martes, 31 de agosto de 2021

La estación de Viena



                                        Ópera de Viena
                                              


                                           ¡ Todo se va de putas, sólo las putas no!

                                                       Karl Kraus

                                               Retrospectiva de la vanidad

                                                Abril de 1929


Hay épocas en  la historia que se nos  presentan aureoladas de un magnetismo especial, capaz de concitar en un mismo tiempo   y lugar la presencia de una gran variedad de fenómenos representantes de todos los campos de la ciencia , la creación y  el conocimiento.

Es lo que llamamos  “ El espíritu de los tiempos”. Escritores, pintores, músicos, políticos, filósofos y hombres de empresa se dan cita sin propósitos comunes  aparentes y forjan el rostro que mostrarán esos tiempos a los habitantes del futuro.

Sucedió con el Siglo de Pericles en la antigua Grecia, el Imperio Romano, El Renacimiento europeo, el Siglo de Oro Español y la Inglaterra de Shakespeare, para mencionar  momentos ilustrativos.

Casos recientes encontramos en el grupo de poetas españoles de la Generación del 27 y en la Viena que forma el arco final del reinado de los Habsburgo, desde la última década del siglo XIX hasta los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial.

La España de antes de la Guerra Civil y el consiguiente reinado del fascismo tuvo a Eliseo Diego, Dámaso Alonso, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas y Miguel Hernández a modo de faros para iluminar la prolongada hora de tinieblas que le aguardaba.

                                                 Ludwig Wittgenstein


A su vez, en la Viena finisecular y de comienzos del siglo XX convergieron, atraídos por una fuerza centrípeta, hombres como los pensadores Karl Kraus, Ludwig Wittgenstein y Walter Benjamin, los novelistas Stefan Zweig, Robert Musil y Joseph Roth, los poetas Hugh von Hofmansthal y R. M Rilke, los compositores Richard Wagner y Richard  Strauss, el médico Sigmund Freud,  y los pintores Klimt, Kokoschka y Egon Schiele, todos ellos aupados por el poder económico de los empresarios  judíos que animaron el tránsito del feudalismo a la sociedad industrial y burguesa tan celebrado por Karl Marx y F. Engels en sus escritos.

También en su momento pasaron por allí Lenin y Trotski en su errancia perpetua antes de regresar a su país durante los días previos a la Revolución de Octubre.

Vistos desde la distancia, esos acontecimientos se nos aparecen como si el mundo se preparara para  sumergirse en la pesadilla del nazismo y los soviets y  necesitara de la luz de esos espíritus para ayudarse a enfrentar la  travesía.

Mucho se ha escrito sobre esos tiempos terribles y fructíferos. Sin embargo, la Viena del ocaso del Imperio Austrohúngaro siempre guarda sorpresas para todo el que se atreva a descorrer los visillos de sus viejas mansiones urbanas y sus castillos campestres.

Una biblioteca políglota por aquí, un piano de cola con sus partituras intactas por allá, una colección de pinturas de este lado y un archivo histórico en aquel  rincón nos ofrecen una muestra de lo que  gozaron y sufrieron quienes  protagonizaron esa época brillante y turbulenta a la vez.

                                   Obra de Egon Schiele

Esos testimonios  nos  permiten ver la sociedad vienesa en perspectiva. Desde los  miembros de la familia imperial, con su séquito de áulicos y sirvientes, hasta los habitantes  anónimos de la más remota aldea de Los Balcanes y más allá, pasando por intrigantes y cortesanos que  sentían el mundo conocido agrietarse bajo sus pies, todos nos  ofrecen algún detalle de ese inestable y variado universo que, sólo en apariencia, creíamos monolítico.

Porque un imperio es mucho más que un mapa, una trama de intrigas diplomáticas o un  código de formas cortesanas: es, ante todo, una concepción del mundo llevada a la práctica con su carga de yerros y aciertos. Es si se quiere, la materialización de un supuesto designio divino cuya expresión terrena es la idea del carácter eterno de las dinastías.

Eso hace de la monarquía un organismo cuya estabilidad  depende de la perfecta sujeción entre sus partes. De  ahí su  apariencia de inmovilidad. Sobre esta ilusión se soporta la existencia de gobernantes  y gobernados.


Esa inmovilidad, que constituye la clave de su fuerza, es por eso mismo su mayor debilidad, porque en su expansión los imperios incorporan a la fuerza pueblos disímiles que, más allá del aparente sometimiento a la autoridad del rey, alientan en su interior muchas culturas, lenguas, tradiciones, intereses y maneras de ver el mundo que con el paso del tiempo se convierten en fuerzas centrífugas capaces de  echar por tierra el más sólido de los edificios.

En el caso de los Habsburgo, uno de los vórtices de esas fuerzas estaba en Los Balcanes. No es casual que el detonante final del desplome de su imperio sonara con tanta intensidad en Sarajevo, luego del asesinato del heredero al trono, el archiduque Francisco Fernando, a manos del conspirador serbiobosnio Gavrilo Princip el 28 de junio de 1914.


Con todo, como ya  han anotado tantos, esa fase final fue el aliciente para que espíritus atormentados y lúcidos consagraran lo mejor de sus energías a pensar, narrar, pintar y musicalizar obras que, hoy, nos da cuenta de las grandezas y miserias de esa época en que la  naciente burguesía, carente todavía de un sistema de valores propio que le diera sentido a su estar en el mundo, se dedicó a copiar y multiplicar lo que la aristocracia moribunda había forjado a lo largo de los siglos.

De ahí las críticas feroces de un pensador como Karl Kraus a  toda la  hipocresía que caracteriza ese tipo de transiciones, justo cuando Sigmund Freud sacaba a la luz los demonios del mundo inconsciente. Eso mismo explica el llamado urgente de Stefan Zweig para que lo humano, lo que nos diferencia de otras especies, fuera puesto a salvo de las amenazas de la bestia nazi que ya se anunciaba en el horizonte, empeñada en la cosificación que precede al dominio absoluto sobre cuerpos y almas.

Esa Viena fue el lugar donde Ludwig Wittgenstein, tras un largo y tortuoso camino, tuvo al fin su intuición de la metáfora y la poesía como única manera de aproximarse a la esencia del mundo. Fue también la ciudad que le permitió a Walter Benjamin captar la diferencia entre el caminante mecánico cuyo único propósito es la producción y el consumo, frente al transeúnte sin rumbo aparente que acaba por desvelar los misterios de los seres y las cosas.

Los  grandes espíritus  que la habitaron  provenían de todas partes y de ninguna. Eso les proporcionó la  dosis de libertad   y lucidez necesaria para legarnos el testimonio impagable de una ciudad que, más allá de su arquitectura y de su  valor museístico,  nos  deja entrever  algunas claves de un  momento decisivo en la historia de la humanidad.


PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=dJNEuvfeshg





                      


martes, 24 de agosto de 2021

Pereira 158 años: De las aguas mansas

                                Fotografía: Ciudad Latente


La clase obrera va al paraíso

“Tirar baño en La Curva” es lo más parecido a la dicha terrenal para las familias de El Rocío, Caracol- La Curva, La Unidad y otras barriadas habitadas por personas que sobreviven casi siempre de la economía  informal y de oficios como la construcción para los hombres y el trabajo en casas  de familia para las mujeres.

Las esperanzas no van mucho más allá. Pero  el río Consota con sus charcos y recodos ha significado siempre una forma del olvido y una fuente de purificación. 

Cada fin de semana, sobre todo si hay verano , abuelos, padres, hijos, nietos y vecinos arman un fiambre con lo que encuentran a mano, compran una gaseosa en la esquina  y emprenden la caminata hacia los charcos formados con troncos, piedras y ramas que represan las aguas y forman piscinas  naturales donde todos se limpian de los afanes de la semana: los trabajos mal remunerados, las peleas con el vecino, los tormentos del desamor, las malas calificaciones en la escuela, el pan que no llegó  a la mesa, la derrota del equipo idolatrado.

 Así ha sido desde hace por lo menos un siglo. Por eso los vecinos de este sector llevan el río puesto como  una segunda piel.  Conocen sus remolinos, sus encantos, sus espumas y sus peligros: en cualquier momento,  si se desencadena una tormenta aguas arriba, puede arrasarlo todo como un animal enloquecido.

Por eso  se cuidan de sus aguas mansas.

                                Fotografía: Salado de Consotá


La ruta de la sal

Cosas de la vida. Muchos de ellos ignoran que este fue un importante centro de actividad económica, no solo para el área  de influencia, sino para la corona española. 

Aquí nada más, si el caminante se desvía de la carretera que conduce a Armenia, a unos cuantos pasos del puente   encuentra la entrada a El Salado de Consotá, antiguo enclave de los pueblos indígenas que habitaban esta zona. Como en tantos lugares del continente americano, aquí abundó la riqueza. 

Aparte de estar rodeado  por las quebradas El Chocho y La Mina, las fuentes de oro, cobre y agua salobre hicieron de El Salado  un centro de intercambio comercial con  grandes repercusiones en la vida social y económica de estos pueblos. 

El peso de la sal como moneda de cambio y como elemento esencial para la conservación de los alimentos le otorgaron un valor  tal, que  ya desde los tiempos del conquistador  Jorge Robledo se mencionaba en las crónicas la forma como los aborígenes habían diseñado un modelo de producción y distribución que llevó a los españoles a imponer tributos al comercio como una  manera de  robustecer el fisco.

Quién sabe. A lo mejor el cronista Pedro Cieza de León se bañó en estas aguas. Porque al menos describe muy bien “una fuente de agua denegrida y espesa” que los  indios procesaban con diversos aparejos hasta obtener la sal. 

Es tan rica esta tierra que, según los registros, el Cacicazgo de Consotá debía tributar 60 mantas, 6 aves, 5 fanegadas de maíz, media fanegada de fríjol, 2 almudes de yuca, 2 arrobas de sal, 2 libras de algodón, media arroba de cabuya, aparte de  10 piezas de loza y pescado.

Quizás  en un gesto de gratitud por semejante fertilidad, los productores de  esa riqueza dejaron constancia de su paso por estas tierras en unas piedras  conocidas  como “Las marcadas” descubiertas  en el  sector de Tribunas, en el lecho de una pequeña quebrada que  serpentea ladera abajo buscando las aguas del  Consota.



Allá en Morroazul

La historia empieza a 2200 metros sobre el nivel del mar. Desde allí se desprende un  hilo de aguas heladas que más abajo recibirá el tributo de las quebradas El Incendio y   El Manzano. Entonces empieza a cobrar forma de río. 

Por aquí cerca pasó la ruta de El Libertador y cruzaron las caravanas  de colonizadores que bajaron del suroeste de Antioquia buscando el paso hacia el Tolima. 

Pero eso fue mucho después: en el principio estos fueron reinos  de quimbayas y pijaos. Por eso el río lleva el nombre  de uno  de  esos guerreros: Consota. Morroazul es el nombre del cerro  donde nacen estas aguas que después de discurrir por una garganta encerrada por sectores como La Bella, El Jordán, Tribunas y Mundo Nuevo, toman una línea paralela a la del Otún, el río  hermano que bordea la ciudad por el otro costado. 

De hecho, la calle diecinueve de Pereira, bautizada con el nombre de Calle de La Fundación,  es  parte del camino que conectaba a los dos ríos. Cientos  de trochas surcan las montañas y forman un tejido que los aventureros recorrían en busca de sal o en procura de una ruta que los condujera a  los cauces del  Cauca o La Vieja.

Al lecho de este último van a parar las aguas del Consota. Pero para llegar hasta allí, primero deben  pasar bajo el puente de La Curva, allí donde habíamos dejado a los bañistas.  Unos  dos kilómetros más abajo está El Vergel, un sitio de peregrinación de jipis proclives a los hongos alucinógenos y de parejas furtivas que en los años sesenta y setenta del siglo anterior se consagraban a los goces  del cuerpo dorándose como cangrejos bajo el sol  de agosto, sin más lecho que unas piedras enormes y planas que  hoy permanecen allí, indiferentes   a los cambios de la ciudad, como testigos de tiempos mejores.

                                Fotografía: La cola de rata


  Esa será  nuestra casa

Don  Evelio García tiene otra manera de ver el río.  Hace   sesenta años llegó de Belalcázar, Caldas, animado por dos propósitos: escapar de la violencia entre liberales y conservadores y  de paso hacerse a una vivienda  para su familia. Tiene la piel curtida y las manos callosas de lidiar  con la piedra, la arena y el ladrillo que le ayudaron, como a cientos de inmigrantes, a levantar su casa con material sacado de las aguas  del Consota, a la  altura de lo que hoy es La  Ciudadela Cuba.

“Eso fue por allá en 1960, cuando llegaba gente  de todas partes huyendo de las matanzas.  En compañía de mis padres levantamos un rancho cercano al río. De allí tomábamos el agua para el alimento y el aseo.  Después, cuando conseguimos trabajos, pensamos en la necesidad de construir una casa mejor. La idea era ahorrar para el cemento y el ladrillo, porque la arena, la piedra y el agua  la teníamos en el  Consota. Duramos cinco años trabajamos de sol a sol, hasta que tuvimos una casa decente donde meternos. Todavía  tengo vivo el recuerdo del día en que  bajamos de Belalcázar con una mano adelante y la otra  atrás. Mi papá, que había pasado por las verdes y las maduras, señaló  con el dedo  un lote enmalezado a unos cuarenta metros de las aguas, nos miró a mi mamá  y a mis dos hermanos y dijo con esa fe que no lo abandonaba  nunca : esa será  nuestra casa”.

De aquí en adelante, el río tendrá  que pasar por Galicia, un rosario de casas edificadas sobre los antiguos rieles del ferrocarril, antes de emprender el suave descenso que lo conduzca a su abrazo con las aguas de  La Vieja, allá abajo en el  Valle del Cauca, en ese  Cartago cuya historia, igual que la del Consota, está tan entrelazada al devenir de Pereira.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.

https://www.youtube.com/watch?v=a-VkOpYZJNI



martes, 17 de agosto de 2021

Honrarás a tus muertos



Internet es pródiga  en autorreferencias.  De hecho, en si misma la red es un juego de espejos que multiplican las imágenes  hasta el infinito, formando una trama cuya principal característica es la fragmentación.

O pixelación, para usar el lenguaje digital.

En uno de esos espejos leo que la transmisión de funerales durante  la pandemia de Covid -19 a través de medios como Facebook live  y Youtube se incrementó  mes tras mes desde que los rituales de  velación y  entierros desaparecieron al ritmo del miedo y de las restricciones impuestas por la emergencia .

Y, claro, los visitantes pulsan el inefable Megusta, esa suerte de santo y seña de los tiempos utilizado de forma indistinta para calificar tanto las cosas buenas  como las malas.

Desconozco  si esos visitantes obedecen a una suerte de solidaridad a distancia,  o si son movidos por  el viejo y conocido impulso humano de arremolinarse en  la calle alrededor de quien acaba de morir atropellado por un automóvil, acribillado a tiros o fulminado por un infarto.

Ustedes ya saben :  asomarse  al abismo de la muerte y experimentar el repentino goce de  comprobar que el  difunto no es uno. Todos conocemos ese instante de dicha suprema y egoísta que nos hace tan humanos. La muerte ajena como un espectáculo propio de los dioses olímpicos.

Sólo  que ahora se ha trasladado al reino de la virtualidad.

A lo mejor eso explica el aumento de las visitas  virtuales a ceremonias fúnebres durante la pandemia: la certeza de nuestra finitud, lo más inapelable y acaso lo más importante que nos sucede en el breve tránsito por la tierra,  convertido en  algo distante, impersonal, etéreo y acaso inexistente. Dije lo más importante, pero es más preciso decir: lo único importante. Lo que cierra el círculo y le da sentido a la vida. Lo demás son anécdotas, hermosas o terribles, pero anécdotas al fin y al cabo.



La muerte como  ilusión plantea así su contrapartida: la vida es, entonces, otra ilusión.  Y , miren por dónde, estaríamos ante la demostración de las viejas intuiciones de los sabios budistas. Internet como recurso para descorrer el velo de Maya.

Pero estamos lejos de  alcanzar ese reino de silencio sugerido por los sabios de oriente. En nuestro caso es al revés : si hay algo que nos agobia en la red,  es la perorata eterna de quienes han decidido desconectar la mente y dejarlo todo en manos de otra palabra mágica: ¡Click! . No por casualidad hemos acuñado el verbo cliquear para referirnos a lo fácil que es unirse al coro. Es cuestión de segundos, resulta  barato y, lo más importante, no tenemos que asumir responsabilidad alguna, porque siempre podemos  escondernos detrás de un avatar, otra palabra heredada en parte del lenguaje budista.

¿ Los asistentes  a los funerales  en la red serán reales o son avatares creados por una mente  traviesa cuyo objetivo es conseguir que los dolientes se sientan acompañados? Por lo que sabemos,  los políticos y los expertos en mercadeo ya  han dado pasos de  gigante a la hora de crear audiencias imaginarias cuya principal  conquista consiste en convencer a  los consumidores de  que se encuentran frente a un producto de propiedades milagrosas, dado que lo avala tanta gente.

Siempre he pensado que el único homenaje   respetuoso que se le puede hacer al difunto y  a quienes lo querían es el silencio.  Si la muerte es inexorable ¿para qué explayarse en verborreas inútiles?


Pero, de nuevo, los humanos transitamos en otra dirección. La muerte ajena suele desencadenar una absurda sucesión de palabrería plagada de lugares comunes, que agobia en lugar de sanar. Incluso los que detestaban  y envidiaban al finado- o mejor, lo  odiaban porque codiciaban sus bienes y logros- son presa del paroxismo y sólo hallan virtudes donde  antes  veían lacras. Certero como es, el lenguaje de la calle acuñó una frase  para referirse a esa  paradoja : “ No hay muerto malo”.

En tiempos de redes sociales, el fenómeno se ha multiplicado. Muchos de quienes soltaban por aquí y allá su dosis  diaria de veneno se convierten de un momento a otro en amigos entrañables del finado. La lista de lugares comunes puede hacerse interminable: “amigo del alma”, “pérdida irreparable”, “nunca te olvidaremos, “vacío infinito”, “hermano incomparable”, “dechado de virtudes”, “ser humano insustituible”- como si pudiera ser de otra manera-.

Para variar,  hasta en esas circunstancias los campeones de la corrección política encuentran un atajo para salir del apuro : “ Mi dolor es tan hondo que no tengo palabras para expresar lo que siento”, escriben y dan ¡Click!

Si hemos de ser justos, debemos reconocer que esas maneras han estado siempre allí. Sólo que los viejos y reducidos libros de visitas que la gente firmaba en las funerarias antes de  escapar  a toda prisa ahora se hicieron públicos y masivos. Qué le hacemos: es una de las características de los tiempos.


El único consuelo   lo brinda la certeza de que, en menos de una semana,  tanta agitación será olvidada y sustituida por algún otro evento capaz de suscitar atención: el paso de Messi al París Saint Germain, el embarazo de una actriz, la avanzada de un nuevo virus de tintes bíblicos o las declaraciones de un político, no importa cuál ni a propósito de qué. Sólo entonces, el difunto podrá descansar en paz y nosotros entender el sentido de aquella  dosis de lucidez consignada en los libros del Chilam Balam y , de paso, honrar por fin a  nuestros muertos:


                                                    Toda luna, todo año,

                                                    todo día, todo viento

                                                    camina y pasa también.

                                                    también, toda sangre llega

                                                    al lugar de su quietud.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=9ZpGgY9dnzI




martes, 10 de agosto de 2021

Pereira 158 años: Aguas arriba


 

                                Fotografía: Luis Felipe Ospina


Como espejos de agua

A las siete de la mañana el cielo azul metálico se refleja en las aguas semi congeladas de la Laguna del  Otún, ubicada a casi cuatro mil metros de altitud en  territorios limítrofes entre Pereira y Santa Rosa de Cabal.

El vuelo de un ave de presa al acecho de pájaros pequeños se dibuja sobre el espejo de agua sostenido por los setenta metros de profundidad que tiene en promedio este embalse natural donde nace el río Otún, fuente de abastecimiento para la ciudad de Pereira.

Son 78 kilómetros los recorridos por este camino de  agua entre su nacimiento y su desembocadura.

Pero esos son apenas datos, cifras. Porque lo importante son las historias que se han tejido en sus orillas a lo largo de los siglos desde que los primeros habitantes lo recorrieran en busca de peces y animales   que llegaban a abrevar en sus aguas, mucho antes del arribo de los europeos.

Los campesinos  de La Laguna y algunos arrieros llegados de Antioquia a prestar servicios de  transporte, cuentan historias acerca  de una  mujer indígena muy bella, que salía del bosque a seducir con la desnudez de sus pechos a  pescadores y cazadores que se aventuraban en la zona. Era La madre del río, que después de satisfacer sus deseos  extraviaba a sus enamorados en el bosque. Los que   encontraban el camino a casa jamás podían  volver a comunicarse con los suyos, porque los sortilegios de la mujer los dejaban sumidos en un mutismo sin remedio.

De tal desmesura era la belleza de La madre del río que dedicaba días enteros a contemplarse en esos espejos de agua, hasta que el calor del sol los descongelaba y entonces se sumía en un sueño sin sobresaltos, vigilada por la constante presencia de  sus búhos tutelares.

Eso dicen.



¡Arre mulas hijueputas!

Y los arrieros conocen muchas historias sobre el río. De hace siglos. De hace años y  de  ahora.

Al fin y al cabo han recorrido  toda su vida este sendero de piedras que una vez fuera el lecho del río y ahora les sirve para subir  con mercados transportados en buses  de escalera  hasta El Cedral y bajar con las mulas cargadas con bultos de papa, leche y quesos producidos en La  Laguna.

Osiel Cardona es uno de esos arrieros. Ahora está jubilado en compañía de sus cuatro mulas: Rucia, Retranca, SonsaFabiola, bautizada así en honor a una antigua novia aguadeña que se traía sus mañas. Sentado a una mesa en el sector de Libaré, evoca sus orígenes mientras apura un aguardiente  doble anclado en las nostalgias lanzadas a los cuatro vientos  por una canción de Nano Molina.

“Esto de los páramos me viene por herencia familiar. Mi abuelo Nicanor tuvo una recua de  más de cien mulas en Sonsón,  el municipio del oriente de Antioquia donde nací. Desde niño, el viejo aprendió a meterse  por unos andurriales a los que les tenían miedo hasta los espantos. Todavía recuerdo esos recorridos desde el sector de  La  Paloma, con las bestias cargadas de higos y papas. Creo que una de las primeras cosas  que aprendí a decir en mi vida  fue eso: ¡Arre mulas hijueputas! Esa era como una cosa mágica para hacer mover animales  ranchados  o atrancados  en los pantaneros durante los días de invierno. En esa época la máxima aspiración de uno en la vida era ser arriero, con al menos unas diez mulas para prestarles el servicio a los finqueros y a los dueños de tiendas y almacenes en el pueblo. Por eso cuando, hace unos cuarenta años, oí hablar de  que en  el camino hacia la Laguna del Otún todavía utilizaban mulas para movilizarse  enlacé la  recua, agarré a mi mujer y a mis cinco hijos y me vine pa estas tierras. La verdad es que ninguno está arrepentido. Esta es una tierra sana y fértil; el aire es puro y nunca falta gente que por  alguna razón necesita nuestro servicio”.

Y nunca le faltaron clientes a Osiel: viajeros   nacionales y extranjeros, estudiantes, investigadores, ambientalistas, parejas en luna de miel, aficionados  a las emociones  fuertes y otros especímenes   descendían del bus escalera y lo primero que hacían era preguntar por un arriero. Entonces  el hombre se presentaba: Osiel Cardona, para servirles.

“Y la verdad es que nadie   se quejaba por la tarifa: un promedio de treinta mil pesos de ahora por la ruta completa. Pruebe usted a  subir por esa trocha voleando pata con un morral al hombro y verá que  eso es poquita plata. Aunque están los que por puras ganas de aventura prefieren subir a pie. Pero el otro asunto es que uno les brinda seguridad. Muchas personas se meten solas por estos lados y terminan perdidas y hasta muertas.  Recuerdo que hace muchos años una parejita de novios hizo este recorrido a pie. Se veían muy enamoraditos. El asunto es que  la muchacha ya iba enferma de gripa y arriba la agarró una pulmonía y la mató. Al pobre novio le tocó bajar con el cuerpo  a  lomo de mula, sin más consuelo que la compañía del arriero y su mujer. Esa vez sí que estos montes oyeron repetir la frase: ¡Arre mulas hijueputas!



Cierto olor a podrido

A medida que el  Otún se abre paso hacia  su desembocadura, el aroma  a hierba  fresca empieza  a  escasear. A la altura de  La Suiza, en la zona de las cascadas, los reflujos de viento  golpean   la nariz con un olor a cebolla y mierda de gallina. El viajero se aproxima   a medianas y grandes plantaciones de ese condimento tan caro a la cocina de este lado  del mundo. El olor y las  moscas nos anuncian que al río no le augura nada bueno de aquí en adelante. Llegados al corregimiento de La Florida, lugar de peregrinación para ambientalistas y neojipis, se advierte una invasión: una docena de restaurantes y eco hoteles que a todas luces se saltan   las normas sobre intervención en los bosques y sobre construcción en zonas solo en teoría protegidas. ¿Hacia dónde estarían mirando las autoridades cuando se construyeron estas obras? Se pregunta el viajero  mirando unos eriales que apenas ayer fueron bosques. Como si no bastara con eso, las granjas avícolas también aportan lo suyo al deterioro de unas aguas tan cristalinas apenas   dos kilómetros atrás ¿Será esto lo que llaman  “resignificación” de los ríos?



Destino la ciudad

Un poco más y el viajero se encuentra con los célebres  charcos de San José. Un  recodo  donde la  quebrada La  Cristalina se junta con el Otún. Es el balneario de los sectores populares. El club  social de los  obreros. En domingos luminosos algunas muchachas  de barrio  se dejan invitar a  nadar y a besarse  en estas aguas  no contaminadas. Dicen que en sus meandros todavía se tejen  y destejen historias de amor, alimentadas con tamal y gaseosa. 

Dicen.

De  aquí hasta Libaré… Ah, el legendario Libaré donde el Deportivo Pereira forjara su mitología de equipo guerrero… las aguas discurren bordeadas por una carretera asfaltada tomada por la  creciente moda de montar en bicicleta. Dentro de los programas de recuperación se han pintado murales en lo que pretende ser un malecón. Es el último tributo al río nacido  en lo alto de la montaña, antes de que la ciudad- es decir, quienes la habitamos- le paguemos los favores recibidos con un inmisericorde baño de mierda y residuos de toda clase.  Barriadas precarias. Otras que no lo son tanto. Bares. Restaurantes. Fábricas. Colegios. Putiaderos. Almacenes. Bodegas. Granjas. Moteles. Fincas: todos aportan lo suyo para la agonía de estas aguas  en otra época tan milagrosas que hasta engendraron a  la Virgen de Nuestra Señora de La  Pobreza.

Eso dicen.

PDT.  les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=wb8LYSQoDNg

sábado, 7 de agosto de 2021

A la memoria del poeta Giovany Gómez

 A la memoria del poeta Giovanny Gómez, ahora que, como rezan los libros del Chilam Balam, " ... Su sangre ha llegado al lugar de su quietud".





                                                              El cielo


                                           Esparcidos por los caminos


                                          brazos piernas cabezas


                                         pero no les sacaron el corazón


                                         Evitan cargar despojos


                                         les repugna su sangre


                                         y sin embargo cráneos limpios breves


                                        guardan las músicas dentro de sí como piedras vacías


                                        para que el viento tenga ojos


                                       para que el frío del mundo tenga boca


                                       siguen después de la muerte


                                       preguntando por sus deseos


                                       los nombres de este mundo. 

                                                    

                                                               Giovanny Gómez

                                                 Bogotá (1979)- Pereira ( 2021)



                                                           

PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.

https://www.youtube.com/watch?v=Zi8vJ_lMxQI 

martes, 3 de agosto de 2021

Ian y Jon, los acordes de Dios

                                                 Ian y Jon Anderson


Comparten el mismo apellido, sin tener parentesco alguno conocido… salvo el de ser músicos  tocados por la gracia.

Su hermandad es más honda y pasa por el don de una voz exquisita para uno y un Gloria in excelsis en la interpretación de la flauta traversa para el otro. Sus nombres de pila son breves, como si quisieran pasar de largo hacia estaciones más perdurables.

Fue  Álvaro Guarín,  gran conocedor que atendía su clientela de peregrinos en una taberna llamada Akí, quien a finales de los años setenta me abrió las puertas de su casa y de paso me  franqueó también el camino hacia  una dimensión de la música contemporánea que no he cesado de explorar : el llamado “rock sinfónico”, etiquetado  con ese nombre por la industria del disco, ante la imposibilidad de definir un universo musical en permanente transformación.

Álvaro era una suerte de chamán, que oficiaba su rito diario en en el tercer piso de un edificio de apartamentos ubicado en la carrera séptima con calle treinta de Pereira. Hasta allí llegábamos los feligreses siempre puntuales. Algunos eran novicios y otros con aire de iniciados  en los misterios. Nos juntaba un propósito: afirmar  un credo que muy pronto  evolucionó hacia la devoción pura por la música de Yes y Jethro Tull, las bandas de rock lideradas por  Jon  y Ian Anderson, en ese orden.

                                       Ilustración de Roger Dean Para Yes


“Si de veras los ángeles cantan, con seguridad lo hacen como Jon Anderson”, solía decir el anfitrión, mientras ponía a sonar un vinilo de tapas verdes titulado Close to Edge, grabación definitiva en la discografía del grupo. El título no pudo ser mejor escogido: Cerca del borde. Porque   Yes  fue  una agrupación situada siempre cerca de un borde que nunca se alcanza: sus improbables límites están en perpetua expansión hacia territorios desconocidos, como lo  sugieren las ilustraciones de sus carátulas.

Dicho con otras palabras: sus fronteras son siempre un umbral.

Desde luego, el cantante no estaba solo en su tarea. Siempre estuvo rodeado de virtuosos y, en algunos casos, de auténticos genios como el guitarrista  Steve Howe, formado en la mejor tradición clásica del instrumento  y considerado durante cinco años consecutivos como “ El mejor guitarrista del mundo” por la revista especializada Globe. Otros grandes también hicieron parte de Yes durante su mejor época: los tecladistas Tony Kaye, Patrick Moraz y Rick Wakeman, quien  realizó una brillante carrera en solitario; los bateristas Bill Budford y Alan White, aparte del bajista Chris Squire.


Juntos legaron para la historia del género discos como Fragile, The Yes album, Relayer, Tales from topographic oceans y el  ya mencionado Close to the Edge, varios de ellos ilustrados por el artista  Roger Dean, que supo traducir en imágenes el  mundo onírico y a menudo surrealista de las canciones de la banda situadas, como el título de una de ellas, “A las puertas del delirio”.

En un universo paralelo y a veces convergente, Ian Anderson hizo lo propio con la flauta traversa. Músico de conservatorio- en su fértil carrera como solista ha sido autor  y director de varias piezas sinfónicas- desde sus comienzos  exploró las fuentes de la música tradicional campesina de Gran Bretaña- incluidas las leyendas galesas y escocesas-. El encuentro de esas dos corrientes, soportadas en la estructura básica de los grupos de rock, dio lugar a uno de los sonidos más singulares en la historia del género, bautizado por la crítica como “ El sello Jethro Tull”. El nombre de la  agrupación lo tomó Ian de un  agrónomo  del siglo XVII, inventor de una máquina sembradora de tracción animal, que revolucionó la historia de la agrrcultura en las islas.

De esa manera, le rendía tributo a la cultura popular campesina, porque en últimas su cancionero ha sido una suma de variaciones sobre lo que su amado compositor Gustav Mahler  llamó  “ La canción de la tierra”.



Expresión de ese espíritu son álbumes como Songs from the wood y Heavy Horses, producidos a mediados de los setenta, discos donde  el aliento de la naturaleza  se manifiesta en la fuerza de las  canciones que  les dan título.

Jon es un devoto lector de libros de ciencia ficción  y activista en la defensa del medio ambiente. Más conservador al fin y al cabo, Ian prefirió siempre la poesía tradicional inglesa. Espíritus religiosos ambos, el primero eligió el camino del paganismo místico que rinde culto a las fuerzas de la naturaleza, mientras Ian suscribe ideas  clásicas del cristianismo ( tiene un disco en solitario, titulado Twelve dances with God) que no tardan en chocar con la estructura de poder propia de las iglesias organizadas.

Jon es afecto al romántico J.Brahms. Ian prefiere  la religiosidad de J.S. Bach.  Cada uno a su manera incorporó la  tradición sinfónica al rock, enriqueciéndolo y ampliando sus horizontes. Bien vale la pena volver  a ellos en este 2021, cuando discos tan representativos de su obra como The Yes AlbumAcualung cumplen medio  siglo de su  aparición en el mundo musical.


PDT. Les comparto enlaces a las dos bandas sonoras de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=1fUudna1Xuw.

https://www.youtube.com/watch?v=U4P5dsPvRIA