La escena la presencié hace muchos años, cuando el uso de la telefonía móvil no se había hecho masivo y la gente hacía largas filas frente a las cabinas de teléfonos públicos instaladas en las esquinas. Una de esas muchachas proclives a hacer visita por teléfono se eternizó hablando por el aparato y al ser increpada por una señora que necesitaba usar el servicio le respondió en tono ofuscado: “¡ve, pues si tiene afán busque otro. Para eso esto es público!”
Tiempo después un ciudadano francés radicado en Pereira me preguntaba por qué en Colombia los conductores de buses del servicio público obligan a sus atribulados pasajeros a escuchar a todo volumen la música de su predilección. El pobre hombre tenía razón para estar preocupado: un día, agobiado por la emisión obsesiva de ese engendro apodado “ranchenato”, le solicitó al chofer que le bajara un poco al volumen, a lo que el hombre respondió que más bien se bajara él si no le gustaba la música.
Los episodios, que de por si resultan inquietantes cuando se trata de asuntos como los narrados, adquieren dimensiones de catástrofe cuando pensamos en la concepción que nuestra sociedad tiene de lo público. Así como la muchacha del teléfono y el conductor del bus, los latinoamericanos en general y los colombianos en particular somos inclinados a creer que lo público no es el patrimonio construido entre todos. Al contrario: lo asumimos como una tierra de nadie a la que se entra a troche y moche arrasando con lo que aparezca en el camino. Claro, no tenemos noción del otro, al que preferimos mirar siempre con recelo, cuando no como un enemigo. De allí a aceptar y legitimar las prácticas de corrupción media solo un paso. El que se roba los recursos públicos no está dotado para pensar que con su delito en realidad le está robando las posibilidades de vida a quienes acuden a las clínicas y hospitales, que pueden ser sus mismos allegados. Mucho menos puede calcular las pérdidas que se derivan de sus acciones en términos de educación, vivienda, recreación , movilidad y seguridad. Es decir, de componentes indispensables para la buena vida de todos. Nada de eso: los bienes públicos son un botín y bobo es quien no les eche el guante.
Como si no bastara con eso, el sistema de justicia tampoco ayuda mucho, pues más tardan los pillos en caer que las autoridades en liberarlos, con el resultado de que la sociedad recibe un mensaje nefasto: saquear el patrimonio colectivo es rentable y seguro, pues al fin y al cabo lo robado se va para el exterior o queda en manos de testaferros, mientras los que cometieron los delitos obtienen toda clase de gabelas que acaban por reducir las penas hasta lo irrisorio.
Las elecciones del 30 de octubre en Colombia deberían habernos servido al menos para emprender una reflexión sobre la forma como hemos distorsionado la noción de lo público. Pues si un alto porcentaje de aspirantes a cargos en el ejecutivo y legislativo hace rato lo asumieron como una empresa privada en la que se invierte y se recoge en medio de la impunidad total, el ciudadano que avala las aspiraciones con su voto debería pensárselo no una si no varias veces antes de respaldar las ambiciones de quienes desde hace muchos años se revelaron como auténticos herederos de Alí Babá y sus cínicos amigos.
Recuerdo que en la adolescencia, cuando buscábamos (casi siempre a la desesperada) nuestra identidad definitiva, nos hacíamos una pregunta, más o menos en broma, más o menos en serio: “Si pudieras robar un millón sin ser descubierto, ¿lo harías?” Lamento comunicar a los honrados lectores de miblog-ácido que casi todos los del grupo contestábamos por la afirmativa, y queda por verse hasta qué punto decíamos la verdad. Sospecho que por entonces todos queríamos sacar patente de machos y audaces. El porcentaje de respuestas afirmativas disminuía cuando se hacía una pregunta más compleja, con un agregado moral, como “sin ser descubierto pero partiéndole la cabeza al guardia”. Aquí comenzaban las repreguntas, del tipo “¿partirle la cabeza hasta qué punto, quieres decir hacerle un chichón o matarlo?” Y así pasábamos el tiempo. Después, ya de mayorcitos, esa ambigüedad moral del juego adolescente se manifiesta por los hechos concretos, y consiste en que muchos, sin ser delincuentes, justifican sus deshonestidades (no pagar impuestos, exigir o aceptar mordidas, delatar al compañero para quedar bien con el jefe) como actos de supervivencia, y por consiguiente sin responsabilidad moral. Se justifican diciendo que “si nosotros no lo hacemos los otros sí, y salimos perdiendo”, o “todos roban, si tú no lo haces eres un idiota”. Como dices, Gustavo, todo gira alrededor de hasta qué punto nuestras respectivas sociedades han distorsionado el valor de la cosa pública… y nuestra actitud personal ante esto.
ResponderBorrarNo voté, porque no creo en nuestra democracia, ni en ninguno de sus candidatos. Me sobran motivos. El último escándalo del POLO es tan asqueroso que uno tiende a pensar como creían los anarquistas del XIX que el poder es una potencia corruptora por naturaleza. Pero hice un ejercicio sociológico de observación lléndome a pié para Villa Santana a contemplar el asco electoral y debo decir que regresé con nauseas. Es una maquinaria perfecta e inmunda, aceitada con chorros de dinero, influencias y coerciones. Cualquiera de las cosas que se veían allí era causal de ilegalidad, y eso que los políticos tienen la legalidad en la boca cada que hablan, cualquiera de los sucesos podría considerarse como una falta grave contra la democracia. A la vista del mundo entero y con la complicidad de una población que se muere de hambre y vota a cambio de un pan con gaseosa. A la vista también de nosotros, que somos pequeños insectos impotentes aplastados por un mundo que ya no tiene remedio.
ResponderBorrarCamilo de los M.
Aparte de saludable, oportuna su dosis de corrosivo humor negro, mi estimado don Lalo."Sepulcros blanqueados" , le llamam a eso los que escribieron el Nuevo Testamento. Por lo visto conocían en detalle nuestra humana condición: Ya sea por acción o por omisión, todos adoptamos más o menos la misma conducta, dependiendo de hacia donde gire la veleta de nuestros intereses. "Proteico barro mortal" que dijo el poeta.
ResponderBorrarApreciado- e indignado- Camilo. A propósito de la jornada electoral, aquí en nuestra parroquia estamos apreciando una muestra de tan poco edificante panorama : los amigos y socios del candidato perdedor protestan por los resultados de las elecciones, no porque sean mejores, sino porque se les escapó un botín que daban por ganado.
ResponderBorrarA propósito de sepulcros blanqueados, “Serpientes, camada de víboras!, ¿cómo escaparéis al castigo del fuego?” dice Mateo que dijo Jesús. Pues muy fácil: les bastará (casi siempre les ha bastado) con nuestro silencio. Es por eso que tu denuncia permanente es tan importante.
ResponderBorrarSu artículo, amigo Gustavo, me viene como anillo al dedo para comentarlo porque a diario me veo asaltado por esa distorsion de lo público; en el momento que me disponia a leerlo una tropa de colegiales invadió el cibercafé para jugar en red uno de los juegos de moda, con las risotadas de la pandilla y el volumen alto de música tropical que inundaba el local tuve que poner pies en polvorosa al poco tiempo. Uno desearia que estos locales públicos fueran salas tranquilas como las bibliotecas para poder leer tranquilamente pero resulta imposible, porque cotidianamente los mejores clientes de estos sitios son los adolescentes, asi las cosas no me queda otro remedio que guardar los archivos para leerlos en casa.
ResponderBorrarSobre el asunto de la cosa pública, hace años tuve la experiencia de trabajar en una empresa que proveia de sistemas de agua potable a pequeños municipios. Era increible la voracidad y cinismo de los funcionarios públicos ya sean alcaldes, concejales o encargados tecnicos, quienes para poder adjudicar contratos a la empresa exigian su comision o "mordida", a tal punto está normalizada esta práctica que se la hace de forma abierta, a plena luz del dia y en oficinas de las empresas como pude observar de cerca. Entonces era muy joven todavia e ingenuamente le pregunté al gerente por el asunto, él encogiendo los hombros dijo que era inevitable porque en todas partes lo hacían y de lo contrario a la empresa se le acababa el negocio.
De fuentes cercanas tambien me enteré que para poder ser diputado o senador, el aspirante debe "invertir" entre 10 mil o 50 mil dolares,(esto es, aportar al partido politico auspiciante) de acuerdo a la probabilidad de ser elegido y el orden de prioridad en la plancha de candidatos. Aparte el interesado debe gastar para la propaganda de su persona. Es vox populi, que si se sale elegido y su partido asumirá el gobierno, el politico recuperará rapìdamente su inversion porque aparte de su jugosa dieta mensual, tendra la posibilidad de participar(morder) en la adjudicacion de megacontratos con transnacionales: petroleo, minerales, carreteras, etc. Todo eso en solo cuatro años que dura su mandato y de paso satisfacer su ego, haciendose llamar Padre de la patria u honorable diputado.¿será que puedo decir, en Colombia tambien sucede lo mismo y encogerme de hombros como consuelo?
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ResponderBorrarCada uno de nosotros, creo, se ha pasado de listo con el patrimonio colectivo. No tenemos una buena educación sobre qué es un derecho para un ciudadano y lo que ello implica. No pensamos sobre la responsabilidad crítica con el estado,que en realidad somos todos. Pasarse de lanza, hacer tranzas, engañar, robar, como dicen acá en México, es lo común. Claro, lo público no tiene un rostro definido ni es una cédula de ciudadanía, no le pertenece a nadie de manera directa, entonces el riesgo de un acto ilegal pierde validez. Para mi, tanto colegios como universidades deberían ponerle mucha atención a esa materia llamada ética, no dejarla como un programa semestral de buenas conductas en la calle o en la casa, o como una dosis increíble de religión. Hay que incluir en esas clases la crítica y análisis del conocimiento con el fin de mejorar el bienestar social, desarrollando ideas, proyectos, estrategias, motivando a la responsabilidad de lo que nos es común a todos. Es bueno aprender cómo funciona una cámara, pero es mejor conocer el por qué y para qué de esta herramienta.
ResponderBorrarApreciado, Eskimal. En México sí que saben de eso. De hecho, el PRI fue durante décadas toda una escuela de corrupción impune en la que aprendieron sus prácticas muchos gobernantes de América Latina, que de la noche a la mañana llenaron sus arcas mediante el expedito recurso de saquear el erario público.
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