XVIII
La obstinada fe de los ateos en la inexistencia de Dios.
XIX
No se puede conjurar lo inefable.
XX
¿Usted no sabe quién soy yo? , preguntan los poseídos por el pavor de su propia nada.
XXI
Hasta en sueños parlotean los desterrados del silencio.
XXII
Quien no comprende los misterios de la esfera, la parábola y la espiral jamás captará la belleza del fútbol.
XXIII
Si lográramos expresar la verdad con palabras enloqueceríamos.
XXIV
Los antiguos poetas decían su palabra en las plazas. Los de hoy tienen a Youtube.
XXV
Caminar en soledad por las montañas… y encontrar de repente ese pedazo de uno mismo perdido tiempo atrás.
XXVI
La mirada del loco en el sanatorio espanta porque es también la nuestra.
XXVII
Los avatares de los viejos dioses se manifestaban en piedras y relámpagos. Ahora lo hacen en Twitter, donde cada quien es su propia divinidad, desamparada y arbitraria.
XVIII
Las promesas eternas suelen ser asunto de desmemoriados.
XXIX
Esas cuerdas insondables de la vida que sólo una buena canción puede pulsar.
XXX
La ya extinguida generosidad de los mayores, que preparaban los alimentos en una olla inmensa por si pasaba un peregrino.
XXXI
Como niños grandes, durante las pestes, las guerras y los cataclismos los humanos prometemos portarnos bien. Una vez pasado el susto volvemos a las andadas.
XXXII
La vida: generación tras generación, millones de seres haciendo fila para reproducirse y morir.
XXXIII
Durante las cuarentenas volvimos a descubrir para qué sirven las ventanas.
XXXIV
Soy un libro abierto para los otros, dijo el más indescifrable de los seres.
XXXV
Teólogos, místicos y matemáticos hablan de lo infinito. Del todo en el uno y del uno en el todo: es su manera de referirse a Dios.
XXXV
“ Se salvó de la muerte”. ¿Han escuchado expresión más absurda?
XXXVII
Sentarse a la mesa de un café a ver pasar el mundo. Y, de repente, descubrir en su incesante flujo un destello de eternidad.
XXXVIII
Los peligros de enamorarse de una mujer que se llame Dolores.
XXXIX
Destilar el licor del mundo y saborearlo en pequeños sorbos: el Haikú.
XL
Las piedras, hechas plegaria, nos hablan por igual a través de cuevas, montañas y catedrales.
XLI
Un gol en un estadio vacío : otra de las postales dolorosas que nos dejó la pandemia.
XLII
Toda mujer es umbral, puerta para la entrada de otros seres al mundo. De ahí su fortaleza a la hora de afrontar la adversidad.
XLIII
Diplomacia: otro eufemismo para nombrar la hipocresía.
XLIV
¡Cuántas esperanzas puestas en un futuro que pronto se convertirá en pasado!
XLV
Día de sol. Un guayacán florecido. En el suelo, formando un tapiz en el contorno del árbol, cientos de flores amarillas: como si la sombra tuviera color.
XLVI
En su juventud, el escritor Albert Camus fue arquero de un equipo de fútbol en Argelia. En gran medida, eso explica el hondo pesimismo de su obra.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=Mb3iPP-tHdA
"Durante las cuarentenas volvimos a descubrir para qué sirven las ventanas." Bueno, para ver/descubrir al "otro", principalmente. Es bueno/bello o malo/feo? No lo sé, nunca lo he sabido. Importa, eso sí lo sé, pero... Y vos, Gustavo, cómo ves al otro?
ResponderBorrarAl otro...mmm, lo veo con las técnicas del espía, o mejor dicho, del mirón, en todos los sentidos de la palabra. En esa medida lo capto en sus claroscuros, empezando por los míos, mi querido don Lalo.
BorrarUn abrazo y mil gracias por el diálogo.
Gustavo
Ok, ok, ya veo: "Soy un libro abierto para los otros, dijo el más indescifrable de los seres."
ResponderBorrarYa lo dijo el proverbio oriental, mi querido don Lalo: " Dime de qué presumes y te diré qué te hace falta".
ResponderBorrarImaginé a Camus observando un partido de fútbol por televisión, desde casa, en plena pandemia, observando un estadio vacío y anhelando una ventana en su habitación. La imagen del estadio vacío y el gol es muy triste tocayo.
ResponderBorrarAbrazos y aguante.
Es la estampa misma de la desolación, mi querido Eskimal, porque despoja al fútbol de su condición esencial: la fiesta.
ResponderBorrarComo siempre, me alegra mucho tenerlo por aquí.
Un abrazo y hablamos.
Gustavo