jueves, 4 de julio de 2019

La vida pasó de largo







Difícil el oficio de poeta en estos tiempos de estruendo: al fin y al cabo, lo suyo es esculpir en el silencio.

Esa dificultad trae consigo una ventaja: de antemano, el poeta sabe que la batalla está perdida y eso lo salva: puede consagrar su  vida entera a la búsqueda del silabario cifrado donde anida el misterio.

De modo que  cada día reemprende su  tarea sin que nada ni nadie lo apremie.

Ni siquiera las musas, extinguidas  hace ya tanto tiempo.



En su lugar, presta atención al fraseo del viento, al rumor del agua, al mutismo de las piedras.

Es en esas entidades milenarias donde la poesía resiste los embates del ruido.

El poeta Uriel Hincapié Montoya lo sabe. Por eso labra sus versos con los aleteos del colibrí, con el  deslizarse de la lluvia sobre  una hoja  de plátano.

Con las voces que lo interpelan desde las entrañas de la roca o la madera.

Como corresponde a los buenos poetas lo suyo es, si se quiere, otra forma de la mística.

La de los  sabios de oriente, que abrevan en los koanes del budismo zen o  la de los iluminados cristianos como sor Juana o san Juan de la Cruz.

Esa forma de transitar la luz constituye la materia de Río de olvido, el breve poemario que resultó ganador en la convocatoria de la Secretaría de Cultura de Pereira en 2018.

Sus tópicos son los de siempre: el olvido que horada nuestras más  firmes certezas. El amor que nos calcina y arroja nuestras cenizas al viento.

La muerte que cierra el círculo de la vida y  así le da sentido a todo.



Lo importante aquí es la manera de decirlo. Como en este poema titulado Súplicas de amor:

“Todo lo que se encuentra en el medio está en el final: una verdad nos mira a la cara, explora la infancia, revisa el ser. Pero ya no estamos, la vida pasó de largo: un niño en el abandono se da de  bruces contra el destino, no sabe de caminos ni de metas, no acaba de comprender”

Lo de Uriel  Hincapié es poesía en prosa, o prosa poética, según cada lector lo quiera interpretar.

Si la vida pasa de largo y nos deja varados a la vera del camino, sólo nos quedan las palabras para nombrar nuestra  particular forma de la disolución.

Esa convicción alienta en los cantos del Rey Salomón y en la ebria lucidez de Li- Po. En  La arboleda perdida de Rafael Alberti y en el vuelo de  las aves que surcan el cielo de los versos de  Aurelio Arturo.

“Sin embargo, presa de engañosa ensoñación de la corriente, la piedra anhela convertirse en agua. ¿Y qué piden las hojas? Abundante lluvia pues el lugar reclama vida y no muerte. Así una sombra lúgubre rodee al Maestro, no huye del Monte de los Olivos. Río, piedra, oración, lluvia, ruta de hogar con dulce canto de pájaros.”



Monte de los Olivos es el título de ese poema que se nos cruza en la página  cuarenta y dos para recordarnos que, más tarde o más  temprano, a todos nos aguarda el encuentro con lo más cierto de nuestro ser en el punto más elevado de la montaña.

Si regresamos purificados o no, dependerá de nuestros  aprendizajes en el tránsito hacia  la luz tejida  con las voces del camino.

Al menos eso es lo que se desprende del poema titulado Detrás de las colinas:

“Habrá de cumplirse nuestro anhelo más alto: disolvernos en la tarde tocando con las manos la hierba fresca. En todo viaje es menester saludar la luz que aparta todo consuelo. El descanso verdadero se construye detrás de las colinas.  Lo sabe la mariposa que no cesa de nacer  en su proceso”.

Entonces lo comprendemos: no es que la vida pase de largo. Es que no  cesamos de nacer y por eso cada recodo es el comienzo y el final del camino.

De ese Río de olvido que nos sugiere Uriel Hincapié en el título de su libro.


PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada 

6 comentarios:

  1. Gustavo
    El poeta Horacio, refiriéndose a los poetas, lo vaticinó hace más o menos dos siglos: ningún bebedor de agua ha escrito buenos versos. Y el poemario de Uriel Hincapié, al que se refiere esta buena entrada, está hecho de eso,de espuma, de lúpulo, de sensibilidad y reconocimiento.

    Saludos

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  2. Ja, entonces ¡Salud! Diego: ni la poesía ni la buena vida son para abstemios.
    Ah... si nos referimos a Horacio, hablamos de dos milenios, no de dos siglos. De modo que el vino está mucho más añejo.

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  3. Mi madre me alertó sobre los poetas. Son mentirosos y bebedores, decía, hacen daño a las mujeres y no respetan la autoridad, no trabajan, se la pasan leyendo y escribiendo bobadas, no ganan dinero pero se gastan todo en vino. Yo la escuché atentamente... tanto, que quise ser poeta ardorosamente, pero sin el talento necesario. Lastima...

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  4. Ja, ja, ja. Que buen perfil del perfecto poeta, mi querido don Lalo. Y no se haga muchas ilusiones: en todo lo que usted escribe , empezando por los comentarios a estas entradas, alienta la poesía: la muy bribona se cuela por cualquier resquicio.

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  5. Mil disculpas por llegar tarde a sus siempre necesarias reflexiones, amigo Gustavo. Me di de baja del mundo virtual por un tiempo para pisar tierra como se dice popularmente.
    Yendo al asunto, siempre me ha parecido que los poetas son criaturas extinguidas, se acabaron con Homero, Horacio, Virgilio, Dante y alguno más. Desde entonces hasta esta parte, han devenido en una especie de traductores (tampoco al alcance de cualquier mortal) de la naturaleza pura (el lenguaje de los elementos, la música de las cosas) y de la naturaleza humana (el amor, la soledad, el desengaño, el olvido) que bien usted nos recuerda. Al contrario, la poesía siempre ha existido, desde el primer instante del Universo, por algo los astrónomos hablan de un sonido o radiación cósmica de fondo, y qué es sino esa expresión colorida y bellísima de las galaxias? Usted mismo certifica, de una manera totalmente poética, su innegable existencia ya que "la muy bribona se cuela por cualquier resquicio'.Justo en en el clavo. En mi país diríamos: cabal, casero.

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  6. Siempre es usted bienvenido por estos pagos, apreciado José. La verdad es que vivimos rodeados de poesía por todas partes. El asunto consiste en encontrar, como en la canción de Enrique Bumbury, " la chispa adecuada".

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