jueves, 14 de marzo de 2019

Tienen huevo






Siempre han existido personas que  dicen escuchar voces provenientes de este mundo o de los otros.

El  Nuevo Testamento nos cuenta que Saulo de Tarso, judío perseguidor de cristianos, escuchó una voz que lo conminó a la conversión mientras galopaba en su caballo camino de Damasco.

Ya sabemos lo que ocurrió después: fue Saulo, devenido apóstol, quien  le dio forma teórica al cristianismo

Más tarde, Juana de Arco juró haber escuchado voces que la impulsaban a defender su patria francesa de las acometidas del demonio inglés. Traicionada y entregada al enemigo, fue arrojada viva a la hoguera en Ruan, el 30 de  mayo de 1431.

El sacrificio no tardó en dar réditos: con el paso de los años fue convertida en Santa Juana.



Relatan  algunos biógrafos que, durante sus ataques de epilepsia, el gran escritor ruso Fiódor Dostoyevski se veía sitiado por coros enteros que después convertía en materia de sus novelas.

Mucho más prosaicos y banales, nuestros tiempos apenas si pueden dar cuenta de voces provenientes de los electrodomésticos.

“No quedan huevos para mañana” anuncia, lapidaria, la voz proveniente de una nevera- heladera, le dicen en el cono sur de América- de última generación.

La familia entera, nada heroica, entra en pánico, como si una voz  del más allá advirtiera sobre la inminencia del juicio final.

Así que la tribu en pleno, incluido un perro y dos gatos, examina  las entrañas de la ballena  blanca para descubrir que, además de los huevos, falta leche, cerveza, tocineta, cebollas rojas,  salchichas y, por supuesto, golosinas para las mascotas.

Empujados por una  fuerza superior  a la que arrebató a los cielos a Remedios la Bella, papá y mamá no  dudan: es el momento de tomar medidas para defender a la prole. 

Así que, en pantuflas  el macho Alfa y sin limpiarse el  menjurje  de pepinillos para combatir las arrugas la dama, suben al auto y emprenden una travesía que los llevará a sortear toda clase de riesgos entre el tráfico enloquecido.

Llegar el supermercado más cercano es cuestión de supervivencia.



Una vez instalados  frente a las góndolas caen en la cuenta  de que  muchas cosas más están a punto de agotarse.

Y no es propiamente que vivan en la  Venezuela de la Revolución Bolivariana.

Sólo que la egocéntrica  “nevera inteligente” no quiso  advertirles de que el hambre se abatía sobre la familia.

A la muy maldita le gusta  jugar con las emociones y con  el tiempo de la gente.

Por si acaso, papá y mamá renuncian a la pequeña canastilla. Magnánimos, optan por el  más grande entre los carros de la compra y empiezan a llenarlo hasta el tope.

No vaya a ser que al volver a casa, la ballena blanca les anuncie que falta alguna cosa: los pasabocas de salmón del gato o las galletitas de malvavisco de los niños.



Como todas las criaturas inteligentes, las neveras también son impredecibles y  llenas de caprichos.

Tengo un vecino que casi no duerme: se despierta cada dos  o tres horas al llamado de una voz que le advierte  sobre el tamaño de su desamparo: la crema de afeitar no alcanzará para el afeitado de mañana.

Sucede que el fulano en cuestión tiene la manía de guardar la crema en la nevera: dice que esa blancura  helada en las mañanas le recuerda sus días de estudiante en Suecia.



Y la nevera toma atenta nota.

Cuando le digo que el humilde y polifacético Jabón Rey cumple mejor sus funciones que la aristocrática crema con marca en inglés, el hombre me fulmina con el destello de sus  ojos verdes.   

Está claro que siempre preferirá   obedecer el mandato  del monstruo y estará siempre dispuesto a salir en pijama a las dos de la madrugada, aunque deba enfrentarse a mañanas tan heladas como las suecas.

Como les he contado, mis amigos  más queridos conforman una  legión de ángeles terrestres, siempre preocupados por mi frugal existencia.

Así que si un día, solidarios como son, deciden regalarme una “nevera inteligente”, ya les tengo preparada la  respuesta: tienen huevo.


PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada. 

4 comentarios:

  1. Es casi inevitable la comparación entre tu heladera/nevera parlante, controlando los hábitos adquisitivos de la gente, y la telepantalla que el Gran Hermano imaginado (¿imaginado, realmente?) por George Orwell en "1984" utilizaba para someter a la población de su Oceanía totalitaria. En una Oceanía moderna, Nicolás Maduro sería el ministro de Propaganda, Michael Jackson el de Educación y Donald Trump el de Integridad Ética. Queda por verse quién sería Gran Hermano... ¿Jeff Bezos, de Amazon? ¿Jack Ma, de Alibaba? Lo cierto es que la realidad ya se está alejando de la perspectiva política que le dio Orwell para caer en abismos patológicos más dignos de Dostoyevsky.
    Recordemos que Orwell escribió "1984" en... 1948. Un genio visionario, el hombre.

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  2. Ja, ja, ja. Menudo ministerio el que acaba de sugerir usted, mi querido don Lalo. En algún círculo del infierno deben estar tomando atenta nota.
    Así que pongamos nuestras barbas en remojo.
    Un abrazo,
    Gustavo

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  3. Ja, menos mal que no nos ha hablado del “inodoro inteligente” que dicen que tienen los japoneses, tan exquisitos en sus costumbres pero también maniacos para algunas cosas. Imagínese que el cacharro tal, en cuanto entremos al baño, nos esté recordando con voz robótica que nuestra orina o deposiciones no pintan nada bien, sembrando alarma acerca de nuestra salud. Suena de pesadilla o de mundos distópicos o absurdos que ni siquiera Orwell hubiera imaginado.

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  4. Ah, carajo. Usted dio un paso más allá de lo planteado por don Lalo, apreciado José. Eso de que el " inodoro inteligente" se anticipe al diagnóstico clínico, es como para salir corriendo y no parar hasta llegar, digamos, a los predios de una tribu amazónica en la que-para bien de todos- aún cagan en un hueco silencioso abierto en la tierra.

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