miércoles, 27 de julio de 2011

La vida que nos mata


Para  el “ Gran Jefe”. Él sabe quien es.

Después de una de  las cíclicas  travesías por su  Caribe natal, que  lo llevó desde  Arjona hasta  el Cabo de la Vela, pasando por Turbaco y Taganga, el poeta Juan Carlos Aranguren volvió a tocar a mi puerta.
Fue el martes 26 de julio y llevaba la sangre incendiada por un cóctel mortífero, resultado de una mezcla de Jack Daniels y ron   Tres Esquinas capaz de   adormecer  a un caballo.
-¡ Eeeerrrddddddaaaa, compadre! ¡ La putañera muerte se nos llevó al Joe Arroyo con su pasito tun tun,  y a cambio nos dejó una colección completa de cantantes de vallenato despecho, de esos que desentonan cantando el sol solecito! Gritó a garganta herida ante el estupor de mis vecinos, que idolatran por igual a Los chiches vallenatos y a Johny Rivera.
Ustedes saben lo difícil que le resulta a una persona sobria sostener una conversación con un borracho, pero mi afecto hacia ese perdulario que escribe versos hermosos en los ratos que le dejan libres su pasión por el fútbol, las mulatas y las causas perdidas  me lleva a intentarlo una y otra vez, con resultados impredecibles. Lo  único claro es que , hasta ahora, he sobrevivido al intento.
-La verdad, compadre- le dije tomándolo del brazo y conduciéndolo hasta una silla con el cuidado de quien guía a un ciego sobre un puente colgante- creo que desde el comienzo de los tiempos se ha cometido un sartal de injusticias con la pobre muerte, a la que muchas religiones ven como un castigo por no sabemos qué desobediencia cósmica. No solo se la ha pintado, en el colmo del mal gusto, huesuda y armada de una guadaña, sino que se han escrito tratados enteros, para no hablar de millones de coplas y canciones en las que se le reclama su incurable costumbre de sacarnos del paseo cuando más contentos estamos en él. Supongo que eso es lo que piensas  que hizo con el buenazo del Joe.
-¡Eccheeeee, coooññooo, pero si te volviste defensor de oficio de la pelona! Exclamó como única respuesta.
-Nada de eso, viejo Guri- insistí- Se trata de poner las cosas en su sitio. Basta  con echar una mirada en derredor para  darse cuenta de que no es la muerte la que nos mata, sino la vida. Primero nos encandila con su movimiento de cintura de bailadora de cumbiamba, de puntero derecho o  de boxeador marrullero y luego  ¡ Zas!  Saca un directo a  la mandíbula que nos  pone a tambalear. La  escena se repite  a lo largo del  camino con algunas variantes, hasta que al fin caemos  a la lona, momento en que, por  desidia o lucidez, optamos por quedarnos tendidos y ahí si, parce, requiescat in pace.
¡ No joda, compa. Si yo solo venía a decirle que la muerte del Joe- o el deceso, como dicen  los cronistas judiciales- me  tiene jodido hasta el fondo de la tripa y usted me sale con filosofías de madrugada ! Replicó con la parte de si mismo que no había tocado el alcohol.
- Pero así es- le respondí, decidido a cerrar  mi monólogo- La vida  primero nos enloquece  con sus seducciones de feria, y luego nos adormece a punta de decepciones. Justo en ese punto, cuando estamos con la guardia  baja nos fulmina con la presteza y precisión de un rayo. Por eso tiene que volverse seria y asumir su dosis de responsabilidad en este malentendido que ya dura miles de años. Para empezar a desfacer el entuerto propongo  entonces la revisión completa del cancionero universal, incluidas  tanto las obras de los grandes poetas como las composiciones de los  autores populares. Si ustedes quieren sumarse,  aquí les va la primera muestra, ya corregida : “ Señora vida que se va llevando / todo lo bueno que en nosotros topa”.

jueves, 21 de julio de 2011

No todo son cifras


Las discusiones sobre una eventual reforma a la  educación superior en Colombia acabaron centrándose en el hipotético carácter  nefasto de las medidas en lo que toca  a las organizaciones de estudiantes y profesores, mientras desde el gobierno central  se descalifican las críticas adjudicándolas a  desinformación de  los movimientos   sindicales cuando no a  la injerencia de  los grupos subversivos , según  la reiterada retórica de las fuerzas armadas.
Quizás lo más nocivo de  todo esto resida, una vez más, en la facilidad  con que caemos en la trampa de abordar el desafío de la educación en términos de un universo fragmentado que ubica  en un vagón la educación básica primaria, en otro la secundaria y finalmente la superior, dejando de paso el equívoco  mensaje  de que las dos primeras no son tan importantes , cuando  en realidad es al revés : sin unas bases sólidas en  la fase de formación temprana, serán inútiles todas las reformas y por lo tanto los recursos  invertidos en la etapa de formación universitaria.
De modo que, desandando el camino, nos encontramos con un sistema de educación básica en el que todo la atención se centra en las coberturas, eludiendo la pregunta sobre  la calidad de los contenidos, la pertinencia de las metodologías y los resultados de un sistema que a pesar de los discursos, sigue perpetuando la idea de que los pobres deben prepararse para los saberes técnicos   e incluso artesanales, mientras a las capas más elevadas de la sociedad les están reservados los territorios de privilegio comprendidos en la ciencia, la acción político jurídica, el liderazgo económico y el pensamiento puro.
Es por eso que le  cuestionamos a la universidad colombiana sus deficiencias en materia de investigación y pensamiento, sin detenernos a pensar   qué tipo de recursos se han invertido para fomentar esa actitud entre los niños y jóvenes de escuelas y colegios en el sector público. Llegados al punto de los contenidos  y métodos   utilizados en estos últimos segmentos, nos encontramos con que el estímulo al espíritu investigativo  raras veces forma parte de las líneas formales de los proyectos institucionales, mientras el pensamiento crítico, indispensable para formar seres  humanos autónomos, apenas si es despachado con unas cuantas citas sin digerir, que recogen lo más prosaico y  conocido de los pensadores de moda, en un catálogo  que va de Fernando Savater a Edgar Morín pasando por  sus epígonos criollos que multiplican la bibliografía sin  ampliar y profundizar el escenario en  que se mueven.
No debemos extrañarnos entonces si en las  evaluaciones internacionales siempre reprobamos las pruebas  de lenguaje, ciencia y matemáticas.  Nada  ganamos con prodigarnos en letanías cuando algún estudio nos revela por enésima vez que somos incapaces de comprender lo que leemos y por lo tanto  nos mostramos duchos en hacer resúmenes de los textos mientras lucimos imposibilitados para emprender un diálogo con ellos. Poco o nada  avanzaremos si seguimos poniendo el acento en los indicadores de cobertura, que de paso reportan réditos inmediatos para gobernantes y políticos en ascenso. Llegados a este punto, la pregunta no es   cuántos computadores tenemos en la  escuela si no qué estamos  haciendo con ellos. Qué porcentajes de profesores  con maestría  están presentes  en el aula sino cómo están contribuyendo a la formación de ese estudiante preguntón e incómodo que está en la base del espíritu crítico  y científico. Talvez  para entonces estemos en condiciones de emprender  una reforma a  la educación superior que implique algo más que un maquillaje a la crisis académica y financiera  que ha soportado durante décadas..

martes, 12 de julio de 2011

Nacidos para perder


La escena no pudo ser más patética. Sucedió el domingo  10 de julio en el municipio de Corinto, una población del departamento del Cauca arrasada durante décadas por la codicia de los terratenientes y por la calculada demencia de la guerrilla. Mientras  el pueblo entero seguía sumido  en el estupor que le dejó el atentado perpetrado por la insurgencia en el que murieron policías y civiles, el presidente Juan Manuel Santos y su desteñido ministro de la defensa celebraban a grito herido  los goles de la selección  Colombia frente a un no menos desvanecido  equipo boliviano. Al final, mientras la gente lo contemplaba atónita, el mandatario  solo atinó a decirles que  tenía comunicación directa con  el  entrenador del equipo nacional desde Buenos Aires, a quien por lo visto le interesaba más dar declaraciones para los medios internacionales, porque el presidente  apenas  pudo repetir “aló, bolillo” en varias ocasiones sin obtener respuesta, hasta que , vencido por la evidencia, recordó que estaba frente a un auditorio acorralado por la guerra y entonces les prometió  que no los dejaría solos, antes de  sembrar  una nueva forma del miedo cuando advirtió que la fuerza  pública  tendría  patente de corso para atacar las casas de los civiles ocupadas por guerrilleros, sin tomarse la  molestia de aclarar cómo diablos van a hacer para precisar si esa ocupación es consentida o no.
Debo decir que lo sorprendente aquí no reside en el hecho de  que los gobernantes aprovechen las conquistas de los equipos o los logros individuales de los deportistas para desviar la atención sobre sus desaciertos   o para impedir que se formulen preguntas incómodas sobre sus promesas incumplidas. Al fin y al cabo la vieja consigna  de pan y circo es  varios siglos anterior al  advenimiento del Imperio Romano. En el caso colombiano, la memoria reciente  nos devuelve la imagen del  presidente Andrés Pastrana en el año 2001 tratando  a la desesperada de salvar los restos de una Copa América desprestigiada por la negativa del equipo argentino a participar en ella y por la decisión de otras federaciones de  enviar  conjuntos de segunda línea. Abandonado a la deriva por el desplante de  “Tirofijo,” que lo dejó  con la célebre silla vacía, el hijo de Misael convirtió ese evento deportivo en un elemento distractor que, en el colmo de la buena suerte, tuvo  como colofón la obtención del título por parte del equipo colombiano con aquél gol de Iván Ramiro Córdova frente a la selección mexicana.
 Así que frente al desastre de Corinto el presidente Santos y su ministro estaban tratando de hacer lo mismo, pero a menor escala. Talvez por ese error de perspectiva no lograron ocultar del todo  la dimensión de una realidad que sobrepasa los goles – hermosos, nadie lo niega- de Falcao García.Una realidad encargada de decirnos que la fórmula de la seguridad democrática nunca llegó al Cauca, entre otras cosas porque esa región no representaba un interés estratégico para los gobiernos. Esa misma realidad nos recuerda que  las  Farc  son  menos un movimiento guerrillero  que un valioso comodín   utilizado  por los políticos  durante más de  medio siglo para hacerse elegir- y hasta reelegir- con la promesa de su exterminio inminente o con el señuelo de un acuerdo de paz siempre aplazado. Frente a la contundencia de los muertos y de las más de  trescientas casas destruidas en ese pueblo remoto del Cauca codiciado por los señores de la guerra y por los traficantes de drogas, el presidente de Colombia y su ministro de defensa, bastante proclives a la pirotecnia verbal como todo  político que se respete, gritaban gol y ensayaban un ejercicio patriotero que no caló entre la población, entre otras  razones  porque   la mayor parte de esta la  conforman pueblos de ascendencia  indígena que durante varios siglos aprendieron a volverse escépticos y por eso mismo a defenderse  por sus propios medios.  En ese tránsito descubrieron que la guerra es un buen negocio para mucha gente:  para los traficantes de armas y  para los gobernantes que así justifican sus políticas  o la  ausencia de ellas. Para los militares que obtienen ascensos y bonificaciones. Para los que se apropian   de las tierras abandonadas.  Y, por supuesto, para los guerrilleros  y todos los grupos armados ilegales. Por eso, fueron pocos los que en Corinto  salieron a gritar gol : porque a pesar del resultado final y de la bonita cabriola de Falcao, sus  habitantes  saben que desde hace siglos militan en las filas del equipo perdedor.

viernes, 8 de julio de 2011

Francotiradores en la red


Bastante se ha dicho en las últimas décadas sobre lo que  significa la  Internet como oportunidad para fortalecer las democracias, en tanto permite la libre circulación de opiniones,sin pasar por los obstáculos implícitos en la estructura de poder de los medios de comunicación convencionales. En ese  contexto muchos ven los blogs como la expresión más palpable de la libertad de pensamiento y la circulación sin límites de las ideas. Como si fuera poco, los defensores a ultranza de las llamadas redes sociales se quedan sin palabras  a la hora de magnificar el papel que estas pueden y deben jugar en el momento de  poner en marcha el enorme potencial que subyace  en muchos grupos humanos maniatados hasta ahora por mecanismos legales no siempre  orientados en beneficio del interés colectivo.
Llegados a este punto, todo parece concentrarse en la rapidez   con  que circula la información y en la capacidad para poner en contacto, en tiempo real, a millones de personas en el planeta  que comparten similares visiones del mundo, a pesar de   las diferencias  en  materia de idioma, género, edad  o situación económica.  En el caso colombiano, nos muestran como ejemplo la manera como algunos blogs han permitido que el mundo se enterara de muchas atrocidades  perpetradas por los amos de la guerra .  También nos hablan de lo que significó el llamado a través de Facebook a  participar en una marcha que, multiplicada por la capacidad  de  medios de comunicación  tan poderosos como Caracol,  RCN  o El Tiempo, se convirtió en símbolo del repudio de un sector de la sociedad contra las acciones del grupo  guerrillero de las Farc.
Y  aquí es donde empiezan  las dificultades, porque  a los pregoneros de esa cosmovisión poco parece  importarles la calidad de lo que se  escribe y mucho menos se preguntan por las herramientas que permitan unos mínimos de control   que garanticen la veracidad de lo que circula en la red. Como buenos  utilitaristas , lo plantean todo en términos de   velocidad y eficiencia :  “Si es rápido, es bueno”, parece ser la  consigna. A sí las cosas , nadie se fija en gastos en el momento de reflexionar sobre el sentido de  lo que se dice y mucho menos en los efectos que pueda tener en la vida cotidiana de la gente. El ejemplo más  reciente de  ello es la decisión del caricaturista Vlado de clausurar  su cuenta de Twitter, porque la idea inicial de crear un espacio de intercambio  de reflexiones respetuosas  y argumentadas derivó hacia la degradación del lenguaje, cuando no a  las amenazas directas o veladas de anónimos interlocutores que no comparten su visión del mundo. Los insultos  utilizados no son reproducibles aquí, tanto porque violentan los mínimos de decencia  como por  su capacidad de sumarle bajeza al ambiente de un  país de por sí enrarecido por  el hálito nauseabundo que emana desde los grandes centros de poder legales o ilegales. Ese estado de cosas fue posible gracias entre otros factores a que el carácter impersonal, masivo e instantáneo de la comunicación  en la galaxia digital hizo de esta el territorio perfecto para el florecimiento de toda suerte de francotiradores , que en cuestión  de segundos pueden desatar una inquisición tomando   como pretexto cualquier causa con apariencia de nobleza, o  por simple incapacidad para digerir el pensamiento ajeno. El  toque máximo de irresponsabilidad  lo da el hecho de que,independiente de las motivaciones, estarán siempre  amparados , cómo no, por la patente de corso de su condición invisible.

viernes, 1 de julio de 2011

Hilando delgado



En su columna de la revista Semana  aparecida  el domingo 10 de abril, el analista político León Valencia escribió: “ El sindicalismo colombiano ha obtenido un enorme triunfo. Ha logrado que el presidente Barack Obama obligue al país a proteger y extender los  derechos  laborales y a combatir  la agresión contra los sindicalistas a cambio de la aprobación del  Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos”.
Hay algo en el tono triunfalista del texto que no acaba de encajar, mirado bajo el lente de lo que han sido las relaciones entre Estados Unidos y Colombia a lo largo de la historia  ¿Un gobierno  norteamericano preocupado por el bienestar de  los trabajadores colombianos y exigiendo que se respeten sus derechos? Mmm  pienso que lo mejor es hilar delgado. Uno de los soportes del Partido Demócrata ha sido   el todopoderoso y corrupto aparato sindical desde los primeros tiempos del new deal de F.D Roosvelt. De unas décadas hacia acá, y a resultas de la reconfiguración del mapa económico y político mundial, en el que países como China y Brasil cobran cada vez mayor protagonismo, la pérdida de puestos de trabajo ha sido una de las mayores preocupaciones de los trabajadores en Estados Unidos. Entre las razones que esgrimen están la falta de  una legislación migratoria más rigurosa, sumada  a los bajos salarios en los  países menos desarrollados que al abaratar por esa vía  los costes de producción acaban  por convertirse en competencia desleal al ingresar los productos a territorio norteamericano. Para  nada mencionan en esas discusiones los elevados subsidios que otorga el gobierno de su país  a sectores enteros de la producción, que no solo recomponen cualquier posible desnivel surgido en el factor salarial, sino  que tiene  una ventaja adicional en la imposición consignada  en los tratados comerciales  para que los países  exportadores de bienes primarios no subsidien a sus sectores productivos.
De manera que León Valencia   parece haber sufrido aquí un serio problema de enfoque. La preocupación del sindicalismo norteamericano y sus voceros  ante el congreso  y el gobierno  no constituye una muestra de solidaridad con sus congéneres colombianos. Todo lo contrario: a sus líderes les inquieta  que las lesivas y muchas veces   ilegales condiciones de contratación existentes  en Colombia  hagan descender tanto los  costos de operación que acaben por convertirse en una  amenaza para sus propios puestos de trabajo en Estados Unidos. Al primer golpe de vista parece complejo , pero es simple hasta la  brutalidad. Sucede lo mismo  con el discurso sobre defensa  de los derechos humanos,  exacerbado  después del atentado contra las Torres Gemelas. Al convertir en bandera la lucha contra el terrorismo se hace insostenible seguir siendo un patrocinador de las violaciones a esos derechos, como lo fueron sucesivos gobiernos  estadounidenses  antes, durante y después de la Guerra Fría. Simple giro retórico que no le impidió al  segundo Bush justificar y legitimar la tortura como método de interrogatorio y  que no ha servido tampoco para detener la barbarie contra los civiles en Irán ,Irak, Afganistán y cualquier lugar de la tierra que a huela a petróleo.
Vistas desde esa perspectiva  las expectativas del columnista no solo resultan desfasadas sino riesgosas.  Porque    el título mismo, “  La hora del sindicalismo” parece sugerir una especie de   punto de quiebre para los trabajadores colombianos, cuando en realidad  la ilusión surge porque a la frase le faltó el complemento, de modo que a todos nos resultara claro  que  si, que llegó la hora del sindicalismo…norteamericano