Ilustración de Pablo Calle
La vieja imagen del periodista consagrado a fatigar las calles en busca de historias ha sido reemplazada por la de un grupo de personas sentadas en una sala de redacción, a la espera de que el mundo y sus avatares irrumpan en la pantalla del computador o se manifiesten a través de las vibraciones de sus tabletas y teléfonos digitales.
En ese punto se
centra hoy la discusión acerca del presente y futuro de los periodistas y los
medios de comunicación, sobre todo cuando algunos expertos auguran que no
tardarán mucho en ser suplantados por las redes sociales y su capacidad para
generar oleadas envolventes de información.
No suscribo
esta última tesis. Al contrario, pienso
que la calidad, la velocidad y el tamaño de la información nos obligarán a
cualificar los criterios y por ese camino a no confundir las herramientas con
el producto: por eficaces que estas sean no conducen a parte alguna sin los
buenos oficios del orfebre, en este caso el periodista. En esa medida ni
Internet ni los otros valiosos recursos tecnológicos podrán sustituir a las
fuentes verificables y mucho menos al trabajo de campo, es decir a ese
territorio palpitante donde el investigador se enfrenta a la vida y sus protagonistas.
Por esas razones
resulta tan gratificante encontrarse con trabajos de grado como el presentado
por Laura Sánchez Largo, joven estudiante de periodismo de la Universidad Católica
de Pereira. Su título es Cuando salí de Cuba, un reportaje donde recrea las
condiciones de vida de los presos por el
delito de rebelión en la cárcel de Bellavista, ubicada en el Área Metropolitana de Medellín.
Motivada por la
convergencia de los diálogos de paz con las guerrillas y la crisis del sistema
carcelario en Colombia, la narradora
emprendió la tarea de contarnos, desde las entrañas del penal, las visiones de
mundo, los juegos de poder y las luchas por la supervivencia de un grupo de
hombres que protagonizan tras las rejas su propia versión de la historia de
Colombia.
Laura Sánchez Largo
En tiempos de facilismos y de la religión del “corte y pegue”, Laura Sánchez se sumergió durante varios domingos en los pasillos de la cárcel de Bellavista y desde allí recreó para nosotros con aguda mirada y fina escritura la manera como se reproducen en el interior de las cárceles los códigos de un país en guerra: el equilibrio de poderes entre guerrilleros y paramilitares, la conquista de privilegios, los negocios particulares en un sistema donde hasta el aire vale plata y las inconsistencias y corruptelas del aparato de justicia nos son presentadas echando mano de las viejas y efectivas técnicas del periodismo narrativo.
Cuando salí de
Cuba es también una muestra de los intentos por abordar el conflicto
armado sin los maniqueísmos de la
secular división entre buenos y malos. Para ello la autora se apoya tanto en la
definición legal de preso político, rebelde o insurgente, como en el manejo que
los organismos internacionales y las asociaciones de derechos humanos les
dan a esos conceptos y a la manera como
repercuten en la información sobre el conflicto. Pero ante todo están las historias, obtenidas de
la voz misma de los protagonistas,
que en este caso se llaman Nilson,
Alirio, Luciano o Damián, hombres que
gravitan entre el idealismo , el pragmatismo, la arbitrariedad y la contumacia : por eso mismo ilustran tan
bien una cierta manera de ser
colombiano.
En la escena
final del reportaje asistimos a una suerte de alegoría: hartos de consumir una
magra dieta de agua con apio, un grupo
de reclusos decide sacrificar la enorme rata que habían adoptado como mascota.
A modo de protesta la cuelgan en el bongo o comedor del patio. Suspendido
de una cuerda el cadáver del animal
parece resumir muchos episodios de la reciente y remota historia de Colombia.
Es por eso que textos como este le devuelven a uno la esperanza en el
periodismo como recurso indispensable para contar, pensar y comprender la realidad. La Universidad Católica
de Pereira está en mora de crear las
condiciones para que este tipo de
trabajos sean divulgados y conocidos más allá de las aulas y no se reduzcan a
la mera condición de requisitos para optar a un título profesional.
De la intuición y el trabajo de jóvenes periodistas como Laura depende, en buena parte, el futuro de su profesión en esta era de la espesura digital, que ha puesto a degüello a los medios tradicionales. Cada nueva generación de periodistas enfrenta un desafío nuevo: ¡si hasta la aparición de la máquina de escribir pareció en su momento un sacrilegio y cerró muchas carreras! Uno de los desafíos para esta nueva camada es la abundancia de información/basura, que abruma al público y también a muchos profesionales. Qué curioso: por un lado un océano de información y, por el otro, medios basados en la brevedad, como los 140 espacios de Twitter. Laura y sus amigos deberán aguzar el ingenio para mantener el equilibrio entre estos dos extremos. De paso, ¡qué imagen esa de la ejecución de la rata! Sólo espero que Laura no haya disminuido su efecto explicándola.
ResponderBorrarPor supuesto que no la explicó. Digo, la imagen de la rata, mi querido don Lalo. Tiene usted toda la razón: habrá que afinar la visión para encontrar la perla en medio de esa avalancha de información basura que nos acosa por todos los costados. De allí la importancia de leer poesía para la formación del periodista: un buen poema es como una flecha dirigida a la esencia misma de los seres y las cosas. Y, como si fuera poco, nos señala la importancia de lo no dicho, de lo apenas sugerido, como en la imagen de la rata.
ResponderBorrarEsto del “copy and paste” es cada vez un fenómeno más extendido, incluso a los altos círculos académicos. Recuerdo que un ministro alemán, no hace mucho se vio obligado a renunciar porque le pillaron que su tesis doctoral era plagiada. Razón, por demás, para aceptar que el viejo chiste de “copiar a uno es plagio, copiar a muchos es investigación” es una triste y contundente realidad. Y ahora con el fenómeno de internet, los plagiarios la tienen más fácil para conseguir abundante información que por cuestiones de tiempo y descuido no siempre puede ser monitoreada por las autoridades académicas. Suscribo totalmente que es necesaria esa cualidad de “orfebre”, en otro sitio llamaban “la carpintería” del oficio, para que una noticia o relato tenga identidad y se note que ha sido trabajada en todo el sentido de la palabra (con sudor incluido) y no haber sido producida industrialmente por una agencia de noticias, asépticamente sin emoción alguna. Hace usted muy bien en respaldar a sus estudiantes mediante esta divulgación de sus méritos. Tal vez sea un poco lerdo, pero no le pillo a qué se refería la estudiante con el título de su reportaje. ¿tiene que ver con las condiciones de la cárcel o es una metáfora de la falta de libertad en la isla caribeña?
ResponderBorrarApreciado José: Cuba es el nombre de uno de los pasillos de la mencionada cárcel. Por eso la autora juega con el título y la letra de la célebre canción: "Cuando salí de Cuba/ deje mi vida/dejé mi amor/ Cuando salí de Cuba/dejé enterrado mi corazón".
ResponderBorrarEstoy vencido de que la única manera de no sucumbir a la tentación del corte y pegue consiste en afinar los sentidos y echarse a la calle en busca de historias, como sucedió en este caso.
Joder, qué ignorancia la mia, conque se aludía a una célebre canción que no conozco.Gracias por el apunte.Saludos.
ResponderBorrarhttp://www.youtube.com/watch?v=VRQSyTCsWtc
BorrarDe Guillermo Portabales, esta versión, el mismo que hizo famosa la canción de "El Carretero".
Cami.
Acabo de enterarme, en el vinculo de la grabacion de Portabales, que Cuando sali de Cuba fue escrito por... Luis Aguile, un autor argentino. Lo digo sin alusiones politicas.
ResponderBorrarMuchas gracias por el enlace a la memoria, Camilo
ResponderBorrarEn últimas todo tiene alusiones políticas, mi querido don Lalo.
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