viernes, 30 de diciembre de 2011

La parábola de los Nule

Como la  temporada de fin de año es bastante pródiga en simbolismos religiosos, la proverbial justicia colombiana no se quedó atrás y nos regaló una joya  digna de ingresar a la Historia Universal de la Infamia urdida por Jorge Luis Borges. Se trata de la Parábola de los Nule, una suerte de parodia del lenguaje bíblico, que en esencia dice así: Bienaventurados los ladrones, porque de ellos es el reino de la  impunidad.  Lindo mensaje para estos días en  que la gente es de por sí proclive a la sensiblería: Familia que roba unida  permanece  unida.  Así  en los estrados de los jueces  como en los paraísos fiscales del mar Caribe, tan apetecidos por los corsarios a lo largo de la historia.   El mensaje  no puede ser más funesto para una sociedad que trata de inventarse una parcela de dignidad en medio de la  corrupción sin límites como propósito de vida. De  modo que entiendo su desaliento, amigo lector, después de escuchar que los jueces colombianos, tan rigurosos para aplicarle el peso de la ley a un raponero de esquina, sentenciaron a siete años de cárcel, susceptibles de rebaja, a los juiciosos  hermanitos que saquearon a su antojo el patrimonio  público, con la complicidad de funcionarios venales, mientras fungían como  prohombres en las páginas de las revistas de finanzas  y farándula.
¿Dije  cárcel? Mil disculpas por la exageración.  Es casi seguro que  pagarán sus irrisorias penas en espaciosos salones  dotados  de televisión por cable y aire acondicionado, mientras afuera  sus familiares, socios y cómplices seguirán administrando los bienes  oficializados con presteza a nombre de terceros. Para  completar  esta lección de cinismo,  los contratistas estrella de los últimos diez años,  se apresurarán a tomar cuanto curso se inventen las autoridades carcelarias para que puedan sumarle meses  a la rebaja de pena por estudios  y buena conducta : Origami, meditación trascendental,  repostería,   Play Station , acrobacia,  contabilidad  por  partida doble, confección de peluches y cocina vegetariana.  De ese modo,  a la vuelta de treinta  y seis  meses los colombianos podremos contar de nuevo con su infinita sapiencia  para administrar como se debe las locomotoras del desarrollo planteadas  por el actual gobierno. Nada  de qué preocuparse, al fin y al cabo: solo la minería  dejará billones de pesos para que los herederos de Alí Babá puedan seguir haciendo de las suyas.
De modo que si usted , idealista consumado a pesar de todas las evidencias,  todavía se empeña en educar   a  los suyos en principios tan  arcaicos como la decencia, la dignidad, el respeto a la palabra empeñada  y el carácter intocable de los recursos públicos, le sugiero  que se invente la siguiente fábula para que su proyecto no se  eche del todo a perder :  En realidad los Nule son unos humildes pastorcitos abandonados por su parentela, que un día vieron una  estrella tiritando de frío en el cielo, en la  que de pronto, asaltados por una luz cegadora,  pudieron leer  la palabra contratación. Así que emprendieron una peligrosa  travesía desde las arenas calcinantes de la costa atlántica hacia un paraíso situado 2600 metros más cerca de las estrellas. Ayudados por una caravana    de contrabandistas de incienso, mirra y oro, expertos en construir  autopistas para camellos reumáticos, llegaron  a una urbe ruidosa en la que las únicas estrellas eran las  trece conquistadas por el equipo de fútbol Los Millonarios, bastante pobres en los últimos años. Vagando por las calles sin nadita  que comer,  se tropezaron con una caterva de avivatos  que vieron en su desamparo la oportunidad de la vida para tocar  los duros corazones de  presidentes,  alcaldes y secretarios. Fue  así como ingresaron  a los sacrosantos salones del Palacio Liévano y   la   Casa de  Nariño. El resto ya lo conocemos :  el tamaño de la arbitrariedad  cometida por la justicia colombiana  al condenarlos a siete años de prisión es tan  grande que la única manera de reparar la afrenta es emprender , pero ya, una recolección de firmas  para  pedirle al Vaticano que acepte de una buena vez que jamás existió ningún Herodes  y mucho menos una   matanza de inocentes, pues los únicos inocentes son estos pobres hermanitos que un día abandonaron su ciudad natal para partir en  busca de  la estrella prometida.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Los nuevos templos


Empiezo por aclarar que, salvo la vida misma,  no profeso credo alguno en materia religiosa, de modo que lo mío nada tiene  que ver con la justa indignación que pueda sentir un feligrés consecuente con su fe. Son más bien manías de observador que no puede evitar una reflexión sobre lo que  pasa a su alrededor.
Con seguridad ustedes  habrán notado que,  de un tiempo para acá, durante esta temporada las tradicionales novenas de aguinaldos  en las iglesias han perdido el interés ganado por  las realizadas en los centros comerciales. También se han fijado, supongo, en la manera  como muchas  personas que solo en apariencia estaban dedicadas a  la meditación y al diálogo con su divinidad, abandonan   en forma precipitada los lugares   de   oración para responder al  reclamo más prosaico de una llamada que suena en el teléfono móvil.
Ya les he dicho en otras ocasiones  que mi ocupación favorita es el ocio y por eso  dispongo de tiempo  para  fijarme en esas cosas. Lo confieso en público porque mis jefes saben que, a pesar de todo, soy un tipo cumplidor del deber. Esa fue la herencia dejada por mi abuela Ana María  antes de  marcharse por la puerta grande. De no ser por esa dosis de plusvalía, no podía haber sostenido una columna de opinión  durante tantos años. De modo que continuemos. En ese  imperceptible cambio de escenario para un ritual con tanto contenido simbólico  en la vida de los colombianos- recordemos que la novena es una tradición local que no tiene equivalente en otras latitudes- se esconde quizás el síntoma de  algo más profundo: el desplazamiento  del sentido de trascendencia de la propia vida, ubicado por místicos y filósofos al interior de la persona, hacia un panteón exterior copado por  todos los fetiches concebidos por la religión del consumo. En mi último recorrido vi a una familia entera, incluido a un abuelo  ataviado con indumentaria playera, postrada ya no  ante la célebre imagen que la mitología cristiana ubica en Belén de Judá, sino frente a una vitrina que exhibía la última colección de tenis confeccionados en Vietnam y Guatemala ,  distribuidos en el mundo entero por una de las multinacionales que se disputan ese gigantesco mercado   brutal y sin escrúpulos llamado globalización que, bien lo sabemos, es el eufemismo utilizado por la corrección política para referirse a las viejas prácticas coloniales. Les juro que alcancé   a escuchar cómo los siete integrantes del clan recitaban en coro palabras de fervor. Una prueba más de que Dios está en todas partes. Entre tanto, mi atención se desviaba hacia una tropa de adolescentes  en nada diferenciables de los que se  exhiben por los  pasillos de cualquier centro comercial del planeta. En este caso su fervor se inclinaba  hacia una profetisa  andrógina que ostenta el curioso nombre de Lady Gaga.Dios salve  a nuestros ídolos. Muy  al fondo, a modo de sonido ambiental, se escuchaba el estribillo de Vamos pastores  vamos, entonado por una plantilla de niños y jóvenes desganados que esperaban con impaciencia la hora de las rifas. Aquí viene otra confesión: esa  tarde me gané un juego de calcetines que, para mi infortunio , llevaba estampada la imagen de Cristiano Ronaldo. Así de inciertos son los caminos de la fe: soy devoto de Lionel Messi.
Mientras descendía por las escaleras   y pensaba en como ponerme a salvo de tamaña impiedad perdí toda esperanza. Como  arrastrados por un imán, mis ojos se posaron en la figura  de una  señora de belleza otoñal que  en   ese momento hubiera deseado parecerse a esa divinidad oriental   dotada con muchos brazos. Tantas eran las bolsas que trataba de sostener, mientras su marido, su amante o lo que fuera, permanecía impasible ante sus esfuerzos de prestidigitadora. A lo mejor   esa indiferencia era su manera de cobrarse el saqueo irrevocable de la tarjeta de crédito. Solo entonces comprendí  porqué el rostro de la  señora se me  hacía tan familiar:  se trataba de la misma mujer que una hora antes abandonaba la iglesia en plena   eucaristía mientras  trataba de ubicar en el desorden de  su bolso de piel el lugar exacto de donde provenían los latidos de su teléfono  móvil.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Andariegos que son


Desde mediados de noviembre de cada año, el paisaje que rodea al aeropuerto Matecaña  de Pereira cambia de decorado. Como atraídos por un imán, los serenateros empiezan a rondar el terminal aéreo y el aire se llena de sonidos de rancheras, vallenatos, boleros o música de despecho. Los buses de escalera con sus bocinas estruendosas y adornados con globos y festones le dan un aire de carnaval al lugar.  Las familias se arremolinan esperando el vuelo con los viajeros  que alcanzaron a tiempo la conexión en Bogotá. ¿Cuál es  el motivo para tanta agitación y algarabía? Pues que regresan los andariegos. Son los colombianos  que se fueron del país en las últimas décadas en busca de mejores condiciones de vida para sus familias.
Unos residen  en  Estados Unidos. Otros en Inglaterra y España. Unos cuantos más vienen de lugares   tan distantes como Australia o los  Emiratos Árabes.  Desde el momento mismo  de su descenso del avión saludan y reparten besos a parientes y amigos todavía difíciles de identificar. Da igual: en ese momento, cualquier rostro desconocido puede ser el de un amigo.
Trabajan arreglando oficinas, cuidando niños y ancianos, podando el césped o conduciendo camiones.  Un porcentaje de ellos, haciendo alarde de su nueva  prosperidad, se dedica a actividades menos edificantes. Pero todos regresan  decididos a tirar la casa por la ventana. A pesar de la crisis  económica que hace cada vez más incierta su permanencia en los países de  acogida, retornan dispuestos a  gastarse sus buenos  dólares o euros en fiestas, regalos y paseos.  Cualquier cosa que garantice el reconocimiento y la admiración de familiares, amigos y vecinos. Después de todo llevan años- algunos décadas- doblando el lomo en remotos lugares de la tierra y sometidos  al más duro anonimato.
Muchos ya adquirieron las costumbres de sus sitios de residencia y muy pronto lo que  añoraban en la  distancia empezará a molestarles. El carácter pedigueño de la parentela, la adulación provinciana y  la estrechez de  sus pueblos y ciudades encabezan esa lista incómoda. Impacta la manera como  algunos hacen resaltar  un improvisado acento andaluz,  valenciano o  de Asturias para diferenciarse de sus iguales  en la tierra natal.
Pero ya habrá tiempo para  el aburrimiento y la decepción. Por ahora, se pasean por los salones del aeropuerto  Matecaña, sobrecargados de paquetes  y maletas, en  medio de muchas músicas que se confunden con la algarabía de los comités de recepción. Una  que otra muchacha le parte el alma al novio que se quedó esperándola   en su  barrio, pues  llega de la mano de una  pareja conquistada en tierras lejanas: un plomero de Chicago, un mecánico de  Vallecas en Madrid o un traficante de alguna cosa en el barrio chino de Barcelona. Por lo pronto, mientras el amante desairado se  escabulle con sigilo en medio de la multitud, las familias  de los  risaraldenses andariegos celebran la vuelta a casa  de esos héroes anónimos que con su tenacidad se  echaron a cuestas la responsabilidad  de garantizar buenas condiciones de vida para quienes permanecieron en casa.
La duración del jolgorio dependerá del monto de los ahorros o de la capacidad de endeudamiento del festejante. Podrá ser cosa de dos semanas  o de un par de meses. Para entonces podrán andar rebuscándose los dólares  para el tiquete de ida. No importa. En últimas se trataba de recuperar energías para soportar otros  cinco años trabajando en cosas  que poco o nada tiene que ver con las ilusiones tempranas. Tendrán   además   que hacer la vista gorda ante el tamaño de la crisis económica que sacude el planeta. Al fin y al cabo en su país las cosas no mejoran para  la mayoría de la gente,  a pesar  de los indicadores alegres. Así que la víspera del viaje pasarán la noche en vela tratando de redondear las conversaciones   dejadas  a medias y   apurarán un trago doble de  aguardiente o de  ron que les ayude a sobrellevar la nostalgia. Andariegos que son.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Cuando los arqueros sabían volar


A la memoria de Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. Amén.

Cuenta la leyenda que hubo una época en  que los arqueros de fútbol volaban de palo a palo, como pájaros a la caza de frutos imposibles. Dicen además que en ese panteón de semidioses  habitaban tipos como Lev Yashin, Amadeo Carrizo, Ricardo Zamora o Gordon Banks. Criaturas aladas capaces de estirarse en el aire y ahogar con las yemas de los dedos el grito de júbilo  que ya empezaba a  incubarse en la garganta de figuras no menos legendarias  como Pedernera, Kubala,  Sívori, Garrincha, Pelé o Sócrates. En nuestro medio, esa estirpe  tuvo sus representantes más conspicuos  en ídolos que casi siempre llegaban del sur del continente y  respondían a los  nombres de Rosendo Toledo, Isidro Olmos, Raúl Navarro  o  Juan Carlos Delménico. Entre los locales,  Senén  Mosquera, Otoniel Quintana, James Mina  y Pedro Zape tienen, gracias a sus atajadas de fábula, un lugar asegurado en la memoria de los aficionados.
Pero eran otros tiempos, desde luego. Porque entonces el fútbol estaba más cerca del aliento inefable de la poesía que de la lógica atroz de las grandes corporaciones. Para empezar, la única motivación de sus practicantes era el gusto por ese juego que despierta idénticas pasiones en Noruega y en Antofagasta. En ese mundo, el portero era un hombre encargado tanto de evitar los goles del equipo contrario como de  llenar de electricidad el área chica. El fútbol estaba tan cerca de la magia que, aun hoy, existen sobrevivientes de la vieja  guardia dispuestos a jurar por la memoria de sus antepasados, que hubo arqueros como Julio Cozzi, capaces de desviar con la mirada los más terribles disparos de los delanteros rivales.
 Mucha agua ha corrido bajo los puentes o, mejor dicho, bajo los arcos y el deporte, como tantas utopías vendidas y traicionadas, pasó a formar parte de la implacable máquina de moler gente y producir dinero en que  acabó de convertirse el mundo. Al igual que los músicos, los actores, los bailarines o los cantantes, los futbolistas quedaron matriculados en ese gigantesco circo conocido como  industria del espectáculo.
Para que el circo fuera rentable se  necesitaban administradores, por supuesto. Entonces  apareció la figura del Director Técnico, que reemplazó al entrañable entrenador destinado a hacer las veces de animador, taumaturgo y  líder de la orquesta.  Ese director técnico fue  encargado de   gerenciar los recursos naturales, es decir,  el talento de sus dirigidos,  para convertirlos en goles, puntos y trofeos que de paso dejaran llenas las arcas de los dueños del equipo y las de las empresas que invierten en publicidad y en transmisiones de radio y televisión.
En ese paso del juego a las finanzas el primer sacrificado, a lo mejor por llevar el número uno a la espalda, fue el arquero. Su rentabilidad se empezó a evaluar por el menor número de goles encajados y de inmediato las áreas grande y chica fueron medidas con minuciosidad de topógrafo. Acto seguido se  le indicó por donde podía moverse y por donde no. De ese modo, si atendía a pie juntillas las instrucciones, siempre estaría parado en el lugar adecuado y no tendría ningún sentido  realizar esas   estilizadas maniobras que hacían las delicias de los fotógrafos. Mejor dicho, y aquí empieza  la   pesadilla: ¡No tendría necesidad de volar! Al fin se había inventado la jaula para encerrar al viejo y querido pájaro de fuego  que se estiraba de palo a palo.
A partir de ese día los arqueros dejaron de ser  aves, para convertirse en burócratas del área. Tal vez  en ese tránsito resida la explicación  para que con su condición plumífera  hayan  desaparecido también  esos cronistas que,  como el uruguayo Diego Lucero o el argentino Robinsón, hicieron  de la reseña deportiva un género literario. En su lugar quedó una legión vociferante que confunde la verborrea con la argumentación y la estulticia con la sencillez, y por eso mismo es incapaz de remitirnos con su pluma o  su palabra a esos tiempos  milagrosos cuando los arqueros sabían volar.

viernes, 2 de diciembre de 2011

La agonía del lenguaje


“Qué tal, chinos y chinas. Les  habla  su diyey Paco,   aquí desde los estudios de la rechimba emisora que sabemos. Hemos madrugado a las  diez  aeme, para  hacerlos felices con nuestro espais  de entretenimiento. Ya saben : los que no nos escuchan mueren de pura jartera. A lo bien, si o qué. Bueno, sin mas pre…pre…pre ámbulos abrimos nuestra sección de sexología,  consultorio sentimental y otros consejitos   útiles ¡Su nombre, mamita! Hola Connie ¿Cómo estás? ¿Por qué esa voz tan aburrida, mami? ¿Tu machucante no te echó ni uno anoche? ¡Pues levántate otro que en la olla hay más! Bueno, chao, preciosura…muuaaaahhh. Seguimos con nuestro  espais de socio… perdón, de sexología ¡Tenemos otro oyente en la línea!"
Si usted es uno de esos  idealistas  que todavía creen en la radiodifusión masiva como una posibilidad de contribuir  a la educación de la gente, le recomendamos que si va a navegar por el dial  tome las precauciones de un  moderno Ulises y se haga amarrar muy bien  a su silla, ojalá con cadenas de acero inoxidable, si no  quiere  sucumbir a la indignación  o a la pesadumbre sin remedio y acabe destrozando contra el suelo el entrañable  aparato heredado de generación en generación desde  que su  tatarabuelo lo importó de contrabando por las rutas del Urabá antioqueño.
Porque   lo que va  a encontrar será un escenario de pesadilla donde, con unas pocas y honrosas excepciones, el lenguaje agoniza en medio de una especie de suplicio de Tántalo, como si en lugar de ser  un vehículo de comunicación  y comprensión entre los humanos, se hubiera convertido de repente en  un aparato ortopédico, imperfecto para acabar de completar, que no dice lo que pretende  decir y acaba por expresar  lo que nunca se propuso.
Si aterriza en un espacio periodístico de los llamados “serios”, es probable que  un periodista que en noches de luna llena se convierte en tecnócrata, lo abrume con una jerga en la que  a duras penas el oyente  puede identificar términos   como cluster, commodities,broker, gobernanza,resiliencia o leadership,sin que nadie se tome  la molestia de  contarle    qué quieren decir esos vocablos en  castellano
En el caso de que se le cruce un programa deportivo , los   responsables  de su conducción lo trasladarán a un  universo hiperbólico  donde todo es “impresionante” o  “espectacular”, aunque se trate del  humilde acto de amarrarse unos botines. Para la muestra, les cuento que hace un par de días le escuché decir a un comentarista de cuyo nombre no quiero acordarme, que " al arquero del Deportivo Pereira le duelen las pelotas abajo". Eso  para no hablar de un extraño virus todavía no identificado, causante de una al parecer  irreversible atrofia de las palabras que los lleva a referirse al director técnico  de un equipo como el “deté”.
Y si por uno de  esos insondables designios de la providencia va a usted a caer donde los sexólogos y consejeros sentimentales de marras, mejor  encomiéndese  a James Clerk  Maxwell, el  físico inglés que con sus teorías sobre el electromagnetismo previó la propagación de la energía en el espacio , que finalmente dio lugar al descubrimiento de las  ondas de radio   , aprovechadas en principio  para ayudarle al  lenguaje a circular, sin sospechar que con la colaboración de algunos  “profesionales del micrófono” se estaba sembrando el germen de la propia destrucción.