visto o tocado un grano de trigo, pueden enriquecerse en cuestión de horas especulando en la bolsa con los precios de ese producto. Entre tanto, en otro lugar de la tierra miles de personas padecen hambre, sin que en su vida entera hayan visto algo parecido al pan servido en la mesa.
ResponderBorrarLo grave es que el asunto no pasa por la escasez de alimentos sino por las políticas que privan a millones del acceso a los mismos.