jueves, 19 de octubre de 2017

Entre lágrimas y risas





Si usted  dice Arlés Herrera puede ser el nombre de su vecino o de un completo desconocido.

Pero si nombra a Calarcá,  tanto sus simpatizantes como sus detractores lo reconocerán  como uno de las caricaturistas más influyentes de Colombia en el último medio siglo.

Ha sido, como quien dice, el garabateador  oficial del semanario Voz, órgano del Partido Comunista de Colombia. En tiempos más ortodoxos, o mejor dicho, en los días de la guerra fría se llamó Voz  Proletaria.

Calarcá arribó a Pereira como uno de los invitados centrales en la edición número diecisiete de Cómic sin fronteras, un evento que se ha consolidado como uno de los más importantes del país en su género.

A su llegada a Bogotá, a mediados del siglo XX, se radicó en el barrio Las Cruces, un hervidero de inconformidad y malestar social que se encargó de darle sus primeras lecciones políticas.

Eran los días en que Jorge Eliecer Gaitán  agitaba con su palabra   a las masas que habían llegado a la capital en oleadas provenientes de todos los rincones del país.



“Mi familia estaba formada por personas militantes de esa vertiente del liberalismo, influenciada por las corrientes socialistas que echaban raíces en el pensamiento de Uribe Uribe. En la capital, y en especial en el barrio Las cruces, me puse en contacto con ese proletariado formado por obreros de fábricas, trabajadores de la construcción y rebuscadores de pura cepa que se ganaban la vida vendiendo en las calles cuanto producto se encontraban en el camino.

Ese fue mi primer contacto con la  Colombia real y esa experiencia me marcó para el resto de mis días”.

El pelo blanco y frondoso contrasta con el moreno intenso de su piel. Cuando habla recorre el rostro del interlocutor, imaginando con seguridad los primeros trazos  para una  caricatura.

Cuenta ochenta y cuatro años de edad pero nadie se lo cree. Sigue  con los mismos hábitos de toda la vida, caracterizados por la fortaleza física y una al parecer inagotable lucidez. La misma fortaleza y lucidez  que le permiten dibujar cada mañana sus feroces dardos contra el sistema en el ámbito nacional e internacional.

En uno de los números recientes de Voz se lanzó con un dibujo de uno de los personajes más caricaturizables del momento: el presidente Donald  Trump.

“Además de su físico, el tipo vive dando papaya todo el tiempo con sus sandeces y despropósitos. De modo que  nosotros solo aprovechamos ese filón. Cada vez que abre la boca, Trump ya nos ha entregado la mitad de la caricatura.  De modo que  es cuestión de aprovechar y ¡Zas!



Calarcá recuerda que su primer dibujo lo hizo con tiza en la pizarra de una escuela en el municipio  de Buenos Aires,  Valle del Cauca. Su modelo fue un  campesino ermitaño al que le decían Titiribí. 

Era originario de ese municipio de Antioquia y se caracterizaba por tres cosas: su barba cerrada y áspera, una escopeta que nunca abandonaba y una  cabeza de vaca cuyo caldo era, según él, la clave  de su fortaleza.

Aunque  Calarcá tiene otras recetas: una copa de aguardiente cada mañana,  guarnecida con limón, pimienta y pólvora.

Mucha lectura.

Y una sesión matutina  de gimnasia

 Cuando se le menciona el polvo mañanero  como un complemento de esas rutinas se desata en una carcajada que le ocupa el cuerpo entero.

Muchas cosas cambiaron en la política mundial durante el último medio siglo: El fin de la guerra fría, la glasnot, la Perestroika y la caída del Muro de Berlín.



Pero el maestro sigue inamovible en sus ideas  y en sus dibujos.

“Una cosa son las turbulencias normales de la  política y otra muy distinta las realidades que vive la gente. En el mundo   y en Colombia la riqueza se concentra cada vez más, con el consiguiente incremento de las miserias. A  eso se suma el desastre ambiental y la emergencia de nuevas zonas de guerra. Eso implica que las personas lúcidas y solidarias deben seguir dando la lucha. 

“Por eso estoy en Pereira, atendiendo  a una invitación de Nelson Zuluaga,  uno de los artífices de Cómic sin Fronteras.  Vamos a dedicar esta edición a  las caricaturas relacionadas con la megaminería y su impacto en la vida social, política y económica de Colombia. Cuando uno lee informes respaldados con cifras y documentos donde se le demuestra que el 10% del territorio nacional ya no nos pertenece, o que existen regiones enteras en las que el agua  está envenenada con mercurio no puede permanecer ajeno a esos dramas, a no ser que uno sea un indolente total… O esté metido en el negocio de la megaminería”.

Así, con esa coherencia entre lo que dice, hace y piensa ha transcurrido la vida del maestro Calarcá  desde que hiciera público su primer trabajo en 1962, cuando Colombia ensayaba el modelo del Frente Nacional como eventual salida a sus guerras seculares.



Y aquí está, fiel a sus convicciones, poniéndole la cara  y el lápiz a una realidad  que ve surgir nuevos  conflictos marcados por los  muchos poderes que se mueven  alrededor de la gran minería.

Por lo pronto apura su vaso de aguardiente incendiado por el limón, la pimienta y la pólvora.

A ver qué revelaciones le depara su lápiz a esta hora.

PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

7 comentarios:

  1. Los humoristas gráficos son incontestables, con un trazo pueden poner en ridìculo a cualquier politiquero u otro personaje repelente.Su gran virtud es que arrancan siempre una sonrisa en el valle de lágrimas que es la vida. Muchas gracias por dar a conocerlo, en seguida busco sus viñetas.

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  2. Los buenos caricaturistas son tan necesarios como el vino y/o el ron. En un mundo donde la realidad social y política es una trituradora, elevan la voz, muchas veces con una feroz y grata ironía. Desde hace muchos años comienzo a leer los diarios desde las páginas deportivas y mi segunda escala es la caricatura política.

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  3. Entonces brindemos por los buenos caricaturistas, que en realidad no son muchos, mi querido don Lalo. Esa singular mezcla de inteligencia,ironía y repentismo es difícil de cultivar.
    Tan difícil como los buenos vinos y rones. Por aquí en mi tierra tenemos una delicia de ron llamada Juan de la cruz. Es todo un lujo para el espíritu. Así que ¡ Salud!

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    1. Gustavo, ayer leí su perfil sobre Matador en La Cebra que habla, acabo de hacer lo mismo con el de Calarcá. Además, vi unas páginas digitalizadas de la revista de Comfamiliar dedicadas al gran Nelson. No sé si usted las escribió. Cuando tengo la fortuna de saludarlo y compartirle algunas anécdotas, preocupaciones, dudas, preguntas o canciones, surgen sus afinidades y humanos queridos; el caricaturista es uno de ellos. Una vez, en alguna clase en la UCPR sobre Opinión, hablamos de esa triada de divinidades singulares componentes del humor de tales cronopios de hoja y papel. En otra invitó a Matador, al cual le prologó un libro.
      Por allá, entre el 2006 y el 2008, me dijo que le gustaría tener la gracia de esas divinidades nombradas en el perfil de Calarcá. Usted busca a esos hombres y mujeres de seudónimos, globos de diálogo y firmas chuecas y los hace crónica. En su indagación para llegar a ese humor único, y si llega me comparte algotiene un panal envidiable, el Cómic sin fronteras.
      Abrazos.

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  5. Cuánto me alegra viejo, que podamos enriquecer este diálogo a través de obsesiones y gustos comunes. Aparte de la complicidad que supone este medio prodigioso de la Internet, claro.
    Los buenos caricaturistas tienen el singular don de aprehender la complicidad de un acontecimiento y sintetizarla en un dibujo. Eso los hermana con los poetas, que hacen lo propio mediante su certera intuición de la palabra precisa.

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