jueves, 25 de septiembre de 2014

La canción de la tierra




“Escribo acaso para los que no me leen/ Esa mujer que corre por la calle/ Como si fuera a abrir las puertas de la aurora”, reza  uno de los versos  del poeta  español Vicente Aleixandre, premio Nobel de literatura en 1977. El poema forma parte del libro titulado En un vasto dominio, donde se recoge su producción  entre 1958 y 1962.
Como sucede con todos los grandes poetas, el vasto dominio de Aleixandre es  la tierra. Ya  se trate del doliente llamado  de Holderlin  o la gozosa celebración  de Neruda, la materia de que  está hecha la gran  poesía – y la del  andaluz lo es en grado sumo-  es ese barro esencial que nos alumbra  al mundo , para reclamarnos más tarde  hechos cenizas.
Heredero  a partes iguales de la sangre goda y árabe supo revisitar, con otras palabras, las más suyas, los grandes tópicos de la creación literaria: el amor, el dolor, la muerte, el heroísmo, el olvido. No por  casualidad una de sus publicaciones tempranas lleva el título de Espadas como labios. Acero que cura, labios que hieren y nos revelan sus claves en  “Ese  decir palabras sin sentido/que ruedan como oídos, caracoles/como un lóbulo abierto que amanece/ (escucha, escucha) entre la luz pisada”.
Los auténticos poetas  abominan la novedad, la moda. Su trabajo consiste  en refundar las viejas verdades esenciales a través de  un laborioso  trabajo con las palabras, como quien aplica  un cincel a la roca milenaria. En ese sentido  puede decirse que son dos  sus virtudes: la paciencia y la terquedad.
Y  las dos le sobraban a don Vicente: la escritura de un solo poema podía tomarle  años.  Lo terminaba y volvía a él  una y otra vez con la tozudez de un amante desairado. No importa si la única recompensa al final del camino es el olvido: “... Y la palabra suena en el vacío/  Y se está solo/Y acaba de irse aquella que nos quería/ Acaba de salir/ Acabamos de oír cerrarse la puerta”.


Pero en realidad la palabra no suena en el vacío: alumbra las propias tinieblas y las de quienes nos  acompañan por el camino. Después de todo, el poema no tiene sentido sin el oyente, es decir, sin la comunidad. Su sentido último es acompañar las dichas y las penas del próximo, del prójimo. Por eso, el poeta nos invita a visitar la plaza, ese lugar donde se resume lo público, lo de todos.  “No te busques en el espejo/ En un extinto diálogo en que no te oyes/ Baja, baja despacio y búscate entre los otros/ Allí están todos y tú entre ellos /Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete”.
La obra toda de Vicente Alexandre  tiene, desde sus días tempranos, ese tono de oración  tan caro a la experiencia  mística. Un panteísmo   que no elude el dolor ni se niega al placer  subyace en todo su edificio literario y nos remite a una convicción antigua: por  urbana  que sea la experiencia cotidiana del poeta, lo suyo son los misterios  primordiales de la tierra: el despertar  del sexo, el pan  amasado a partes iguales con sudor y trigo, la evidencia del deterioro  y al final- cómo no- la reconciliación con una vieja amante, la muerte. En un poema titulado  El viejo y el sol  lo dice con toda claridad: “Yo pasaba  y lo veía/ Pero a veces no veía sino un sutilísimo resto/ Apenas un levísimo encaje del ser/ Lo que quedaba después que el viejo amoroso/ el viejo dulce/ había pasado ya a ser la luz”.


Ser  la luz. Es decir, hacerse uno con todo. Anidar en el centro mismo del misterio y el prodigio de estar vivos. La búsqueda termina allí solo para volver a empezar. Ese es el sentido último de la vida que el poeta intenta desvelar para nosotros a través de las palabras. Dependiendo de la necesidad, estas pueden ser amorosas y dulces o afiladas y letales. Vicente Aleixandre asumió ese destino y por eso su obra  permanece  para ayudarnos a conocer el mundo y sus criaturas. “Quien hace vive” tituló uno de sus poemas, donde  nos recuerda que “La memoria de un hombre está en sus besos/ Pero nunca es verdad memoria extinta/ Contar la vida por los besos dados/ No es alegre/ Pero más triste es darlos sin memoria”.

PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
 https://www.youtube.com/watch?v=KAoIp9ET0GE

jueves, 18 de septiembre de 2014

Sin cabeza





Ignoro cuáles sean los criterios de quien redactó la lista, pero el locutor la lee con un tono de calculado dramatismo. “ Estos son los  diez videos más vistos el último mes  en las redes sociales”, dice y suelta la extraña cadena de eventos:
La decapitación de dos periodistas a manos de verdugos del denominado Estado Islámico.
Las tetas recién operadas de una Johanna no sé cuántos que hacen furor en el ciberespacio.
Un gol convertido de arco a arco por un portero de  la liga  coreana.
La aparición de un fantasma en plena sala del Parlamento galés, irlandés,escocés, inglés o algo así.
El festín de unos pueblos nómadas que se ahítan con  sesos de mico.
La decapitación de mujeres  por  parte del grupo criminal de  los Zetas, en México.
El baile del perreo  en la boda de una actriz venezolana.
El drama de  los niños  inmigrantes en la frontera de México y Estados Unidos.
El gesto contrariado de James Rodriguez tras errar una oportunidad de gol en el Bernabeu.
El descubrimiento  en  la Polinesia de una nueva planta mágica capaz de curarlo todo.

Si ustedes  quieren una prueba distinta del grado de demencia alcanzado por el Homo Sapiens , tendrán que confeccionarla. Material no les faltará : yo me conformo con esta. Uno no sabe cuál agujero negro es más profundo: si el dejado por la cabeza cercenada de los pobres periodistas o el de las mentes desquiciadas  de  quienes  nos bombardean segundo a segundo con  información desprovista de todo  juicio y valoración  crítica. Pero ¿ Saben dónde  reside lo más terrible? en que, sin considerar las circunstancias y la naturaleza del video en cuestión, millones de  habitantes de este planeta escriben al final las mismas dos palabras rubricadas con  el conocido símbolo de : “Me gusta”.


Visto así, poco importa  si son tetas, goles, bodas, niños abusados, bailes, fantasmas o prójimos decapitados :  en el negocio del espectáculo todo vale, si eso incrementa el número de  visitantes , y por lo tanto de potenciales consumidores de alguna cosa. En este circo de infamias, conceptos tan elementales  y necesarios como respeto y dignidad carecen de sentido alguno. Pero  eso sí, los invocarán  cuando se trate de justificar el absurdo  bajo la premisa del derecho de los ciudadanos- es decir, de los consumidores- a estar bien informados, cosa que nadie discute.
Pero la pregunta es otra : ¿ Qué entendemos por información y cuál es la noción de derechos? Por  lo visto, en el primer caso confundimos el acceso a los hechos y su contexto con una avalancha de  imágenes y datos  cuya magnitud imposibilita de entrada todo intento de abordaje   reflexivo y crítico.  En cuanto a los derechos, hace rato los confundimos con los caprichos. Por ese camino nos consideramos con patente de corso para incursionar en los asuntos más íntimos y escabrosos de la gente. La disolución de lo  privado en lo público alcanza así su máximo tope.


 Vuelvo a la pregunta: ¿ Quién es la persona  que escribe “me gusta” bajo un video que muestra la decapitación de otro ser humano? Quisiera pensar que se refiere a la calidad técnica del producto. Pero sospecho algo peor: hace rato perdió la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Por eso mismo se acerca a esas  imágenes captadas en el infierno como quien contempla una película acompañada de Coca- Cola y palomitas de maíz. A ese punto, al de  homúnculos sin cabeza, querían llevarnos los dueños de ese negocio que , sin dejar resquicio, lo convirtió todo en espectáculo.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Programados





El hombre me entregó el folleto con el aire entre iluminado y suficiente de  los de su estirpe.  “Léalo”, me ordenó y , sumiso ,  lo hice. “ A la vuelta de un par de décadas, a cada niño nacido le instalarán en la  clínica un dispositivo electrónico en el que estará consignada, aparte de la memoria familiar y universal, la matriz  de su vida, es decir,  cada uno de los pasos a seguir desde la infancia hasta la muerte”.
Bueno, no es para tanto, pensé y así lo dije. Eso mismo ha venido haciendo  la humanidad, por lo menos desde que  el primer antepasado se levantó sobre sus patas traseras y se consagró al  delicioso pasatiempo de hacer preguntas. Solo que el papel del dispositivo en cuestión lo han cumplido con creces las instituciones creadas  para tal fin: la iglesia, la familia, la escuela, el ejército, las corporaciones, los medios de comunicación, el club. En fin todas esas estructuras  diseñadas para darle la ilusión de un sentido  a la vida de la gente. Allí nos adiestran en la obediencia, el acatamiento a los dogmas, la aceptación  de las modas y sobre todo nos preparan para  reproducir y multiplicar ideas fijas, prejuicios, clasismos , racismos  y taras de toda laya. Es decir, nos extirpan de un tajo la facultad de pensar y discernir.
Pero el tipo no dio su brazo a torcer así de fácil . No por casualidad se gana la vida orientando ese tipo de conferencias en las  que un gurú mezcla con total impunidad, tomando de aquí y de  allá, elementos tan contradictorios  como el budismo zen  y la religión del consumo,  la tecnolatría a ultranza y el cristianismo de estirpe tolstoiana, mientras su auditorio, incapaz de  contenerse ante semejante prodigio del pensamiento fusión, aplaude a rabiar y alista la billetera.


Temeroso de que el fulano fuese incapaz de pensar  en conceptos y metáforas, opté por el viejo recurso de los ejemplos.  “ Fíjese usted :  el único universo donde las niñas ricas se enamoran de los muchachos pobres y  hasta se casan con ellos y les dan prole, es el de los culebrones mexicanos y venezolanos. Para los que no creen en  la materialización de esa utopía, les recomiendo una antología completa de refritos de Televisa. Pero no vaya a creer que  las niñas ricas de carne y hueso  carecen de corazón y sentimientos. Mucho  menos que son proclives a la discriminación por una suerte de naturaleza perversa. Simplemente responden al libreto- o chip,  como dicen los yuppies-   que la familia, la clase y  la cultura les entregaron a su debido tiempo. Eso  equivale   a lo que los lenguajes de moda en estos  días llaman  un “ Proyecto de vida”, es decir, una especie de plan de navegación para aventurarse en los meandros de lo impredecible".


En este punto el iniciado me fulminó con su mirada, lo cual, les confieso aquí entre nos, me proporcionó mi buena dosis de satisfacción. A todas luces,  mi improvisado  interlocutor estaba programado para no aceptar  herejes. Y yo estoy- cómo no- programado para no entregarle parte de mi salario, ganado con el sudor de algunas  ideas sueltas como esta , a todo el que venga  a ofrecerme sabiduría empacada al vacío. Antes  de que se produjera un corto circuito letal, como es frecuente en esos casos, saludé al primer conocido que apareció  en el camino y me aferré  a una conversación que  de momento me pareció providencial : las innegables virtudes de Munir El Haddadi, el último niño prodigio del Fútbol Club Barcelona

jueves, 4 de septiembre de 2014

El umbral del misterio





Lo bueno de visitar librerías de viejo reside en que uno nunca pierde el viaje. Al contrario de las otras, repletas de novedades, libros de moda y textos de autoayuda, de las primeras  siempre se sale con un tesoro que yacía agazapado en un estante, como un animal al acecho de  su presa.
De mi último recorrido  regresé con una joya que  me reconfirmó de golpe la  abismal diferencia entre  valor y precio. Se trata de las conversaciones entre Goethe y el ensayista y poeta J.P Eckerman, asiduo  contertulio de su  casa en Weimar, convertido con el paso del tiempo en ayudante y albacea de algunas de sus obras. El tomo, de algo más de quinientas páginas, pertenece a esa colección de los Clásicos Jackson, que enriqueció bibliotecas familiares enteras, hasta que la indolencia o la avaricia de los herederos las dispersó  por las librerías de segunda mano, para regocijo de los bibliófagos.
Si uno logra sobreponerse a la percepción inicial de que Eckerman se proponía ante todo  enrostrarle al mundo su amistad con el poeta, encontrará  en cada uno de las páginas un asomo a esa forma de belleza que es una inteligencia elevada.  Fechadas entre 1823 y 1832, año de la muerte del maestro, las conversaciones  iluminan todo el tiempo las eternas preguntas formuladas por los hombres desde que descubrieron el arte de pensar : el amor, la muerte, el poder, la virtud, el dolor, la dicha y la disolución final de toda gloria mundana.


“ Vivimos rodeados todo el tiempo de milagros y misterios.  El hombre de ciencia, el espíritu religioso y el poeta se pasan la vida intentando desvelarlos, para descubrir al final del camino que no pudieron pasar de los umbrales del misterio”, nos cuenta Eckerman que le dijo Goethe durante una de las caminatas por su  refugio en el campo. En eso consiste, en  últimas, la parábola de Fausto y  Mefistófeles: ni vendiendo su alma puede el hombre  acercarse a la esencia de los seres y las cosas. Aunque a veces le parezca  que se  acerca  bastante.
Acompañándolos  en su recorrido, uno descubre  - y comparte- la adoración de Goethe por el genio de Shakespeare . “ Todo lo terrible y lo bello de lo humano ya está condensado en él. A los demás solo nos queda  beber en su obra”, le  dice una vez a su confidente. A  lo anterior se sumaba su respeto por la poesía de Schiller y lord Byron. Lo mismo pensaba de la cultura griega  y de  pintores como    Rubens o Rafael : los veía  como un fuego en el que  todo artista debe purificarse si de veras pretende crear algo distinto.
Distinto. No original. Como todo espíritu grande, el autor de Las tribulaciones del joven Werther sabía que lo original  no pasa de ser una  falacia. Peor  aún:  una pose  de señoritos  arribistas. Desde su visión del mundo  entendía que visitar una y otra  vez el legado de sus predecesores para contarlo de otra manera, la suya, constituía el único camino para ofrecerle a su época otra versión de las cosas.   Esa  aceptación lúcida de las claves de la creación artística lo hizo grande. Tanto , que el duque Carlos Augusto de Sajonia- Weimar- Eisenach lo incorporó a su corte. Necesitaba de su diaria dosis de lucidez para no sucumbir a la embriaguez y la desmesura del poder. Claro que los enemigos del poeta interpretaban las cosas de otra manera: veían  en la aceptación del cargo  una muestra de su desmedida ambición, pero eso ya es otro asunto. Para Goethe esa no era más que otra manera de cumplir su misión.


“Mozart murió a los treinta y seis años; Rafael, a la misma edad, y Byron, poco más tarde;pero todos habían cumplido su misión, y ya era tiempo de que se fuesen para que les quedase algo que hacer a otras personas de  este mundo,calculado para una larga duración”, declaró después de una velada animada por los buenos vinos.
J.F Goethe cumplió con creces su misión. Tanto, que le sobró tiempo para celebrarlo. Al modo de un Omar Kahyam o Li-po, lo dijo  en unos versos que son en sí mismos una revelación : “ Cuando uno ha bebido/ sabe la verdad”