Como ustedes saben, mi vecino, el
poeta Aranguren, posee una condición fantasmagórica: desaparece y reaparece al
ritmo de sus visitas a su Santa Marta
natal.
Hace una semana tocó a mi
puerta, pálido y sudoroso como un Lázaro de los trópicos. Creí que era
por los resultados del plebiscito, pero recordé que al hombre parecen tenerle sin cuidado esas turbulencias tan terrenales.
Para no perder la costumbre traía
bajo el brazo una botella de ron Tres Esquinas
a medio despachar.
¡Me sacó de Feijbuk, me sacó de
Feijbuk! Espetó a modo de saludo. Entonces,
caí en la cuenta de que su último viaje al Caribe obedeció al llamado de la piel de cobre de una mujer
Wayuu.
“Quiero verte”, decía el mensaje,
antiguo como el sol, enviado a través de la red social.
Y el hombre no lo dudó un
instante: tomó su morral y se subió a un bus de Rápido Ochoa.
Resulta que cuando desembarcó en
su lugar de destino, por alguna de esas razones misteriosas que anidan en el
corazón de las damas, la mujer lo había eliminado de Facebook, lo que en estos
tiempos equivale para muchos a ser desterrado al fin del mundo.
Y
ahora estaba sentado en mi casa,
con toda la carga de su despecho envenenándole la sangre.
Fue así como advertí que si en el
mundo de hoy los canales del enamoramiento son casi siempre virtuales, sus
efectos devastadores siguen siendo reales, con todo y su
correr de lágrimas y excesos
etílicos.
Solo que internet le ha añadido al
asunto un elemento metafísico: la gente se desvanece al impulso de un ¡click! sin los golpes de efecto, los gritos, los
reclamos, las lágrimas y los desmayos que tan bien supieron explotar algunos
autores decimonónicos y que todavía exprimen los libretistas de culebrones mexicanos.
Por eso Aranguren regresó tan
borroso esta vez. Y nada como una canción de Gardel para devolverle al mundo su
consistencia material. Así que lo invité a escuchar Cuesta
abajo, esa suerte de oda al desastre entonada con dejo rioplatense.
Bastaron tres minutos para que todo entrara en ebullición y los rescoldos viles se
desvanecieran en el aire. Al punto, el tipo recobró los colores del rostro y,
de paso, la lucidez.
Admitió que las redes sociales y
sus fieles devotos han forjado una exasperada sensación de consistencia
existencial: todo depende de la cantidad de seguidores. Si el número de estos
aumenta, uno existe más. Si disminuye, el ser se reduce a su mínima expresión.
De modo que, como una avanzada de
divinidades digitales, Facebook, Google, Twitter, Instagram y todas las demás,
han venido a cumplir- miren por dónde- el viejo anhelo de Kafka : “ Hacerse cada vez más delgado, cada vez más
pequeño, cada vez más liviano, hasta desaparecer”.
Así que si a usted, apreciado
contertulio, una mujer veleidosa o un amigo envanecido lo borran de Facebook,
no desespere: el mundo real sigue ahí, dando vueltas insensatas alrededor del
sol. Bastan un trago doble de algún
brebaje redentor, una canción o una buena conversación para devolverle a la vida todo su peso
específico, su potencial de seducción.
O si no, pregúntele a Aranguren. Vive aquí nada más, a la vuelta de mi casa.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=IQFcpuYi8L4
TRIBUTO AL NOBEL
Convencido de que el rock es en realidad un género literario, celebro este premio a la literatura con banda sonora.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=IQFcpuYi8L4
TRIBUTO AL NOBEL
Convencido de que el rock es en realidad un género literario, celebro este premio a la literatura con banda sonora.
Y como tributo al bien merecido Premio Nobel de Literatura, rescato de mis archivos un artículo publicado hace cinco años en este Blog.
BIENVENIDO BOB
Lector incurable, aprendió muy
temprano de los sabios antiguos que lo más sensato es vivir sin apegarse a nada
ni a nadie, como una piedra que rueda. Sus padres, de origen judío, lo
bautizaron Robert Zimmerman pero en uno de sus primeros actos de rebeldía decidió apellidarse Dylan, tomando prestado
el nombre de un oscuro y turbulento escritor irlandés. El poeta andaluz Joaquín
Sabina, explorador de otros abismos, le rindió tributo en una canción cuyo título resume toda posible forma de derrota:
“Tan joven y tan viejo”. En 1961, cuando contaba veinte años y el mundo
trataba de curarse las heridas de la
posguerra, empezó a recorrer los escenarios en una peregrinación que lo tiene
hoy, cinco décadas después, más vivo que nunca
y dispuesto a echarse otra vez al camino para ponerle banda sonora y
lírica a las esperanzas y desasosiegos de varias generaciones de mortales.
A pesar de que las izquierdas de
los años sesentas del siglo pasado intentaron apropiarse su discurso, en
realidad es un conservador anarquista que se educó escuchando las canciones de Woody Guthrie y
por eso ama el mundo rural, como contracara idealizada de los desbarajustes del planeta industrializado.
“Venid padres y madres de todo el mundo/ y no critiqueís lo que no
entendeís/ vuestros hijos e hijas ya no están bajo vuestro control / vuestro
sistema se está haciendo viejo/porque los tiempos están cambiando”,
cantó alguna vez frente a una multitud
que convirtió esos versos en una declaración de principios generacional, tal como sucedió
con el Let it be, de The Beatles o My Generation, de The Who. Para variar, fue excomulgado en su
momento por legionarios más conservadores que él cuando decidió incorporarle
elementos eléctricos a las armónicas y a las cuerdas melancólicas de las canciones
folk. “Traidor”, dijeron y procedieron a quemar sus discos en la siempre
renovada pira de los fundamentalismos.
Cuando ya era un fetiche
para los hijos de la bomba atómica, un accidente en moto estuvo a punto
de dejarnos sin sus poemas, tan intensos
y lúcidos que siempre logran sobreponerse a la mala voz, asmática, nasal y
entrecortada como la de ese otro poeta llamado Joan Manuel Serrat.
Durante años se ha sumido en largos silencios de los que regresa siempre
para recompensar la espera con una renovada
dosis de lucidez no exenta de ternura. “¿Cuántas veces puede volver la cabeza un hombre / y pretender que no ha
visto nada?/ la respuesta, amigo, te la dictará el viento/ la respuesta está en
el viento” proclamó en uno de
esos retornos y entonces uno
coincide con el periodista cultural y
melómano irredento Alejandro Patiño Sánchez cuando sentencia que la historia de
la música se divide en antes de Dylan y después de Dylan.
Hace algunos años fue postulado
al premio Nobel de literatura, lo que, una vez más, provocó la santa ira de los ortodoxos. Varios directores de
cine han realizado películas
argumentales y documentales sobre su vida, obra y milagros, que no son pocos. Aunque no participó
en el ya legendario Festival de
Woodstock, todavía se recuerda que éste se realizó en una finca cercana a su
residencia. En este 2011 cumple setenta
años de vida y cincuenta de actividad literaria y musical. Durante ese tiempo
muchas utopías nacieron y fueron enterradas por sus propios forjadores. Varias
revoluciones se convirtieron en cenizas o en
parodias de si mismas. Unos cuantos de los que iban a cambiar el mundo
al ritmo de sus canciones ahora ocupan las poltronas del poder. Pero Robert
Zimmerman, llamado Bob Dylan, sigue allí contra todos los augurios. Por eso, así
como deben agradecerse los besos , los abrazos y las palabras de consuelo que
le dan a uno en el camino, desde este
lugar de la tierra, cuando muchos de sus contemporáneos malviven en la
jubilación o blasfeman entre las paredes
de un geriátrico, quiero plantar mi dosis de gratitud por esos versos que me
ayudan a vivir, enviando esta postal que
no podía empezar sino así : bienvenido Bob.
PDT: aquí van las bandas sonoras de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=vWwgrjjIMXA
https://www.youtube.com/watch?v=8LK8zM6GQ2s
How does it feel, ah how does it feel?
ResponderBorrarTo be on your own, with no direction home
Like a complete unknown, like a rolling stone...
Como nos enseña el flamante premio Nobel de literatura, los desengaños iluminan el camino. Aranguren es un sabio y verá la luz.
Ah... ella antes solía vestirse tan bien....
Once upon a time (she) dressed so fine...
Y mírenla ahora... como decía Discepolo:
Sola, fane y descangayada, la vi esta madrugada salir de un cabaré.
Ja, ja. Bienvenida sea la dosis de fino humor, entre británico y mendocino, aparte de esa oportuna cita de Dylan, mi querido don Lalo. Yo le añadiría eso de " Te acordás hermano/ la rubia Mireya/ se formaban ruedas/ pa verla bailar".
Borrarjajaja.. que personaje el señor Aranguren, hasta esto hemos llegado con la virtualización de los medios y el auge de las redes sociales, se ha llegado al punto que personas se suicidan a raíz de esto. Hace días vi en un canal de youtube una jóven australiana que desde muy pequeña su vida giro en torno a estas redes sociales, todo su mundo era virtual y en un instante su mundo virtual se destruyo, lo cual le trajo graves consecuencias y a raíz de esto ella decidio hacer una organización llamada CAMBIEMOS EL JUEGO. es una bonita historia para muchas personas las cuales viven una vida virtual. Adjunto el link por si lo quieren ver. https://www.youtube.com/watch?v=jTxqI804R3g
ResponderBorrarFeliz Día para todos. un abrazo
El problema, amigo de Radiomierda, reside en que cuando uno se desbarranca del universo virtual cae de culos en el mundo real.
BorrarLo bueno hubiera sido que Aranguren hubiera caído de culos en el real fundillo de la wayuu. Lo que pasa es que la mayoría de las veces las historias son tristes, muy al contrario de lo que exhiben las redes sociales donde todas las fotos son felices, sonrientes, bellas, retocadas, y el individuo navega en un océano de plenitud alegre sin contradicciones. Para mi esas redes funcionan más como una proyección de los sujetos revelando cómo desean verse a si mismos, y a la vez una ficción para que los vean los otros. Puro artificio. Luego nos comparamos con esas tribus bárbaras donde todos exhiben sus mejores collares y se pavonean en las danzas ceremoniales... y pues resulta que no somos muy diferentes.
ResponderBorrarSaludos, Cami.
Exacto, Camilo : las redes vienen a ser una suerte de espejo astillado en millones de fragmentos. Cada uno corresponde a un ego enfrentado a su propia imagen. Al final, reunidos, nos ofrecen una sobrecogedora visión del vacío.
ResponderBorrarNo sé si es más rulfiano el artículo o el personaje en sí (salvando las distancias y en versión urbana, aclaro). Como yo vivo muy lejos y no me consta que su amigo Aranguren es de carne y hueso, sospecho que es una invención suya (desde mucho antes, según le he ido leyendo), una suerte de alter ego. ¿No será que usted nos está tomando el pelo, desdoblándose a la manera de Pessoa?
ResponderBorrarSobre el gran Bob, usted ha dado en el clavo, como un raro clarividente, ya que con sus continuas referencias acerca de que el rock es un género literario, los desconfiados miembros de la academia sueca parecen darle la razón. Con los aspavientos y tirones de cabellos de los puristas que andan despotricando en internet: ¿el Nobel para un músico?, ¡cómo es posible!, si querían premiar a un norteamericano, ya tenían en la lista de espera a Philip Roth, Pynchon, De Lillo, etc, afirman algunos desconsolados.
Me consta que el tipo traga ron Tresesquinas por canecadas y que alguna vez sodomizó un pequeño armadillo, su mascota, que se le murió de viejo sin que pudieran echarlo a la olla. Lo que usted dice son infundias y embustes.
BorrarCami.
Js, ja, ja. Dios le pague por la solidaridad con Aranguren, apreciado Camilo.
BorrarApreciado José: no desconfíe, que en una de esas Aranguren le da una sorpresa y se da un paseo por Bolivia, llevándole de regalo un dulce de tamarindo.
ResponderBorrarY sobre el viejo y querido Bob, que se tiren de los pelos los puristas : lo suyo es poesía con banda sonora.
Profe, quizá el efecto de internet sobre el amor es dilatar la utopía, la idealización. Eliminar cualquier realidad de sudor, hipos y eructos, esas valiosas y bellas singularidades que muchos llaman defectos.
ResponderBorrarSobre Dylan, lo importante es cómo se juega y crea con el lenguaje, no los formatos en los cuales se plantea. Saludos y abrazos.
Apreciado Eskimal: me dejó de una pieza con eso de "dilatar la utopía". Creo que va en la misma dirección de Joaquín Sabina en su poema titulado Noches de boda, un tributo a Chavela Vargas: "Que no te duerman con cuentos de hadas/ que no te vendan amor sin espinas".
ResponderBorrarY sobre el viejo Bob, mientras los puristas terminan de rasgarse las vestiduras, sigo brindando a su salud con un buen vaso de la bebida sagrada de los roqueros : el Jack Daniels.
Profe, quizá el efecto de internet sobre el amor es dilatar la utopía, la idealización. Eliminar cualquier realidad de sudor, hipos y eructos, esas valiosas y bellas singularidades que muchos llaman defectos.
ResponderBorrarSobre Dylan, lo importante es cómo se juega y crea con el lenguaje, no los formatos en los cuales se plantea. Saludos y abrazos.