jueves, 27 de diciembre de 2012

Entre la ficción y la locura



Iniciados y legos coinciden  en algo : El Quijote es una obra clásica no solo  por el dominio del lenguaje  y la capacidad  de crear personajes complejos demostrada por su autor. Lo es, ante todo, por su manera de mostrarnos las múltiples  manifestaciones de la locura del hombre de todos los días: no el confinado en los sanatorios si no el honrado y puntilloso ciudadano, buen hijo, mejor padre de familia, juicioso elector de  sus gobernantes, fiel a los dioses   y cumplidor de sus obligaciones.
Vivir enloquece. Eso de  inventarse  una  personalidad o asumir la impuesta por los códigos sociales  y culturales no es tarea de  poca monta.  Más o menos a la mitad del camino de la existencia empiezan a aparecer los primeros síntomas de desvarío. Una copa  de más basta para dar salida a los demonios controlados  día  tras día a costa de mucho esfuerzo. No es casual que  los abstemios sean al mismo tiempo las personas  más aconductadas: le profesan un pavor  reverencial al vino, esa llave forjada para  abrir la puerta de las habitaciones donde guardamos los secretos  más reprimidos. Para salir del paso los mortales   nos refugiamos  en alguna clase de adicción. Puede ser a la oración, a los juegos electrónicos, a las apuestas  o  los vicios  solitarios.  Da lo mismo si nos permite eludir por un instante el estupor producido por la visión de la nada reflejada en el espejo.
Para que todos podamos llegar  a la hora de la muerte sin   acabar aullando desnudos  en la plaza pública  fueron  inventados el arte y sus múltiples sucedáneos. Solo  en las novelas, en las pinturas, en las películas  o en las canciones les es permitido a los protagonistas ser ellos mismos sin temor  a  una sanción impuesta por el soberano, el pater familias o la divinidad.  No estoy hablando, desde luego, del  arte cuyo objetivo es trasmitir una moraleja o un mensaje edificante. Esa vertiente está dirigida de hecho a legitimar el poder, no a controvertirlo.
Quizás por eso es posible identificar  líneas comunes en la  ficción de los distintos continentes. Los grandes escritores europeos, herederos directos  de  la fusión entre el helenismo y las tradiciones judeo cristianas, se han ocupado  en detalle de la culpa, es decir, de la locura metafísica. Desde los griegos  hasta creadores como Robert Musil o  Mijaíl Bulgakov, alienta esa marca, una suerte de rastro de babosa  o caracol impregnando cada una de las acciones humanas.
A su vez, los escritores norteamericanos han  convertido el absurdo en la impronta misma de  una improbable identidad  colectiva. La locura del norteamericano blanco protestante del sur es la de la de la insensatez de quien se impone el destino de gobernar el mundo. El resultado  es la alienación sin remedio de los personajes  que pueblan las novelas de William Faulkner, Thomas  Pynchon o Jhon Fante. Basta con leer La hermandad de la uva, de este último autor, para entender  las dimensiones alcanzadas por la locura individual y colectiva en ese país. Al lado de ellos los asesinos seriales son unos  aprendices.
Por su lado, los escritores  asiáticos nos dejan  entrever los pliegues de esa forma de locura anclada en la búsqueda de  una mítica armonía perdida tras el encuentro con Occidente.  A esa aventura consagraron todas sus energías las criaturas engendradas por Yukio Mishima y Yashunari  Kawabata, dos de los autores  japoneses más conocidos a este lado  del mundo.
En América Latina y África, pueblos marginales y marginados durante siglos por los poderes geopolíticos, la seña de identidad es la desmesura. Nacidos   en pueblos obligados a reinventarse todo el tiempo, los mejores  autores latinoamericanos, herederos del esperpento peninsular y de la imaginación desbordada de la tradición árabe, hicieron de la hipérbole su manera de insertarse en la tradición.  Los personajes de  Augusto Roa Bastos,  Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier o Guimaraes Rosa son creíbles solo   porque siempre están un paso atrás de la locura de  los seres  de carne  y hueso que los inspiraron. Los caudillos mesiánicos y las matronas de vientre prolífico son parte de nuestra forma particular de expresar la insania , precoz o senil.
Más allá de la siempre renovada discusión sobre los bajos niveles de lectura, los libros están allí dispuestos como ventanas para quienes  deseen asumir el desafío de  arrojarse  a las siempre riesgosas aguas que conducen al conocimiento de su propia, ineludible y demencial condición.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Los más grandes del mundo



A lo mejor a usted también le sucede pero no se atreve a pregonarlo  por temor a la censura o el escarnio. En mi caso no puedo guardarme  el secreto. Durante mucho tiempo alenté una leve sospecha. Ahora tengo la certeza de que tanto el  mejor futbolista como la mujer más bella del mundo viven a la vuelta de  mi casa, en  un sector rural de Pereira, Colombia.
¿Cómo llegué a esa conclusión ? Muy sencillo. Analizando la cada vez más  extensa antología de videos donde se muestra en detalle el innegable  virtuosismo de esa obra maestra de la plasticidad y la picardía llamada Lionel Messi. Igual método utilicé con las transmisiones previas al concurso de Miss Universo,donde se  exhibía una colección de muchachas desangeladas, algunas de ellas en un preocupante estado de desnutrición. Tomen nota, señores de la FAO: al igual que en tantas regiones del planeta, en ese reinado rondan el hambre y la mala alimentación.
Pues bien, mi  mejor futbolista del mundo se llama Steven. Cuenta  apenas  doce años- la misma edad de Messi cuando  llegó a La Masía-  y cursa  octavo grado de bachillerato . Como  sus partidos no los transmiten los  canales controlados por los magnates de la televisión global, mucho me temo que ustedes  nunca van a tener el lujo de verlo armar una pared de ensueño con cuatro compañeros de  equipo, gambetear   a  tres defensas rivales   utilizando  la finta  de la bicicleta, pasar la pelota entre las piernas del arquero y  depositarla con reverencia  en la red como una ofrenda en el altar de  viejos dioses olvidados. Como pueden ver, nada que envidiarle al tímido muchacho rosarino entronizado  en los  mismísimos cielos  desde hace más de una década  por los aficionados del FC Barcelona. Existen grandes probabilidades de que los empresarios jamás se fijen en Steven. Por lo tanto nunca será beneficiado por  la danza de millones y contratos  publicitarios  propia de las élites del deporte. Poco me importa : fui feliz viéndolo jugar una tarde de domingo y por eso decidí premiarlo con  mi trofeo particular de mejor jugador del mundo.
Sobre la muchacha hay poco para añadir. Estudia en el mismo colegio de Steven y es cinco años mayor  que él: suficiente para verlo como un niño de brazos. Cientos de poetas y  autores de canciones se han dedicado durante siglos  a cantar sus bondades sin necesidad  de conocerla, pues la suya resume  toda una percepción de la belleza femenina  a lo largo de los siglos. “ Esbelto es tu talle cual la palmera” dijo el autor de El cantar de los cantares. “ Mira que cosa más linda/ más llena de gracia” escribió el viejo Vinicius de Moraes  en unos versos que ya son propiedad de la humanidad. “ A esa muchacha que fue piel de manzana/ se le quebró el corazón de porcelana” canta el poeta catalán Joan Manuel Serrat, diestro como nadie en el arte de encontrar la palabra precisa  para nombrar las cosas sencillas de la vida. Estoy seguro  de que ninguna de  las participantes  en el concurso de Miss Universo hubiese sido capaz de inspirar esos versos: demasiado artificio, exceso de foto shop  y abundancia de cámaras de bronceado ahogan el aliento poético. A mi edad podría ser su abuelo, de modo que estoy a salvo de su hechizo y puedo asegurar  sin temores que soy vecino de la mujer más bella del mundo. Por fortuna , ni los potentados de los cosméticos ni las agencias de publicidad tienen noticias sobre su paradero. Por lo pronto,  resulta más saludable para todos  dejar las cosas así.
A esta altura del camino vuelvo a preguntarme en qué momento  surgió la manía de clasificar o desclasificar a las personas y sus acciones en  el arbitrario escalafón de los mejores del mundo,  ya se trate de escritores, deportistas, músicos o cocineros ¿Quién define eso? ¿Cuáles son los parámetros?  Mientras buscamos la respuesta sería mejor hablar de  “el mejor del mundo” según los canales de televisión, los productores de gaseosas o los empresarios del espectáculo. Así  empezaríamos a hacerles justicia – si es posible tal cosa- a  las legiones de  violinistas, dibujantes al carboncillo, cantores de  tangos y sambas, magos ignorados de la cocina, muchachas  anónimas tocadas por la gracia de la belleza  y precoces   genios de la pelota   destinados a alegrarnos la vida sin que los encargados de repartir los trofeos sospechen siquiera de su existencia.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Demasiado humanos




Caminando con su dueño por los pasillos del aeropuerto el  pobre perro se ve a gatas para  sostenerse sobre sus patas enfundadas en dos pares de  diminutas botas militares.  Como  complemento del atuendo  bélico luce   gorra, chaleco y pantalones cortos confeccionados  en tela de camuflaje. Su acompañante va  vestido de la misma manera, solo que sus pantalones son largos y camina sobre dos piernas. Su condición de perteneciente a la especie homo sapiens  resulta clara. En cambio al pobre  perro uno ya no sabe dónde ubicarlo: si entre los caninos o los humanos.
Así  van las cosas. De un tiempo para acá, por  moda, soledad, desesperación, esnobismo o todas las anteriores,  millones de personas en el planeta decidieron considerar a los animales como sus iguales, sustrayéndolos de  paso a su condición natural. De ese modo violentan  sus códigos particulares de comunicación, sus hábitos cotidianos y su dieta, confinándolos   a una suerte  de tierra de nadie. Si pudiéramos aplicarles  categorías humanas, diríamos que les han arrebatado su identidad de perros, gatos, aves o reptiles. No exagero: hace poco vi por la calle a una adolescente acarreando a una boa constrictor  ¡adornada con moños y sombrero!
Por definición , los  humanos somos proclives a hacer cosas absurdas. Es más:el absurdo nos define. Pero  hasta eso tiene sus límites. Conozco a una ingeniera aquejada por toda suerte de fobias. No contenta con eso, se las transmitió a su mascota,  hasta el extremo de convertirla en adicta a las pastillas tranquilizantes. El animal es incapaz de  permanecer solo en la casa sin su buena dosis de   pepas verdes y amarillas.  El  Ativán o uno de sus derivados pasó a formar parte de su dosis personal.
Para redondear el cuadro una semana  atrás fui testigo de una imagen imposible: inspirándose tal vez en la Pantera rosa , el pelo blanco de un par de perros  French Poodle fue  teñido de color rosado, sin ninguna consideración por las secuelas  que los químicos del tinte pudieran dejar en  el organismo del animal.  ¡ Se ven tan tiernos! Exclamaba, en los límites de la estupidez, la madre de la pequeña  propietaria de  la pareja.
 A esta altura del camino no cabe duda: un French Poodle  rosado o un Labrador disfrazado de militar o de cualquiera otra cosa deben ser síntoma de  algo muy grave y por desventura  nada pasajero. Decepcionados de sí mismos y desconfiados de sus congéneres legiones  enteras de mortales intentan  una desesperada mutación  cuyos códigos no resultan  del todo claros : a veces quieren parecerse a sus mascotas, en  otras pretenden que estas se parezcan a ellos.
Es  bueno aclarar algo: quiero, valoro y respeto a los animales. No hasta el punto de renunciar por ello a un buen lomo de res guarnecido con champiñones  y  hojas de laurel, pero los respeto. Por eso mismo me resulta insoportable asistir a las múltiples vejaciones de que son objeto por parte de sus dueños: ropa, zapatos, aretes, calcetines y otros trebejos son parte de una parafernalia más cercana al circo que a   la natural y sencilla respuesta de los animales a  las características del entorno.
Curiosamente  esas mismas personas hablan de los derechos de los animales, olvidando de paso que, hasta donde se sabe, estos carecen de conciencia,condición indispensable para ser sujeto de derechos. Es más: montadas en la ola de la corrección  política, decidieron  suprimir   de su diccionario la palabra mascota , para sustituirla  por  el concepto de animal de compañía. No quiero ni imaginar cuál será el siguiente paso. Por lo pronto, a nombre del amor, seguirán perpetrando atrocidades como la de someter un gato a una dieta de vegetales. Lo  juro: el   felino empezó a perder  los dientes ,  el pelo y  las garras- es decir, dejó  de ser gato- ante la mirada autista de sus  dueños  vegetarianos y su tropa de monstruos de  ocho , seis  y cuatro años. Y son esos los mismos que encabezan marchas de protesta contra las corridas de toros, las cabalgatas  o la presencia de  osos y tigres en los circos. Por lo visto somos demasiado humanos para entender la dosis de irracionalidad  implícita  en el hecho de  vestir a una perra lanetas  como una de esas solteronas irredentas que abundan en las  historias de Jane Austin.

jueves, 6 de diciembre de 2012

El reino y el poder




 Cada año,  por las fechas de celebración del Día de los Periodistas, las empresas públicas  y privadas envían a directores y trabajadores de medios de comunicación una antología de mensajes sensibleros donde exaltan , entre otras virtudes, “ La invaluable labor de nuestros profesionales en la defensa de  la libertad de expresión  como soporte de  los valores  democráticos”.
En sana ley, no hay nada de falso o impreciso en la frase. De  hecho, hasta los sistemas totalitarios lo reconocen en el papel.  Pero  basta con echar un vistazo a la realidad para  confirmar la vacuidad de esa declaración retórica. A medida  que las grandes corporaciones  afinan su entramado de intereses,  medios y periodistas son  cada vez   menos canales de información y conocimiento al tiempo que se  ven  reducidos a la simple condición de amanuenses del poder. Una  de las consecuencias visibles es la lenta  agonía del periodismo de denuncia, dedicado durante décadas  a  revelar las lacras de la sociedad, garantizando de paso los mínimos de decencia  necesarios para  hacer posible la convivencia y la confianza entre  los ciudadanos.
Como para confirmar ese estado de cosas el periodista colombiano  Gerardo Reyes le concedió una amplia entrevista a su joven colega  Juan Miguel Álvarez, a raíz de la reedición del libro Don Julio Mario, biografía  no autorizada. El texto completo del diálogo aparece publicado en la revista El Malpensante. En  ella el veterano periodista revela algunas  claves  de esa vertiente del oficio en trance de extinción.
Cuando  uno lee  las más de cuatrocientas  páginas del libro de Reyes entiende por qué  Julio Mario Santo Domingo  no solo se rehusó a concederle una entrevista  personal: una vez  publicado el texto intentó por  todos los medios torpedear su distribución, sin excluir la conocida treta de comprar el total de la edición. Desde el primer párrafo,  el autor demuestra que además  de gran investigador es un buen escritor : la imagen del joven magnate  enfrentando a escupitajos a una peligrosa  serpiente hasta provocar su muerte   reaparecerá todo el tiempo  como metáfora de las implacables y nada limpias pugnas por el control  de empresas y  mercados.
Allí reside uno de los grandes logros del libro. En contravía  de la imagen  de Don Julio Mario como un cruce  entre bohemio, filántropo y genio de las finanzas, el autor  desvela un universo de claroscuros caracterizado por los fraudes, las componendas y las zancadillas como práctica corriente  a la hora de hacerse con el control de los negocios más codiciados.  Así se produjo, según el bien documentado libro de Reyes, el  principio del fin de la Sociedad Anónima como mecanismo de democratización económica en Colombia. El asalto a Bavaria, la fallida venta del Banco Comercial Antioqueño o la utilización de poderes falsos  en las asambleas de accionistas ayudan a comprender, entre otras cosas , los métodos que varias décadas después condujeron  a  las corruptelas  y  descalabros  financieros conocidos por todos. Lejos   del capitán de empresa ejemplar forjado a la medida de sus oficinas de publicidad y relaciones públicas, esta biografía  no autorizada nos muestra  al magnate  como el ejemplo de lo que no se debió haber permitido nunca.
Según el libro, en  su lento y metódico ascenso, Santo Domingo  se encargó  de tejer, sin prisa pero sin pausa , el control de los medios de comunicación más importantes del país. La cadena Caracol,  el periódico el Espectador y la revista Cromos fueron   solo tres entre las muchas empresas informativas utilizadas para atacar a los adversarios, magnificar los logros y acallar las anomalías  del todo poderoso propietario y sus amigos. Episodios como el de la salida del periodista Edgar Artunduaga del programa radial  La Luciérnaga por solicitud expresa del entonces presidente  Andrés Pastrana demuestran  con creces que los  vehementes saludos institucionales a la libertad de  prensa son  en el mundo de hoy apenas una manera protocolaria de eludir  lo inocultable : la absoluta sujeción de  medios y periodistas a los  nuevos amos  del mundo , que ya no necesitan ejercer en persona el poder político porque lo detentan en la práctica.