jueves, 16 de abril de 2015

Balzac y Los Aristogatos




Es bien conocido el talante prolífico del  novelista francés del siglo XIX Honoré  de  Balzac, quien a lo largo de su vida escribió miles de páginas, entre ellas  la serie de  obras conocidas con el título de La comedia humana.  Lo que muchos no saben es que, aparte de su enorme talento, el narrador produjo muchas de sus novelas para cumplir obligaciones con los editores, que le adelantaban el dinero necesario para  saldar sus deudas  y mantener  el tren de vida propio de  un   arribista de su época.
Balzac fue uno de  los escritores favoritos de Karl Marx. En sus  personajes y situaciones el filósofo encontraba material de sobra para reflexionar sobre los valores de las clases dominantes- las únicas visibles en el conjunto del cuerpo social-  y sus efectos sobre las dominadas.


Más  de un siglo después, en su intento por comprender las variables económicas y su expresión en la vida cotidiana, el economista francés Thomas  Piketty, autor del libro El capital en el siglo XXI, vuelve   a la obra del creador de Papá Goriot para mostrarnos  el  impacto de las rentas ociosas y sus relaciones con la ecuación capital- trabajo- ingreso en sociedades marcadas por la desigualdad extrema.
El mundo descrito por Balzac es, si que quiere, una radiografía de las raíces de un mundo en el que, según Piketty los viejos rentistas, en lugar de haber desaparecido, como creen algunos, encarnan hoy en los capitanes de la industria, el sector inmobiliario o la especulación  financiera.
Agudo lector de Marx, el  pensador francés retoma  sus aspectos sustantivos  y elude de paso la tentación de caer en el  error del filósofo  nacido en Tréveris : convertir sus hallazgos en doctrina, facilitando de paso  la conversión de su pensamiento en profecía, con las consecuencias de sobra  documentadas. 


Por eso puede tomar distancia y mostrarnos   una mirada comparativa de las transformaciones experimentadas  por distintas sociedades opulentas a lo largo de los últimos  dos siglos. A través de una cuidadosa muestra respaldada  por  gráficas, cifras y análisis de las mismas, el autor  nos  lleva de vuelta a la paradoja de un planeta cuyos desarrollos tecnológicos le permitirían alimentar a varios miles de millones de personas más de las que lo habitan y , sin embargo condena  al hambre  a un porcentaje  inmoral de ellas.
Las razones de ese desajuste solo pueden ser políticas y Piketty se encarga de enfatizarlo a lo largo del libro. Y como no se trata aquí de volver  pobres a los ricos, como pretendieron en su momento algunas ideologías, el camino hacia la redistribución del ingreso pasa entonces por el incremento progresivo de los impuestos. Solo por esa ruta los ubicados en la base de la pirámide, es decir, la mayoría, podrán  acceder al bienestar.

                                                                Thomas Piketty
Pero ningún político  se atreve a dar ese paso, por miedo a perder parte de su caudal electoral.  Entre tanto, las desigualdades siguen creciendo, como bien lo muestran los indicadores creados en su momento por el estadístico Corrado Gini. De paso, el autor  de  El capital en el siglo XXI desmonta   viejos mitos, como aquél que define a los Estados Unidos de América como el país de la igualdad y las oportunidades.  Para ello le basta un ejemplo:  al contrario de la percepción general, el acceso  a la educación  superior de calidad en el país de Thomas Jefferson está limitado a una  élite capaz de pagar  tarifas altísimas, lo que de entrada ubica  a sus miembros en una posición ventajosa en el partidor. A ese grupo pertenecen los super ejecutivos magnificados por el cine y por  las revistas de finanzas,  responsables , entre otras cosas, de la última   crisis financiera analizada en detalle   por Piketty en su libro con el propósito  de identificar similitudes y diferencias con la  “ Gran depresión” padecida por la economía mundial  a partir de 1929.

                                                              

Con todo y las dificultadas que implica la lectura de  una obra  con tan altos propósitos,  como  lector gozoso de buena  literatura, el economista francés  tiene tiempo incluso para burlarse de nosotros:  luego de una sucesión de páginas ilustradas con gráficas densas dirigidas a explicarnos los efectos  perversos de las rentas ociosas, renuncia de pronto a los recursos  de la estadística y decide aclararnos  las cosas remitiéndose  a la vieja y conocida historieta de Los Aristogatos.

6 comentarios:

  1. Por supuesto que Picketty tiene razón en destacar la creciente desigualdad en Estados Unidos, que tal vez siga siendo el país de las oportunidades pero sobre la igualdad... Ni siquiera hace falta ir a las estadísticas, que están allí de todos modos. Basta con observar las plataformas y planteos políticos de los dos partidos dominantes: los republicanos se han entregado por completo al integrismo religioso, a los prejuicios contra los inmigrantes, al repudio de los postulados científicos más obvios y al dinero, a los super-ricos (hasta los simplemente ricos están dejando de tener influencia en el partido, porque no tienen suficiente). Los demócratas conservan sus tradicionales impulsos distributivos, pero han conseguido muy poco en los últimos tiempos, salvo una mayor cobertura de los seguros de salud, que los republicanos han jurado derogar; ambos partidos son cada vez más diferentes y sus propuestas difieren más y más, aunque intelectuales izquierdistas (volvió a decirlo Galeano poco antes de morir) sigan sosteniendo que los republicanos y los demócratas son "el mismo partido". Ya no. Por obra y gracia del gerrymandering (manipulación de los límites y representación de las circunscripciones según conveniencias políticas) los republicanos controlan la gran mayoría de las legislaturas estaduales, además de, ahora, las dos cámaras del congreso federal, con la consigna de reducir impuestos (a los ricos) y también gastos (en los programas sociales). Un presidente demócrata muy poco puede hacer en una situación así.

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  2. Doctrinas, maestro; es extraño que nos ufanemos de nuestro desarrollo como civilización; el gran avance hacia lo inmejorable, y las doctrinas, las creencias radicales, absolutas, sin diálogo, se apoderen de cada manifestación en contra de algún tema. Esto lleva a la violencia, sea verbal, física, digital o legal, o sea, manipulando las leyes y lo que está afuera de ellas para obtener poder. En medio de ello la religión desde un punto ultraconservador.
    Me quedo con ello. Había leído una reseña acá en México sobre El Capital en el Siglo XXI y hace referencia a lo que usted dice sobre no llevar el planteamiento de Marx, o analizarlo, o criticarlo, sin caer en la doctrina.

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  3. Me quito el sombrero ante su lúcido análisis del American dream, mi querido don Lalo. Sin democracia económica el concepto no pasa de ser un mero instrumento electoral y de equilibrio de poderes... controlados por la todopoderosa elite económica. Cuando uno se asoma a las tablas de análisis presentadas por Piketty en su libro entiende al fin el concepto de abismo.

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  4. Aoreciado Eskimal : en su libro El Hambre, el escritor argentino Martín Caparrós nos ilustra desde el periodismo sobre el tamaño del drama de los seres de carne y hueso que en los libros de economía se nos antojan cifras abstractas.

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  5. Una de esas desigualdades extremas por demás ilustrativa y que desmonta muy bien el mito del sueño americano, nos la muestra Martin Caparrós en una crónica sobre la ciudad de Chicago, de la cual afirma que reúne la mejor arquitectura que el dinero puede comprar: cuarenta o cincuenta edificios corporativos que, uno por uno, serían el mejor de cualquier otra ciudad emblemática del mundo. Tal es la opulencia de su construcción que sin el asomo de duda busca mostrar quiénes son sus dueños. Pero unas calles más allá, aun en pleno centro con escaparates luminosos y aceras impecables, abundan los mendigos que se instalan cada treinta metros con carteles donde dicen que no tienen para comer. Terrible paradoja esta de Chicago, cuya Bolsa es la referencia mundial de las cotizaciones de maíz, trigo, soja y otros alimentos básicos. Tal vez no viene muy al tema de Balzac, pero la explicación suya sobre el libro de Piketty me trajo automáticamente a la memoria este ejemplo de aberración capitalista.

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  6. Claro que viene a cuento, apreciado José: el mismo Caparrós cuenta cómo individuos que en su vida han visto o tocado un grano de trigo, pueden enriquecerse en cuestión de horas especulando en la bolsa con los precios de ese producto. Entre tanto, en otro lugar de la tierra miles de personas padecen hambre, sin que en su vida entera hayan visto algo parecido al pan servido en la mesa.
    Lo grave es que el asunto no pasa por la escasez de alimentos sino por las políticas que privan a millones del acceso a los mismos.

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