Difícil el oficio de poeta en
estos tiempos de estruendo: al fin y al cabo, lo suyo es esculpir en el
silencio.
Esa dificultad trae consigo una
ventaja: de antemano, el poeta sabe que la batalla está perdida y eso lo salva:
puede consagrar su vida entera a la
búsqueda del silabario cifrado donde anida el misterio.
De modo que cada día reemprende su tarea sin que nada ni nadie lo apremie.
Ni siquiera las musas,
extinguidas hace ya tanto tiempo.
En su lugar, presta atención al
fraseo del viento, al rumor del agua, al mutismo de las piedras.
Es en esas entidades milenarias
donde la poesía resiste los embates del ruido.
El poeta Uriel Hincapié Montoya
lo sabe. Por eso labra sus versos con los aleteos del colibrí, con el deslizarse de la lluvia sobre una hoja
de plátano.
Con las voces que lo interpelan desde las entrañas de la roca o la madera.
Con las voces que lo interpelan desde las entrañas de la roca o la madera.
Como corresponde a los buenos
poetas lo suyo es, si se quiere, otra forma de la mística.
La de los sabios de oriente, que abrevan en los koanes del budismo zen o la de los iluminados cristianos como sor
Juana o san Juan de la Cruz.
Esa forma de transitar la luz
constituye la materia de Río de olvido,
el breve poemario que resultó ganador en la convocatoria de la Secretaría de
Cultura de Pereira en 2018.
Sus tópicos son los de siempre:
el olvido que horada nuestras más firmes
certezas. El amor que nos calcina y arroja nuestras cenizas al viento.
La muerte que cierra el círculo
de la vida y así le da sentido a todo.
Lo importante aquí es la manera
de decirlo. Como en este poema titulado Súplicas
de amor:
“Todo lo que se encuentra en el medio está en el final: una verdad nos
mira a la cara, explora la infancia, revisa el ser. Pero ya no estamos, la vida
pasó de largo: un niño en el abandono se da de
bruces contra el destino, no sabe de caminos ni de metas, no acaba de
comprender”
Lo de Uriel Hincapié es poesía en prosa, o prosa poética,
según cada lector lo quiera interpretar.
Si la vida pasa de largo y nos
deja varados a la vera del camino, sólo nos quedan las palabras para nombrar
nuestra particular forma de la
disolución.
Esa convicción alienta en los cantos del Rey Salomón y en la ebria lucidez de Li- Po. En La arboleda perdida de Rafael Alberti y en el vuelo de las aves que surcan el cielo de los versos de Aurelio Arturo.
Esa convicción alienta en los cantos del Rey Salomón y en la ebria lucidez de Li- Po. En La arboleda perdida de Rafael Alberti y en el vuelo de las aves que surcan el cielo de los versos de Aurelio Arturo.
“Sin embargo, presa de engañosa ensoñación de la corriente, la piedra
anhela convertirse en agua. ¿Y qué piden las hojas? Abundante lluvia pues el
lugar reclama vida y no muerte. Así una sombra lúgubre rodee al Maestro, no
huye del Monte de los Olivos. Río, piedra, oración, lluvia, ruta de hogar con
dulce canto de pájaros.”
Monte de los Olivos es el título de ese poema que se nos cruza en
la página cuarenta y dos para
recordarnos que, más tarde o más
temprano, a todos nos aguarda el encuentro con lo más cierto de nuestro
ser en el punto más elevado de la montaña.
Si regresamos purificados o no,
dependerá de nuestros aprendizajes en el
tránsito hacia la luz tejida con las voces del camino.
Al menos eso es lo que se
desprende del poema titulado Detrás de
las colinas:
“Habrá de cumplirse nuestro anhelo más alto: disolvernos en la tarde
tocando con las manos la hierba fresca. En todo viaje es menester saludar la
luz que aparta todo consuelo. El descanso verdadero se construye detrás de las
colinas. Lo sabe la mariposa que no cesa
de nacer en su proceso”.
Entonces lo comprendemos: no es
que la vida pase de largo. Es que no
cesamos de nacer y por eso cada recodo es el comienzo y el final del
camino.
De ese Río de olvido que nos sugiere Uriel Hincapié en el título de su
libro.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Gustavo
ResponderBorrarEl poeta Horacio, refiriéndose a los poetas, lo vaticinó hace más o menos dos siglos: ningún bebedor de agua ha escrito buenos versos. Y el poemario de Uriel Hincapié, al que se refiere esta buena entrada, está hecho de eso,de espuma, de lúpulo, de sensibilidad y reconocimiento.
Saludos
Ja, entonces ¡Salud! Diego: ni la poesía ni la buena vida son para abstemios.
ResponderBorrarAh... si nos referimos a Horacio, hablamos de dos milenios, no de dos siglos. De modo que el vino está mucho más añejo.
Mi madre me alertó sobre los poetas. Son mentirosos y bebedores, decía, hacen daño a las mujeres y no respetan la autoridad, no trabajan, se la pasan leyendo y escribiendo bobadas, no ganan dinero pero se gastan todo en vino. Yo la escuché atentamente... tanto, que quise ser poeta ardorosamente, pero sin el talento necesario. Lastima...
ResponderBorrarJa, ja, ja. Que buen perfil del perfecto poeta, mi querido don Lalo. Y no se haga muchas ilusiones: en todo lo que usted escribe , empezando por los comentarios a estas entradas, alienta la poesía: la muy bribona se cuela por cualquier resquicio.
ResponderBorrarMil disculpas por llegar tarde a sus siempre necesarias reflexiones, amigo Gustavo. Me di de baja del mundo virtual por un tiempo para pisar tierra como se dice popularmente.
ResponderBorrarYendo al asunto, siempre me ha parecido que los poetas son criaturas extinguidas, se acabaron con Homero, Horacio, Virgilio, Dante y alguno más. Desde entonces hasta esta parte, han devenido en una especie de traductores (tampoco al alcance de cualquier mortal) de la naturaleza pura (el lenguaje de los elementos, la música de las cosas) y de la naturaleza humana (el amor, la soledad, el desengaño, el olvido) que bien usted nos recuerda. Al contrario, la poesía siempre ha existido, desde el primer instante del Universo, por algo los astrónomos hablan de un sonido o radiación cósmica de fondo, y qué es sino esa expresión colorida y bellísima de las galaxias? Usted mismo certifica, de una manera totalmente poética, su innegable existencia ya que "la muy bribona se cuela por cualquier resquicio'.Justo en en el clavo. En mi país diríamos: cabal, casero.
Siempre es usted bienvenido por estos pagos, apreciado José. La verdad es que vivimos rodeados de poesía por todas partes. El asunto consiste en encontrar, como en la canción de Enrique Bumbury, " la chispa adecuada".
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