Sus correligionarios le dicen Bellota. Es uno de
los voceros- no acepta el calificativo de líder- de Lobo Sur, una de las barras
del Deportivo Pereira señalada por
algunos de ser la responsable de
buena parte de los desmanes protagonizados por
aficionados dentro y fuera de los
estadios donde se disputan los partidos
de la división B del fútbol profesional
colombiano.
Fiel a su estilo frentero el hombre empieza por
reconocer la validez de algunas acusaciones :
Invasión del campo de juego en momentos de euforia o indignación,
pequeños robos y daños en residencias
y locales comerciales perpetrados por
una minoría de hinchas. Pero eso sí enfatiza en esa condición de
minorías. Es la espectacularidad de las noticias y el repentismo en la reacción de las autoridades
lo que transmite la sensación de hecho generalizado.
Justo en ese
punto empieza su memorial de agravios. Periódicos, emisoras y noticieros de
televisión se consagran con saña- el
adjetivo es suyo- a recrear en detalle
los episodios violentos y a
caracterizar en blanco y negro a los protagonistas de los mismos. Al
final los consumidores de información se
formarán la idea de unas hordas bárbaras consagradas a destruir cuanta cosa
encuentran a su paso. Para esa visión
del mundo, los muchachos que aman la
camiseta del Deportivo Pereira
más que a así mismos hacen del fútbol
un pretexto para dar salida a lo peor de
su condición. Eso dicen. En la realidad, como sucede con todo en la vida, las cosas no resultan
tan simples.
Para empezar, de
tanto repetir la idea del fútbol como
reflejo de toda la sociedad acabamos
despojándola de su rica variedad de
sentidos y matices. Escuchando
a Bellota uno empieza a recuperar la
dimensión de las cosas. Muchos de esos hinchas son niños y jóvenes
pertenecientes a sectores sociales donde
el estado social de derecho solo llega a través de las noticias. Un alto
porcentaje de ellos no estudia y
sus padres son desempleados o trabajadores informales. Algunos consiguen la
boleta mendigando en las calles y aprovechan la ocasión para matar dos pájaros de un tiro : Disfrutan el partido al
tiempo que roban salchichas y toda suerte de comida chatarra ofrecida por
los vendedores .
El intendente de la
policía Gabriel Rincón es su compañero
de viaje en el intento por mejorar las condiciones de vida de estos muchachos
habituados a vivir el fútbol como una
experiencia religiosa capaz de
aliviar muchas de sus carencias,
empezando por las afectivas. Con sus esfuerzos
han conseguido desarrollar programas de formación y capacitación dirigidos a propiciar cambios
de comportamiento. Pero el camino es largo.
Hasta ahora son mayoría los que
prefieren reforzar el estigma en lugar de aportar ideas y recursos capaces de transformar el estado de cosas. Siguiendo
la estela de paranoia y prohibiciones heredada de la política de seguridad
democrática del iluminado ex presidente Uribe , la administración local prefiere reducirlo todo a su aspecto represivo. Se restringe el porte
de banderas y camisetas, al tiempo que se excluye a las barras de los equipos visitantes. Las secretarías de educación y desarrollo social,
llamadas por definición a intervenir en las raíces del problema se destacan por
su silencio . La primera parece ignorar las manifiestas deficiencias formativas
de los muchachos en algo tan vital como
el aprendizaje de la convivencia. La segunda no se da por enterada de las
posibilidades de dignificación de la vida implícitas en varios proyectos
productivos surgidos al interior de las barras : Confección de manillas, gorras , camisetas, banderas y otros emblemas
propios del fervor futbolero. En el sector privado el panorama no es muy
distinto. Entre los empresarios y comerciantes que piden vigilancia y
protección cada vez que se acerca un
partido no se conoce hasta ahora propuesta alguna empeñada por ejemplo en
apoyar y facilitar la comercialización
de los productos mencionados. Eso, a pesar de que , en la teoría todos
admitimos que la valoración y el reconocimiento son dos pasos esenciales para
modificar las conductas agresivas de las personas.
Por lo pronto,
el místico Bellota y el intendente Rincón
se empecinan en mostrar el lado bueno de a barras. No importa si
de momento, buena parte de sus integrantes, a tono con la historia del
equipo de sus amores vuelven a casa después de cada partido solos, goleados y
ofendidos.