viernes, 1 de marzo de 2024

Ay, Hamlet

 



Hace más de medio siglo la rubia Lida, mi profesora de inglés en el bachillerato, nos repetía una y otra vez que si no entendíamos a la perfección el sentido del verbo ser o estar, jamás aprenderíamos a cabalidad el idioma. Acto seguido escribía en el tablero con viejas tizas de cal las dos palabras que nos abrirían de par en par las puertas del reino.

Pero era inútil: enloquecidos por la testosterona, sus imberbes estudiantes sólo teníamos atención para el contoneo de sus caderas mientras escribía con letras mayúsculas: TO BE, TO BE, TO BE…

De modo que me perdí la primera oportunidad de meterme como quien dice en el terreno de la que después se convertiría en una de mis obsesiones: el lenguaje como dimensión del ser, como aquello que nos permite ex-presarnos, salir del ensimismamiento del cascarón y entrar por fin en diálogo con el mundo.

Sospecho que, en últimas, Lida tampoco entendía el porqué, pero repetía lo leído en el manual escolar con una insistencia que la volvía convincente.  De modo que, cuando a la vuelta de unos años me encontré de frente en una sala de teatro con el príncipe Hamlet en persona, empecé a sospechar no sólo que algo olía mal en Dinamarca, sino que un asunto todavía más complejo se cocinaba tras bambalinas.  Por lo visto, esas dos palabras en apariencia tan simples se guardaban su as bajo la manga.

El misterio apenas empezaba. Un día aprendí que el castellano es el único idioma conocido en el que se emplean dos palabras para marcar una diferencia clave entre ser y estar.  Me demoré otro tanto para entender que eso supone una sutileza filosófica de proporciones mayúsculas. ¿Por qué una lengua específica experimentó esa necesidad y las otras no?




La mayoría de los idiomas parecen haber encontrado las síntesis, el punto de convergencia en el que las nociones de espacio- tiempo se cruzan, se coagulan y se hacen una. Estar en el espacio equivale a ser y devenir implica estar en algún lado. Así, para Hamlet, el problema no consiste en estar o no estar. Eso es algo que se da por hecho. El problema para él es de otra índole y por eso interpela a su propia legión de sombras, de recuerdos, de fantasmas, o como ustedes prefieran llamarlos.

Para quienes intentamos expresarnos en castellano la encrucijada se multiplica como en un juego de espejos enfrentados: ¿es posible ser sin estar o, estando, podemos no ser?  Un intento de respuesta a la pregunta convoca a la historia, a la ciencia, a la filología, a la filosofía y a todos los campos del saber, en tanto ese espejo presenta grietas y por lo tanto distorsiona la información: los cuerpos y las ideas reflejados nunca son confiables del todo.

Vuelvo a las clases de Lida que, para acabar de completar, era rubia teñida, lo que la acercaba a las mujeres que aparecían en las páginas a color de la revista Sueca, nuestro principal medio de educación sexual para esa época sin internet.

Siempre sin salirse de la cartilla, nuestra profesora explicaba que sin el To be sería inútil   todo intento de aproximación al to live , al to play, y enseguida enhebraba una lista infinita: to Kiss, to work, to drink, to run, to dance, to eat , to fly, to walk. Un día cruzamos el umbral del decoro y añadimos a hurtadillas el to fuck, que nos acarreó la   expulsión de clases durante una semana.




Procacidades aparte, lo que el manual pretendía explicarnos era diáfano en su funcionalidad: sin el ser es imposible vivir, es decir, estar. Más elemental todavía: sin jugador no hay juego. Una obviedad, dirán ustedes. Pero llegar hasta allí les ha costado a los filósofos - y por lo tanto a la humanidad-  siglos y más siglos de un recorrido que no acabará nunca, porque en la naturaleza del misterio estará siempre el remitir a otros misterios. Si su claridad, precisión y concisión hoy nos resultan obvios es porque no hemos tenido que hacer el esfuerzo de alcanzarlas. Por lo demás, lo mismo sucede con todas las proezas del pensamiento y de la ciencia. Cuando en condición de consumidores procedemos a un uso rutinario y a menudo desganado de alguno de los muchos avances tecnológicos puestos en nuestras manos, hacemos tabla rasa de todos los esfuerzos que supuso ponerlos a nuestra disposición.

En el principio era el Verbo, reza la primera frase del libro del Génesis, el texto fundacional en la tradición judeo- cristiana. El Verbo, la potencia, el principio vital del lenguaje que nos lanza hacia el mundo y nos permite pasar del yo al nosotros, del aislamiento a la comunión. Con seguridad, Lida tampoco era consciente de la poderosa conexión entre esa frase y su tozudo empeño en que hiciéramos nuestra la esencia del To be. ¡Ay Lida! ¡Ay Hamlet!


PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=G1cJixPCcNY

 

 

miércoles, 14 de febrero de 2024

La gran ilusión

 



“Menos Whatsapp y más historias”, esta frase afortunada dirigida por el periodista Franklin Molano a sus colegas y a sus jóvenes estudiantes debería constituir un mandato para todos los seres humanos de este tiempo, abismados como andamos en el consumo enloquecido de información, no ya como una   ayuda para comprender la sociedad y tratar de intervenir en ella, sino como un fin en sí misma. En la era del consumo compulsivo, devorar y derrochar información se convirtió en otra manera de competir por un lugar en el mundo.

El célebre derecho del ciudadano a “estar bien informado” perdió así su sentido original para devenir reacción impulsiva ante la sensación de quedarse por fuera de algo muy importante sino se está conectado las veinticuatro horas del día- y unos minutos más- a la máquina proveedora de datos.

Para la muestra, tengo un vecino, profesor de alguna cosa en una Institución Educativa, que va por  el mundo dictando sentencia sobre cuanta cosa pasa en todos los rincones de la tierra. Las medidas de Milei en Argentina, las peleas de Petro en Colombia, el regreso de Trump en Estados Unidos, la tragedia de Gaza, el estado de la economía china, los incendios forestales en Chile, el reinado de Bukele en El Salvador, los juegos geopolíticos de los poderosos con los dramas de Ucrania y el Medio Oriente, los huracanes en el Caribe… y mejor paremos porque la cadena no acaba nunca. Esa es una de sus características: en el mundo de hoy la información es una bestia que se alimenta de sí misma, como la serpiente que se muerde la cola de los cabalistas.




¿De dónde le viene el convencimiento a nuestro profesor? Él mismo lo explica: “En el mundo de hoy el que no está bien informado no puede ser competitivo. Y no está bien informado quien se desconecta de los acontecimientos”. Ahora entiendo por qué el tipo va todo el tiempo con unos enormes audífonos como orejas sustitutas que hace tiempo pasaron a hacer parte de su anatomía. Sospecho que no se los quita para dormir, ni para tomar un baño, ni para los juegos del sexo… si todavía le queda algún resquicio para esos menesteres tan poco elevados.

Eso sí, tenga usted cuidado de no indagar acerca de  su nivel de comprensión sobre los tan mentados “ acontecimientos” porque- en otra reacción instintiva-, se sacará de la manga una respuesta multiusos: “en RCN , en Caracol,  en CNN, en Fox News  o en las redes sociales  lo dijeron”. De  modo que los mencionados medios son su autoridad, su escriba, su gurú.

Y aquí reside una de las claves del problema. Por lo menos en otros tiempos había un solo gurú, un escriba, una autoridad. La gente les obedecía o se rebelaba y trataba de encontrar su camino, con alto riesgo de ser condenada a la hoguera. Pero hoy son legión, como los demonios del Nuevo Testamento.

Así pues, la única defensa frente a esa amenaza es el criterio. El acopio de elementos de juicio que permitan aproximarse al cada día con una mirada propia capaz de descorrer el velo de la confusión. Ahí está el gran desafío. Para hacerse con la herramienta se necesita tiempo, pausa, lentitud y eso  es lo que el sistema no permite, porque a lo largo de los tiempos cuando la gente se pone a pensar suele volverse peligrosa y adquiere la grosera costumbre de formular preguntas incómodas para los poderosos.




La adquisición de ese criterio implica en sí misma una lucha contra la alienación propia y ajena. En el siglo XIX Karl Marx profundizó en ese concepto y nos mostró un individuo despojado de sí mismo, obligado a luchar por objetivos que no son los suyos y, por lo tanto, deshumanizado, convertido en cosa, en mercancía. Corrida la segunda década del siglo XXI ya ni siquiera somos eso. La máquina productora de información nos convirtió en cifra, en pura abstracción ¿Se han fijado en esos recuadros de los noticieros de televisión, que al lado de imágenes de muertos y heridos- otra forma de banalizar las tragedias- nos ofrecen números a modo de respaldo, en un recurso que le da una vez más la razón a Hannah Arendt cuando formuló su advertencia sobre “La banalidad del mal”?

De ahí la validez de la frase del periodista Molano. Menos Whatsapp implica tomar distancia para emprender la reflexión. Y más historias nos devuelven a la calle, al barrio, a la esquina, a la cancha de fútbol, a la iglesia, al café, al parque, a la tienda. En suma, a los lugares de encuentro donde el rostro de los otros cobra plenitud en el cotilleo, en el apunte humorístico, en la mamadera de gallo, en la capacidad para burlarse del propio infortunio.

Vale la pena intentarlo. Por ese camino, a lo mejor el consumidor pasivo  de información vuelva a ser sujeto dueño de sí mismo, actor  de su propia vida y  no mera comparsa  en la gran ilusión  de participación aupada por la industria del espectáculo,  ese negocio colosal  del que las noticias que tanto excitan  a nuestro profesor de instituto son apenas otro insumo.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=aIuCdQtNBgg

 

 

miércoles, 31 de enero de 2024

La poesía del potrero

                                                      Mateo González
 


           Para el pequeño Mateo González y para todos los

           frecuentadores de potreros.

 

Le decíamos “Julio Muelas” y en mi memoria nunca tuvo otro nombre. Pasó por mi adolescencia y  por mi temprana juventud como un superdotado pleno de gambetas, túneles, sombreritos, taquitos, bicicletas, rabonas y otras tantas maravillas encargadas de alimentar un diccionario que sólo los fieles devotos del fútbol como juego desinteresado  podemos comprender. En resumen, “ Julio Muelas” era lo que  en la jerga del deporte suelen llamar un súper crack; sólo  que él lo ignoraba y  ni falta que le hacía saberlo.

La primera vez que vi a Ronaldinho en la televisión el recuerdo de “Julio  Muelas” se reavivó en mi interior: idéntica figura esmirriada con ese rostro en el que asomaban unos dientes superlativos  hechos para mordisquearse el mundo de a poquitos. Igual que el célebre brasileño, nuestro héroe de los potreros daba la sensación de burlarse de los rivales cada vez que los sometía a uno de sus lujos y eso desencadenaba en algunos una sensación de resentimiento próxima al odio. Cualquiera que haya jugado al fútbol alguna vez sabe lo que es ser víctima de un túnel o de un sombrerito, para no hablar de la jugada del bobo.

Pero qué le hacemos si los genios son así.

Con todo y para fortuna del juego, todavía eran los tiempos en que este era un puro goce, un dejarse llevar por la tentación de una pelota y once rivales empeñados en demostrar que eran  mejores… aunque no tuvieran un “ Julio  Muelas “ en sus filas.




En su compañía, junto a una panda de la que formaban parte César Patiño, Pedro Vicente Ramírez, Santiago Valencia, Nelson Marín y José Ferney Escobar- muerto hace un par de años-, recorrimos los potreros de Pereira y Dosquebradas en busca de rivales. A veces nos dábamos el lujo de jugar en canchas consagradas como “Las Canarias, “El Acero”, “La Rosa” o “Bavaria”. Pero esa era la excepción, porque la mayoría de las veces teníamos que competir con vacas, caballos y otros semovientes para ocupar una franja de potrero donde instalar las porterías armadas con guaduas o a menudo con la propia ropa amontonada.

Toda posible dicha terrenal se resumía en esa liturgia de jóvenes sudorosos envueltos en polvaredas o chapoteando entre el barrizal, dependiendo de la temporada. De vez en cuando el milagro se interrumpía cuando un balón estallaba de puro viejo, para reanudarse unos segundos después ante la aparición de un repuesto surgido de no sabía dónde. Los dioses del fútbol siempre fueron pródigos con sus criaturas.

Alguna vez, allá por los días del Mundial 78, durante unas vacaciones de mitad de año a “Julio Muelas” lo llevaron a entrenar con el Deportivo Pereira. Creíamos haberlo perdido para siempre pero, para fortuna de todos, a los cuatro días el tipo se aburrió. Eso de cuadricular la cancha, de moverse en diagonales y de no transitar por zonas vedadas no iba con su sentido anarquista del juego.  Después de todo, en su manera de vivir las cosas la magia del fútbol consistía en hacer lo  que a uno le daba la gana o lo que la necesidad del momento le dictaba. En su mente, el concepto de profesión aplicado al fútbol carecía de sentido. Mucho menos tenían cabida en su entraña asuntos como la fama o la idea de hacerse millonario, o billonario, que ya los hay. Lo suyo era gozar y ya.




Por esas razones estoy convencido, como algunos de quienes compartimos los potreros con él, que en su momento “Julio Muelas” fue el mejor jugador de mi mundo, de nuestro mundo. Porque eso de “El mejor jugador del mundo” es una creación mediática y de mercadeo surgida cuando el fútbol empezó a revelarse como un negocio colosal codiciado por toda suerte de  carteles de los que forman parte dirigentes, empresarios, periodistas deportivos, apostadores, padres de familia, entrenadores, agencias de publicidad, empresas  de comunicación y, claro, la materia prima, es decir, los niños y jóvenes que aspiran al reconocimiento y a la redención económica de los suyos a través de esa disciplina.

Una vez, en la cancha del colegio “Deogracias Cardona”, este Julio de dientes colosales se fajó un gol- lo juro-, mil veces más bello que los célebres de Maradona y Messi. Sólo que no había cámaras de televisión ni mucho menos teléfonos digitales para registrar el   prodigio. El hombre partió de nuestro propio terreno eludiendo rivales y al final dejó al arquero sentado en medio de la nada antes de empujar la pelota al otro lado de la invisible línea de gol que, como tantas otras cosas, constituía un asunto de fe.

La estampa impagable de ese gol me volvió a la memoria cuando Julio González me contó que su hijo Mateo había abandonado la escuela de fútbol donde lo preparaban para la fama y la riqueza. En su lugar decidió dedicarse a recorrer potreros con una pelota bajo el brazo en busca de compinches para la diversión. Razón suficiente para no perder del todo la esperanza.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=yXa2ycPqR_U

lunes, 22 de enero de 2024

Confunde y reinarás




Los expertos en mercadeo político y religioso lo saben muy bien: una mente confundida y sin facultades críticas puede precipitarse por el despeñadero de cuanto fanatismo le ofrezcan en el portafolio de servicios. Sólo se necesita una buena dosis de miedo y la promesa de una cura para todos los males.

De ahí que la retórica de iglesias y partidos se pueda intercambiar con tanta facilidad: palabras como salvación, abismo, infierno y perdición abundan en  los pronunciamientos de candidatos y pastores. O de candidatos- pastores, porque cada vez estamos más atrapados en el viejo contubernio entre política y religión.

Y confundir una mente es lo más simple del mundo. Usted toma una buena dosis de información falsa, le suma algunos datos imprecisos o un manojo de verdades a medias que al final resultan ser las peores, las cuece a fuego lento, las viste con un ropaje incendiario y puede lanzarse a la carrera política o sacerdotal sin fijarse en gastos.

Del resto se encargan los medios de comunicación con su poder multiplicador.

Tomemos nada más tres casos de gran repercusión en tiempos recientes: la masacre perpetrada contra el pueblo palestino por parte del actual gobierno de Israel, la llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina y la campaña electoral en Estados Unidos. Con algunas excepciones, en los tres casos   el abordaje de las noticias se ha caracterizado por la inmediatez de un lenguaje tremendista al que los análisis de “expertos” le dan apariencia de seriedad. Un dato clave: tanto Trump como Milei se lanzaron como figuras públicas a través de espacios televisivos bastante  próximos al formato del reality-  show.




Este último concepto es elocuente:  la realidad como espectáculo o el espectáculo como realidad. Para los medios, y más aún sí circulan a través de la internet, la frontera entre los dos mundos se diluye. Desde que CNN asumió la información sobre la Guerra del Golfo como un espectáculo transmitido en vivo y en directo, con franja de comerciales incluida, cualquier distanciamiento crítico se hizo imposible. Entre el mercadeo del Super Bowl y las noticias de la guerra no hay diferencias.

Algo similar pero peor sucede con la desinformación acerca del drama en la Franja de Gaza. Si ustedes se han fijado, las notas “periodísticas” se presentan bajo un encabezado en letras mayúsculas que dice: “GUERRA ISRAEL- HAMAS”. A continuación se muestran imágenes de edificios destruidos, de heridos o muertos cubiertos con sábanas, seguidos de cuadros con cifras y más cifras.

Con los cada vez menores niveles de discernimiento de la masa humana alienada por toda suerte de poderes, no es difícil prever las consecuencias de esa manera de abordar las cosas. Lo he comprobado en la calle hablando con algunas personas. Muchas de ellas creen que sí Israel es un país en guerra con Hamas, entonces este último también es un país. Así las cosas, Palestina desaparece de la mente de los consumidores de información… si alguna vez estuvo. De cuajo queda suprimida  una historia que se remonta a los días del Antiguo Testamento con sus conflictos milenarios . Leamos los relatos sobre filisteos, cananeos, babilonios, persas y tendremos una ruta más segura que la señalada por los medios. Sólo entonces la abstracción “GUERRA ISRAEL- HAMAS” pierde consistencia y el drama de los palestinos se revela en toda su dimensión.

Con Israel pasa algo parecido. Como la información es pobre y tendenciosa, no se hace claridad  sobre la diferencia entre la cultura y la religión del pueblo judío,  que son patrimonio de la humanidad por un lado, y el programa  sionista de poder político y económico a nivel planetario  por el otro. De ese modo los elementos de comprensión se reducen a cero.




El caso de la dupla Milei- Trump es ejemplar por lo peligroso. En ambos el uso de la mentira para manipular la mente de masas carentes de todo criterio dio unos resultados que se traducen en un nada prometedor modelo para el mundo. Ambos hablan de devolverle a sus países una improbable y perdida grandeza: la misma invocada por los nazis para garantizar su llegada al poder o por los estalinistas para restituir el paraíso terrenal a la clase obrera.  El norteamericano dice que le robaron las elecciones pasadas y que su triunfo en las próximas debe ser algo así como un acto de justicia universal. A su vez el argentino ha repetido en todas partes que su país llegó a ser el más rico del mundo, y que su misión consiste en devolverle esa condición. Los datos de los historiadores y economistas más conservadores desmienten esa versión. Tampoco Trump ha podido probar el robo y, sin embargo, sus fieles devotos lo repiten en las plazas y en las redes sociales, ese imparable agente multiplicador de imprecisiones y falacias.

Y es aquí donde aparece el concepto más peligroso: el de “misión”. A lo sumo, un político pude tener un proyecto o un programa de gobierno realistas y realizables. Pero eso no vende. Mejor dicho, no es mercadeable ni mueve las potencias instintivas de los eventuales electores. Así las cosas resulta más rentable a nivel electoral apelar a la movilización de los instintos, empezando por el miedo y la necesidad de imponerse sobre los otros. Como una vez alcanzado  el objetivo de hacerse con el poder la misión resulta imposible de cumplir, sólo queda el recurso de huir hacia adelante, aumentando así los niveles de confusión y de paso  creando nuevas necesidades de  redención.

El Leviatán ha aprendido entonces a alimentarse de sí mismo; es decir, de la masa acrítica que lo constituye. En ese punto la noria empieza de nuevo a girar… a no ser que decidamos romperla y para eso debemos recuperar la capacidad de pensamiento perdida en algún recodo del camino.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=g4OsiIAkoXo

 

jueves, 28 de diciembre de 2023

Experiencia mortal

 



Es curioso. A medida que la realidad se banaliza y las cosas pierden consistencia, el lenguaje se hace más sofisticado, en una especie de intento de compensación. A lo mejor se alienta la esperanza de que el resplandor de las palabras distraiga de la pérdida de sentido de nuestros actos.

Caminaba por el centro de Pereira cuando vi el anuncio a la entrada de un Centro Comercial:   Experiencia capilar, nuestras manos son lo mejor para usted. La frase titilaba desde el fondo de un tablero electrónico. De entrada pensé en un sitio de masajes, aunque no me resultaba claro a qué pelos se referían con lo de experiencia capilar ¿O se trataba de una nueva terapia basada en los secretos de las melenas al estilo Sansón?

Me acerqué un poco más y descubrí, un tanto decepcionado, que se trataba de una simple peluquería. Perdón, olvidé que, siguiendo la corriente de los tiempos, los peluqueros desaparecieron hace rato.  Ahora se llaman asesores de imagen.

 Mi abuelo Martiniano se hubiera quedado de una pieza. “Camine mijo a que nos peguen una peluquiada”, decía el viejo cuando me veía el pelo sospechosamente cerca de los hombros.  El culto a la imagen estaba todavía lejos. Al menos en su escala de valores era más importante ser que parecer.

Unas cuadras más adelante pensé con tristeza en mi compinche, el escritor Rigoberto Gil Montoya. Ni en el más delirante de sus sueños el pobre hombre podrá vivir una experiencia capilar: hace décadas el último pelo huyó de su cabeza como quien escapa de un enemigo implacable.

El asunto está claro: uno ya no va a que lo peluqueen sino a vivir una experiencia capilar pero ¿ cuándo se produjo ese cambio?

A primera vista tiene una relación con la asepsia del lenguaje, esa manía de no llamar las cosas por el nombre, que se gestó en los terrenos de la corrección política y pronto se trasladó a otras instancias de la vida ¿Recuerdan la expresión “pesca milagrosa” para referirse a un secuestro masivo o  “falso positivo” para  aludir a un asesinato?.




“Dorar la píldora” le decían antes a esa forma de la hipocresía y el disimulo. Y aquí vamos encontrando el hilo del asunto. Los magos de la publicidad y el mercadeo aprendieron bien temprano que la necesidad de ascenso social y el consiguiente reconocimiento son dos de los grandes motivadores de la conducta humana. Diferenciarse, o al menos sentirse diferente de los otros se convierte en algo esencial. El hábito de salir de compras apunta en esa dirección: consumo, luego existo.

Y es ahí donde las palabras, al menos en apariencia, recuperan su papel fundacional. Nombrar las cosas de otra manera es asignarles un nuevo lugar en el mundo, por ilusorio que este sea.

Así que, aupada por la publicidad y por el ímpetu de competir, la gente dejó de salir de paseo y en su lugar emprendió una experiencia de viaje. Las personas no volvieron a comer para dedicarse a tener experiencias gastronómicas. Ya no se asiste a cine sino a una experiencia cinematográfica. Como sucede siempre, muy pronto esa práctica alcanzó niveles de estupidez. Hace unos meses le escuché a un yuppie de la parroquia decir que su padre estaba viviendo una experiencia de cáncer. Por lo visto, la fórmula de los publicistas   empezaba a perder su connotación placentera para tomar otras derivas.

Con las cosas de ese tamaño no resistí la tentación de escribir que mi abuelo Martiniano no se murió a secas,  o que “estiró la pata” como a él le  gustaba decir  en ese lenguaje montañero que me dejó a modo de herencia, sino que tuvo una experiencia mortal en un enero, hace ya  cincuenta  años.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=kw4cbx3tVGY

 

 

lunes, 4 de diciembre de 2023

Serrat: lo nuestro es pasar

 

                                              Ilustración de Stella Maris para LaColadeRata


 

En uno de esos cuestionarios predecibles que le formulan a la gente célebre, el entrevistador le preguntó a  Joan Manuel Serrat:

-¿Quién es la  persona más entrañable en su vida?

El cantor catalán lo dudó un par de segundos antes de responder en medio de una carcajada:

-Iba a decir que mi mamá, pero me acordé de Ronaldinho.

Ese fino humor es una de las improntas de su personalidad y de su obra poético- musical. Es su manera de hacerle un guiño permanente al absurdo y a la ironía como antídoto contra todo trascendentalismo, aunque se refiera a los asuntos más graves. Por eso mismo, cincuenta años atrás pudo responderle a otro periodista, inquieto por su renuncia a representar a España en el Festival de Eurovisión si no le permitían cantar en catalán:

Periodista: Serrat: ¿Quién a Eurovisión?

Serrat: ¡A mí que me importa!

La capacidad para burlarse de sí mismo y del mundo es, bien lo sabemos, una virtud cada vez más escasa en un mundo regido por una egolatría sin límites traducida en la pregunta tantas veces oída: ¿Usted no sabe quién soy yo?

Desde luego, esa impronta es también un asunto cultural. No por azar, el folclor catalán produjo  esos célebres muñecos conocidos con el nombre de Caganers que, en efecto, aparecen en cuclillas cagando ante la vista del respetable. ¿A quién se le ocurre semejante burla en una ciudad que se autodenomina condal y cuya matrona es la mismísima Nuestra Señora de Montserrat?.




Pienso en esas cosas ahora que el poeta se apresta a celebrar ochenta años de vida, mientras los fieles devotos de sus versos no paran de crecer, como lo recordaron los organizadores de un reciente tributo brindado por la Universidad de Harvard.

¿Dónde reside el secreto de su vigencia?, preguntan algunos. En primer lugar, no hay secretos. Cosa rara en el mundo del espectáculo, Serrat ha permanecido fiel a sí mismo. Formado en la lectura de los poetas del Siglo de Oro, así como la de los de las generaciones del 98- la de la Guerra de Cuba- y la del 27- la del preludio de la dictadura franquista y la de entreguerras mundiales-, su acento es el de un romántico descreído que les rinde tributo a las causas perdidas.

Consciente de que para seguir siendo hermosa la utopía no puede materializarse sin devenir pesadilla, Serrat no ha hecho nada distinto a cantarle en sus versos:  Y para no olvidarme de lo que fui/ mi patria y mi guitarra/ las llevo en mi/ una es fuerte y es fiel/ la otra un papel.

Dicho de otra manera, lo suyo es la coherencia entre la persona y la obra. Entre el amigo, el padre, el esposo y el hombre público, como lo anotó su compinche Joaquín Sabina que, sin embargo, le reclama en una canción: Mi primo el Nano/ que no me toca nada y es mi hermano.




Lo mismo sentimos los amantes de ese cancionero ya antológico: como si de primos suyos se tratara. No podía ser de otra manera con este fulano hecho del más puro desparpajo. Volviendo a su pasión por el equipo de casa, al que aprendió a amar en la infancia cuando correteaba pelotas astrosas en las calles del Poble Sec, una vez declaró que al Barca le dicen el equipo culé por el dolor de culo que produce entre la hinchada su ciclotímica historia llena de gloria y desastres.

Lo nuestro es pasar, cantó su querido Antonio Machado. En su tránsito, el primo Nano nos ha regalado bellezas como esta:  Irene tiende sus trapos al sol/ prestando misterios a la siesta/ de bragas comprometedoras/ y sábanas alcahuetas/ Irene tiende el alma en el balcón/ y el viento indiscreto la explora/ resucitando formas/ gorditas y habladoras.. Ese guiño a las delicias y pavores del sexo es apenas uno entre los muchos pequeños milagros deparados por este cantor que, como Dylan, Cohen, Aute o su querido Joaquín, puede decir con don Antonio: He andado muchos caminos.

Los caminos de América

Vuelve Serrat, el español más querido de América, tituló en su portada la revista Cambio al despuntar la década del ochenta. Y no se quedó corta: para al menos dos generaciones de latinoamericanos y españoles Serrat es símbolo de libertad, de respeto, de solidaridad y, claro, de utopías. Ay Utopía cómo te quiero/ porque les alborotas el gallinero, dice en una canción. Para el poeta catalán, lejos de ser quimera la utopía es fuerza propulsora. No importa si a cada tanto nos damos de bruces contra la prosaica realidad. De ahí que en un continente donde todo está por hacerse- a despecho de los profetas de El fin de la Historia- los versos de Serrat suenan a promesa y huelen a pan fresco de cada día.

De México a Argentina sus canciones son plegaria, acción de gracias y grito de rebelión, todo a la vez. No por casualidad, seres tan siniestros como Pinochet y Videla decidieron que sus discos y sus canciones resultaban peligrosos. Por eso su regreso al cono sur prefiguró el fin de las dictaduras. ¡ ¡No se va/ El Nano no se va! coreaban los asistentes a sus  recitales.




Es tanto el fervor, que hasta se le perdona su militancia en el Partido Socialista Obrero Español, esa entelequia de la cual sus críticos aseguran que sólo se puede verificar su españolidad porque lo de socialista y obrero ya es pura arqueología.

Candela Tiffón, la esposa de Serrat, odiaba el Camp Nou, el estadio del Barca.  Decía que su marido pasaba más tiempo en sus graderías que en casa… hasta que llegó Ronaldinho y fue ella la que se mudó al estadio. Así que el genial brasileño fue el responsable de que se les viera juntos en el palco enfundados en sendas camisetas azul y grana.

De esos pequeños detalles están hechos la vida y obra de este cantor de pequeñas cosas que no ha parado de andar los caminos desde su nacimiento en el Poble Sec un 27 de diciembre de 1943- por un pelo no vino al mundo el Día de los santos Inocentes-.

Y ahí va, con su guitarra al hombro y su irrevocable voluntad de volcar el mundo en una canción.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:

https://www.youtube.com/watch?v=KiiV6PJPaJc

 

lunes, 20 de noviembre de 2023

Alcalde: ¿"La radio que llevas en el corazón"?

 




“Dime de qué presumes y te diré qué te hace falta”, reza un viejo proverbio, certero como toda sabiduría digna de ese nombre.

La sentencia me vino a la mente cuando el lunes 20 de noviembre leí a primera hora de la mañana el  comunicado enviado por los realizadores de contenidos en la Emisora Cultural de Pereira. Después de todo, la demagogia oficial repite todo el tiempo la cantilena de “Los ingentes  esfuerzos y recursos  destinados al quehacer cultural”, seguida, en el caso que nos ocupa, del lema: "Emisora Cultural de Pereira,  La radio que llevas en el Corazón".

No hay pago de incentivos para realizadores de la Emisora Cultural de Pereira”, se lee en el encabezado. Luego, en el primer párrafo, los 31 firmantes de la denuncia declaran:

“Los realizadores de los diferentes programas de la Emisora Cultural de Pereira Remigio Antonio Cañarte 97.7 fm, informan a la opinión pública que el día viernes 17 de noviembre de 2023, fueron convocados por parte de la directora, Mayra Alejandra Aguirre Espinoza, a una reunión donde se informó qué, por indicaciones del alcalde de Pereira, señor Carlos Alberto Maya López, no se realizará el pago por falta de recursos a los más de cuarenta realizadores, correspondiente al año 2023”.

La indignación me desbordó por todos los frentes. He consagrado mi vida a hacer gestión y periodismo cultural  en Pereira y Risaralda. Sé que las buenas prácticas públicas en relación con la cultura son la excepción entre nosotros. Puedo incluso citar buenos ejemplos: María Aydee Botero Serna, Alonso Molina Corrales, Adriana Vallejo, Luz Stella Gil y a lo mejor se me escape otro nombre.

Lo demás es politiquería pura y dura: nombramientos a dedo de bibliotecarios que no leen, vejaciones a los músicos y a los artistas en general, gerentes sin noción alguna de lo que la cultura significa para una sociedad y engendros parecidos. A lo mejor ni siquiera han leído en la Constitución Política que “La cultura es la base de la nacionalidad y por lo tanto es deber del Estado(…)”.

*Si quieren conocer el párrafo completo los invito a leer la Constitución de 1991.

Soy oyente asiduo de la Emisora Cultural desde su salida al aire el 15 de mayo de 1990. He escuchado nacer cada uno de sus programas. Unos me gustan más que otros, pero es eso nada más: cuestión de gustos.  De lo que no tengo dudas es del alto nivel profesional de cada uno de sus realizadores. Si usted se sienta a escucharlos percibe de entrada la seriedad, la rigurosa documentación, la calidad de las entrevistas y el nivel de las músicas emitidas.

Por ese sólo hecho creía que los profesionales orientadores de esos espacios percibían unos honorarios a la altura de su competencia. Pero que hablen de unos simples “incentivos” resulta ofensivo. Dejando a un lado el eufemismo, la noción de incentivo es poco menos que una palmadita en el hombro por ser buen muchacho. Insisto: los realizadores de contenidos en la Emisora Cultural de Pereira merecen una remuneración a tono con su calidad profesional y, por ahora, que se les pague en los términos pactados. O si no ¿Cuál es el sentido conceptual y técnico de la palabra presupuesto? Eso, para no hablar del casi extinguido valor de la palabra empeñada. 




Desde hace muchos años, sucesivos alcaldes de Pereira han tratado de convertir la frecuencia de la Emisora Cultural en un apéndice de sus oficinas de comunicaciones   y de su aparato de propaganda política. Eso por si sólo es una distorsión de los objetivos. Pero que, a seis semanas de finalizar la actual administración y en medio del despliegue mediático por la edición XXI de los Juegos Deportivos Nacionales se les anuncie a los profesionales que no habrá pago por falta de recursos es, reitero, una afrenta.

Frente a esa circunstancia, si vamos a ser coherentes, todo el sector cultural de la ciudad y la región está llamado, por principio, a solidarizarse con los afectados y a sentar un precedente para que el respeto a la cultura como agente de vida y transformación social cobre validez real entre nosotros.

*Por considerarlo de interés público, reproduzco a continuación la lista de 31 firmantes del comunicado.

 

 

 COMUNICADO A LA CIUDADANÍA.

Vocería y contacto: 3147240521.

Alejandro Patiño Sánchez, realizador de la RAC, programa Fusión Colombia.

Atentamente,

Realizadores con sus respectivos programas:

Carlos Alberto Muñoz Calle - Love songs

Jhon Castrillón - Onda Global

Jhon Cruz - Rock Sin Fronteras

Édison Marulanda Peña - Cantando Historias

Esneider Marín Torres – Cantautores

Juan Guillermo Orozco Restrepo - Letras y Música

John William Arredondo Martinez - This Is House Music Radio

Cecilia Caicedo – Literatura Hoy

John Jairo Muñoz - Estrellas de Medianoche

Melkin Buitrago – Bitácora de Vuelo

Andrea Murillo Bernal - Desde el Cafetal

Gustavo Acosta Vinasco – Paisaje Audiovisual

Alejandro Salgado – Estación Reggae

Ricardo Gutiérrez - Legión Extrema

Franklyn Molano Gaona - Las Voces de la Cultura

Cristian Osorio - Sinfonía Rock y Programas Especiales

Gustavo Mejía Rodas - Clásicos del Futuro

Francisco Javier Molina - Camino a la Navidad

Patricia Zorro – La Librería Fantástica

José Alejandro Patiño Sánchez – Fusión Colombia

Sara Gaviria Piedrahíta - Arte Sonoro

Fermín Torreglosa – Juglares Vallenatos

Martha Isabel Castrillón – Creciendo Juntos

Alex Giraldo – Una cita con el tango

Juan Carlos Álvarez – Suena la Vitrola

Fabio Castaño Molina – Paisaje Cultural Cafetero

Belfor Galeano – Rhythm

Edwin Hoyos – Ancestro Montañero

Ricardo Herrera – Mestizajes

Santiago Rengifo – Desde los 90

Enrique Benavides – El Jardín de las Canciones


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=xk7h4K_JSiI