Leo en el periódico que la culpa de los racionamientos de agua establecidos en las zonas rurales de Pereira
la tiene el “intenso verano”, según afirman en coro los responsables de los
acueductos ¿Cuánto lleva ese verano malévolo? ¿Tres años, dos, uno? Nada de eso, apenas un par de
meses y las reservas de agua ya se
acercan al agotamiento.
Así ha sido siempre entre
nosotros. Si los precios de los
alimentos andan por las nubes no es debido a las pérfidas políticas dirigidas
a debilitar el campo y abrir así las puertas a quienes especulan con la
tierra , sino a las “ inclemencias de la naturaleza”. En la
misma tónica, si crecen los barrios marginales en las ciudades es porque a los pobres del campo les dio por emigrar,
nunca porque los dueños de la plata y los fusiles los desplazaron.
Es por eso que
siempre nos dedicamos a buscar el muerto aguas arriba y así nunca
hallaremos los responsables del daño. Hace casi una década le solicité al director de la Carder por esos
días su opinión sobre el desorbitado y canceroso crecimiento de los
condominios rurales en sectores como Tribunas, San Joaquín y Combia, entre otros. “No hay
nada de qué preocuparse. El suministro de agua está asegurado y todo se
está haciendo de acuerdo a la ley”, me respondió.
Hasta donde sé, la clave de toda
constitución política reside en la primacía del bien público sobre el privado.
Duchos en aberraciones, los colombianos no
nos vamos con escrúpulos a la
hora de invertir la premisa: los apetitos personales están por encima de todo
lo demás. Por eso, a la hora de diseñar
los Planes de Ordenamiento Territorial,
los tiburones de la propiedad raíz van
siempre adelante, mientras alcaldes y concejales, responsables de velar por los
intereses ciudadanos andan a la zaga y muchas veces se limitan a suscribir lo
impuesto por los primeros.
En el caso de los acueductos,
como su negocio es en esencia vender agua,
optaron por mirar hacia otro lado
cada vez que una finca era parcelada para construir vivienda rural de estratos cinco y seis. Alguien me dirá que un propietario tiene derecho a hacer con sus bienes lo que se le antoje. Y sí, le
asiste toda la razón, siempre y cuando no ponga en riesgo el bien de los demás. Y eso es lo que ha pasado entre
nosotros. Cada vez que se parcela una finca para que los herederos del
patriarca hagan su agosto y los nuevos ricos
revivan el mito bucólico de habitar en el campo se genera una cadena de
daños colaterales: se destruyen bosques enteros, con la consiguiente disminución de fuentes de
agua, que a su vez provocan el desplazamiento y desaparición de especies
animales. Al final de esa cadena se dejan de producir alimentos en el campo, se
pierden puestos de trabajo y quienes vivían de trabajar la tierra se ven
empujados hacia la periferia de las ciudades, donde a duras penas encontrarán empleo en el mismo
sector de la construcción que los expulsó de sus lugares de origen.
Como si no bastara con eso, la
buena planeación no ha sido la característica en la gestión de los acueductos rurales. A
juzgar por el rápido desabastecimiento, todavía hay mucho por hacer en lo
concerniente a inversiones en
reforestación y en construcción de grandes tanques para reserva de agua. Por supuesto, también
está la irresponsabilidad ciudadana que ha hecho del derroche una forma de
ostentación. “Para eso pago”, me contestó un señor una vez
que le llamé la atención sobre el
despilfarro de agua en el lavado de su auto.
Pero ni esto último, ni un
fenómeno del niño que, según los
expertos apenas va por la mitad, pueden desviar la atención sobre las causas
últimas de la crisis en el suministro de agua en las zonas rurales de Pereira. Si no le ponemos cara,
seguiremos buscando el muerto aguas arriba.
Para que entremos en materia, si hablamos de los acueductos de la zona suroriental de Pereira hay otro factor de alteración climática: los monocultivos de pinos y eucaliptos que estableció una multnacional irlandesa en las cuencas de captación de Consota, Barbas y Cestillal. Es cierto que hay una fuerte demanda de agua que las cuencas tarde o temprano no podrán soportar, pero esa no es la principal causa del desabastecimiento, al menos no en el corto plazo.
ResponderBorrarHay infinidad de literatura científica que demuestra que las plantaciones de pino y eucalipto disminuyen el caudal de los ríos en el trópico. Aun así, la CARDER las defiende e incluso las promueve. La pregunta sería más o menos ¿Por qué una autoridad ambiental pública resultó ser la mayor abanderada del negocio privado de una multinacional papelera que entre otras cosas nos deja sin agua?
Vaya usted y averíguelo, don Gustavo. Saludos.
Ahí le dejo una pequeña investigación sobre el asunto:
http://fronterad.com/?q=cuando-montana-se-ponga-blanca-politica-forestal-y-desarrollo-en-sierra-colombiana
Cami.
Apreciado Camilo: sería muy importante identificar esa literatura científica y precisar dónde está ( instituciones, vínculos, páginas), porque la semana anterior en el programa radial Juntos pero no revueltos , de Ecos 1360 radio, dos ingenieros de la UTP llamados Diego y Mauricio declararon que no existen pruebas sobre los efectos perniciosos de las coníferas en el suelo
BorrarCuando uno sabe, por ejemplo, que la multinacional Smurfit finanancia proyectos de la CARDER y el Ministerio de Agricultura,o que hay parentescos entrecruzados entre quienes dirigen las Corporaciones Autónomas y quienes lideran el negocio forestal en la región, empieza a sospechar. Podría citarle por lo menos 20 artículos de revistas científicas documentando el impacto de las coníferas y de los eucaliptos (que son más nocivos aun), pero voy a hablarle de algo obvio y de sentido común: hace dos meses talaron varias hectáreas plantadas en cabeceras del Consotá. El terreno quedó completamente descubierto y quedará así al menos tres años mientras los nuevos árboles ganan algo de altura. Con temperaturas como las actuales es obvio que esa ladera sin vegetación no va a retener agua y perderá en la evaporación porque no hay retención de la lluvia.
BorrarExiste un documento de la FAO recopilando multitud de bibliografía y estudios que documentan impactos sociales y ambientales negativos de estos cultivos (http://www.fao.org/3/a-y7605s.pdf) pero el problema ni siquiera es ecológico: es ideológico y político, porque los intereses que se mueven debajo son muy poderosos.
Salud!
Mil gracias.
ResponderBorrarEn este proceso que describes van de la mano los propietarios ávidos y los burócratas irresponsables, que acentúan el cambio climático y el proceso de desertificación, como podria ser el caso de California. Pero hay más. Hace un par de dias Justin Webb, un periodista del Times de Londres que fue corresponsal en Estados Unidos durante mucho tiempo, hizo con su familia una excursión en automóvil entre Los Angeles y Phoenix (Arizona) y no podía creer el calor abrasador que debieron soportar. Su tema era que el cambio climático ha dividido en forma irreparable a la nación, ya que todos los republicanos repudian la idea y casi todos los demócratas la sostienen, sin que ninguno atienda a razones. En el caso que tocas, como bien apunta tu segundo "Anónimo" (supongo que es Camilo), también es ecológico, ideológico y político. Estamos fregados.
ResponderBorrarAsí estamos, mi querido don Lalo. Ahora resulta que el desastre , que en realidad no es climático sino humano, acaba por ser un asunto de ideologías, o mejor, de prejuicios partidistas, igual que las discusiones sobre el creacionismo o el darwinismo. Eso sí: las únicas reales son las víctimas
BorrarComo expliqué alguna vez, el nombre de mi ciudad etimológicamente significa “llanura inundada” porque antiguamente estaba poblada de lagunas y vertientes. Hoy somos una copia miniatura de México DF , un valle en plena desertización, contaminado y azotado por el polvo. Casi medio siglo que seguimos esperando las aguas milagrosas que nos han prometido acarrear sucesivos gobiernos, desde la cordillera. Es inaudito que en dos décadas no se pueda ni siquiera terminar una represa, ni hablar del proyecto hidroeléctrico añadido. Siempre arguyen que no hay suficiente financiamiento. Y lo que es peor, cada cierto tiempo hay denuncias por mala ejecución o estafa de las empresas contratistas: los candorosos burócratas que se enteran de los dudosos antecedentes de las empresas después de efectuar el desembolso de millones, luego rescisión de contrato con graves pérdidas y vuelta a empezar como si nada. Vinieron empresas italianas, luego españolas, y ahora los chinos que lo invaden todo. En el fondo, siempre hay viles negociados, sobornos aquí y mordidas allá. El agua es el gran negocio del nuevo siglo, si viera la cantidad de empresas embotelladoras que han prosperado a costa de la necesidad de la gente.
ResponderBorrarSi nos atenemos a los índices de corrupción de nuestros países, el asunto no resulta tan inaudito, apreciado José. Al fin y al cabo, los pillos andan demasiado ocupados en saquear el erario como para dedicarle tiempo y recursos al quimérico " bien común".
ResponderBorrarComo podemos ver, los relatos de ficción, que describían guerras desatadas por el control del agua, hace rato se quedaron cortos.