viernes, 29 de abril de 2022

Colombia y el Péndulo Inmóvil



Hace  unas noches soñé que Colombia patentaba ante no sé qué agencia internacional su invento del Péndulo Inmóvil, así como en  otras épocas patentamos con gran éxito la  innovación del poeta sin poema, el puente sin río y el crimen sin autor.

¿Cómo así? ¿Nos está tomando el pelo?- o tocando los huevos, como diría un amigo argentino - preguntarán ustedes.

Y sí, claro. Ya sé que la esencia del péndulo consiste en desplazarse del centro a  la izquierda, para volver al  punto de partida antes de pasar a la derecha. Y así en una repetición infinita, a no ser que alguna fuerza externa lo  interrumpa.

¿Les suena  eso de izquierda- centro- derecha- centro- izquierda?

Bueno, ya empezamos a entendernos.

Sucede que nuestro péndulo es distinto: lo suyo es la ilusión del movimiento, la impostura, el disfraz (o la post verdad, como dicen las modas al uso).

En realidad, contra la apariencia de movimiento y cambio caras al discurso de lo nuevo, muchos de nuestros estados mentales continúan en tiempos de la colonia.

El pasado 30 de abril, por ejemplo, tropecé  con una procesión de laicos que, en lenguaje sibilino, desde luego, como corresponde a nuestra pasión por el rodeo, acusaban de criminales  a las mujeres que defienden y ponen en práctica  su derecho al aborto y, de paso, a los magistrados que con su jurisprudencia amparan esas decisiones.

Cuando les pregunté por qué esos movimientos denominados Pro Vida no se expresaban también contra los asesinatos de líderes sociales, los despojos de tierras y las muertes de niños por desnutrición optaron por hablar del clima.

En el país con  “ la democracia más sólida y antigua de América Latina” pasan esas cosas.



A propósito de solidez y antigüedad, abro un libro de  Historia de Colombia y compruebo que el péndulo sigue en su sitio. Desde los tiempos que sucedieron a  las guerras de independencia los partidos políticos no han dudado en desterrar y asesinar a sus ovejas descarriadas cuando sus acciones  van más allá de los simples formalismos democráticos y se vuelven más incómodas de la cuenta.

Pienso en Sucre, en Uribe Uribe, en Gaitán, en Galán, en Guadalupe Zapata : no por casualidad después de  su asesinato sólo se detiene a sospechosos de ser los autores materiales, pero nunca  se habla de los  que dieron las órdenes Es decir, de los auténticos  poderes que mueven los hilos  en el teatrino.

Si eso pasa con sus disidentes, sabemos de sobra lo que han hecho con los opositores: Pizarro, Bateman, Pardo Leal,  Jaramillo y el partido Unión Patriótica en pleno.  En  últimas su conquista fue la paz de los cementerios. Para todos la ilusión de volver  a la vida civil y participar en ella con los instrumentos legitimados no pasó de ser eso: una  quimera.

No podía ser de otra manera. El campo de la política es nuestro más ilustrativo ejemplo de inmovilidad. En las llamadas Democracias occidentales la constante- al menos en lo formal- ha sido  la  cíclica alternancia de mandos en el ejecutivo, dependiendo de algunos contenidos programáticos, la incidencia de factores globales y , sobre todo, del cansancio de los electores.

 Demócratas y  republicanos en Estados Unidos, Partido Popular y Partido Socialista Obrero en España, laboristas y conservadores en Gran Bretaña se turnan en un modelo que debió haber inspirado a liberales y conservadores  en Colombia para crear la figura de El Frente Nacional, como salida a la violencia que ellos mismos habían atizado.

Para mejorar las cosas, en nuestro país ofrecemos valores agregados : tenemos derecha ilustrada y  derecha con motosierra. Izquierda institucionalizada e izquierda con  cilindros bomba.

Puestos en América Latina el panorama  no cambia: México, Costa Rica, Brasil, Argentina, Chile y Uruguay han elegido- y a veces reelegido- apellidos que representan  una idea de sociedad, si eso quiere decir alguna cosa en estos tiempos:  Fox,  Peña Nieto y López Obrador en México; Bolsonaro  y Lula en Brasil; Bachelet y Piñera en Chile , Kirchner y  Macri en Argentina, así como Mujica y Luis Lacalle Pou en Uruguay, son sólo algunos ejemplos.

¿Y por  qué se saltó a Colombia si somos la “democracia ejemplar”?, preguntarán ustedes.


Pues porque somos los inventores del Péndulo Inmóvil. Tomemos la pasada Semana Santa: las homilías de los jerarcas religiosos tronando con su lenguaje escurridizo contra el candidato “ ateo y expropiador”  al tiempo que alababan al “ defensor de los valores y la familia”, me hicieron pensar en Monseñor Builes, que en plena ordalía de la violencia entre liberales y conservadores, desde su púlpito en Santa Rosa  de Osos- un baluarte  del espíritu ultramontano- exhortaba a sus feligreses a luchar contra “ la cizaña liberal y atea”.

Exaltados por ese verbo incendiario, cientos de campesinos analfabetos determinaban en su propia conciencia que matar liberales no era pecado.

Como tampoco es pecado hoy  desaparecer , asesinar, desplazar y desterrar en nombre de “ los altos valores  de la patria”. No llamar a las cosas por el nombre es otra de las manifestaciones de nuestra inmovilidad.

                                     Laureano Gómez y Alberto Lleras

Mas que quietud, lo de  nuestro péndulo es fosilización.  El espíritu conservador- en sentido filosófico y partidista - cristalizó en una sociedad que hizo  suya la idea del protagonista de El Gatopardo, la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa : “ Cambiar todo para que todo siga igual”. Es decir: la pura ficción del movimiento.

En ese sentido asombra comprobar cómo, a  pesar de los constantes usos y abusos, la palabra cambio sigue funcionando como señuelo electoral. Lo de “ Nuevo” alude sólo al reemplazo de unos rostros por otros más jóvenes pero elegidos a través de la vieja maquinaria consistente en  apropiarse de los recursos del Estado, es decir, de la sociedad, para beneficiar intereses particulares.

Esas cosas nos ayudan  a entender en parte la violenta reacción de un sector significativo de la sociedad colombiana contra cualquier tipo de transformación,  por modesta que sea. De ahí nuestra devoción por los caudillos y redentores que, por definición, son los garantes de la inmovilidad del péndulo.



Como las campañas políticas y los candidatos se  fabrican hoy en las agencias  de publicidad, en los medios y en las redes sociales, los expertos en mercadeo político apelan a símbolos primarios, que toquen la entraña y muevan los impulsos ancestrales de los electores potenciales. No sé si exista entre nosotros un símbolo con más poder unificador y representativo que el sombrero, esa prenda que se modifica según las idiosincrasias regionales, pero en el fondo sigue siendo la misma: Aguadeño, Vueltiao o llanero. Da igual. Debe ser porque parece igualar a terratenientes y peones, latifundistas y campesinos pobres. En otras palabras, crea la sugestión de ser una prenda democrática, igual que los ataúdes pero más optimista.


Por eso hace veinte años, los publicistas montaron al caudillo de turno   en un caballo y lo vistieron con poncho y sombrero. Ya conocemos los resultados. Y por eso en la actual campaña no tuvieron que forzar mucho la imaginación para ataviar al candidato Gutiérrez con su   respectivo sombrero y lo ofrecieron en el mercado como “ El presidente de la gente”, otra frase vendedora a pesar del desgaste.

De inmediato, sin necesidad de ideas ni programas- esas antiguallas- empezó a subir en las encuestas aupado por las redes sociales y por nuestros ancestrales temores ante cualquier tipo de transformación.

Igual que hace cien, cincuenta, veinte , diez, cuatro años. Como pueden ver, tenemos argumentos de sobra  para patentar nuestro Péndulo Inmóvil.


PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=lUEEzJI1DZM


lunes, 25 de abril de 2022

La Historia como Dèjà vu



Salvadas las  diferencias tecnológicas, un rastreo comparativo  a los medios de comunicación impresos, televisivos, radiales o digitales, pongamos de  1968 y 2O22 producen en el lector no la sensación sino la certeza  de lo ya visto. Como para darles la razón a quienes piensan que  la Historia no hace nada distinto a dar vueltas, así cambien la envoltura de los hechos y las motivaciones de sus protagonistas.

Cuando uno  lee las noticias de hace cincuenta años sobre la presencia de quinientos mil soldados norteamericanos matando y haciéndose  matar en los arrozales   de Vietnam, no puede  evitar la analogía con  la actual agresión rusa a Ucrania. Cambian las armas, cambian los nombres de los poderosos y cambian los pretextos, pero en el fondo se trata del eterno despojo con sus estelas de sangre , devastación y dolor perpetrado en un caso  bajo la justificación de la “defensa de la democracia y las libertades” y la  “amenaza a la soberanía del pueblo ruso”   en el otro.

                                           Jimi Hendrix


En el caso de Vietnam una reseña del libro Despachos de guerra, del escritor y corresponsal  Michael Herr lo sintetizó  en esta  frase : “Vietnam, una generación enviada a un viaje sin regreso a los infiernos, sin otro escudo que un casete con música de Jimi Hendrix en la mochila”.

En otras palabras: el mapa del mundo como teatro de las guerras urdidas por todos los imperialismos, independiente de su orientación ideológica.

Idéntica  certeza experimenta el lector , a medida que avanza en la  lectura del libro  Una crónica noticiosa de 1968 en Colombia, escrito por los investigadores y académicos Álvaro Acevedo Tarazona ( historiador) Angie Daniela Ortega Rey ( filósofa) y Andrés Correa Lagos ( historiador), los tres vinculados  a la Universidad Industrial de Santander, a cuyo sello editorial pertenece esta publicación. En varios sentidos, la obra amplía y complementa el panorama abierto en el libro  1968, historia de un acontecimiento ( utopía y revolución en la universidad colombiana) del mismo Álvaro Acevedo Tarazona.


Entre otros episodios registrados por  periódicos como  El Tiempo, El Espectador,  El Espacio, El Colombiano, El Heraldo y Vanguardia Liberal que contribuyen a reforzar la  percepción de lo ya visto, encontramos los siguientes:


La insistencia en la lucha contra las drogas.


La reiterada violencia contra las mujeres.


El tráfico de esmeraldas.


El asesinato de dieciocho indígenas cuibas, explotado por la prensa sensacionalista.


Las  disputas internas de los partidos políticos.


El aumento de la delincuencia común en las grandes ciudades.


Y a nivel internacional se insiste en el crecimiento de la insurgencia en América Latina, la propagación de una epidemia de gripe asiática iniciada, al parecer, en Hong Kong, los trasplantes de órganos y el aprovechamiento de la energía nuclear en la lucha contra el cáncer, la unidad planetaria de la moda a partir de diseños concebidos en París, Milán y Nueva York, todo ello enmarcado en la irrupción de los jóvenes como protagonistas de los cambios políticos, económicos y culturales. La atención que se les  prodiga a los ídolos de rock o a visitantes  como el poeta ruso Yevgueni  Yevtushenko son una prueba de ello.


Alguien podrá decir  que sobre ese año rodeado de un aura mítica ya se ha escrito todo. En realidad, en el campo de la  historia nunca se habrá dicho todo: lejos de ser un cuerpo fosilizado, se trata de un organismo vivo que se transforma a medida que surgen nuevos descubrimientos e interpretaciones. Cada nuevo historiador tiene su propia mirada y es animado por propósitos distintos a los de quienes los precedieron.

Eso es lo que hacen los autores del libro. En su caso- y el título   así lo advierte- se adentran en los relatos y registros  de los medios  de comunicación colombianos, en especial de la prensa escrita a nivel  local, regional y nacional, sin perder de vista el  entorno planetario que, al modo de una fuerza centrífuga,  ejercía su influencia en todas direcciones, preludiando lo que después sería bautizado con el nombre de globalización.

El concepto de crónica  implica un viaje en el tiempo, y por eso la obra está estructurada sobre un registro y análisis de las noticias divulgadas entre los meses de enero y diciembre de 1968 , y eso plantea de entrada un primer desafío. Como todos sabemos, ningún medio de comunicación grande o pequeño es inocente o neutral en sus propósitos. Todos obedecen a intereses individuales o de grupo, surcados por una amplia gama de coordenadas:  el dinero, las ideas políticas  o religiosas, las dinámicas gremiales, las ideologías o los prejuicios.


En esa medida el investigador está obligado  a discernir, en medio de una cantidad de información  que no cesa de crecer y multiplicarse, los elementos que le permitan identificar el grado de veracidad y de calidad del material que  tiene ante sus ojos. Además, tendrá que darse a la tarea de indagar en las motivaciones veladas o manifiestas de los generadores de información , tanto de las fuentes como de los periodistas y sus patronos.

                                     Paulo VI


Así, en  el primer párrafo del capítulo correspondiente a enero de 1968, tomando como base la edición de El Tiempo del segundo día de ese mes, leemos lo siguiente:

“Enero de 1968 empieza con el deseo de alcanzar la paz mundial. Desde el primer día, que es declarado Día de la Paz, el papa Pablo VI levanta sus plegarias ante miles de creyentes congregados en la basílica de San Pedro para clamar por negociaciones justas  que conduzcan al fin de la guerra en Vietnam. El mensaje pronunciado por el pontífice exhorta a la prolongación de la tregua de año nuevo y pide combatir  el egoísmo, el orgullo, los sueños de poder y la ideología de opresión  para asegurar la convivencia”.


¿ Alguna diferencia con las homilías del papa Francisco  a propósito de la situación actual en Ucrania? En ambos casos  el discurso se agota en  la retórica propia de las diplomacias. Al fin y al cabo, no debe olvidarse que El Vaticano es un Estado  diminuto y poderoso a la vez .  Por lo tanto, las palabras y decisiones de su gobernante deben obedecer a esas lógicas.


Uno de los valiosos aportes del libro Una crónica noticiosa de 1968 en Colombia consiste en ubicarnos en ese tiempo y lugar  precisos. De esa manera, nos ayuda  a entender la situación presente. Por esa vía nos resulta claro que, a pesar de haber transcurrido más de medio siglo, las estructuras de poder en el mundo no han cambiado mucho desde los días de la Guerra Fría… salvo el creciente protagonismo de China en la geopolítica del planeta.


Lo mismo puede decirse de los hechos que se despliegan a lo largo de las 383 páginas del libro, registrados entre enero y diciembre de 1968. Tomemos por caso el más impactante de todos: el movimiento estudiantil que, sólo en  el papel, surgió en Francia en mayo de ese  año.  En realidad, la revuelta en Francia tuvo más impacto mediático, entre otras cosas porque contó con el auspicio simbólico o efectivo de pensadores tan influyentes como  Jean Paul Sartre y Guy Debord. Pero, por poco que se descorra el velo, el lector encontrará que movimientos similares se desencadenaron, incluso con anterioridad o de manera simultánea, en Japón,  Roma, Barcelona, Santo Domingo, México ( con los Juegos Olímpicos como elemento aglutinante), Argentina, Brasil y Estados Unidos de América, aupados  en este último caso por la generación de la psicodelia anclada en la estética Jipi, el rock y en las ideas de los poetas Beat,  que tanto influyeron  en los Nadaístas en Colombia, de cuyas  puestas en escena, escandalosas para la época, se ocuparon en detalle los medios de comunicación.

Y aquí llegamos a la médula de lo propuesto por los autores del libro : la forma como todas esas dinámicas  planetarias  tuvieron su  expresión en nuestro país: un rincón más bien ignoto de la tierra que hacía  su tránsito del campo a la ciudad, controlado por la Iglesia Católica y el Partido Conservador, a pesar de los significativos logros de los liberales y sumido en sangrientas confrontaciones como resultado de esas pugnas.

Si en las antípodas los imperialismos se cobraban sus cuotas de poder en la sangre de los vietnamitas y de los soldados norteamericanos, Colombia vivía la irrupción de grupos armados surgidos de  injusticias seculares, bajo el influjo de la Unión Soviética, China y sobre todo de la Revolución Cubana, todo ello glorificado por  la muerte sacrificial del Che Guevara en las selvas bolivianas.

A su  vez,  la Iglesia Católica confesional vio como sus estructuras se agrietaban,  a partir de un movimiento renovador  bautizado como Teología de la Liberación,  cuya expresión local fue el Grupo Golconda, fortalecido  tras la Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en Medellín. Una de las manifestaciones políticas más ilustrativas de esa tendencia en Colombia fue el  movimiento Frente Unido  liderado por el sacerdote Camilo Torres  Restrepo, quien muy pronto derivó  hacia las guerrillas, donde murió en su primer combate el 15 de febrero de 1966 en un lugar llamado Patio Cemento, ubicado entre los municipios de San Vicente de Chucurí y El Carmen de Chucurí, Santander.

                                  El padre Camilo Torres en la guerrilla


Pero lejos está el libro de seguir una sola línea de  espacio tiempo: eso sería simplificar las cosas.  Sabedores de que sin el concepto de cultura es  imposible comprender la Historia en sus múltiples dimensiones, los autores proponen un caleidoscopio en el que convergen las ideas políticas, los credos religiosos, las leyendas urbanas, los modelos económicos y los pensadores locales, así como los desarrollos científicos junto a las  corrientes artísticas y culturales.

De esa manera, nos hacemos partícipes de los fenómenos y fuerzas que movían la sociedad en ese momento. Desde los propósitos de modernización del gobierno liberal de Carlos Lleras Restrepo hasta los aportes de la píldora anticonceptiva y el uso de la minifalda a la afirmación de las mujeres como actores sociales y dueñas de su cuerpo en tanto  fuente de disfrute sexual. De los aportes del rock y las drogas a la expansión de la conciencia a los influjos de los pensadores marxistas en el campus universitario. De la carrera espacial   a manifestaciones  colaterales   tan prosaicas como  los avistamientos de Ovnis. De  la  migración masiva de los campesinos hacia las capitales  y su contacto con  el consumo y los fenómenos de masas al incremento de los cupos para la educación media y superior, con su consiguiente impacto en la movilidad social.


Si el mayo  de 1968   cambió el mundo para siempre, como afirman  algunos  estudiosos de la cultura,   no lo sabremos con certeza. Lo que nadie discute es que lo estremeció hasta los cimientos haciendo que sus efectos se sintieran en todo el planeta, así fuera en forma de crónicas, fotografías, caricaturas, archivos audiovisuales, canciones y columnas  de opinión. “Pronto viviremos /un mundo mucho mejor”, cantaban  Los Flippers, de Arturo Astudillo, considerada después de Los Speakers como la más representativa banda  de rock colombiana en ese momento. La condición humana impidió, una vez más, que esos sueños se alcanzaran, pero  la lectura de este libro les servirá a muchos para descubrir o comprobar que una generación, ya muerta o envejecida, lo intentó.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=1GVcV20iChY



martes, 19 de abril de 2022

Un vagabundo del Poble Sec

                               




               Periodista : ¿Quién es la persona más entrañable en su vida?

               Serrat: Iba a decir que mi mamá, pero me acordé de Ronaldinho



Es hermoso partir sin decir adiós


“ El adiós de Serrat”, titularon al unísono los medios de comunicación cuando se conoció   el itinerario de la gira de despedida de Joan Manuel Serrat en 2O22, por lo menos en lo que a presentaciones en vivo se refiere.

¿ Cómo puede decir adiós alguien que está sembrado  en la entraña de  varias  generaciones de hispanoamericanos que se hicieron- nos hicimos- mayores a través de un cancionero que, entre el amor, la utopía y la indignación política, nos devuelve una  y otra vez a la siempre incierta esencia de lo que somos?

Fue en 1965 y The Beatles sacudían al mundo cuando se publicó Una guitarra, el primer álbum del poeta catalán. Las dos primeras estrofas, grabadas en principio en su lengua natal, dicen así:


Me la regalaron cuando me rodeaban

Sueños de mis diez y seis años, aún adolescente

Entre mis manos que temblaban

Yo cogí bien fuerte aquel juguete

 

Crecimos juntos, yo me hice un hombre

Ella se destrozó a mi lado

Ahora que la veo sucia y rota

Me doy cuenta de lo mucho que la he estimado.



Toda una declaración de  principios. Desde entonces , hasta hoy, más allá de sus mujeres y sus amigos, la guitarra ha sido su compañera de viaje en una aventura que lo ha llevado  a rodar  por todos los rincones de la tierra donde un grupo de personas hable castellano.

De ahí en adelante se sucederían títulos que los devotos de sus poemas canciones nos sabemos de memoria: Tu nombre me sabe a yerba, Cantares, Soneto a mamá, Pare, Para la libertad, Para piel de manzana, Si la muerte pisa mi huerto, Lucía, Mil años hace, Tío Alberto, Vagabundear ( “Entre el cielo y el mar/ vagabundear”) Esos locos bajitos,  Por dignidad y, claro, la incomparable Mediterráneo (“Empujad al mar mi barca/ con un Levante otoñal/ y dejad que el temporal/desguace sus alas blancas”), nos laten cuerpo adentro para recordarnos que habrá poesía mientras aliente un solo hombre sobre la tierra.

Como me sucedió con  The Beatles, fue Miriam- a quien Dios tenga en su gloria- , mi profesora de música en el colegio Deogracias Cardona de Pereira, la persona que puso en mis manos las reliquias que todavía conservo con el fervor de los peregrinos que viajan a Santiago de Compostela: dos casetes con  una selección de versos de Antonio Machado y Miguel Hernández musicalizados y cantados  por un muy joven Serrat.




Cuando Cupido plantaba un nido


Desde esos días, hace medio siglo ya, se mantiene esta historia de amor que no ha cesado de crecer y de alimentarse con cada verso, con cada acorde creado  al alimón  entre  Serrat, el maestro pianista  Ricardo Miralles y un excelso grupo de músicos encargados de tejer el encaje de  sus canciones. Todo ello, sin deslindarse un solo instantes de las calles del Poble Sec, la barriada de Barcelona donde nació Serrat, porque los grandes  espíritus son capaces de abarcar el mundo sin deslindarse un solo instante de su aldea.

En su novela Últimas tardes con Teresa, publicada en  1966, apenas un año después de que Serrat estrenara su disco Una guitarra, el escritor catalán  Joan Marsé, contemporáneo y amigo íntimo de Serrat, para quien dos décadas después compondría la canción Los fantasmas del Roxy, sobre una vieja sala de cine reconvertida en sucursal bancaria, recrea en clave de ficción las implicaciones políticas, económicas, sociales y culturales de la llegada de miles de inmigrantes a Barcelona  durante los días más oscuros de la dictadura de Franco.

Vieja imagen del Poble Sec

La trunca historia de amor entre una  niña rica que juega a ser rebelde, llamada Teresa Serrat ( un homenaje nada velado a su amigo) y un aventurero identificado en el relato como  El pijoaparte- una suerte de Julien Sorel en versión proletaria- ilustra con creces el mundo de arenas  movedizas sobre el que transitaba la ciudad por aquellos días.

Los  nuevos habitantes viajaban desde los rincones más pobres de España, después de haber sido mineros o trabajadores del campo curtidos por la miseria. Barcelona ya era entonces el principal centro industrial del país, que encandilaba son sus promesas de bienestar a unos hombres y mujeres que nada tenían para perder. Como siempre sucede en esos casos, se asentaron en  los extramuros de la  que  era también el epicentro cultural y artístico del España y que en su momento les dio acogida a los  anarquistas que anunciaban el fin de un mundo y el comienzo de otro nuevo.

Uno de esos barrios es el Poble Sec. Allí se asentaron Josep Serrat, obrero por obligación y anarquista por vocación y su mujer  Ángeles Teresa, ama de casa emigrada desde Zaragoza.  De esa unión nació el protagonista de esta historia, un 27 de diciembre de  1943, víspera del Día de los Santos Inocentes en  el calendario católico. Dicen que su madre, devota ferviente, lo vio como una premonición afortunada. En su momento, Ángeles y Josep  fueron fuente de inspiración para las canciones Soneto a mamá  y Pare, ésta última nunca cantada en castellano.

Pero eso sería años más tarde.


Entre el cielo y el mar, vagabundear


Allí transcurrieron la infancia y la temprana juventud de este futuro perito agrícola, cultivador de viñedos y , sobre todo, trovador de las dichas y desventuras de  su gente. Y esto último no es un tópico: cuentan que en Uruguay, Chile y Argentina, la gente empezó a tener noción clara del inminente final de las dictaduras cuando Serrat- prohibido durante varios años por los militares- volvió para  hacer profesión de fe en la vida y la libertad, a las que siempre cantó durante sus propios días de destierro. De paso, es bueno recordar que en su docta ignorancia, los militares también prohibieron la entrada  a sus países de los muy subversivos y peligrosos Antonio Machado y Miguel Hernández, acaso emisarios de otra conspiración comunista.

Como sucedió con otros poetas cantores de la estirpe de Bob Dylan, Leonard Cohen, Lou Reed, Tom  Waits o su propio compinche Joaquín Sabina (“Mi primo el Nano/ que no me toca nada y es mi hermano”), Serrat acabó por sobreponerse a su mala voz, entrecortada y asmática, porque la hondura de sus versos sabe trasegar otros caminos y vadear otras aguas. O si no, que lo digan los fieles devotos  seguidores del Fútbol Club Barcelona que llenaron el Camp Nou el 29 de noviembre de 1999 para la ceremonia de celebración del centenario del equipo. Fue el hijo del Poble Sec quien cantó el himno y no la gran Montserrat Caballé, y eso ya es mucho decir.



Dos décadas después, en una  tertulia con el exfutbolista y presentador deportivo argentino Quique Wolff, Serrat se extendería sobre la manera como el Barca y sus poetas más amados cobran vida una y otra vez en sus canciones.

En el año 2O12 Sabina  y Serrat publicaron un disco con un título  revelador : “ La Orquesta del Titanic”. Les asistían bastantes razones para escogerlo: los dos  habían sorteado  graves enfermedades que llevaron a los agoreros a pronosticar su retiro e incluso su muerte.  Ambos habían sobrevivido a las advertencias de quienes anunciaban el final de la era de los cantautores. Y los dos, en fin, habían cruzado una y otra vez el océano en medio de aguas turbulentas , ofreciendo recitales cada uno por su lado o emprendiendo proyectos  conjuntos cuando su astros los juntaban. “ Tendría que estar prohibido un fulano así”, escribió  Sabina, el de Úbeda, Jaén, en  la ya citada canción homenaje   a su primo el Nano.

Razón de sobra para preguntarse a esta altura del camino, mientras se agotan los boletos para la gira que empieza este 27 de abril  en el Beacon Theater de Nueva York y concluirá en el Palau Sant Jordi de Barcelona el 23 de diciembre: ¿ Puede decir adiós un fulano así?


PDT. Les comparto enlace a la banda  sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=sg_RCCwy0K4










lunes, 11 de abril de 2022

Las cosas viejas, tristes, desteñidas




                                          Please may I go out and howl?

                                                    Marilla Waite Freeman


La voz de las cosas

Todo empieza con el encuentro entre, digamos, una mujer nacida el 21 de febrero de 1871 en Honeoye Falls  y  el narrador de su historia, un hombre de los siglos XX y XXI  nacido en  un país del que  apenas recibe resonancias lejanas ,  que vive y trabaja en un poblado llamado Siberia, en las estribaciones de las montañas Catskills. El lugar : una tienda de anticuario y un mercado de las pulgas, esos sitios de los que el tiempo no se decide a irse del todo y le habla al visitante y posible comprador desde el corazón de objetos hace tiempo en desuso: relojes despertadores que  arrancaron del sueño a gente ya muerta, mesas  en las que familias de varias generaciones atrás celebraron  la Navidad o el Día de Acción de Gracias, almanaques donde se marca el final y comienzo de una guerra o ventanas de casas derribadas por el olvido  y la  indolencia.

Y , de vez en cuando, libros.

Arrastrado por esa fuerza misteriosa que, a falta de un nombre mejor, llamamos intuición, Heredia- así pide el narrador que se le nombre- recorre varios de esos mercados  antes de regresar a casa,  donde se enfrenta a los descubrimientos que  van a cambiar su vida para siempre: varias libretas  y cuadernos protegidos por sobrias y elegantes tapas, en las que ya es posible adivinar la índole de la propietaria.

Es el sábado 24 de  noviembre de 2007. Esos descubrimientos tienen nombre propio y  la voz que cuenta los presenta así: “Hoy conocí a Marilla. Hoy supe de su existencia. Pudo no haber ocurrido. Este día extraviado de noviembre pudo haber sido otra cosa muy distinta. Pero aquí estoy de regreso a mi refugio y todo lo que hago o lo que pienso tiene un nombre, una presencia, que hace tres o cuatro horas no existían”.

Tiene en sus manos los cuadernos donde Marilla consignaba sus apuntes de clase en la universidad, sus  reflexiones sobre la obra de autores amados y no pocas veces olvidados por los lectores, así como su propia labor creadora expresada en ensayos , artículos y bocetos de ficciones. Ya en la página 27 del libro Heredia da cuenta de su estado de ánimo en un breve aparte subtitulado Permiso para aullar:


“Domingo 25 de noviembre de 2007.

“Ahora todo es Marilla. Es mediodía del domingo  y el resto del mediodía será ella: el humor de Marilla, la inteligencia de Marilla, la belleza de Marilla, Marilla aquí y ahora en este extraño futuro, más allá de su vida. Mañana volveré a trabajar y a hacer de todo un poco allá en el mundo, el estanque volverá a enturbiarse y los esfuerzos por atrapar la maravilla serán esporádicos, interrumpidos, dificultosos”.



El nombre completo de la mujer es Marilla Waite  Freeman.  La  escueta reseña de Wikipedia la presenta así: “Marilla Waite Freeman ( Febrero 21, 1871- octubre 29,1961) fue una  destacada bibliotecaria,  conocida por sus ideas innovadoras en el servicio de bibliotecas. Para el tiempo de su retiro de la Biblioteca Pública de Cleveland,  en 1940, era conocida como una de las bibliotecarias  más conocidas y queridas  del país”. El resto es un desarrollo en detalle de su carrera pública, propio de cualquier hoja de vida.


El libro de las revelaciones

Justo donde terminan los tecnicismos de  la Hoja de vida empiezan el misterio y la maravilla. De estos últimos se ocupa el escritor colombiano Gustavo Arango( Un ramo de Nomeolvides, Santa María del Diablo, Resplandor) en su novela  La mujer biblioteca, publicada en Oneonta, Nueva York, bajo el sello de Ediciones El Pozo en febrero de 2022. Son dos tomos en los que el autor teje, a lo  largo de  1137 páginas, la trama de un universo en el que discurren la ficción, la biografía, la historia, la autobiografía( alusiones a sus hijos, sus relaciones con las mujeres, su devoción por ciertas películas) y la poesía en una de  esas aventuras totalizadoras tan escasas en la  literatura contemporánea, marcada por la premura y los imperativos del mercado.

Arango se dedicó durante años a seguir los pasos de Marilla – “María, la de mente brillante”, según las raíces hebreas y teutónicas  del nombre- con obstinación febril  de enamorado. Como un detective insomne , rastreó sus  huellas en objetos y archivos, desde su nacimiento hasta la larga agonía en un hospital de White Plains, Nueva York. El resultado es este libro  sobre otros libros : los del propio autor, los  que leía la protagonista y los que ella misma hubiese podido escribir. El relato se estructura a través de capítulos breves  y otros más extensos en los que se cruzan las percepciones personales del narrador, los datos autobiográficos soltados al azar, la recreación de momentos fundamentales en la  Historia de Estados Unidos como la llegada de los peregrinos fundadores  a bordo de la embarcación Mayflower, La Guerra de Secesión y La Gran depresión de 1929, así como la primera  y segunda guerra mundial. Todo eso tiene como propósito último darle tiempo, cuerpo y lugar a una obsesión: la vida y obra de Marilla Waite Freeman.

¿ Pero quién era Marilla Waite Freeman, aparte de la  querida y conocida bibliotecaria mencionada en la reseña?

Decir que era un misterio es eludir de entrada la responsabilidad de la respuesta: en últimas, todo ser  humano es un gran misterio para sí mismo y para los otros.


De lo que se trata en la novela de Gustavo Arango es de asistir y tratar de aprehender las múltiples dimensiones de ese misterio. Una lectura  fácil podría verla como una pionera de los movimientos de liberación de la mujer. Otra mirada podría enfocarse en el tópico de la soledad de los grandes espíritus.  Una todavía más prosaica nos mostrará  una joven desairada por el amor que se refugia en los libros.

Nada más ajeno a la esencia de esta mujer.  En el relato, ni siquiera podemos hablar de una persona hecha de libros: Marilla era los  libros, sus libros. Estaba tocada por su gracia. En esa medida, el de bibliotecaria  fue para ella un cargo que la mantenía cerca de sus seres amados. Gozoso, pero un  cargo al fin y al cabo. Sólo así se entienden los múltiples sentidos del título de la novela : La mujer biblioteca ( The Library  Lady, en inglés).

Amante de las adivinanzas y acertijos (conumdrum, en inglés),  intuía que el más indescifrable de los acertijos es el mismo Dios. O el universo, o como lo quieran llamar las dudas y certezas de cada quien. Al mismo tiempo, sabía que las palabras son lo único capaz de acercarnos a las cambiantes manifestaciones  de lo inefable, algo que el filósofo Ludwig Wittgenstein exploraría hasta los confines de la locura. Para la muestra aquí tenemos uno de  esos juegos mentales:

Pregunta: why was Goliath surprised when he was struck by a stone?

Respuesta: Because such a thing never entered his head before.

Esas inclinaciones nos muestran  bien temprano una de las muchas facetas del ser de Marilla : su  fino sentido del humor.   El siguiente es apenas un ejemplo:

“ Ruth y Marilla asistieron a la boda de su sirviente de color. De veras fue una fiesta colorida, escribió Marilla. Ruth y yo éramos las únicas personas descoloridas”.




Cartografía de una obsesión

Fue Ernesto Sábato quien anotó que sólo se puede escribir de veras sobre las cosas que nos obsesionan. Animado por el propósito de aproximarse al objeto de  su obsesión, el narrador ofrece datos que le permitan al lector fijarla en la realidad, o al menos en esa ilusión de realidad conocida con el  nombre de Historia . Aludiendo a los antepasados de  Marilla escribe: 

“Los hechos que aquí se cuentan tuvieron lugar en 1622. De los 102 peregrinos que se establecieron en Plymouth, sólo la mitad tendría descendencia. A principios del siglo XXI cerca de 35 millones de personas pueden remontarse unas quince generaciones y encontrar  entre sus ancestros a algunos de ellos. El viudo Miles Standish se casaría en 1624 con Barbara London, quien había llegado a la colonia un año antes. La pareja tuvo siete hijos. John Alden y Priscilla Mullens tuvieron once hijos que sobrevivieron hasta la edad adulta. Su árbol genealógico es el más frondoso de todos. Además de Marilla Waite Freeman y Henry Wadsworth Longfellow, la actriz Marilyn Monroe y el comediante Dick Van Dike fueron frutos de ese árbol”.


Durante toda la novela Heredia vuelve una y otra vez a su certeza de que, por una suerte de designio o azar, el de Marilla y el suyo hacen parte de un destino común , capaz de trascender tanto las convenciones del espacio  y el  tiempo como las de los límites entre la vida y la muerte. Así lo expresa en la página 56, donde se alude a la jornada del martes 27 de noviembre de 2007:

“ Cuando pienso en Marilla me pregunto por qué fue tan fácil para ella- supongo que fue fácil- decidir quedarse sola, pasar casi un siglo en el mundo sin ceder a la debilidad de poner sobre los hombros de otro ser su debilidad o su destino. Siempre he admirado a aquellos que no han necesitado vivir grandes desastres para curarse de anhelos, esos seres singulares de sabiduría innata que no esperan del mundo más de lo que puede darles”.

Para  algunos de esos seres , lejos de ser una  manera extrema  de aislamiento, la soledad es otra forma del diálogo con el universo a través de sus criaturas. Para unos es la comunión con la naturaleza. Para otros el encuentro con Dios en  el silencio y para casi todos una animada conversación con los libros. A esa estirpe pertenecía Marilla. Se hizo bibliotecaria no para cuidar de los libros en tanto objetos útiles  como en su condición de  portadores de un legado eterno del que los autores son simples  intermediarios, más allá de la intolerable soberbia mundana de muchos de ellos. Eso la ponía por encima del culto a la personalidad y la dotaba  de una gran capacidad de comprensión, paso imprescindible para alcanzar el sentimiento que le es afín: la compasión.

Así lo atestigua su relación con el escritor Floyd Dell, a quien profesa un sentimiento de ternura que no le impide ser rigurosa y a menudo implacable con su obra.  Sabe con creces que la condescendencia es fatal para un escritor. Por eso la biblioteca  era para ella un sitio de encuentro, en el que la formación de públicos capaces de valorar con criterio una obra era  una herramienta irrenunciable.  Cuando corresponde, el amante debe ser implacable con el amado, parecía ser su consigna en esos casos.

                                              Floyd Dell

En esa tarea de formación de conciencias críticas a partir de las bibliotecas puso toda su energía y su imaginación, al parecer inagotables. Todos los caminos eran válidos para alcanzar ese propósito: talleres, jornadas de lectura, aprovechamiento de los lenguajes del cine para acercarse a los libros y conferencias sobre poesía orientadas por invitados o por ella misma.

Sus dotes de lectora amorosa se apoyaban en una gran capacidad  organizadora, cualidades invaluables en una bibliotecaria digna de ese nombre. Esa condición la condujo  a un recorrido ascendente por instituciones de  prestigio nacional. Marilla no fue inferior a esas expectativas. Eso explica que hasta los críticos más acérrimos no ahorraran elogios a la hora de referirse a su trabajo. Sabían que una sociedad no puede  edificarse sin echar cimientos en la educación y la cultura. Entre las bibliotecas que fundó  y dirigió o contribuyó a crear, se cuentan las de Michigan City, Cleveland y Davenport; también prestó sus servicios en las bibliotecas públicas de Chicago y Newark, así como en la biblioteca de la base militar de Camp Dix( New Jersey) durante la Primera Guerra Mundial.  Eso sin hablar de sus aportes  a  la creación de programas de lectura en hospitales y puntos de atención de combatientes durante la guerra.

No se trataba pues de una mujer refugiada en los libros. El amor que les profesaba era  una manera de insertarse en su tiempo con la ayuda de grandes espíritus. Y esa es otra de las fuerzas que surcan la novela: los libros, las historias, los poemas como parte del fuego que anima al mundo. Lo suyo  fue un intento de aproximarse a la totalidad del  universo, haciendo suya  la máxima Nada humano me es ajeno, de Publio Terencio Africano, citada por san Agustín.


Para ello  impartió conferencias y publicó numerosos artículos y ensayos enfocados a mostrarles a los lectores las bibliotecas como espacios siempre abiertos a nuevos mundos.  Durante sus pesquisas, siempre rodeadas de presagios y mensajes en clave, Heredia se encontró un día con un ensayo de Marilla cuyo título es en sí mismo una invitación: Teoría del juego. El juego, ese componente de la vida que les permite a quienes están atentos a sus señales adentrarse por  caminos insospechados.

Mas que de  palabras, ciertos libros están hechos de años: son añejos, al modo de esos vinos que dejan  en el paladar el regusto a la madera milenaria de los toneles donde  se templaron. Lo suyo es una mezcla de “ sangre de toro y tierra” , para decirlo con una imagen afortunada del poeta Guillermo Constaín. A esa estirpe pertenece  esta novela.

Y como nada humano les es ajeno, Heredia y  su singular historia de  amor- a esta altura del relato ya sabemos que lo es- con la bibliotecaria gravitan en la frontera que aproxima la vigilia y el sueño. De esas excursiones regresan con grandes recompensas para el lector: visiones de lo eterno manifestado en lo fugaz, arrobamientos místicos,  y certezas del paso del tiempo sobre los seres y las cosas. No resulta azaroso que, aludiendo  a la clase impartida a un grupo de estudiantes de la universidad donde trabaja Heredia, surjan de repente las primeras líneas de aquellos versos del poeta colombiano José Asunción Silva:

Las cosas viejas, tristes, desteñidas, 

sin voz y sin color, saben secretos

de  las épocas muertas de las vidas

que ya nadie conserva en la memoria,

y a veces a los hombres, cuando inquietos

las miran y las palpan, con extrañas 

voces de agonizantes, dicen, paso,

casi al oído, alguna rara historia,

que tiene oscuridad de telarañas,

son de laúd y suavidad de raso.


De esas cosas viejas, tristes , desteñidas, vueltas al mundo por el poder vivificante del verbo, están  hechos los trazos de este mapa titulado  La mujer biblioteca. Heredia y Marilla sospechan hacia donde conducen las líneas de ese mapa y eso los une con lazos  que no son de este mundo. Como no lo son los caminos que condujeron a su encuentro en una tienda de anticuario ese sábado 24 de noviembre de 2007.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=zGUd8kI3YF8


lunes, 4 de abril de 2022

Cápsulas para el insomnio III




XLVII

Toda declaración de amor es hiperbólica.


XLVIII

Cuando las trayectorias de la ciencia y la poesía se tocan, engendran por igual milagros y pesadillas.


XLIX

En el sexo todos somos animales en celo. Lo demás es literatura.


L

El político y el seductor dicen lo que el otro quiere escuchar. Así pues, nadie puede quejarse de haber sido engañado.


LI

Maquiavelo…¿fue maquiavélico?. La misma pregunta puede dirigirse a tantos nombres convertidos en adjetivos a  fuerza de lugar común.


LII

Sólo un mundo gobernado por la mentira puede repetir tantas veces la palabra verdad.


LIII

Refutación de la astrología: ¿Qué puede importarles a las estrellas el destino de los humanos?


LIV

La palabra Nada  reúne méritos suficientes para ser pronombre personal.


LV

Los ritos funerarios son las fiestas de los sobrevivientes.


LVI

Ayer visité al médico: todos los indicios apuntan a que sigo vivo.


LVII

En tiempos de guerra los pueblos denuncian las miserias del imperialismo ajeno y exaltan las inexistentes virtudes del propio.


LVIII

Los hombres siempre encontrarán nobles razones para justificar el horror de una cruzada.


LIX

Salvo los poetas, los místicos y los buenos músicos, los seres humanos odian el silencio, esa forma suprema de estar con uno mismo.


LX

Hasta nunca, dicen los que no tienen planes de partir.


LXI

Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, siglos ¡ Qué patético desfile de desatinos y olvidos!


LXII

Invéntame a la medida de tu deseo, pide el amante, plantando así la semilla de su próxima  decepción.


LXIII

La intuición, ese viaje de ida y vuelta a la metáfora y, por lo tanto,  a la poesía.


LXIV

Estoy lúcido, dijo el loco. Estoy confundido, replicó el cuerdo. Buena manera de empezar un diálogo.


LXV

Cada época engendra sus propias  teorías conspirativas, pensó Herodes y puso manos a la obra.


LXVI

El único funeral al que pienso asistir es al mío. Y eso porque no me puedo excusar.


LXVII

…  y al octavo día, Dios bostezó.


PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=ea2WoUtbzuw