Los expertos en mercadeo político y religioso lo saben muy bien: una mente confundida y sin facultades críticas puede precipitarse por el despeñadero de cuanto fanatismo le ofrezcan en el portafolio de servicios. Sólo se necesita una buena dosis de miedo y la promesa de una cura para todos los males.
De ahí que la
retórica de iglesias y partidos se pueda intercambiar con tanta facilidad:
palabras como salvación, abismo, infierno y perdición abundan en los pronunciamientos de candidatos y
pastores. O de candidatos- pastores, porque cada vez estamos más atrapados en
el viejo contubernio entre política y religión.
Y confundir una
mente es lo más simple del mundo. Usted toma una buena dosis de información
falsa, le suma algunos datos imprecisos o un manojo de verdades a medias que al
final resultan ser las peores, las cuece a fuego lento, las viste con un ropaje
incendiario y puede lanzarse a la carrera política o sacerdotal sin fijarse en
gastos.
Del resto se encargan
los medios de comunicación con su poder multiplicador.
Tomemos nada más
tres casos de gran repercusión en tiempos recientes: la masacre perpetrada
contra el pueblo palestino por parte del actual gobierno de Israel, la llegada
de Javier Milei a la presidencia de Argentina y la campaña electoral en Estados
Unidos. Con algunas excepciones, en los tres casos el abordaje de las noticias se ha
caracterizado por la inmediatez de un lenguaje tremendista al que los análisis
de “expertos” le dan apariencia de seriedad. Un dato clave: tanto Trump como
Milei se lanzaron como figuras públicas a través de espacios televisivos bastante próximos al formato del reality- show.
Este último
concepto es elocuente: la realidad como
espectáculo o el espectáculo como realidad. Para los medios, y más aún sí
circulan a través de la internet, la frontera entre los dos mundos se diluye.
Desde que CNN asumió la información sobre la Guerra del Golfo como un
espectáculo transmitido en vivo y en directo, con franja de comerciales
incluida, cualquier distanciamiento crítico se hizo imposible. Entre el
mercadeo del Super Bowl y las noticias de la guerra no hay diferencias.
Algo similar
pero peor sucede con la desinformación acerca del drama en la Franja de Gaza.
Si ustedes se han fijado, las notas “periodísticas” se presentan bajo un
encabezado en letras mayúsculas que dice: “GUERRA ISRAEL- HAMAS”. A
continuación se muestran imágenes de edificios destruidos, de heridos o muertos
cubiertos con sábanas, seguidos de cuadros con cifras y más cifras.
Con los cada vez
menores niveles de discernimiento de la masa humana alienada por toda suerte de
poderes, no es difícil prever las consecuencias de esa manera de abordar las
cosas. Lo he comprobado en la calle hablando con algunas personas. Muchas de
ellas creen que sí Israel es un país en guerra con Hamas, entonces este último
también es un país. Así las cosas, Palestina desaparece de la mente de los
consumidores de información… si alguna vez estuvo. De cuajo queda suprimida una historia que se remonta a los días del
Antiguo Testamento con sus conflictos milenarios . Leamos los relatos sobre
filisteos, cananeos, babilonios, persas y tendremos una ruta más segura que la
señalada por los medios. Sólo entonces la abstracción “GUERRA ISRAEL- HAMAS”
pierde consistencia y el drama de los palestinos se revela en toda su
dimensión.
Con Israel pasa
algo parecido. Como la información es pobre y tendenciosa, no se hace claridad sobre la diferencia entre la cultura y la
religión del pueblo judío, que son
patrimonio de la humanidad por un lado, y el programa sionista de poder político y económico a
nivel planetario por el otro. De ese modo los
elementos de comprensión se reducen a cero.
El caso de la
dupla Milei- Trump es ejemplar por lo peligroso. En ambos el uso de la mentira
para manipular la mente de masas carentes de todo criterio dio unos resultados
que se traducen en un nada prometedor modelo para el mundo. Ambos hablan de
devolverle a sus países una improbable y perdida grandeza: la misma invocada
por los nazis para garantizar su llegada al poder o por los estalinistas para
restituir el paraíso terrenal a la clase obrera. El norteamericano dice que le robaron las
elecciones pasadas y que su triunfo en las próximas debe ser algo así como un
acto de justicia universal. A su vez el argentino ha repetido en todas partes
que su país llegó a ser el más rico del mundo, y que su misión consiste en
devolverle esa condición. Los datos de los historiadores y economistas más
conservadores desmienten esa versión. Tampoco Trump ha podido probar el robo y,
sin embargo, sus fieles devotos lo repiten en las plazas y en las redes
sociales, ese imparable agente multiplicador de imprecisiones y falacias.
Y es aquí donde
aparece el concepto más peligroso: el de “misión”. A lo sumo, un político pude
tener un proyecto o un programa de gobierno realistas y realizables. Pero eso
no vende. Mejor dicho, no es mercadeable ni mueve las potencias instintivas de
los eventuales electores. Así las cosas resulta más rentable a nivel electoral
apelar a la movilización de los instintos, empezando por el miedo y la
necesidad de imponerse sobre los otros. Como una vez alcanzado el objetivo de hacerse con el poder la misión
resulta imposible de cumplir, sólo queda el recurso de huir hacia adelante,
aumentando así los niveles de confusión y de paso creando nuevas necesidades de redención.
El Leviatán ha
aprendido entonces a alimentarse de sí mismo; es decir, de la masa acrítica que
lo constituye. En ese punto la noria empieza de nuevo a girar… a no ser que
decidamos romperla y para eso debemos recuperar la capacidad de pensamiento
perdida en algún recodo del camino.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=g4OsiIAkoXo
Querido Gustavo.
ResponderBorrarNi los griegos, ni los romanos, pudieron dimensionar hasta qué nivel de espectáculo ha llegado la política, los medios de comunicación y la religión, hoy en día. ¿No será que toda esa parafernalia mediática está montada para revivir algo que ya está muerto desde hace mucho? Me refiero al discurso político, a los ideales de paz, a la democracia como fin último, a la iglesia hoy convertida en supermercado.
Saludos.
Diego eFe
Más que revivir, para llenar un vacío, un agujero negro que todo se lo traga. Tan grande es el agujero, que hoy Maquiavelo no tendría nada para decirle al príncipe... salvo recomendarle un hara-kiri, pero ya ni dignidad para eso queda.
BorrarMil gracias por el diálogo, apreciado Diego
Qué curioso, esa misma retórica y política del espectáculo es la que han utilizado ciertos políticos que en esta columna no se mencionan y que hoy detentan el poder en casi toda Latinoamérica. Utilizan también la retórica de la confusión con palabras como "humanidad", "paz total", "histórico", "decentes", "potencia mundial de la vida" y otras tantas grandilocuencias que hacen de su discurso un monumento al fanatismo en el que, nada más en Colombia, la mayoría cayó presa hace poco más de año y medio. Esas mentes fueron igualmente confundidas con su "dosis de miedo y la promesa de una cura para todos los males".
ResponderBorrarY miremos, por ejemplo, que la política como espectáculo no es propia sólo de los outsiders como Milei o Trump, que tienen un discurso antisistema y que por algo los nuevos movimientos de izquierda les tienen terror. Hace tres años fue alentado en Colombia, por parte de un político cuya frontera entre la realidad y la fantasía está disuelta, una serie de hechos incendiarios detonados a través de las redes sociales. El país se convirtió todo en una película de terror, o más bien en un reality show que al año siguiente fue capitalizado por el político de marras. El engaño, finalmente quedó consumado, aunque hoy siguen existiendo algunos incautos que se niegan a aceptar que fueron engañados.
Lo mismo ocurre con los informes sobre la franja de gaza. Esos que insisten en negar la abstracción de la guerra Israel-Hamas, son los mismos que no cuentan cómo se rompió la frágil tregua de paz en octubre del año pasado, y quién la reinició. No cuentan cómo el grupo terrorista Hamas fue quien primero bombardeó a Israel, matando también miles de ciudadanos inocentes; tan inocentes como los ciudadanos palestinos muertos por acción de las brutales represalias de Israel, que sí, ha tenido una defensa desproporcionada y se ha llevado otros tantos inocentes en un conflicto de nunca acabar. Claro que cuando es Hamas el que asesina, estos dicen que desgraciadamente son los resultados que quedan como producto de la irracional guerra: una guerra, que hay que decirlo, no reinició Israel, sino Hamas. Deberían también sancionar a este grupo terrorista que, indirectamente, fue el que provocó la muerte de sus propios ciudadanos palestinos, de donde es originario este grupo. Así como Palestina tiene una historia milenaria, Israel también la tiene, y lo ideal sería que ambas naciones pudieran convivir sin agredirse compartiendo el mismo territorio. Como en la realidad es así, lo ideal es que Hamas no rompa la tregua, pues de otro modo siempre le dará la justificación a Israel para que ejerza la defensa de su territorio de una manera brutal.
Así, si vamos a hablar de engaños, manipulaciones y discursos sobre pérdidas de grandeza, no nos olvidemos de los que hoy han ganado el espacio del poder a través de estas ardides, que han sido los principales multiplicadores de falacias, porque el Leviatán no tiene un solo color político, pero tampoco puede alinearse en el justo medio. De modo que hay que aceptar que la política es un espectáculo de unos malos contra otros malos, no hay remedio, pero también hay que saber que existen unos más malos que otros, y esos son los que utilizan la desinformación y la manipulación para hacerse pasar como los más buenos. Al fin y al cabo el buenismo y la corrección política han logrado transformar al demonio en ángel de luz, o si no que lo digamos los colombianos.
Muchas gracias por sus aportes, señor Rupertino.Qué lúcido eso de " transformar el demonio en ángel de luz". Ese debe ser el sueño de todas las agencias de comunicación política, independiente de la filiación ideológica del cliente- candidato... si eso de " filiación ideológica" conserva todavía algún sentido.
ResponderBorrarY mucho me temo que eso del " justo medio" carece de sentido en el mundo del poder político, donde tomar partido, así sea de manera fingida, constituye el motor que impulsa las decisiones de los potenciales electores.
Cordialmente,
Gustavo Colorado G