Por lo visto, el color reinante en el mundo es el violeta con sus distintas tonalidades. Y esa realidad no tiene relación con alguna moda neo-punk en el mobiliario o en una manera de vestir impulsada por las sectas Nueva Era.
Sucede que,
desde hace un buen rato, la bolsa malar-
así se llama esa parte de la cara- de un número más elevado de mortales suele
lucir teñida de violeta. En algunos es tenue, cercana al malva. Otros lucen ese tono intermedio propio de algunos
arreboles en verano. Y un alto porcentaje le presenta al mundo el color cárdeno
que suele aparecer después de un golpe violento contra algún objeto
contundente: una paliza feroz, digamos.
Pero aquí se
trata de otra clase de palizas no menos inquietantes. Son las propinadas por el
insomnio voluntario o impuesto. Es tan elevado el número de casos reportados
que el gran Morfeo debe estar
pensando en cambiar de oficio, o al menos en inventar alguna cura. Gomitas de Cannabis Sativa, por ejemplo.
Por lo pronto,
dejemos de lado la más conocida y natural de las causas del insomnio: la
próstata y el tiempo, ese par de villanos que decidieron combinar, como en la
teoría leninista- todas las formas de
lucha.
Precisado ese
detalle, encontramos que las claves de esa pandemia son múltiples. Mucha gente
no puede dormir porque las ansiedades de la vida diaria se acumulan en tal
proporción que acaban por desterrar la dosis de paz necesaria para abandonarse
en esas aguas misteriosas que inspiran a tantos poetas y alimentan el bolsillo
de los sicoanalistas. Ricardo Nieto,
médico siquiatra con estudios- cómo no- en Buenos Aires, me hace una
enumeración tentativa: deudas, desempleo, divorcios, demandas, alcoholismo,
hijas con embarazos tempranos, hijos con problemas de drogadicción, muerte de
seres queridos, pérdida de estatus social y unas cuantas causas más acaban por
arrojar a la gente a ese erial donde no hay lugar para la quietud y cuyo
desenlace final se traduce a menudo en
locura.
Otros no duermen
porque la industria del entrenamiento los asedia noche y día con seducciones
sin cuento, empezando por las domésticas: la televisión, la computadora y el
teléfono están siempre a la orden. Sé de
personas que duermen con los audífonos puestos, supongo que a la espera de un
llamado del cielo. Conozco otras que se trasnochan a la espera de su programa
de televisión favorito… transmitido a la
una de la madrugada.
También están
claro, los llamados a la evasión fuera de casa: cines, bares, billares,
conciertos discotecas, estadios y sectas religiosas constituyen un portafolio
diseñado a la medida del bolsillo y la desesperación de cada quien.
Y el último
grupo pero no el menos importante lo conforman las legiones de personas
que trabajan de día y estudian de noche
como único recurso para tratar de hacerse a un lugar en un mundo cada vez más
competitivo y feroz. Tengo una pareja de vecinos que salen de casa a las cinco
de la madrugada y regresan cerca de la media noche. Pero no vayan ustedes a
creer que llegan a descansar. Antes de dormir deben preparar las tareas para el
día siguiente, adelantar algunos oficios domésticos, examinar los mensajes del
buzón, lavar la ropa interior y otras minucias más.
Ya podrán
ustedes concluir que no tienen hijos ¿Cuándo podrían disponer de unos minutos
para consagrarse a esos menesteres que
demandan tiempo, imaginación y algo de sosiego?
A manera de sucedáneo tienen un perro que gime de soledad durante todo
el día y al que- olvidaba decirlo- sacan a cagar antes echarse a dormir tres o
cuatro horas, porque deben levantarse bien temprano a continuar la rutina.
Lo grave es que si usted no duerme bien el tiempo
necesario para recuperar energías la mente y el cuerpo se fatigan. Eso conduce
a la desconcentración; la gente empieza entonces a cometer errores y a volverse
cada vez más irritable y ansiosa con el consiguiente aumento de las
dificultades para dormir. En poco tiempo eso se vuelve una rueda infernal que
empuja a las personas al consumo de ansiolíticos y otros medicamentos
habituales para dormir, cuando no a la hospitalización, me dice el médico Nieto mientras se pasa los dedos índice y pulgar
por sus enormes ojeras color violeta tipo paliza infernal.
Bien sabemos
que, como todo en este mundo, las palabras y conceptos se renuevan al
tiempo que otros pierden vigencia. Por la mañana, bien temprano,
examino mi cara para constatar qué tono han adquirido mis ojeras y me pregunto
dónde fue a parar aquella idea hermosa de Dormir
a pierna suelta.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=P8JEm4d6Wu4
Estimado Gustavo.
ResponderBorrarEs mejor caer en los brazos de Morfeo, que verse feo. (Salió como en rima). Saludos y gracias por el texto, muy ameno y cutáneamente revelador.
Diego eFe
Como diría el filósofo Cantinflas, " Ahí está el detalle", apreciado Diego: en que cada día se hace más difícil conciliar el sueño (y qué significativo resulta aquí el verbo conciliar).
BorrarComo siempre, mil gracias por el diálogo.
Gustavo