Todo comenzó al finalizar los
años ochentas del siglo anterior. Un puñado de familias, animadas por los
caciques políticos de la época, se asentaron de manera irregular en los
alrededores del cerro de Canceles, un antiguo santuario indígena. La práctica
es bien conocida: estimular invasiones
por parte de personas carentes de vivienda, tramitar la compra y legalización de los predios, así
como la instalación de servicios públicos. Con eso ya se tiene asegurado un
feudo electoral, que se multiplica a
medida que la fórmula se convierte en un
imán capaz de arrastrar grandes grupos de población.
A los pocos años ya se había
conformado un grupo de barrios llamados Villa Santana, Las Margaritas,
Intermedio, Monserrate y El Danubio. Más tarde, a resultas del desplazamiento
interno, surgirían los sectores de Tokio y El Remanso, habitados
en su mayor parte por familias
desplazadas por la violencia, constituyendo un grupo importante el de
negritudes provenientes del departamento del Chocó.
Recuerdo que desde un espacio periodístico llamado “Señales para encontrar la ciudad”, en compañía del
investigador y escritor Alberto Verón advertimos sobre lo que se estaba incubando allí. “Si no
se definen y ponen en práctica líneas de
desarrollo social y económico que integren a estas familias en los grandes
proyectos de la ciudad y la región, a la vuelta de pocos años las nuevas
generaciones serán presa fácil de los grupos
criminales que hoy constituyen casi la única opción de vida de los
jóvenes marginados de Medellín, Cali y Bogotá”, se lee en un comentario al
libro No nacimos pa semilla, de Alonso Salazar, publicado en 1990.
No se necesitaba ser mago ni profeta para intuir hacia donde derivarían
las cosas. Las cifras de entonces no han hecho
cosa distinta a crecer y
empeorar. Los niveles de escolaridad
apenas alcanzan la básica primaria. Más de la mitad de la población carece de
empleo formal. Las mujeres que trabajan
lo hacen en oficios domésticos o en cafeterías
y bares sin ningún tipo de prestación social. Muchas jóvenes o incluso niñas
optan por ejercer la prostitución en zonas céntricas de la ciudad. A su vez los
hombres trabajan en el sector de la construcción o se dedican a vender frutas, verduras o chucherías
por toda la ciudad, en un incierto
ejercicio que muchas veces depende del
humor de los funcionarios encargados de controlar el espacio público o de
las erráticas políticas de la
administración de turno.
Con ese panorama, resultaba inevitable que las bandas
criminales, surgidas de un contubernio entre el narcotráfico y la desbandada de
militantes de grupos paramilitares y guerrilleros, encontraran en sectores como
estos una inagotable fuente de mano de obra
barata , tanto para la distribución de drogas como para los ajustes de cuentas a través del
sicariato.
Pasó el tiempo y los problemas se
agravaron ante la indiferencia de una sociedad que prefiere seguir alimentando
el mito del progreso incesante o el lugar común de “La transnochadora, querendona
y morena”. Hasta que, hace unas semanas
se conoció la noticia del cierre temporal del Jardín Infantil de Tokio, como
medida preventiva ante los problemas de violencia. Al hecho se respondió con frases huecas, operativos policiales y declaraciones retóricas sobre
inversión social. Por eso resultan tan patéticas las llamadas alertas tempranas
de la Defensoría del Pueblo: en realidad, dada la dimensión del drama social
que se vive allí, se trata de unas alertas muy, pero muy tardías.
No necesita uno ser sociólogo titulado para saber que 25.000 almas (o más) siempre al borde del hambre, serán un fogón ardiendo. No es que Villa Santana sea un polvorín "a punto de explotar". Es que es un incendio desde hace veinte años y todavía no se ha apagado. Si me deja hacer una apreciación, me parece que ahora las cosas están "suaves", en relación con el periodo 2001-2006, que coincide con el gobierno de Uribe. La guerra en la zona fue más tenebrosa que hoy, y algo similar sucedió en los noventa. Acá un interesante trabajo de Javier Moreno donde pueden verse los datos para Pereira desde 1990
ResponderBorrarhttp://finiterank.github.io/homicidios/
Cami.
Lo que cuentas nos refresca algo que muchos saben pero quieren olvidar: que no hay forma de abordar este tema y salir con las manos limpias. En esto hay que meterlas en el lodo, mancharse. Esto te marca, me dijo una chica que había tenido experiencia política anterior en barrios bravos, "pero nada comparable con estos niveles de marginación". No se puede marcar tarjeta, como en la fábrica o la oficina, entrar, ayudar en esto o aquello, hacer algo en beneficio de "esa gente" y después volver a la rutina. Eso me dijo. Le creí. Sé que es preciso comprometerse, pero aclaro que yo no fui tan valiente y noble como ella.
ResponderBorrarMil gracias por el enlace, apreciado Camilo. A decir verdad, muchas cosas están mejor en relación con el período de gobierno de Uribe, basado en la ley del engaño.
ResponderBorrarPor lo demás, le comparto una perla : la Secretaría de gobierno local refutó a la Defensoría del Pueblo, asegurando que han sido " solo" una veintena de muertos en lugar de los 70 denunciados por el director de esta última entidad: como si fuera una cuestión estadística y no un drama cotidiano padecido por 25000 personas
Mi querido don Lalo: semanas atrás el futbolista Carlos Tévez le aseguró a un entrevistador que si no hubiera sido por el fútbol estaría en la cárcel, convertido en drogadicto ... o muerto. Era su manera de definir el entorno de Fuerte Apache, la barriada donde nació y creció. Guardadas proporciones, eso viene a ser Villa Santana en mi ciudad... sin la remotísima posibilidad de redención que brinda el fútbol.
ResponderBorrarEs un penoso drama el fenómeno del despoblamiento de las aéreas rurales para ir a engrosar los cinturones de pobreza de las grandes ciudades, con sus consiguientes problemas de convivencia, caos urbanístico y delincuencia. El avasallamiento de terrenos o áreas verdes circundantes es moneda corriente, donde solo las mafias de “loteadores”, como aquí se los conoce, salen beneficiadas, con denuncias de estafas como moneda corriente: cuánta gente humilde empieza a construir sus “sueños” para luego enterarse de que sus papeles de propiedad habían sido falsos y aparecen los supuestos dueños. Auténticas batallas campales a pedrada limpia son los saldos.
ResponderBorrarAcláreme eso de “La transnochadora, querendona y morena”, que me ha dejado con la idea a medias.
Apreciado José. El bambuco es un bonito género musical, promocionado por las élites de mi ciudad como su mayor expresión de de identidad. Uno de sus máximos exponentes es el poeta y compositor Luis Carlos González Mejía, autor de La Ruana, una canción que ha tenido, enntre muchas versiones, intérpretes tan destacadas como la española Paloma San Basilio. Por su idiosincracia fiestera y desprevenida, Luis Carlos González definió a Pereira como " La trasnochadora, querendona y morena", en una frase que muy pronto se convirtió en eslogan.
ResponderBorrarLe comparto enlace a la mencionada versión de La ruana.
http://www.youtube.com/watch?v=tIlHMmp5kF4