Los que desean congraciarse con un príncipe suelen
presentarse con aquello
que reputan como más precioso
entre lo que poseen, o
entre lo que juzgan más ha de agradarle;
de ahí que se vea que
muchas veces le son regalados caballos,
armas, telas de oro,
piedras preciosas y parecidos adornos
dignos de su grandeza. Deseando,
pues, presentarme ante su
magnificencia con algún
testimonio de mi sometimiento, no he
encontrado entre lo poco
que poseo nada que me sea más caro o
que tanto estime como el
conocimiento de las acciones de los
hombres, adquirido
gracias a una larga experiencia de las cosas
modernas y de un
incesante estudio de las antiguas. Acciones
que, luego de meditar y examinar durante mucho tiempo
y con gran seriedad, he encerrado
en un corto volumen que os dirijo.
Nicolás Maquiavelo
Presentación de
El príncipe ante Lorenzo El Magnífico
En contravía de lo sugerido por Susan Sontag en su célebre ensayo titulado Contra
la Interpretación, toda gran obra de arte no solo es susceptible de
múltiples lecturas sino que las exige, en la medida en que se postula como una
invitación al diálogo con un auditorio amplio y creciente. La influyente obra
de Nicolás Maquiavelo participa de esa condición.
Nacido en Florencia en 1469 y muerto en la misma ciudad en 1527, Maquiavelo
conoció, gozó y sufrió las glorias y miserias del poder, pasando de ocupar
altos cargos y desempeñar misiones
diplomáticas, a ser destituido y obligado al exilio. Esas condiciones le dieron
un conocimiento privilegiado de las fuerzas que subyacen en el ejercicio de la
política, que en un momento pueden encumbrar a un individuo y al grupo que representa, para después
arrojarlo a los más hondos abismos. Ese aprendizaje, bien asimilado, conduce a
lo que se conoce como pragmatismo político, la característica principal del
breve pero decisivo libro titulado El Príncipe y dedicado a Lorenzo de
Médicis como eventual modelo de lo que debería ser un gobernante. Al lado de El
príncipe, Los discursos sobre la primera década de Tito Livio
constituyen el legado de Maquiavelo a sucesivas generaciones que no han dejado
de leerlo y releerlo según los intereses de cada quien, al punto de engendrar
un equívoco adjetivo que, como corresponde a los lugares comunes, sirve para
todo y para nada: maquiavélico. En esa medida para algunos la palabra es
sinónimo de brillante y para otros de diabólico.
A resultas de esas lecturas, sobre las obras de Maquiavelo se han escrito
centenares de libros, ensayos, tesis de grado, y artículos de prensa que lo
exaltan o lo degradan, dependiendo de las circunstancias y poderes en juego.
Las circunstancias y dinámicas del poder: de eso se ocupa Maquiavelo en sus intentos de encontrar un
método que le sirva al príncipe, entendido no tanto como una persona sino como
un rol enfocado a trazarle un rumbo a la sociedad y sostenerlo con firmeza en
beneficio de todos.
¿Y cuáles fueron las circunstancias en las que el pensador postuló sus
ideas? Según los manuales de historia,
la República Fiorentina fue una Ciudad Estado de La Toscana desde 1115,
cuando los florentinos formaron una comuna luego de la muerte de la marquesa
Matilde. Desde entonces se sucedieron las pugnas entre facciones. Los Médici se
hicieron con el control de la ciudad en 1434, mediante un golpe de Estado
contra la facción que los había expulsado. Se mantuvieron en el poder hasta
1494 cuando fueron expulsados a su vez por el fraile dominico Girolamo
Savonarola, desplazado en su momento por Juan de Médici, futuro papa León X.
En ese ambiente de inestabilidad y turbulencias, Maquiavelo imaginó un
príncipe capaz de conjurar la suma de intereses y conspiraciones que impedían a
la nave del gobierno avanzar con firmeza hacia puerto seguro… si esta palabra
tiene algún sentido en el mundo de la política. Ese príncipe estaba llamado a
gobernar no solo la República Fiorentina, sino a los estados pontificios y a
las otras Ciudades Estado que batallaban entre sí y eran ocupadas a menudo por
potencias extranjeras (España y Francia en especial) a las que ellas mismas habían llamado en su
ayuda. En un principio, César Borgia- hijo del papa Alejandro VI- pareció encarnar ese príncipe con su conquista de La
Romaña. El mundo imaginado por Maquiavelo, la nación italiana, habría de
materializarse cuatro décadas después
de su muerte, como desenlace de las guerras de independencia conocidas como El
Risorgimiento, que condujeron a la conversión de varios estados en una sola
nación, El Reino de Italia. Giuseppe Mazzini, Giuseppe Garibaldi y
Camilo Benso, conde de Cavour, jugaron un rol vital en esas luchas que
culminaron con la coronación de Víctor Manuel II como primer rey de Italia en
1861.
Fue entonces cuando el mundo volvió a tomarse en serio a Maquiavelo. El
propio Karl Marx escribió El 18 Brumario de Luis Bonaparte, pensando que
El Príncipe justo y severo a la vez apuntaba a evitar el advenimiento de
un tirano como el sobrino de Napoleón. Mediado el siglo XX, inspirados en esa
lectura, tres grandes pensadores marxistas, Toni Negri, Louis Althusser(Maquiavelo
y nosotros) y Antonio Gramsci ( Notas
sobre Maquiavelo), se encargaron de postular no una sino tres lecturas
del filósofo y político florentino.
La primera era una versión literal en la que Maquiavelo advertía al
gobernante sobre las condiciones que debía reunir si aspiraba a forjar una
nación, partiendo de la suma de fragmentos que constituían las Ciudades Estado.
Entendido así, El Príncipe se lee como un manual de buen gobierno, que
incluye lo que en estos tiempos se llama el perfil del mandatario.
Una segunda lectura se hace en clave de sátira: El Príncipe sería una burla- esta
sí maquiavélica- de las pretensiones del
soberano y su propósito de gobernar lo ingobernable.
La tercera interpretación marxista asume El Príncipe como una
denuncia política, en la que se advierte a los gobernados sobre las trampas que
puede tenderles un mandatario. En los
dos últimos casos alentaría la voluntad de subvertir el orden de cosas
existente, lo que convierte a Maquiavelo en un adelantado. Eso explica el
título del libro de Althusser prologado por Antonio Negri: Maquiavelo y nosotros. Es decir, un
Maquiavelo trasladado al mundo de entreguerras, en el que la tentación de la
tiranía es una amenaza latente, como bien lo demostraron los casos de Hitler,
Stalin, Franco y Mussolini, para no hablar de lo sucedido en el Tercer Mundo en
tiempos de la Guerra Fría.
Como corresponde a toda obra considerada clásica, la de Nicolás Maquiavelo
está hoy más vigente que nunca, sobre todo cuando nuevas versiones del príncipe
y el tirano se agitan en procura de hacerse con el poder, aupadas por recursos
tecnológicos que acrecientan las oportunidades de multiplicar la mentira y la
impostura como instrumentos de seducción.
Así las cosas, la marxista es
solo una mirada crítica entre muchas que pueden ayudar a su comprensión y
actualización en un mundo que requiere cada vez más de nuevas formas de
lucidez.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=dtDxIzJWDP4&list=RDdtDxIzJWDP4&start_radio=1
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