Ilustración de Stella Maris para LaColadeRata
En uno de esos
cuestionarios predecibles que le formulan a la gente célebre, el entrevistador
le preguntó a Joan Manuel Serrat:
-¿Quién es la
persona más entrañable en su vida?
El cantor catalán
lo dudó un par de segundos antes de responder en medio de una carcajada:
-Iba a decir que mi mamá, pero me acordé de
Ronaldinho.
Ese fino humor
es una de las improntas de su personalidad y de su obra poético- musical. Es su
manera de hacerle un guiño permanente al absurdo y a la ironía como antídoto
contra todo trascendentalismo, aunque se refiera a los asuntos más graves. Por
eso mismo, cincuenta años atrás pudo responderle a otro periodista, inquieto
por su renuncia a representar a España en el Festival de Eurovisión si no le permitían cantar en catalán:
Periodista:
Serrat: ¿Quién a Eurovisión?
Serrat: ¡A mí que me importa!
La capacidad
para burlarse de sí mismo y del mundo es, bien lo sabemos, una virtud cada vez
más escasa en un mundo regido por una egolatría sin límites traducida en la
pregunta tantas veces oída: ¿Usted no
sabe quién soy yo?
Desde luego, esa impronta es también un asunto cultural. No por azar, el folclor catalán produjo esos célebres muñecos conocidos con el nombre de Caganers que, en efecto, aparecen en cuclillas cagando ante la vista del respetable. ¿A quién se le ocurre semejante burla en una ciudad que se autodenomina condal y cuya matrona es la mismísima Nuestra Señora de Montserrat?.
Pienso en esas cosas ahora que el poeta se apresta a celebrar ochenta años de vida, mientras los fieles devotos de sus versos no paran de crecer, como lo recordaron los organizadores de un reciente tributo brindado por la Universidad de Harvard.
¿Dónde reside el
secreto de su vigencia?, preguntan algunos. En primer lugar, no hay secretos.
Cosa rara en el mundo del espectáculo, Serrat ha permanecido fiel a sí mismo.
Formado en la lectura de los poetas del Siglo
de Oro, así como la de los de las generaciones del 98- la de la
Guerra de Cuba- y la del 27- la del preludio de la dictadura franquista y la de
entreguerras mundiales-, su acento es el de un romántico descreído que les
rinde tributo a las causas perdidas.
Consciente de
que para seguir siendo hermosa la utopía no puede materializarse sin devenir
pesadilla, Serrat no ha hecho nada distinto a cantarle en sus versos: Y para
no olvidarme de lo que fui/ mi patria y mi guitarra/ las llevo en mi/ una es
fuerte y es fiel/ la otra un papel.
Dicho de otra manera,
lo suyo es la coherencia entre la persona y la obra. Entre el amigo, el padre,
el esposo y el hombre público, como lo anotó su compinche Joaquín Sabina que,
sin embargo, le reclama en una canción: Mi
primo el Nano/ que no me toca nada y es mi hermano.
Lo mismo
sentimos los amantes de ese cancionero ya antológico: como si de primos suyos
se tratara. No podía ser de otra manera con este fulano hecho del más puro
desparpajo. Volviendo a su pasión por el equipo de casa, al que aprendió a amar
en la infancia cuando correteaba pelotas astrosas en las calles del Poble Sec, una vez declaró que al Barca
le dicen el equipo culé por el dolor
de culo que produce entre la hinchada su ciclotímica historia llena de gloria y
desastres.
Lo nuestro es pasar, cantó su querido Antonio Machado. En su tránsito, el primo Nano nos ha regalado bellezas como esta: Irene tiende sus trapos al sol/ prestando misterios a la siesta/ de bragas comprometedoras/ y sábanas alcahuetas/ Irene tiende el alma en el balcón/ y el viento indiscreto la explora/ resucitando formas/ gorditas y habladoras.. Ese guiño a las delicias y pavores del sexo es apenas uno entre los muchos pequeños milagros deparados por este cantor que, como Dylan, Cohen, Aute o su querido Joaquín, puede decir con don Antonio: He andado muchos caminos.
Los caminos de
América
Vuelve Serrat, el español más querido de América, tituló en su portada la revista Cambio al despuntar la década del ochenta. Y no se quedó corta:
para al menos dos generaciones de latinoamericanos y españoles Serrat es
símbolo de libertad, de respeto, de solidaridad y, claro, de utopías. Ay Utopía cómo te quiero/ porque les
alborotas el gallinero, dice en una canción. Para el poeta catalán, lejos de ser quimera la utopía
es fuerza propulsora. No importa si a cada tanto nos damos de bruces contra la
prosaica realidad. De ahí que en un continente donde todo está por hacerse- a
despecho de los profetas de El fin de la
Historia- los versos de Serrat suenan a promesa y huelen a pan fresco de
cada día.
De México a Argentina sus canciones son plegaria, acción de gracias
y grito de rebelión, todo a la vez. No por casualidad, seres tan siniestros
como Pinochet y Videla decidieron que sus discos y sus canciones resultaban
peligrosos. Por eso su regreso al cono sur prefiguró el fin de las dictaduras. ¡
¡No se va/ El Nano no se va! coreaban
los asistentes a sus recitales.
Es tanto el fervor, que hasta se le perdona su militancia en el Partido Socialista Obrero Español, esa
entelequia de la cual sus críticos aseguran que sólo se puede verificar su
españolidad porque lo de socialista y obrero ya es pura arqueología.
Candela Tiffón, la esposa de Serrat, odiaba el Camp Nou, el estadio del Barca.
Decía que su marido pasaba más tiempo en sus graderías que en casa…
hasta que llegó Ronaldinho y fue ella la que se mudó al estadio. Así que el
genial brasileño fue el responsable de que se les viera juntos en el palco
enfundados en sendas camisetas azul y grana.
De esos pequeños detalles están hechos la vida y obra de este cantor
de pequeñas cosas que no ha parado de andar los caminos desde su nacimiento en
el Poble Sec un 27 de diciembre de 1943-
por un pelo no vino al mundo el Día de
los santos Inocentes-.
Y ahí va, con su guitarra al hombro y su irrevocable voluntad de
volcar el mundo en una canción.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=KiiV6PJPaJc
Estimado Gustavo, hermosa la definición de utopía de Serrat. Ye viene mi libro sobre el surgimiento y ocaso de la utopía antisistémica en Colombia y América Latina. La utopía que cruza a nuestra generación como un soplo de aire caliente y un yugo de ira y muerte. ÁAT
ResponderBorrarApreciado Álvaro: a pesar de ser ya un tópico, el mito del Ave Fénix sigue siendo el más certero para definir la esencia de la utopía: una fuerza que vive en su propia muerte.
ResponderBorrarMil gracias por el diálogo y bienvenido sea su nuevo libro.
Gustavo