“Sé muy poco sobre el mono
aullador: lo mío es el loro
orejiamarillo.”
La muchacha- veinte años, toda de negro hasta
los pies vestida- pronunció su
declaración de principios con la firmeza de quien no está seguro de otra cosa
en el mundo.
Hasta ese momento no imaginaba el
grado de especialización alcanzado por los activistas del siglo XXI. Creía que los ambientalistas se ocupaban del planeta entero, con sus
respectivos reinos: animal, vegetal, mineral…y virtual. Crecí en un mundo en el que las etiquetas
cobijaban a legiones completas de
ciudadanos: comunistas, conservadores, católicos, protestantes. Cosas así.
De modo que emprendí mi pesquisa
en busca de las razones de todo esto.
Como todos saben, el nueve de
noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín,
el mismo donde, un veinticuatro de agosto de 1961, fue
abatido a tiros Gunter Liftin cuando
intentaba cruzar esa barrera levantada
con los miedos de la guerra fría.
Los expertos en geopolítica
coinciden en que el derrumbe del muro supuso la muerte de las grandes
ideologías. Incluso un funcionario del gobierno norteamericano, el profesor
Fukuyama, se atrevió a decretar, con exceso de arrogancia, “El fin de la Historia”, en un libro que ya casi nadie recuerda,
porque al final resultó que en muchos lugares de la tierra la Historia apenas
empezaba, como lo demuestran cientos de insurrecciones desatadas en la
periferia.
Pero, en fin, ya sabemos que para
no disolverse en la desazón, la mente humana necesita creer en cualquier cosa
ubicada en este mundo o en los otros. Los ateos, por ejemplo, practican su credo con un fervor parecido al
misticismo. Incluso tienen autores sacralizados. Qué sé yo: Hawkins, Dawkins (¿habrá
algún designio en la grafía de esos nombres?).
A su vez, el catecismo comunista
tuvo en Marx, Engels y Lenin la triada
que instauraría el paraíso en la tierra.
Por su lado, los consumidores
compulsivos hicieron de los centros
comerciales sus templos y creen que sus
tarjetas débito y crédito equivalen al “Ábrete
sésamo” de los cuentos orientales.
Eso para no hablar de las
miles de sectas que surgen todos los
días, ofreciendo fórmulas de
salvación hechas a la medida.
Por ese camino empecé a entender un poco el asunto.
Desvanecida la utopía de la
sociedad sin clases irrumpieron de la nada miles de movimientos- no por casualidad se les
denomina “alternativos”- a modo de maderos a los que cada quien se aferra, según el tamaño de su naufragio.
De ahí el talante
hiperespecializado de sus acciones, por lo visto bastante alejadas de la gran
armonía universal. Los antitaurinos no
necesariamente se llevan bien
con los vegetarianos, por ejemplo. Incluso han llegado a colisionar,
según me explica mi vecino, cuyo hijo- baterista de una banda de punk- dedica su
tiempo libre, que es casi todo, a
amenazar por internet a toreros,
ganaderos, rejoneadores y en general a
todo aquél que exprese algún tipo de simpatía por la tauromaquia.
Tratando de avanzar un poco, le
pregunto a Alfredo, un ingeniero del medio ambiente que lucha contra el calentamiento global, por los
alcances de los acuerdos firmados entre las grandes potencias.
Al hombre le
brilla la mirada cuando responde, con admirable dosis de fe, que “esta vez sí será”. El cree de veras que son Macron, Trump,Xi
Jinping,Putin y Merkel y no las
corporaciones que financiaron sus campañas los que gobiernan el mundo. Por eso
tiene su propio nicho de combate: la ganadería intensiva. “Las vacas son fábricas vivas de gases contaminantes”,
escribió en una hoja volante que reparte
entre todo aquél que se detenga a escucharlo.
Espero no me malinterpreten. No
cuestiono esas prácticas. Todos necesitamos algo en lo que creer. En mi caso,
creo que este blog contribuye a la reflexión y al debate inteligente, tan
necesarios para sobreaguar en este mundo desquiciado.
Para mí, es una suerte de nave
de causas perdidas que conduzco a la
deriva, ya ven ustedes, a la espera de un milagro.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Y pregunto yo si la mesura, el sentido común, la templanza, son acaso causas perdidas, porque de esos materiales está hecho este espacio de reflexión. Tranquilo, su nave no hace aguas por ninguna parte, más bien es un sólido madero al que aferrarse en este mundo tormentoso que nos toca vivir. Tal parece que la cordura es un defecto o lastre en esta sociedad de acelerados e hipersensibles. Y con los hiperespecializados vamos rozando el absurdo, con razón se mofaba Tom Wolfe de un científico que era una eminencia en su materia pero un inepto en relaciones públicas, según sus propias palabras.
ResponderBorrarAh bueno. Tener interlocutores y compañeros de viaje como usted es una muy buena razón para seguir remando, apreciado José.
ResponderBorrarHace un rato, leyendo el diario, me enteré del enconado debate sobre el supuesto vegetarianismo de Hitler. Digo "supuesto" porque los veganos (los vegetarianos maoistas, digamos) niegan que el jefe nazi lo fuera: dicen que le gustaban las palomitas rellenas y los bollitos de hígado, y que los verdaderos vegetarianos son gente pacífica y de buen talante, como Gandhi, Da Vinci, Pitágoras, George Bernard Shaw y Paul McCartney (olvidan, apunta Rose Wild, del Times, a Pol Pot, Genghis Khan y Charles Manson). Son muchos los testimonios asegurando que Hitler nunca comía carne ni pescado, y que su afición por garbanzos y frijoles (el sitio donde leí esto decía "judías", pero me pareció imprudente repetirlo en este contexto) era tan pronunciada que le producía una flatulencia constante. Mmm, que imagen terrible, un Hitler flatulento. A lo que voy es que el tribalismo imperante se está acentuando, y hoy llegamos al caso de la militante que citas, obsesionada con un loro en particular.
ResponderBorrarDices que Hawking y Dawkins compartirían un designio en la grafía de sus nombres, coincidente con su visión del universo. Tal vez convenga agregar aquí a Darwin, que suena y luce en forma similar y además es el abuelo espiritual del astrofísico y el biólogo.
ResponderBorrarMenos mal que las teorías de Freud andan de capa caída, mi querido don Lalo. Porque o si no ya tendríamos una hipótesis delirante acerca de la " fijación" con el loro orejiamarillo.
ResponderBorrarAh... y que maravilla esa de las judías y los vegetarianos maoístas.
Y sí :incluyamos a Darwin en la cofradía.
La aparición de la categoría de análisis "Identidad" se hace fuerte en los noventa y ahora, con los estudios culturales, toma mayor auge. Aunque parece que "memoria " es el término para las investigaciones presentes. Quizá se deba por la recuperación de tiempos de trauma. El centro de memoria histórica en Colombia es un ejemplo, Gustavo. Pero vuelvo a la identidad, una palabra ambigua y difícil como lo es cultura, y es que no sólo los estudios culturales se apropian de ello y abren espacio para trabajos muy interesantes, y para otros muy extraños como la identidad del negociante en el momento de hacer cambalache en un comercio (lo digo porque alguien está investigando eso en un centro de posgrados de acá, México), también nosotros, y digo nosotros cuando hablo de mis contemporáneos y en ese marco me incluyo (que también es otra palabra a proponer a debate: qué es lo contemporáneo, lo reciente, lo presente) nos apropiamos de la identidad y hacemos de ella nuestra lucha. Pareciera, maestro, que la lucha ahora está en definirse, en buscar una manera de identificación y que ello se respete. Nosotros somos así porque queremos ser así, digamos, sería un himno de guerra. Y claro, allí nos falta la la retrospectiva, el análisis con mayor profundidad.
ResponderBorrarApreciado Eskimal: el problema de fondo reside en que se emprende la lucha , no por una identidad, sino por La identidad, sin tener muy claro en qué consiste esto último.
ResponderBorrarY ahí es donde el asunto se hace confuso, pues no sabemos si es algo que nos nace o se nos impone. En ese punto empezamos a ser lo que no somos.