jueves, 27 de septiembre de 2012

Solos, goleados y ofendidos




Sus  correligionarios le dicen Bellota. Es uno de los voceros- no acepta el calificativo de líder- de Lobo Sur, una de las barras del Deportivo Pereira señalada por  algunos de ser la responsable   de buena parte de los desmanes protagonizados por  aficionados  dentro y fuera de los estadios donde se  disputan los partidos de la  división B del fútbol profesional colombiano.
Fiel  a su estilo frentero el hombre empieza por reconocer la validez de algunas acusaciones :  Invasión del campo de juego en momentos de euforia o indignación, pequeños robos  y daños en  residencias  y locales comerciales perpetrados por  una minoría de hinchas. Pero eso sí enfatiza en esa condición de minorías. Es la espectacularidad de las noticias y el  repentismo en la reacción de las autoridades lo que transmite la sensación de hecho generalizado.
Justo en ese punto empieza su memorial de agravios. Periódicos, emisoras y noticieros de televisión se consagran  con saña- el adjetivo es suyo- a recrear   en detalle los episodios  violentos y a caracterizar  en blanco  y negro a los protagonistas de los mismos. Al final los consumidores de información  se formarán la idea de unas hordas bárbaras consagradas a destruir cuanta cosa encuentran a su paso.  Para esa visión del mundo, los muchachos que aman la  camiseta del Deportivo  Pereira más que a   así mismos hacen del fútbol un pretexto para  dar salida a lo peor de su condición. Eso dicen. En la realidad, como sucede  con todo en la vida, las cosas no resultan tan simples.
Para empezar, de tanto repetir la idea  del fútbol como reflejo de toda la sociedad   acabamos despojándola de  su rica variedad de sentidos  y matices.  Escuchando  a Bellota uno empieza a recuperar la  dimensión de las cosas. Muchos de esos hinchas son niños y jóvenes pertenecientes a  sectores sociales  donde   el estado social de derecho solo llega a través de las noticias. Un alto porcentaje de ellos  no estudia y sus  padres son desempleados o  trabajadores informales. Algunos consiguen la boleta mendigando en las calles y aprovechan la ocasión para matar dos  pájaros de un tiro : Disfrutan el partido al tiempo que roban  salchichas  y toda suerte de comida chatarra ofrecida por los vendedores .
El intendente  de  la policía Gabriel Rincón es  su compañero de viaje en el intento por mejorar las condiciones de vida de estos muchachos habituados  a vivir el fútbol como una experiencia religiosa capaz  de aliviar  muchas de sus carencias, empezando por las afectivas. Con sus esfuerzos  han conseguido desarrollar programas de formación   y capacitación dirigidos a propiciar cambios de comportamiento. Pero el camino es largo.  Hasta ahora son mayoría  los que prefieren reforzar el estigma en lugar de aportar ideas y recursos capaces  de transformar el estado de cosas. Siguiendo la estela de paranoia y prohibiciones heredada de la política de seguridad democrática del iluminado ex presidente Uribe , la administración  local prefiere reducirlo todo a  su aspecto represivo. Se restringe el porte de banderas y camisetas, al tiempo que se excluye a las barras  de los equipos visitantes. Las  secretarías de educación y desarrollo social, llamadas por definición a intervenir en las raíces del problema se destacan por su silencio . La primera parece ignorar las manifiestas deficiencias formativas de los muchachos  en algo tan vital como el aprendizaje de la convivencia. La segunda no se da por enterada  de las  posibilidades de dignificación de la vida implícitas en varios proyectos productivos surgidos al interior de las barras : Confección de manillas,  gorras , camisetas, banderas y otros emblemas propios del fervor futbolero. En el sector privado el panorama no es muy distinto. Entre los empresarios y comerciantes que piden vigilancia y protección cada vez que  se acerca un partido no se conoce  hasta ahora  propuesta alguna empeñada por ejemplo en apoyar  y facilitar la comercialización de los productos mencionados. Eso, a pesar de que , en la teoría todos admitimos que la valoración y el reconocimiento son dos pasos esenciales para modificar las conductas agresivas de las personas.
Por lo pronto, el  místico Bellota y   el intendente  Rincón  se empecinan  en mostrar  el lado bueno de a barras. No importa si de  momento, buena parte de sus integrantes,  a tono con la historia del equipo de sus amores vuelven a casa después de cada partido solos, goleados y ofendidos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

El arte del dolor




 La historia es simple. Cansada de lidiar con el talante insondable de los humanos, tiró la toalla. Después de romper media docena de corazones y de ser vapuleada por  otros tantos la mujer decidió mudarse  al reino animal: vive en  compañía  de  un perro, un gato y un novillo, en una pequeña parcela ubicada junto a “Un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos  prehistóricos”. No se exasperen, que ya lo dijo alguien citando a otro alguien: En literatura, lo que no es autobiografía es plagio.
Pues bien, hace un par de meses, a su perro , que ostenta un nombre de banda de rock, le diagnosticaron  una enfermedad degenerativa de los huesos que lo mantiene sumido en unos dolores atroces para los que no bastan  varias dosis cada vez más fuertes de  opiáceos.
Así la encontré  una tarde de domingo. Debatiéndose entre la certeza de sus afectos hacia Pink Floyd y el carácter irreversible de  su dolencia. En otras palabras, mi amiga empezaba a hacer su curso intensivo en el arte del dolor.
Porque de eso  tratan el dolor  físico y moral: De un lento y tortuoso aprendizaje de la muerte. Eso que el escritor Juan  Carlos Onetti llamaba Los adioses.  Es tan grande la fuerza que nos empuja a aferrarnos a la vida que solo el dolor en sus muchas formas y presentaciones  puede ayudarnos en la tarea de desasirnos. Ustedes  dispensarán que los asalte con asuntos tan lúgubres, pero alguien tiene que compartir conmigo la honda punzada de  impotencia que produce  la agonía de un animal enfermo. Los humanos  disponemos al menos de la palabra y en no pocas  ocasiones tenemos la oportunidad de ese patético  ejercicio que es el arrepentimiento. Pero los  seres como Pink solo pueden mirarnos desde el fondo  de unos ojos en los que no   hay un resquicio más para la desesperación. De modo que  me tocó pronunciar  las palabras  que ella se  negaba a decirse en sus noches de insomnio : Que solo una sobredosis  letal de analgésicos podía  poner a su compañero de viaje lejos del alcance  de la bestia que lo atormentaba  en lo más profundo de  sus huesos.
La vida, la naturaleza, son tramposas y sabias. Para garantizar su  reproducción por los siglos de los siglos se inventaron un señuelo tan placentero como el sexo. ¿Se imaginan lo que podría suceder con toda  criatura  viviente si   el apareamiento fuera un asunto desagradable? Me temo que no estaría relatando este cuento ni ustedes leyéndolo. Asegurada la multiplicación  vienen los desencantos, los divorcios y los crímenes pasionales. Pero eso ya es otra  cosa: En todo caso, nada que preocupe a madre  natura. Además,  para eso se inventaron los licores y los poetas: para paliar los efectos devastadores del ardid. Nada como Julio Jaramillo y el ron Viejo de Caldas  para curar los desengaños.
 Enamorados de la vida con todo y sus latigazos, nos resistimos a abandonarla. Así que la muy aviesa  no tiene una opción distinta  a la de retomar el control. Nada más peligroso que un mortal  remiso en un planeta superpoblado. Lo supo Robert  Malthus: la  lubricidad de la especie y los suministros de alimentos no se llevan bien. Más  temprano que tarde alguien se encontrará con la panza vacía y tratará de asaltar  a su  vecino.
Es aquí donde entran a jugar las leyes del equilibrio: Cada momento de placer lleva implícita su dosis de dolor. Y no porque exista una especie de entidad  perversa encargada de distribuir los pesos en la balanza. Nada de eso. Es solo que, hasta hoy, no se ha ideado un método mejor para  convencernos de que es hora de abandonar la fiesta. Lo saben los santones que intentan suspender los ciclos  del mundo sensorial y con ellos la rueda de las dichas y los tormentos. Lo conocen bien los fumadores de opio instalados justo en la frontera donde empieza  la inconsciencia. Pero sobre todo, lo saben a esta hora mi amiga y su perro, o el perro y su amiga, asomados al abismo de su  ineludible extinción uno y enfrentada a una de las caras de su soledad, la otra. Ambos a su manera iniciándose en esa suprema  forma del conocimiento que es el arte del dolor, tan cercano como vive a las fuentes del placer.

jueves, 13 de septiembre de 2012

De cero a nunca




En 1993, cuando María Aidé Botero Serna era gerente del Instituto de Cultura de  Pereira, la ciudad  fue sede de un primer y único festival iberoamericano de teatro infantil, llamado en su momento a constituirse en punto de partida  para consolidar un gran evento capaz de  convocar compañías teatrales   reconocidas dentro y fuera del país. El  festival, coordinado por el gestor cultural Jairo Antonio Franco, contó con el decisivo  respaldo de empresas del sector privado tan representativas en la región como Frisby, Avianca, la Cámara de Comercio de Pereira y Comfamiliar Risaralda. A vista de pájaro recuerdo la presencia de propuestas tan destacadas como Diablomundo de Argentina, Chico Simoes de  Brasil y  el Teatro de Muñecos de Colombia.
La  masiva presencia de público en las salas, garantizada por el carácter   gratuito de las entradas, hizo pensar en una segunda versión del festival, con un mayor número de países invitados y presencia en  municipios distintos al Área Metropolitana. Para facilitar la organización  y la  gestión de recursos  se decidió  efectuar el evento cada dos  años a partir de la fecha. Sin embargo, para  1995  la administración de la ciudad estaba en otras manos. Fue el primer período de gobierno de Juan  Manuel Arango Vélez. Siguiendo una vieja tradición nacional, los responsables de la cultura en Pereira decidieron   hacer caso omiso de lo alcanzado en la versión inaugural del festival.  De nada valieron los balances  presentados. Ni siquiera las cifras de la relación costo beneficio, que tanto  peso tiene en otras circunstancias. Poco importaron los compromisos pactados con   grupos teatrales de distintos países, que habían apartado fecha en sus agendas.  La ciudad no lo necesita, dijeron para entonces los  nuevos responsables  de la cultura. Con todo, cada vez que se acercan unas fiestas aniversarias surge la pregunta por un evento capaz de  concitar la atención nacional. Fortalecido y ampliado, el festival de teatro infantil pudo haber cumplido ese papel. Pero  no lo dejaron.
Casi dos décadas después, la administración de Israel Londoño contrató con la Universidad Externado de Colombia, previo cumplimiento de la convocatoria  pública  y los parámetros establecidos por la ley,  un ejercicio de prospectiva dirigido   recoger la experiencia de distintos sectores de la sociedad, con miras   a pensar, tomando como base lo   conseguido hasta el presente, posibles escenarios futuros para la consolidación de la ciudad región como un polo de desarrollo social y económico  capaz de beneficiarnos a todos. Aparte de eso, estaba el incentivo de la celebración de los 150 años de Pereira en el 2013. La presencia de algunos connotados líderes  contribuyó a alimentar las esperanzas del coordinador del proyecto del sesquicentenario, el ex alcalde  Gustavo  Orozco Restrepo. El profesional siempre alentó la idea del aniversario como un punto de partida para la gestación de grandes proyectos de interés regional.
Sin embargo, el documento duerme  una suerte de sueño eterno en los archivos de la actual administración. Las razones son varias. Primero, fue formulada  por sus antecesores y  tal cosa en Colombia, un territorio  huérfano de grandes  metas colectivas, es casi un delito. Segundo, no fue adelantado por  la Universidad Tecnológica de Pereira y eso pesa en este caso : El actual  responsable de  la oficina de planeación de la alcaldía desempeñó idéntico cargo en la  Universidad cuando se abrió la convocatoria. Como ya lo expuse, el proyecto fue finalmente adjudicado al Externado. Y aunque no se puede probar que se hayan puesto trabas desde la oficina  en cuestión, es indudable  que no se ha hecho  mayor cosa por impulsarlo. Algo de resentimiento quedó gravitando en el ambiente.
A pesar de las diferencias de objetivos y de la distancia en el tiempo, los dos hechos ilustran,  para infortunio de todos, una  tendencia de nuestros gobernantes a negar los logros de  sus antecesores, aunque pertenezcan incluso  a su propio movimiento político. Las explicaciones  son varias pero hay una central : La desaparición de los partidos  como expresión de  las expectativas de la sociedad fue reemplazada por los intereses particulares de los mandatarios y   de quienes los ayudaron a llegar al poder . Por eso su consigna es una sola: Partir siempre de cero y nunca incorporar en sus acciones de gobierno los aciertos de quienes los precedieron.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Las enseñanzas de don Juan




Para Gustavo Arango

Los buenos libros son como las formas de las nubes  y las piedras: Uno ve en ellos lo que desea ver.  Dicho  de otra manera, los libros son, entre muchas otras cosas, nuestros miedos  y anhelos vueltos  palabra escrita. Siguiendo esa ruta cientos de lectores  y editores han visto en la breve  y definitiva   obra de Juan Rulfo la génesis de esa marca de fábrica llamada “Realismo mágico”. En mi caso, las enseñanzas del autor de Pedro Páramo van mucho más allá. Para empezar, el recurso aquél de “… Muchos  años después” retomado por García Márquez en la primera frase de Cien años de soledad es una  invitación a devolverle a la memoria su condición esencial: La de clave única para entender el destino individual y colectivo. Vivimos en un hoy que solo puede explicarse si nos asomamos al ayer.   Los recuerdos son así el hilo de Ariadna que nos  permite salir del laberinto para encontrar en el mapa del mundo el rostro de  lo que somos. Por eso en los relatos  del escritor  mexicano  vivos y muertos coexisten en un territorio donde el antes es también el después. Es más, los vivos van por el mundo con generaciones enteras de muertos a cuestas. Son estos quienes les ayudan a recorrer el camino con inquietud  pero sin   prevención: Ellos ya lo transitaron y tuvieron como recompensa final el conocimiento de si mismos. “Vine a Comala, porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, confiesa Juan Preciado al iniciar su relato. En realidad, ese pensamiento puede expresarse de otra forma: Vine a este lugar, porque aquí  yace la parte de mí que me hace  falta para completarme.
Entendida desde la clave de la memoria, no es casual que la obra de Juan Rulfo surja en un  continente sumido en un caótico y tortuoso tránsito hacia la modernidad. Desde México hasta el cono sur, las viejas sociedades  agrarias se sumergían en un ritual baño de sangre en el que las ideas liberales y conservadoras eran  la expresión más o menos abstracta  de la conocida pugna entre los imperativos de cambio y los temores que invitan a dejar las cosas como están. “¡Ilustración !” pedían unos “¡Viva Cristo rey!” replicaban los otros. Entre tanto,  tal como lo precisara Karl Marx  citado en el título de un bello  texto de Marshall Berman , todo lo sólido se disolvía en el aire.
Vivimos hoy un momento de la historia empecinado en renegar de la memoria. De un lado, el hedonismo  invita a tomar la flor del día y olvidarse de todo lo demás. Por eso  repetimos los mismos actos cientos de veces sin  derivar de  ellos forma alguna de conocimiento: El principio del placer sin límites exige obrar siempre como si fuera  la primera vez. Hace unos días, un  conocido me detuvo en la calle, y como si se tratara de un doctor Kinsey  redivivo, me soltó la pregunta sin mediar preludio alguno: ¿Y usted con cuantas mujeres se ha acostado? Hasta esa fecha  había concebido el sexo como un asunto de intensidad, de descubrimiento. Pero no: Aquí se trataba de un problema estadístico dirigido a  omitir el inalienable regalo de la comunicación personal. Es decir, ni más ni menos que el puro ejercicio de la desmemoria.
Pero hay todavía más. La velocidad  y la inmediatez de las nuevas tecnologías de la comunicación  siembran en  nosotros la idea de unos acontecimientos que surgen de  la nada, se convierten en noticias y desaparecen luego sin dejar rastro para, acto seguido dar lugar a  otra serie de eventos. Vista de esa manera, la existencia es poco menos que una sucesión de espejismos. El ejemplo más claro de ese fenómeno son los millones de ciudadanos que le dan la vuelta al mundo en una hora a través del control remoto del televisor. Al final están enterados de todo pero no entienden nada.
En mi caso, los relatos de don Juan Rulfo operan a modo de antídoto frente al peligro  de  la disolución. Como la vida misma, sus paisajes y personajes están hechos de tiempo y por lo tanto, la única manera de acceder a ellos es a través de la  memoria, los  recuerdos. Esas polifonías de seres dolientes y piedras calcinadas  nos recuerdan a cada instante que las criaturas, animadas o inanimadas somos apenas marcas de tiempo. Descifrarlas, o al menos   intentarlo, implica  hacer   un alto en el camino para ponerse a salvo del vértigo que todo lo banaliza. Esas son, al menos para mí, algunas de las enseñanzas derivadas de  la última y siempre  nueva relectura de la breve, impagable obra de don Juan.