jueves, 27 de diciembre de 2012

Entre la ficción y la locura



Iniciados y legos coinciden  en algo : El Quijote es una obra clásica no solo  por el dominio del lenguaje  y la capacidad  de crear personajes complejos demostrada por su autor. Lo es, ante todo, por su manera de mostrarnos las múltiples  manifestaciones de la locura del hombre de todos los días: no el confinado en los sanatorios si no el honrado y puntilloso ciudadano, buen hijo, mejor padre de familia, juicioso elector de  sus gobernantes, fiel a los dioses   y cumplidor de sus obligaciones.
Vivir enloquece. Eso de  inventarse  una  personalidad o asumir la impuesta por los códigos sociales  y culturales no es tarea de  poca monta.  Más o menos a la mitad del camino de la existencia empiezan a aparecer los primeros síntomas de desvarío. Una copa  de más basta para dar salida a los demonios controlados  día  tras día a costa de mucho esfuerzo. No es casual que  los abstemios sean al mismo tiempo las personas  más aconductadas: le profesan un pavor  reverencial al vino, esa llave forjada para  abrir la puerta de las habitaciones donde guardamos los secretos  más reprimidos. Para salir del paso los mortales   nos refugiamos  en alguna clase de adicción. Puede ser a la oración, a los juegos electrónicos, a las apuestas  o  los vicios  solitarios.  Da lo mismo si nos permite eludir por un instante el estupor producido por la visión de la nada reflejada en el espejo.
Para que todos podamos llegar  a la hora de la muerte sin   acabar aullando desnudos  en la plaza pública  fueron  inventados el arte y sus múltiples sucedáneos. Solo  en las novelas, en las pinturas, en las películas  o en las canciones les es permitido a los protagonistas ser ellos mismos sin temor  a  una sanción impuesta por el soberano, el pater familias o la divinidad.  No estoy hablando, desde luego, del  arte cuyo objetivo es trasmitir una moraleja o un mensaje edificante. Esa vertiente está dirigida de hecho a legitimar el poder, no a controvertirlo.
Quizás por eso es posible identificar  líneas comunes en la  ficción de los distintos continentes. Los grandes escritores europeos, herederos directos  de  la fusión entre el helenismo y las tradiciones judeo cristianas, se han ocupado  en detalle de la culpa, es decir, de la locura metafísica. Desde los griegos  hasta creadores como Robert Musil o  Mijaíl Bulgakov, alienta esa marca, una suerte de rastro de babosa  o caracol impregnando cada una de las acciones humanas.
A su vez, los escritores norteamericanos han  convertido el absurdo en la impronta misma de  una improbable identidad  colectiva. La locura del norteamericano blanco protestante del sur es la de la de la insensatez de quien se impone el destino de gobernar el mundo. El resultado  es la alienación sin remedio de los personajes  que pueblan las novelas de William Faulkner, Thomas  Pynchon o Jhon Fante. Basta con leer La hermandad de la uva, de este último autor, para entender  las dimensiones alcanzadas por la locura individual y colectiva en ese país. Al lado de ellos los asesinos seriales son unos  aprendices.
Por su lado, los escritores  asiáticos nos dejan  entrever los pliegues de esa forma de locura anclada en la búsqueda de  una mítica armonía perdida tras el encuentro con Occidente.  A esa aventura consagraron todas sus energías las criaturas engendradas por Yukio Mishima y Yashunari  Kawabata, dos de los autores  japoneses más conocidos a este lado  del mundo.
En América Latina y África, pueblos marginales y marginados durante siglos por los poderes geopolíticos, la seña de identidad es la desmesura. Nacidos   en pueblos obligados a reinventarse todo el tiempo, los mejores  autores latinoamericanos, herederos del esperpento peninsular y de la imaginación desbordada de la tradición árabe, hicieron de la hipérbole su manera de insertarse en la tradición.  Los personajes de  Augusto Roa Bastos,  Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier o Guimaraes Rosa son creíbles solo   porque siempre están un paso atrás de la locura de  los seres  de carne  y hueso que los inspiraron. Los caudillos mesiánicos y las matronas de vientre prolífico son parte de nuestra forma particular de expresar la insania , precoz o senil.
Más allá de la siempre renovada discusión sobre los bajos niveles de lectura, los libros están allí dispuestos como ventanas para quienes  deseen asumir el desafío de  arrojarse  a las siempre riesgosas aguas que conducen al conocimiento de su propia, ineludible y demencial condición.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Los más grandes del mundo



A lo mejor a usted también le sucede pero no se atreve a pregonarlo  por temor a la censura o el escarnio. En mi caso no puedo guardarme  el secreto. Durante mucho tiempo alenté una leve sospecha. Ahora tengo la certeza de que tanto el  mejor futbolista como la mujer más bella del mundo viven a la vuelta de  mi casa, en  un sector rural de Pereira, Colombia.
¿Cómo llegué a esa conclusión ? Muy sencillo. Analizando la cada vez más  extensa antología de videos donde se muestra en detalle el innegable  virtuosismo de esa obra maestra de la plasticidad y la picardía llamada Lionel Messi. Igual método utilicé con las transmisiones previas al concurso de Miss Universo,donde se  exhibía una colección de muchachas desangeladas, algunas de ellas en un preocupante estado de desnutrición. Tomen nota, señores de la FAO: al igual que en tantas regiones del planeta, en ese reinado rondan el hambre y la mala alimentación.
Pues bien, mi  mejor futbolista del mundo se llama Steven. Cuenta  apenas  doce años- la misma edad de Messi cuando  llegó a La Masía-  y cursa  octavo grado de bachillerato . Como  sus partidos no los transmiten los  canales controlados por los magnates de la televisión global, mucho me temo que ustedes  nunca van a tener el lujo de verlo armar una pared de ensueño con cuatro compañeros de  equipo, gambetear   a  tres defensas rivales   utilizando  la finta  de la bicicleta, pasar la pelota entre las piernas del arquero y  depositarla con reverencia  en la red como una ofrenda en el altar de  viejos dioses olvidados. Como pueden ver, nada que envidiarle al tímido muchacho rosarino entronizado  en los  mismísimos cielos  desde hace más de una década  por los aficionados del FC Barcelona. Existen grandes probabilidades de que los empresarios jamás se fijen en Steven. Por lo tanto nunca será beneficiado por  la danza de millones y contratos  publicitarios  propia de las élites del deporte. Poco me importa : fui feliz viéndolo jugar una tarde de domingo y por eso decidí premiarlo con  mi trofeo particular de mejor jugador del mundo.
Sobre la muchacha hay poco para añadir. Estudia en el mismo colegio de Steven y es cinco años mayor  que él: suficiente para verlo como un niño de brazos. Cientos de poetas y  autores de canciones se han dedicado durante siglos  a cantar sus bondades sin necesidad  de conocerla, pues la suya resume  toda una percepción de la belleza femenina  a lo largo de los siglos. “ Esbelto es tu talle cual la palmera” dijo el autor de El cantar de los cantares. “ Mira que cosa más linda/ más llena de gracia” escribió el viejo Vinicius de Moraes  en unos versos que ya son propiedad de la humanidad. “ A esa muchacha que fue piel de manzana/ se le quebró el corazón de porcelana” canta el poeta catalán Joan Manuel Serrat, diestro como nadie en el arte de encontrar la palabra precisa  para nombrar las cosas sencillas de la vida. Estoy seguro  de que ninguna de  las participantes  en el concurso de Miss Universo hubiese sido capaz de inspirar esos versos: demasiado artificio, exceso de foto shop  y abundancia de cámaras de bronceado ahogan el aliento poético. A mi edad podría ser su abuelo, de modo que estoy a salvo de su hechizo y puedo asegurar  sin temores que soy vecino de la mujer más bella del mundo. Por fortuna , ni los potentados de los cosméticos ni las agencias de publicidad tienen noticias sobre su paradero. Por lo pronto,  resulta más saludable para todos  dejar las cosas así.
A esta altura del camino vuelvo a preguntarme en qué momento  surgió la manía de clasificar o desclasificar a las personas y sus acciones en  el arbitrario escalafón de los mejores del mundo,  ya se trate de escritores, deportistas, músicos o cocineros ¿Quién define eso? ¿Cuáles son los parámetros?  Mientras buscamos la respuesta sería mejor hablar de  “el mejor del mundo” según los canales de televisión, los productores de gaseosas o los empresarios del espectáculo. Así  empezaríamos a hacerles justicia – si es posible tal cosa- a  las legiones de  violinistas, dibujantes al carboncillo, cantores de  tangos y sambas, magos ignorados de la cocina, muchachas  anónimas tocadas por la gracia de la belleza  y precoces   genios de la pelota   destinados a alegrarnos la vida sin que los encargados de repartir los trofeos sospechen siquiera de su existencia.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Demasiado humanos




Caminando con su dueño por los pasillos del aeropuerto el  pobre perro se ve a gatas para  sostenerse sobre sus patas enfundadas en dos pares de  diminutas botas militares.  Como  complemento del atuendo  bélico luce   gorra, chaleco y pantalones cortos confeccionados  en tela de camuflaje. Su acompañante va  vestido de la misma manera, solo que sus pantalones son largos y camina sobre dos piernas. Su condición de perteneciente a la especie homo sapiens  resulta clara. En cambio al pobre  perro uno ya no sabe dónde ubicarlo: si entre los caninos o los humanos.
Así  van las cosas. De un tiempo para acá, por  moda, soledad, desesperación, esnobismo o todas las anteriores,  millones de personas en el planeta decidieron considerar a los animales como sus iguales, sustrayéndolos de  paso a su condición natural. De ese modo violentan  sus códigos particulares de comunicación, sus hábitos cotidianos y su dieta, confinándolos   a una suerte  de tierra de nadie. Si pudiéramos aplicarles  categorías humanas, diríamos que les han arrebatado su identidad de perros, gatos, aves o reptiles. No exagero: hace poco vi por la calle a una adolescente acarreando a una boa constrictor  ¡adornada con moños y sombrero!
Por definición , los  humanos somos proclives a hacer cosas absurdas. Es más:el absurdo nos define. Pero  hasta eso tiene sus límites. Conozco a una ingeniera aquejada por toda suerte de fobias. No contenta con eso, se las transmitió a su mascota,  hasta el extremo de convertirla en adicta a las pastillas tranquilizantes. El animal es incapaz de  permanecer solo en la casa sin su buena dosis de   pepas verdes y amarillas.  El  Ativán o uno de sus derivados pasó a formar parte de su dosis personal.
Para redondear el cuadro una semana  atrás fui testigo de una imagen imposible: inspirándose tal vez en la Pantera rosa , el pelo blanco de un par de perros  French Poodle fue  teñido de color rosado, sin ninguna consideración por las secuelas  que los químicos del tinte pudieran dejar en  el organismo del animal.  ¡ Se ven tan tiernos! Exclamaba, en los límites de la estupidez, la madre de la pequeña  propietaria de  la pareja.
 A esta altura del camino no cabe duda: un French Poodle  rosado o un Labrador disfrazado de militar o de cualquiera otra cosa deben ser síntoma de  algo muy grave y por desventura  nada pasajero. Decepcionados de sí mismos y desconfiados de sus congéneres legiones  enteras de mortales intentan  una desesperada mutación  cuyos códigos no resultan  del todo claros : a veces quieren parecerse a sus mascotas, en  otras pretenden que estas se parezcan a ellos.
Es  bueno aclarar algo: quiero, valoro y respeto a los animales. No hasta el punto de renunciar por ello a un buen lomo de res guarnecido con champiñones  y  hojas de laurel, pero los respeto. Por eso mismo me resulta insoportable asistir a las múltiples vejaciones de que son objeto por parte de sus dueños: ropa, zapatos, aretes, calcetines y otros trebejos son parte de una parafernalia más cercana al circo que a   la natural y sencilla respuesta de los animales a  las características del entorno.
Curiosamente  esas mismas personas hablan de los derechos de los animales, olvidando de paso que, hasta donde se sabe, estos carecen de conciencia,condición indispensable para ser sujeto de derechos. Es más: montadas en la ola de la corrección  política, decidieron  suprimir   de su diccionario la palabra mascota , para sustituirla  por  el concepto de animal de compañía. No quiero ni imaginar cuál será el siguiente paso. Por lo pronto, a nombre del amor, seguirán perpetrando atrocidades como la de someter un gato a una dieta de vegetales. Lo  juro: el   felino empezó a perder  los dientes ,  el pelo y  las garras- es decir, dejó  de ser gato- ante la mirada autista de sus  dueños  vegetarianos y su tropa de monstruos de  ocho , seis  y cuatro años. Y son esos los mismos que encabezan marchas de protesta contra las corridas de toros, las cabalgatas  o la presencia de  osos y tigres en los circos. Por lo visto somos demasiado humanos para entender la dosis de irracionalidad  implícita  en el hecho de  vestir a una perra lanetas  como una de esas solteronas irredentas que abundan en las  historias de Jane Austin.

jueves, 6 de diciembre de 2012

El reino y el poder




 Cada año,  por las fechas de celebración del Día de los Periodistas, las empresas públicas  y privadas envían a directores y trabajadores de medios de comunicación una antología de mensajes sensibleros donde exaltan , entre otras virtudes, “ La invaluable labor de nuestros profesionales en la defensa de  la libertad de expresión  como soporte de  los valores  democráticos”.
En sana ley, no hay nada de falso o impreciso en la frase. De  hecho, hasta los sistemas totalitarios lo reconocen en el papel.  Pero  basta con echar un vistazo a la realidad para  confirmar la vacuidad de esa declaración retórica. A medida  que las grandes corporaciones  afinan su entramado de intereses,  medios y periodistas son  cada vez   menos canales de información y conocimiento al tiempo que se  ven  reducidos a la simple condición de amanuenses del poder. Una  de las consecuencias visibles es la lenta  agonía del periodismo de denuncia, dedicado durante décadas  a  revelar las lacras de la sociedad, garantizando de paso los mínimos de decencia  necesarios para  hacer posible la convivencia y la confianza entre  los ciudadanos.
Como para confirmar ese estado de cosas el periodista colombiano  Gerardo Reyes le concedió una amplia entrevista a su joven colega  Juan Miguel Álvarez, a raíz de la reedición del libro Don Julio Mario, biografía  no autorizada. El texto completo del diálogo aparece publicado en la revista El Malpensante. En  ella el veterano periodista revela algunas  claves  de esa vertiente del oficio en trance de extinción.
Cuando  uno lee  las más de cuatrocientas  páginas del libro de Reyes entiende por qué  Julio Mario Santo Domingo  no solo se rehusó a concederle una entrevista  personal: una vez  publicado el texto intentó por  todos los medios torpedear su distribución, sin excluir la conocida treta de comprar el total de la edición. Desde el primer párrafo,  el autor demuestra que además  de gran investigador es un buen escritor : la imagen del joven magnate  enfrentando a escupitajos a una peligrosa  serpiente hasta provocar su muerte   reaparecerá todo el tiempo  como metáfora de las implacables y nada limpias pugnas por el control  de empresas y  mercados.
Allí reside uno de los grandes logros del libro. En contravía  de la imagen  de Don Julio Mario como un cruce  entre bohemio, filántropo y genio de las finanzas, el autor  desvela un universo de claroscuros caracterizado por los fraudes, las componendas y las zancadillas como práctica corriente  a la hora de hacerse con el control de los negocios más codiciados.  Así se produjo, según el bien documentado libro de Reyes, el  principio del fin de la Sociedad Anónima como mecanismo de democratización económica en Colombia. El asalto a Bavaria, la fallida venta del Banco Comercial Antioqueño o la utilización de poderes falsos  en las asambleas de accionistas ayudan a comprender, entre otras cosas , los métodos que varias décadas después condujeron  a  las corruptelas  y  descalabros  financieros conocidos por todos. Lejos   del capitán de empresa ejemplar forjado a la medida de sus oficinas de publicidad y relaciones públicas, esta biografía  no autorizada nos muestra  al magnate  como el ejemplo de lo que no se debió haber permitido nunca.
Según el libro, en  su lento y metódico ascenso, Santo Domingo  se encargó  de tejer, sin prisa pero sin pausa , el control de los medios de comunicación más importantes del país. La cadena Caracol,  el periódico el Espectador y la revista Cromos fueron   solo tres entre las muchas empresas informativas utilizadas para atacar a los adversarios, magnificar los logros y acallar las anomalías  del todo poderoso propietario y sus amigos. Episodios como el de la salida del periodista Edgar Artunduaga del programa radial  La Luciérnaga por solicitud expresa del entonces presidente  Andrés Pastrana demuestran  con creces que los  vehementes saludos institucionales a la libertad de  prensa son  en el mundo de hoy apenas una manera protocolaria de eludir  lo inocultable : la absoluta sujeción de  medios y periodistas a los  nuevos amos  del mundo , que ya no necesitan ejercer en persona el poder político porque lo detentan en la práctica.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Gomosos




Para el diccionario Larousse la palabra  gomoso tiene dos acepciones. La primera alude a la naturaleza adhesiva de la goma. La segunda se refiere a un petimetre, un joven excesivamente acicalado. Por  su lado, el diccionario de la Real Academia de la Lengua nos dice que en medicina gomoso es alguien aquejado de goma. También es sinónimo de pisaverde, es decir, un hombre presumido que no conoce más ocupación que la de acicalarse,perfumarse y andar vagando  todo el día en busca de galanteos.
Mejor dicho, como diría mi abuela Ana María,alma bendita “Quedamos en las mismas, mijo”, porque en Colombia , así como en varios países latinoamericanos le decimos gomoso al diletante  o aficionado. Es un gomoso de la música o de la pintura, dice la gente cuando se refiere a alguien que interpreta instrumentos o esboza cuadros sin la debida preparación. Pero  cuidado: gomoso no es en todo caso sinónimo de autodidacta. Este último concepto define a una persona que a través de la disciplina, la constancia y el rigor adquiere  de manera individual y solitaria los conocimientos  y la pericia que otros obtienen en las instituciones académicas. El  gomoso es más bien un chapucero: alguien que aporrea las teclas de un piano, lanza paletadas de pintura  en todas direcciones o concibe la poesía como el acto de consignar las emociones en un papel teniendo como única  pauta escribir un renglón debajo del otro.
A estas  alturas, ustedes estarán de acuerdo conmigo en que  no someterían el cuidado de su salud a un gomoso de la medicina, ni contratarían para la construcción de un puente de doscientos metros a un gomoso de la ingeniería. Por eso las paredes de los consultorios  médicos están forradas de diplomas, auténticos o no : el paciente confía en los conocimientos y la experiencia del profesional que puede mantenerlo en el mundo de los vivos. Lo mismo acontece  con multiplicidad de  profesiones y oficios.
¿ Por qué no sucede lo mismo con las artes  o las llamadas actividades del espíritu? Las razones son muchas, pero existen dos que nos ayudan a entender el fenómeno. La primera es la perniciosa creencia en la inspiración, esa especie de ráfaga divina que desciende del cielo y llena de sabiduría las mentes y  las almas. Un fulano está sentado en una colina  o  a la mesa de un café y de repente: ¡Zaz! Un rapto sobrenatural lo convierte en Petrarca, Mozart, Modigliani o Jimi Hendrix. La investigación, el trabajo,los insomnios, los yerros y los aciertos quedan suprimidos entonces como parte del proceso de creación. Nada mejor para una época  como la nuestra que lo quiere todo fácil y rápido
La segunda explicación pasa por  las lógicas del capital, la producción  y el consumo. Según esa mirada, fabricar un  par de zapatos es un acto productivo. Escribir una novela o pintar un cuadro no lo es, o por lo menos no hasta que su creador se somete a las dinámicas del mercado. Por eso los gordos pintados  o esculpidos en serie por Fernando Botero se nos parecen más a los objetos salidos de una cadena de montaje que al hecho irrepetible de añadirle valor al mundo  a través de una obra de arte. Llegará el día en que existan tantas obras de Botero en todos los lugares de la tierra como tiendas de McDonald´s. En su momento, Andy  Warhol ya había prefigurado algo de eso.
En ese sentido, al gomoso  parece un eterno adolescente:  este último desea todo lo de los adultos, empezando por las mujeres y los bienes, pero no quiere saber nada de consecuencias ni responsabilidades. El  primero pretende   escribir libros,  pintar cuadros o componer canciones sin pisar los terrenos del esfuerzo y el fracaso. Al  final, cuando el  muchacho embaraza la novia o estropea el carro de papá apenas atinará a responder: solo soy un adolescente. A su vez, cuando al  gomoso le cuestionen la falta de rigor, precisión o dimensión estética   a duras penas modulará entre dientes : solo soy un aficionado.
Por esas razones, el crítico norteamericano Harold Bloom postuló  y concibió el mismo un canon, es decir un sistema de valoración de las obras literarias,  válido además para todas las expresiones estéticas. Es la única manera de mantener la casa en orden, en un mundo donde el fetichismo de los derechos- “ Tengo derecho a publicar mi libro de versos”, le escuché decir a una tía- ha suprimido todas las fronteras, entre  ellas las que separan al artista del gomoso.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Las puertas del delirio



Durante años tuve una vecina menuda, frágil y nerviosa, poseída por un miedo irrefrenable a lo desconocido, empezando por  ella misma. Su vasto catálogo de  temores incluía a los hombres, los truenos, las arañas, los eclipses y las enfermedades, así como el pasado, el presente y el futuro.
Como todas las personas de su tipo, conjuraba sus horrores diurnos y nocturnos con un conjunto de creencias adaptables a toda clase de situaciones cruzadas por un factor común: todas prometían conducirla a un estado de gracia reservado solo a los elegidos. Cuando creía en la reencarnación se suponía descendiente en línea directa de  Isabel II, Eva Perón o Catalina de Rusia. Nunca le pasó por la cabeza una  eventual ascendencia de poco lustre.
En otras situaciones optaba por los extraterrestres. En ese caso los venusinos  vivían siempre a punto de recogerla  en una de sus naves interestelares para conducirla a una suerte de Arcadia o Shangri- La situado allende las estrellas, donde  la esperaba para desposarla el más perfecto  de los ejemplares masculinos. Algo así como un cruce entre Brad Pitt, Cristiano  Ronaldo y Justin Timberlake corregido y aumentado. Cuando le perdí el rastro, hace cosa de diez años, andaba en busca de la saga inmortal de los niños índigo y alguna otra sutileza de la nueva era.
Un par de semanas atrás volví a encontrármela bajo un alero, mientras aguardábamos que pasara la lluvia. Estaba más encogida, más arrugada y convertida en un temblor viviente. Movido por la curiosidad morbosa de los de mi oficio le pregunté por esa vida suya hecha de agitaciones y espantos.
-Los mayas, me dijo a modo de respuesta ¿No sabe usted que según sus profecías el próximo 23 de diciembre se acaba este mundo horrible y empieza una época de  dicha y amor  para la humanidad?
- Ah, creía que era el  21,  repliqué, sorprendido  y agradecido por esos dos días adicionales que  no estaban en mis cuentas. La mujer solo atinó a mirarme con expresión de lástima mientras sacudía el paraguas como quien intenta espantar un bicho de mal agüero.
Pobres  mayas- suspiré- como les sucedió a los monjes budistas y a los santones indios en la década de los sesentas del siglo XX, el pasado de este pueblo ahora tiene que vérselas  con el discurso  de las sectas nueva era, empeñado en acomodarlo todo a su necesidad de búsqueda de consuelo  para lo  irremediable. Desde los evangelios hasta  las comunidades utópicas, pasando por ideologías de corte fascista y recetas vegetarianas, todo vale en su intento por vender  la idea de un nuevo advenimiento. Es comprensible: cuando  se trata de forjar una profecía ningún dato resulta irrelevante.
Poco afecto a los vaticinios, funestos o benévolos, acudí a mi consultor científico de cabecera, un profesor graduado en astronomía y matemáticas cuyo nombre mismo parece un designio: Euclides.
-Lo de la alharaca con los  mayas es tan elemental que lo entiende mi hijo de diez años, me advirtió mientras desplegaba la pantalla de su computador. Si yo le aseguro que el próximo 31 de diciembre a las doce de la noche es el fin del mundo le estoy  enunciando una verdad inapelable: ese día, a esa hora expira el universo comprendido en la convención temporal establecida de esa fecha hacía atrás. Lo mismo pasa con el  tal misterio maya. Con su asombrosa precisión matemática esos pueblos definieron lo que suele llamarse la Cuenta Larga, un periodo de tiempo colosal a escala humana, pero insignificante en términos del universo. Cálculos más, cálculos menos, según algunos analistas  ese periodo concluye el  veintitrés de diciembre de 2012 . Es el célebre 4 Ajaw 3 K´ank´ iin de los mayas.  Para ser precisos, eso equivale a decir que el día de hoy  se acaba a la hora  veinticuatro y el siguiente empieza a la hora cero ¿Usted dudaría de eso?
Cuando abandoné la casa de Euclides recordé de súbito el nombre de la mujer. Ismenia, Ismenia, repetí, como  si esas tres sílabas contuvieran la clave de algo que los poetas y los  matemáticos descubrieron  hace mucho: que  el mundo  se extingue a cada segundo, porque el instante que acaba de pasar con su legado de sorpresas, crepúsculos, besos y temores no volverá a repetirse aunque nos fuera dado el don o la condena de vivir por los siglos de los siglos.



jueves, 15 de noviembre de 2012

Mil años hace




“... También le pregunté a qué atribuía la decadencia actual, la desaparición de las bellas artes y en particular de la pintura, de la que no subsistía el menor vestigio. Contestó así: Es el ansia de dinero lo que ha producido el cambio”.
Aunque ustedes descrean, el párrafo anterior no pertenece a  la reseña crítica publicada en  una revista de arte contemporáneo. En  realidad aparece en la página 123 de la edición de El Satiricón, de Petronio, publicada por Planeta DeAgostini en 1988. Como ustedes bien saben, la obra del escritor romano data al menos del siglo I después de Cristo. A lo largo de todo el relato se suceden reflexiones de ese tipo : los padres ya no saben educar a los hijos, los maestros son incapaces de ofrecer la formación adecuada, el oro y la plata condicionan  las decisiones y los sentimientos de los humanos, la corrupción cunde  en todos los sectores, los viejos dioses se tornaron sordos a las súplicas de los hombres y los poetas a duras penas conservan la cáscara vacía de la antigua  belleza.
Los clásicos de la  literatura deberían  ser lectura obligada para los optimistas, los pregoneros de la auto superación , los que  creen en los políticos y los promotores de toda suerte de fórmulas para alcanzar la dicha terrenal, ya se trate de una secta religiosa o una tarjeta de crédito. Uno abre a Shakespeare en cualquier página y solo encuentra fraudes, traiciones, malentendidos y dobleces. Lejos de ser el pilar de la sociedad la familia es allí fuente de toda suerte de vilezas. Termina de leer Ricardo III  y no le queda una sola razón para alentar ilusiones sobre la condición humana. Más  descarnado- para algo debe servir un viaje de ida y vuelta a los infiernos- Dante Alighieri lo advierte en las primeras líneas  de  La Divina Comedia: “Los que entraís, abandonad  toda esperanza”. Por eso regresamos una y otra vez a Homero, a Ovidio, a Séneca, a Herodoto o Apuleyo  y  los sentimos contemporáneos: salvada la vestimenta y los artilugios tecnológicos inventados para moverse por el mundo y dominar al prójimo, los  hombres  seguimos siendo los mismos de  hace miles  de años. En los casos excepcionales nos mueve idéntica grandeza. En los generales nos impulsan  las pasiones ya conocidas: la ambición, la envidia, el odio,  el ansia de poder o la codicia.  “Una falsa ilusión de poetas ha hecho fracasar a muchos jóvenes. En cuanto uno  logra montar el esquema de un verso e insertar en el período alguna idea sentimental, ya cree haber alcanzado la cumbre del Helicón” exclama con amargura el poeta Eumolpo, otro de los personajes de El  Satiricón. Su reclamo no se diferencia en nada del de aquellos que hoy no se resignan  a concebir la poesía como el acto de vaciar las emociones  sobre un papel y relacionarlas un renglón debajo del otro.
El  Eclesiastés, ese ejercicio supremo de la lucidez lo resume todo en siete palabras: “No hay nada nuevo bajo el sol”. Testigo de la decadencia de un imperio que, como todos, aspiraba a durar mil años, Petronio puso en boca de  sus personajes verdades que apuntan en esa dirección: “Ya ni siquiera se pide la salud física o moral, sino que apenas se pisa el umbral del Capitolio, uno pone por condición de su ofrenda el entierro de un pariente rico; otro el descubrimiento de un tesoro; otro, el logro, sano y salvo, de treinta millones de sestercios”. Podríamos seguir enumerando y el resultado sería el mismo: una sucesión de acontecimientos dando vueltas sobre un mismo eje: el corazón de los hombres. Ansiosos y solitarios recorremos el camino buscando encontrar en el afuera las respuestas a la inmensa desazón que nos asalta desde adentro. Poco importa si buscamos la cura al desasosiego en un sermón, en un número de la lotería, en el reconocimiento ajeno, en un asiento en los recintos del poder o en la palpitante  promesa de un cuerpo joven. La moderna industria del espectáculo y la publicidad lo comprendió como nadie: estamos dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de olvidarnos de  nuestra frágil condición de mortales. Los romanos de Petronio iban a  los lupanares, a los baños públicos o al circo. Tan perplejos  y frágiles como ellos, los modernos humanos pagamos putas pobres o de lujo,  llenamos los gimnasios, los estadios y los saunas y nos despertamos cada mañana pensando en el desenlace del reality de moda. Todo con tal de  olvidar que, como hace mil años, nos estamos despidiendo de este mundo a cada segundo que pasa.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Guayabo eterno




Las palabras discurren por terrenos insospechados. En Colombia, por ejemplo,  utilizamos el vocablo guayabo para aludir a una forma especial de la añoranza, ese sentimiento de pérdida ante el carácter irrevocable de los tiempos idos. En portugués, una lengua mecida por cadencias marineras y cantos de pastores, acuden a la expresión saudade para referirse a ese estado del espíritu que no es del todo tristeza: en realidad es una  manifestación alegre de  la   melancolía.  “Tenho saudade”, exclaman  los pescadores gallegos   cuando cuelgan las redes y se sientan  a la puerta de sus casas a contemplar el mar dador de vida y olvidos.
“Tengo  un guayabo...” suspira mi mamá  cuando un ramalazo de la memoria la devuelve a momentos esenciales de su existencia. No por casualidad   guayabo es también entre nosotros el estado infernal en que nos dejan sumidos los excesos  alcohólicos. Resaca le dicen  a eso en otras latitudes. “Guayabo eterno”, le decimos al borrachín impenitente.
Metáforas aparte, es bien poco lo que podemos hacer frente al pasado. Por hermoso que haya sido, no podemos recuperarlo. Tampoco si ha sido  terrible podemos hacer mucho al respecto. A lo sumo asumirlo, asimilarlo y convertirlo en parte del acerbo de experiencias que nos ayuden a recorrer el resto del camino. Si no  lo hacemos así, corremos el riesgo de convertirnos en víctimas eternas en el segundo de los casos  o en llorones perpetuos en el primero. Mis  abuelos  campesinos  resumían ese estado de cosas en una frase inapelable: “Pare  y vuelva y monte que nadie lo vio”.
Como los individuos, las sociedades también tienen sus fórmulas para glorificar o lamentar el pasado. Uno escucha el himno de una ciudad o un país y se sorprende  de la proliferación de gestas y héroes inventados por los autores para consolarse de la prosaica realidad. Ese  es el truco de gobernantes como Hugo Chávez,  que explica en buena medida  su vigencia política en Venezuela: su capacidad para presentarse como versión rediviva de un Simón Bolívar irreal, fabricado a la medida de las frustraciones de su pueblo. A un presente oscuro se opone un improbable pero sugestivo  pasado glorioso.
Es hora de decirles  a cuento de qué viene todo este rodeo. Con motivo de los preparativos para la celebración de los ciento cincuenta años de Pereira, distintos columnistas y comentaristas de prensa han dedicado sus espacios a invocar  una época heroica  signada por el civismo como  una de las señas de identidad local y regional, responsable de hipotéticas grandezas pasadas.  A punta de convites y  espíritu cívico- nos dicen- se levantaron obras tan importantes para el desarrollo de la ciudad como el aeropuerto,  el hospital y la villa olímpica. En parte eso es cierto, pero en su propósito de reforzar el mito omiten mencionar las inversiones públicas y privadas que hicieron posibles esas obras. Convencidos así de su idea, nos invitan e recuperar el civismo como fórmula para enderezar el rumbo. Pero olvidan un detalle. Esas prácticas son posibles- y admirables- en sociedades pequeñas donde los habitantes se reconocen en los quehaceres diarios: la siembra, la compra venta, las muertes o el juego. Por eso mismo se sienten partícipes de un destino común. A lo anterior se suma la presencia de líderes fáciles de identificar: el cura, el alcalde, el médico, el boticario, la matrona inspirada en los principios de la caridad cristiana. La voluntad colectiva se expresa así  en acciones dirigidas a resolver problemas puntuales: falta de puentes, vías, puestos de salud o medios de transporte.
Para bien  o para mal nuestra sociedad de hoy es otra. Por eso mismo se enfrenta a desafíos  y oportunidades distintas a las descritas por quienes cantaron y contaron sus primeros tiempos. No será entonces con invocaciones nostálgicas como podremos mejorar las cosas. Tendremos que revisar nuestro sistema de valores,  para incluir entre ellos el respeto a las diferencias y la noción de justicia social en un medio signado por desigualdades ofensivas y exclusiones mal disimuladas. En caso   contrario estaremos destinados a despertarnos cada día en medio de un guayabo eterno.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Atrapados sin salida





El periódico El País de España publicó la historia de un joven colombiano afectado de  esquizofrenia, golpeado como miles de sus compatriotas por las últimas medidas del gobierno español contra a los inmigrantes indocumentados residentes en su territorio.
A  pesar de  encontrarse en estado grave el hombre fue despojado de cualquier tipo de   atención en salud, en evidente violación de los más elementales derechos de las personas. Su tratamiento demanda productos de alto costo. Desde entonces, igual que en muchos otros casos similares, una organización no gubernamental de derechos humanos se encarga de la atención médica básica y del suministro de  los medicamentos esenciales para el control de la enfermedad. Como no disponen  de presupuesto, no pueden comprar los de última generación y eso conlleva efectos colaterales en la salud del paciente. De ese tamaño andan las cosas para un alto porcentaje de ciudadanos del mundo llegados a la península en el último cuarto de siglo, alentados por  las ofertas de empleo  promocionadas por los sectores público y privado. “ Hay laburo  en España”, exclamaban los argentinos acorralados por  el descalabro de comienzos del siglo XXI. “Camello es lo que sobra en la madre patria” repetían por el teléfono los colombianos  instalados en Madrid, Bilbao, Valencia o Barcelona, animados por las coloridas visiones de un  mundo donde la  siempre aplazada promesa del consumo y la prosperidad se hacía por fin realidad.
 Pero en los últimos dos años los colores se desvanecieron y el tono gris de la incertidumbre pasó a ocupar el pleno de la vida social. El Partido Popular,en cabeza de  Mariano Rajoy, retomó el poder después de un amargo paso de los socialistas por el gobierno en una España  obligada a despertar de un solo golpe  a la dura realidad. Su copartidario  José María Aznar , había sido el encargado de capitanear la nave de los nuevos ricos que surcaba la geografía entera de Europa, al modo de una Armada Invencible rediviva. Los  detalles los conocemos de sobra: una industria  de la construcción  creciendo a ritmos demenciales. El sector turístico acogiendo más visitantes que nunca. El  campo reactivado y atrayendo a jornaleros internacionales que hablaban en todos los idiomas. En fin , los restaurantes  y las discotecas multiplicándose al ritmo del espíritu hedonista exacerbado por   las décadas de penurias  padecidas durante los tiempos del franquismo ¡ Venid, comprad y follad! Decía el graffiti pintado en un muro de La gran Vía, como resumen último de esa nueva religión forjada con los millones que  no paraban de circular.  A  su vez, los voceros   del establecimiento parafraseaban sin darse cuenta el llamado  de un viejo y barbudo enemigo, cuyo fantasma no tardaría  en recorrer de nuevo los caminos  de una Europa asustada por  las sucesivas bancarrotas de sus optimistas socios. Trabajadores de todos los países, venid  a nosotros, era la consigna. Al fin y al cabo se precisaban miles, millones de brazos para  levantar el edificio del progreso.
Con los síntomas iniciales surgieron las primeras voces de advertencia provenientes de unas pocas mentes lúcidas. “En realidad no hay tal crecimiento económico. Se trata  de un espejismo provocado , entre otras cosas, por el ininterrumpido flujo de dinero proveniente del lavado de divisas en sus distintas modalidades. Si no  ponemos el freno a tiempo, a la vuelta de unos meses estaremos peor que los griegos” sentenció en su columna de El País un agudo profesor catalán de apellido Oriol. Como era verano y la mitad del país- incluidos varios millares de inmigrantes  empecinados en parecer españoles derrochadores- se encontraba en las doradas playas de la Costa del Sol o alucinando en un festival de música electrónica en Ibiza, casi nadie leyó la columna. Ni siquiera los tecnócratas de los ministerios se detuvieron a pensar. Después de todo, según  su mística particular, el tren del desarrollo  no lo detiene nadie.
Por eso mismo, nadie quiere asumir responsabilidad frente a los inmigrantes llegados por millones a la tierra prometida donde el  Real Madrid y el Barcelona fungen como las últimas divinidades sobrevivientes. Un día los invitaron a  trabajar y hoy los echan por la puerta de atrás. Pragmatismo político, llaman algunos a eso. Cinismo puro y duro, claman en las plazas los atrapados sin salida.

Les comparto enlace al artículo mencionado al comienzo
http://politica.elpais.com/politica/2012/08/13/actualidad/1344887067_861222.html

jueves, 25 de octubre de 2012

                                       
                                                             Vencido 


                                                                
                                               A  la memoria de Joel Pérez Soto 
                                  
                                    
                                   Mas que el dolor por la muerte
                                    De los suyos

                                    Era la humillación con su lengua
                                    De reptil
                                    Rozándole los párpados

                                    Y sembrando en su lecho un sueño
                                    De náufrago
                                    Sin puertos a la vista.

                                    No existían en su lengua
                                    Palabras de consuelo

                                    Sólo el pan amasado  con la agria
                                    Materia
                                    De viejos odios:

                                     La maldición de una antigua
                                     Mujer
                                     De  piel aceitunada
                                     Abandonada en el momento
                                     Más loco del amor

                                     Dicen
                                     Quienes lo vieron convertirse
                                     En estatua de piedra
                                     Con la cabeza coronada de
                                     Lianas y bejucos

                                    Que volvió la vista
                                     para llevarse en la retina
                                     La imagen de su ciudad
                                     arrasada por los bárbaros

                                     Y apenas tuvo tiempo
                                     De ver el fuego
                                     Acodándose en la arena
                                     Como un animal saciado
                                     Que se lame las garras.


jueves, 18 de octubre de 2012

Unos seres muy raros




El diccionario privado de esa forma suprema de la hipocresía llamada “ corrección  política” desterró  de sus páginas, entre decenas de conceptos, la  elocuente expresión maníaco depresivo para referirse  a las personas asaltadas por repentinos y traumáticos  estados de ánimo que las conducen en un santiamén  de la euforia extrema a la tristeza  irremediable. En su reemplazo  instauró  la impersonal y  aséptica noción de trastorno bipolar. Como corresponde  a  las formas ambiguas de ese discurso uno puede entender  cualquier cosa. Por  ejemplo, el  confuso estado de un individuo indeciso entre irse a vivir al polo norte o al polo sur.  Mi abuela Ana María, dueña de una capacidad sobrenatural  para caracterizar al prójimo, lo resumía en  cinco palabras: Son unos seres muy raros.
La historia viene a cuento a raíz de la publicación de una más entre las manifestaciones de   esa pandemia de las encuestas que se multiplica a la velocidad de las enfermedades de transmisión sexual. ¿De qué habla la gente y cuánto  tiempo le dedica a cada asunto específico? En realidad las respuestas no sorprenden tanto: Los humanos hablamos de tres cosas: fútbol, sexo y política. En ese orden. Curiosamente no aparece la  economía, a pesar de lo contundente  y devastador de sus efectos en la vida  diaria. A lo mejor se debe- supongo- a nuestro temor congénito a nombrar los peligros. Si no los mencionamos algo de control podemos ejercer sobre ellos.
En este punto  se ligan las dos ideas: Cuando se trata de fútbol, política  y sexo los colombianos somos maníaco depresivos. Una victoria, la posibilidad de una conquista amorosa o el discurso  mesiánico  de un político nos elevan a la cima del delirio para, acto seguido, arrojarnos a las simas de la depresión. Hace apenas unos meses teníamos la peor selección  de fútbol  del mundo. De  la noche a la mañana, como resultado de  tres victorias consecutivas  ya nos sentimos instalados en la ronda de grupos del mundial 2014.  “No hay excusa para no ir a  a Brasil” me dijo, con la voz quebrada, un conocido después del 1- 3 frente a Chile en Santiago. Sus palabras  tenían el tono de  un designio. Algo terrible le puede pasar a los que no asistan   a ese Mundial, sospeché. No quiero ni pensar lo que podría suceder si  surge un tropiezo en  el camino de aquí al final de la eliminatoria. Temo incluso que puedan desterrar al técnico  Pekerman a las islas Malvinas.
En el campo de la política el panorama no cambia  mucho. Cuatro años atrás una amplia masa de  nacionales se postraba ante la imagen de un arriero a caballo y no contenta con   ello lo recompensaba con sus votos ¿La razón? El individuo en cuestión prometía  acabar con el mal,  materializado en este caso en las guerrillas herederas de  abortadas utopías. Para aderezar el menú, el hombre utilizaba figuras entre bíblicas y   agrícolas como  “Aplastarle la cabeza a la culebra”. Claro, cualquier pecador arrepentido se entusiasma  con eso. A la vuelta de unos meses esos mismos  devotos- salvo los más recalcitrantes- se deslizaban hacia  un discurso  elaborado con imágenes  extraídas de la quimera del progreso: locomotoras  y prosperidad. Solo falta un  pintor patriotero dispuesto a transformarlas en alegorías comercializables  en  vallas, gorras y camisetas: cosas de las manías depresivas.
El tercero de los puntos es más complejo. Por definición, el sexo es el terreno de lo impredecible. Hoy Romeo se acuesta enamorado y mañana se despierta cornudo y apaleado. Uno puede decir que son gajes del oficio y pasar de largo con  una saludable dosis de filosofía. Pero  la cosa no es tan simple. Las encuestas- otra vez las malditas encuestas- nos dicen que en el país el número de suicidios se incrementa de manera exponencial. Y no son precisamente los problemas económicos la causa de la  “fatal decisión”, como escriben los cronistas  judiciales. Nada eso, señores. Al parecer no podemos  disfrutar de un buen polvo y pasar a la siguiente página  de la historia personal sin mayores desgarraduras. Todo lo contrario: si nos  niegan el siguiente nos ponemos al borde de asesinar a la muchacha renuente a repetirlo o de  convertirnos en asesinos seriales  dignos de una película de Oliver Stone. ¿El resultado? Entre goles,  desgobiernos y promesas de amor incumplidas caminamos al borde de una cornisa llamada, con exceso de grandilocuencia, Historia Patria. Maníaco depresivos que somos.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Los sonidos del silencio




Quienes pensamos que el socialismo debería ser sinónimo de libertad en cualesquiera tiempo y lugar, nos solidarizamos con Yoani Sánchez, la disidente cubana creadora del blog Generación Y, detenida  por agentes del régimen de los Castro, cuando se dirigía en compañía de su esposo a presenciar el juicio contra el político español  Ángel CarromeroBarrios, acusado de “Homicidio imprudente”, después de protagonizar un accidente de automóvil en Cuba el pasado 22 de julio.


jueves, 4 de octubre de 2012

Tuya es la noche




En la novela de Bram Stoker y en las sucesivas películas protagonizadas por Béla Lugosi, Peter Cushing  y Cristopher Lee, el conde  Drácula sale de  su sarcófago  a la hora del crepúsculo- momento temible en la cosmovisión de los ocultistas -  para consagrarse, como buen viejo verde, a la búsqueda de jóvenes doncellas . Necesita alimentarse de sangre en su esfuerzo por mantenerse en la  difusa frontera donde la vida y la muerte se tocan. Estamos, no lo olviden, en los rezagos de la era victoriana, cuando el puritanismo y la doble moral eran ley. Es decir, como hoy . En esa manera de ver las cosas, el concepto de  pureza  jugaba un papel central.  Es decir, igual que hoy. Por eso el narrador utiliza la metáfora de la sangre para no mencionar la palabra sexo.  El viejo Drácula  se cuela en  esas mansiones decadentes en busca de   la dosis de caos  y vitalidad necesarias  para soportar el absurdo de su existencia. Una vez saciado, poco  antes de la  llegada del día, regresa a su  ataúd. En otras palabras, vuelve al orden establecido.
La aventura  del conde rumano viene a cuento por dos razones. La primera, la presencia de la noche como protagonista  de  buena parte de los  cómics,  ese híbrido donde confluyen los lenguajes de la literatura, el dibujo, la pintura , el cine y la televisión. Es importante fijarse en ese detalle: la noche no es el escenario, es la protagonista, como antítesis del día, vale decir, la vieja parábola de la lucha milenaria entre luz  y tinieblas.  Segunda clave : recorriendo las calles  donde  viven  sus peripecias  los personajes de V  de  Venganza,la  historia concebida por Alan Moore  y David Lloyd, este último invitado a  la muestra de cómic  2012 organizada por el Cine Club Borges, me tropecé con un cartel cuyo mensaje puede traducirse así: “ Fuerza a través de la pureza/ Pureza a través de la fuerza”. Uno relee la frase y se siente invitado a un rito de iniciación . En   el caso de los cómics, desde los tiempos de Batman y Dick Tracy, la iniciación propuesta se refiere a los códigos  del poder.  De eso se alimenta este género: De códigos para acceder al poder o  para escapar a sus efectos devastadores. Por eso su reino preferido son las sombras. En ellas pueden ocultarse por igual perseguidores y fugitivos. Y ya sabemos que el poder es el verdadero monstruo de las mil caras: El sexo, la religión, la política, las finanzas, la familia, la escuela, las artes son apenas algunas de  sus muchas manifestaciones. No sé si los creadores de estas historias perturbadoras sean conscientes de ello. A lo mejor ni les interese, pero en esos hombres arrodillados lamiendo los pies de una mujer empeñada en ignorarlos, en esos campos de readaptación donde lo humano es apenas una masa de despojos, en esos refinamientos que elevan la violencia a la dimensión de  categoría estética aflora siempre  una  afirmación de índole política : "Toda lucha por la dignidad de los seres humanos es, en últimas , una lucha contra el poder en cualquiera de sus manifestaciones".  En esos relatos, siempre hay alguien tratando de aplastar a otro. En la contracara  están los que se niegan a aceptar esa voz del destino con la que empieza el primero de los libros de V de Venganza titulado, no por azar, Europa después del reino. A modo de respuesta, los rebeldes ensayan una suerte de salmodia : “ Dices que quieres liberarme y me confinas en una prisión”. La prisión del amor,  las ideologías, los dogmas, las promesas incumplidas.
Debe ser por eso mismo que  a cada paso se encuentra uno con tantas  personas a la espera de un juicio: Mientras transitaban por la larga noche de su desventura omitieron un  código, olvidaron hacer una genuflexión. Y en estos  mundos el poder no  puede permitirse el lujo de la indulgencia: perdería credibilidad. Por eso destierra a sus marginales al reino de la noche que es, por definición, el terreno donde se  pueden hacer las cosas prohibidas de día : salir a la caza de doncellas, traficar, robar, matar, intrigar. En este punto, a despecho de quienes  ven en ellos una propuesta de índole libertaria, en los cómics  aflora un talante conservador. Glorifican la noche  como puesta en escena  de lo prohibido. Si durante el día se trabaja, se pagan los impuestos, se almuerza en familia, se pronuncian discursos edificantes y  se reproduce el sistema, cuando llegan las sombras las buenas conciencias  , al igual que el conde Drácula, salen de sus  sarcófagos, intentan vivir la parte reprimida de su existencia y vuelven a  su ataúd al rayar el alba. Solo entonces el orden establecido podrá dormir tranquilo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Solos, goleados y ofendidos




Sus  correligionarios le dicen Bellota. Es uno de los voceros- no acepta el calificativo de líder- de Lobo Sur, una de las barras del Deportivo Pereira señalada por  algunos de ser la responsable   de buena parte de los desmanes protagonizados por  aficionados  dentro y fuera de los estadios donde se  disputan los partidos de la  división B del fútbol profesional colombiano.
Fiel  a su estilo frentero el hombre empieza por reconocer la validez de algunas acusaciones :  Invasión del campo de juego en momentos de euforia o indignación, pequeños robos  y daños en  residencias  y locales comerciales perpetrados por  una minoría de hinchas. Pero eso sí enfatiza en esa condición de minorías. Es la espectacularidad de las noticias y el  repentismo en la reacción de las autoridades lo que transmite la sensación de hecho generalizado.
Justo en ese punto empieza su memorial de agravios. Periódicos, emisoras y noticieros de televisión se consagran  con saña- el adjetivo es suyo- a recrear   en detalle los episodios  violentos y a caracterizar  en blanco  y negro a los protagonistas de los mismos. Al final los consumidores de información  se formarán la idea de unas hordas bárbaras consagradas a destruir cuanta cosa encuentran a su paso.  Para esa visión del mundo, los muchachos que aman la  camiseta del Deportivo  Pereira más que a   así mismos hacen del fútbol un pretexto para  dar salida a lo peor de su condición. Eso dicen. En la realidad, como sucede  con todo en la vida, las cosas no resultan tan simples.
Para empezar, de tanto repetir la idea  del fútbol como reflejo de toda la sociedad   acabamos despojándola de  su rica variedad de sentidos  y matices.  Escuchando  a Bellota uno empieza a recuperar la  dimensión de las cosas. Muchos de esos hinchas son niños y jóvenes pertenecientes a  sectores sociales  donde   el estado social de derecho solo llega a través de las noticias. Un alto porcentaje de ellos  no estudia y sus  padres son desempleados o  trabajadores informales. Algunos consiguen la boleta mendigando en las calles y aprovechan la ocasión para matar dos  pájaros de un tiro : Disfrutan el partido al tiempo que roban  salchichas  y toda suerte de comida chatarra ofrecida por los vendedores .
El intendente  de  la policía Gabriel Rincón es  su compañero de viaje en el intento por mejorar las condiciones de vida de estos muchachos habituados  a vivir el fútbol como una experiencia religiosa capaz  de aliviar  muchas de sus carencias, empezando por las afectivas. Con sus esfuerzos  han conseguido desarrollar programas de formación   y capacitación dirigidos a propiciar cambios de comportamiento. Pero el camino es largo.  Hasta ahora son mayoría  los que prefieren reforzar el estigma en lugar de aportar ideas y recursos capaces  de transformar el estado de cosas. Siguiendo la estela de paranoia y prohibiciones heredada de la política de seguridad democrática del iluminado ex presidente Uribe , la administración  local prefiere reducirlo todo a  su aspecto represivo. Se restringe el porte de banderas y camisetas, al tiempo que se excluye a las barras  de los equipos visitantes. Las  secretarías de educación y desarrollo social, llamadas por definición a intervenir en las raíces del problema se destacan por su silencio . La primera parece ignorar las manifiestas deficiencias formativas de los muchachos  en algo tan vital como el aprendizaje de la convivencia. La segunda no se da por enterada  de las  posibilidades de dignificación de la vida implícitas en varios proyectos productivos surgidos al interior de las barras : Confección de manillas,  gorras , camisetas, banderas y otros emblemas propios del fervor futbolero. En el sector privado el panorama no es muy distinto. Entre los empresarios y comerciantes que piden vigilancia y protección cada vez que  se acerca un partido no se conoce  hasta ahora  propuesta alguna empeñada por ejemplo en apoyar  y facilitar la comercialización de los productos mencionados. Eso, a pesar de que , en la teoría todos admitimos que la valoración y el reconocimiento son dos pasos esenciales para modificar las conductas agresivas de las personas.
Por lo pronto, el  místico Bellota y   el intendente  Rincón  se empecinan  en mostrar  el lado bueno de a barras. No importa si de  momento, buena parte de sus integrantes,  a tono con la historia del equipo de sus amores vuelven a casa después de cada partido solos, goleados y ofendidos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

El arte del dolor




 La historia es simple. Cansada de lidiar con el talante insondable de los humanos, tiró la toalla. Después de romper media docena de corazones y de ser vapuleada por  otros tantos la mujer decidió mudarse  al reino animal: vive en  compañía  de  un perro, un gato y un novillo, en una pequeña parcela ubicada junto a “Un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos  prehistóricos”. No se exasperen, que ya lo dijo alguien citando a otro alguien: En literatura, lo que no es autobiografía es plagio.
Pues bien, hace un par de meses, a su perro , que ostenta un nombre de banda de rock, le diagnosticaron  una enfermedad degenerativa de los huesos que lo mantiene sumido en unos dolores atroces para los que no bastan  varias dosis cada vez más fuertes de  opiáceos.
Así la encontré  una tarde de domingo. Debatiéndose entre la certeza de sus afectos hacia Pink Floyd y el carácter irreversible de  su dolencia. En otras palabras, mi amiga empezaba a hacer su curso intensivo en el arte del dolor.
Porque de eso  tratan el dolor  físico y moral: De un lento y tortuoso aprendizaje de la muerte. Eso que el escritor Juan  Carlos Onetti llamaba Los adioses.  Es tan grande la fuerza que nos empuja a aferrarnos a la vida que solo el dolor en sus muchas formas y presentaciones  puede ayudarnos en la tarea de desasirnos. Ustedes  dispensarán que los asalte con asuntos tan lúgubres, pero alguien tiene que compartir conmigo la honda punzada de  impotencia que produce  la agonía de un animal enfermo. Los humanos  disponemos al menos de la palabra y en no pocas  ocasiones tenemos la oportunidad de ese patético  ejercicio que es el arrepentimiento. Pero los  seres como Pink solo pueden mirarnos desde el fondo  de unos ojos en los que no   hay un resquicio más para la desesperación. De modo que  me tocó pronunciar  las palabras  que ella se  negaba a decirse en sus noches de insomnio : Que solo una sobredosis  letal de analgésicos podía  poner a su compañero de viaje lejos del alcance  de la bestia que lo atormentaba  en lo más profundo de  sus huesos.
La vida, la naturaleza, son tramposas y sabias. Para garantizar su  reproducción por los siglos de los siglos se inventaron un señuelo tan placentero como el sexo. ¿Se imaginan lo que podría suceder con toda  criatura  viviente si   el apareamiento fuera un asunto desagradable? Me temo que no estaría relatando este cuento ni ustedes leyéndolo. Asegurada la multiplicación  vienen los desencantos, los divorcios y los crímenes pasionales. Pero eso ya es otra  cosa: En todo caso, nada que preocupe a madre  natura. Además,  para eso se inventaron los licores y los poetas: para paliar los efectos devastadores del ardid. Nada como Julio Jaramillo y el ron Viejo de Caldas  para curar los desengaños.
 Enamorados de la vida con todo y sus latigazos, nos resistimos a abandonarla. Así que la muy aviesa  no tiene una opción distinta  a la de retomar el control. Nada más peligroso que un mortal  remiso en un planeta superpoblado. Lo supo Robert  Malthus: la  lubricidad de la especie y los suministros de alimentos no se llevan bien. Más  temprano que tarde alguien se encontrará con la panza vacía y tratará de asaltar  a su  vecino.
Es aquí donde entran a jugar las leyes del equilibrio: Cada momento de placer lleva implícita su dosis de dolor. Y no porque exista una especie de entidad  perversa encargada de distribuir los pesos en la balanza. Nada de eso. Es solo que, hasta hoy, no se ha ideado un método mejor para  convencernos de que es hora de abandonar la fiesta. Lo saben los santones que intentan suspender los ciclos  del mundo sensorial y con ellos la rueda de las dichas y los tormentos. Lo conocen bien los fumadores de opio instalados justo en la frontera donde empieza  la inconsciencia. Pero sobre todo, lo saben a esta hora mi amiga y su perro, o el perro y su amiga, asomados al abismo de su  ineludible extinción uno y enfrentada a una de las caras de su soledad, la otra. Ambos a su manera iniciándose en esa suprema  forma del conocimiento que es el arte del dolor, tan cercano como vive a las fuentes del placer.

jueves, 13 de septiembre de 2012

De cero a nunca




En 1993, cuando María Aidé Botero Serna era gerente del Instituto de Cultura de  Pereira, la ciudad  fue sede de un primer y único festival iberoamericano de teatro infantil, llamado en su momento a constituirse en punto de partida  para consolidar un gran evento capaz de  convocar compañías teatrales   reconocidas dentro y fuera del país. El  festival, coordinado por el gestor cultural Jairo Antonio Franco, contó con el decisivo  respaldo de empresas del sector privado tan representativas en la región como Frisby, Avianca, la Cámara de Comercio de Pereira y Comfamiliar Risaralda. A vista de pájaro recuerdo la presencia de propuestas tan destacadas como Diablomundo de Argentina, Chico Simoes de  Brasil y  el Teatro de Muñecos de Colombia.
La  masiva presencia de público en las salas, garantizada por el carácter   gratuito de las entradas, hizo pensar en una segunda versión del festival, con un mayor número de países invitados y presencia en  municipios distintos al Área Metropolitana. Para facilitar la organización  y la  gestión de recursos  se decidió  efectuar el evento cada dos  años a partir de la fecha. Sin embargo, para  1995  la administración de la ciudad estaba en otras manos. Fue el primer período de gobierno de Juan  Manuel Arango Vélez. Siguiendo una vieja tradición nacional, los responsables de la cultura en Pereira decidieron   hacer caso omiso de lo alcanzado en la versión inaugural del festival.  De nada valieron los balances  presentados. Ni siquiera las cifras de la relación costo beneficio, que tanto  peso tiene en otras circunstancias. Poco importaron los compromisos pactados con   grupos teatrales de distintos países, que habían apartado fecha en sus agendas.  La ciudad no lo necesita, dijeron para entonces los  nuevos responsables  de la cultura. Con todo, cada vez que se acercan unas fiestas aniversarias surge la pregunta por un evento capaz de  concitar la atención nacional. Fortalecido y ampliado, el festival de teatro infantil pudo haber cumplido ese papel. Pero  no lo dejaron.
Casi dos décadas después, la administración de Israel Londoño contrató con la Universidad Externado de Colombia, previo cumplimiento de la convocatoria  pública  y los parámetros establecidos por la ley,  un ejercicio de prospectiva dirigido   recoger la experiencia de distintos sectores de la sociedad, con miras   a pensar, tomando como base lo   conseguido hasta el presente, posibles escenarios futuros para la consolidación de la ciudad región como un polo de desarrollo social y económico  capaz de beneficiarnos a todos. Aparte de eso, estaba el incentivo de la celebración de los 150 años de Pereira en el 2013. La presencia de algunos connotados líderes  contribuyó a alimentar las esperanzas del coordinador del proyecto del sesquicentenario, el ex alcalde  Gustavo  Orozco Restrepo. El profesional siempre alentó la idea del aniversario como un punto de partida para la gestación de grandes proyectos de interés regional.
Sin embargo, el documento duerme  una suerte de sueño eterno en los archivos de la actual administración. Las razones son varias. Primero, fue formulada  por sus antecesores y  tal cosa en Colombia, un territorio  huérfano de grandes  metas colectivas, es casi un delito. Segundo, no fue adelantado por  la Universidad Tecnológica de Pereira y eso pesa en este caso : El actual  responsable de  la oficina de planeación de la alcaldía desempeñó idéntico cargo en la  Universidad cuando se abrió la convocatoria. Como ya lo expuse, el proyecto fue finalmente adjudicado al Externado. Y aunque no se puede probar que se hayan puesto trabas desde la oficina  en cuestión, es indudable  que no se ha hecho  mayor cosa por impulsarlo. Algo de resentimiento quedó gravitando en el ambiente.
A pesar de las diferencias de objetivos y de la distancia en el tiempo, los dos hechos ilustran,  para infortunio de todos, una  tendencia de nuestros gobernantes a negar los logros de  sus antecesores, aunque pertenezcan incluso  a su propio movimiento político. Las explicaciones  son varias pero hay una central : La desaparición de los partidos  como expresión de  las expectativas de la sociedad fue reemplazada por los intereses particulares de los mandatarios y   de quienes los ayudaron a llegar al poder . Por eso su consigna es una sola: Partir siempre de cero y nunca incorporar en sus acciones de gobierno los aciertos de quienes los precedieron.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Las enseñanzas de don Juan




Para Gustavo Arango

Los buenos libros son como las formas de las nubes  y las piedras: Uno ve en ellos lo que desea ver.  Dicho  de otra manera, los libros son, entre muchas otras cosas, nuestros miedos  y anhelos vueltos  palabra escrita. Siguiendo esa ruta cientos de lectores  y editores han visto en la breve  y definitiva   obra de Juan Rulfo la génesis de esa marca de fábrica llamada “Realismo mágico”. En mi caso, las enseñanzas del autor de Pedro Páramo van mucho más allá. Para empezar, el recurso aquél de “… Muchos  años después” retomado por García Márquez en la primera frase de Cien años de soledad es una  invitación a devolverle a la memoria su condición esencial: La de clave única para entender el destino individual y colectivo. Vivimos en un hoy que solo puede explicarse si nos asomamos al ayer.   Los recuerdos son así el hilo de Ariadna que nos  permite salir del laberinto para encontrar en el mapa del mundo el rostro de  lo que somos. Por eso en los relatos  del escritor  mexicano  vivos y muertos coexisten en un territorio donde el antes es también el después. Es más, los vivos van por el mundo con generaciones enteras de muertos a cuestas. Son estos quienes les ayudan a recorrer el camino con inquietud  pero sin   prevención: Ellos ya lo transitaron y tuvieron como recompensa final el conocimiento de si mismos. “Vine a Comala, porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, confiesa Juan Preciado al iniciar su relato. En realidad, ese pensamiento puede expresarse de otra forma: Vine a este lugar, porque aquí  yace la parte de mí que me hace  falta para completarme.
Entendida desde la clave de la memoria, no es casual que la obra de Juan Rulfo surja en un  continente sumido en un caótico y tortuoso tránsito hacia la modernidad. Desde México hasta el cono sur, las viejas sociedades  agrarias se sumergían en un ritual baño de sangre en el que las ideas liberales y conservadoras eran  la expresión más o menos abstracta  de la conocida pugna entre los imperativos de cambio y los temores que invitan a dejar las cosas como están. “¡Ilustración !” pedían unos “¡Viva Cristo rey!” replicaban los otros. Entre tanto,  tal como lo precisara Karl Marx  citado en el título de un bello  texto de Marshall Berman , todo lo sólido se disolvía en el aire.
Vivimos hoy un momento de la historia empecinado en renegar de la memoria. De un lado, el hedonismo  invita a tomar la flor del día y olvidarse de todo lo demás. Por eso  repetimos los mismos actos cientos de veces sin  derivar de  ellos forma alguna de conocimiento: El principio del placer sin límites exige obrar siempre como si fuera  la primera vez. Hace unos días, un  conocido me detuvo en la calle, y como si se tratara de un doctor Kinsey  redivivo, me soltó la pregunta sin mediar preludio alguno: ¿Y usted con cuantas mujeres se ha acostado? Hasta esa fecha  había concebido el sexo como un asunto de intensidad, de descubrimiento. Pero no: Aquí se trataba de un problema estadístico dirigido a  omitir el inalienable regalo de la comunicación personal. Es decir, ni más ni menos que el puro ejercicio de la desmemoria.
Pero hay todavía más. La velocidad  y la inmediatez de las nuevas tecnologías de la comunicación  siembran en  nosotros la idea de unos acontecimientos que surgen de  la nada, se convierten en noticias y desaparecen luego sin dejar rastro para, acto seguido dar lugar a  otra serie de eventos. Vista de esa manera, la existencia es poco menos que una sucesión de espejismos. El ejemplo más claro de ese fenómeno son los millones de ciudadanos que le dan la vuelta al mundo en una hora a través del control remoto del televisor. Al final están enterados de todo pero no entienden nada.
En mi caso, los relatos de don Juan Rulfo operan a modo de antídoto frente al peligro  de  la disolución. Como la vida misma, sus paisajes y personajes están hechos de tiempo y por lo tanto, la única manera de acceder a ellos es a través de la  memoria, los  recuerdos. Esas polifonías de seres dolientes y piedras calcinadas  nos recuerdan a cada instante que las criaturas, animadas o inanimadas somos apenas marcas de tiempo. Descifrarlas, o al menos   intentarlo, implica  hacer   un alto en el camino para ponerse a salvo del vértigo que todo lo banaliza. Esas son, al menos para mí, algunas de las enseñanzas derivadas de  la última y siempre  nueva relectura de la breve, impagable obra de don Juan.